TESTIMONIO DE UNA TRAGEDIA: LA CAPILLA-ANIMITA DE LA KENITA DE IQUIQUE

 

Coordenadas: 20°13'35.92"S 70° 8'6.81"W

Parto diciendo que identifico esta calle como la ex avenida Pedro Prado porque, a pesar de que ya lleva casi cuatro años rebautizada como avenida Salvador Allende (decisión que provocó mucho malestar y confusiones en la comunidad iquiqueña, hay que admitirlo aunque moleste), prácticamente nadie la llama así en esta ciudad: ni los vecinos, ni los comerciantes, ni los taxistas. Ni siquiera el servicio de Google Earth había actualizado esto pasado ya varios años, como sucede con varias otras calles de Iquique a las cuales se les ha cambiado su histórico nombre en los últimos años (como Los Molles, Diego Portales, Aeropuerto y otras).

Explicado lo anterior debo precisar, entonces, que esta famosa animita iquiqueña se encuentra en la esquina de la ex avenida Prado con calle Chintaguay, a unas dos cuadras del cruce con la diagonal Campos de Deporte que conduce hacia la ladera de los cerros. Es un sector popular de la ciudad, de muchas viviendas modestas y departamentos pequeños. La animita aquí se respeta y permanece pulcra, a diferencia de sus muros adyacentes, resguardada por una reja que rodea todo el perímetro del galpón que se le ha construido.

La Kenita, le dicen todos, y así lo señala un vistoso cartel bajo la desteñida bandera chilena que flamea encima. Las fotografías de ella dentro del conjunto, revelan que se trató no sólo de una mujer joven, sino que su fallecimiento tuvo lugar en tiempos relativamente recientes, a diferencia de lo que aparentan otras animitas famosas de Iquique como Olivarito o Hermógenes San Martín, ubicadas a escasa distancia del Cementerio N° 1. Algunas vecinas cuentan que se trató de una muchacha fallecida trágicamente en un accidente en motocicleta, agregando detalles escabrosos como una decapitación y otros datos que son muy propios en el refuerzo a la tragedia que las leyendas en torno a las animitas suelen hacerle a la muerte del homenajeado.

La historia de la Kenita tiene algunas diferencias con lo que dice parte de la tradición oral del barrio, sin embargo: como se lee dentro de su propia gran animita, se llamaba Jaqueline Cristina Zurita Elgueta, nacida el 3 de febrero de 1962 y fallecida el 16 de noviembre de 1987, de modo que ya se cumplirán 24 años desde su deceso, sin que la devoción ni la atención por su fama de milagrosa haya mermado.

Jaqueline, o Kenita, tenía un empleo en los establecimientos de la Zona Franca y contaba 23 jóvenes años de edad. Su muerte se produjo media cuadra más al sur en la avenida, en el cruce con Tomás Bonilla, cuando fue atropellada mientras salía de su casa con dirección a su trabajo aquella calurosa tarde de noviembre, justo en el momento en que abordaba el asiento trasero de la motocicleta de un amigo que la transportaría y que había pasado a buscarla.

El conductor que le arrebató la vida estaba totalmente ebrio, un lamentable mal que no ha sido excepcional en la nómina de muertes por accidentes en la ciudad, además haber registros de una gran cantidad de fallecidos en la misma avenida, haciéndola quizás una de las peligrosas de todo Iquique desde que fuera prolongada para servir de arteria hacia el creciente lado Sur del puerto. Según se cuenta acá, la infortunada muchacha falleció en los brazos de su desesperado padre.

Pero, a diferencia de los muchos otros fallecidos en la misma avenida, los vecinos del sector comenzaron a prender velas para la Kenita en el lugar de su muerte, levantando más tarde una modesta casuchita de latón y luego un monolito donde depositaban flores y ofrendas decorativas en su recuerdo. Concurrían a diario muchas personas para visitarla y hacerle sus solicitudes, convirtiéndose en poco tiempo, en una de las más conocidas animitas de Iquique. Por las noches sobrecogía su trágica belleza, iluminando el lugar con las luces de las pequeñas llamas de agradecimientos o de esperanzas.

Al acercarse el cambio de siglo, comenzó a discutirse la posibilidad de construir una capilla con galpón para la animita y las innumerables placas y ofrendas de agradecimiento de los fieles. Tras advertir el abandono y la desprotección en que se encontraba, el vecino Rogelio Quiroga Vernal, quien solía visitar la animita y limpiarla, realizó una reunión con los residentes y devotos una noche de aquellas, en la esquina de Prado con Libertad, para presentar un proyecto que permitiera levantar la capilla y financiar los trabajos. Se constituyó para ello un comité especial que dio paso a la creación de la Sociedad Jaqueline Cristina Zurita Elgueta, encargada de levantar el galpón. Formaron parte de la directiva otros vecinos como Marianela Aguirre Ramos, Roberto Zepeda Miranda, José Michea Calderón, Galvarino Tello Escobar y Carlos Azócar Tapia, además del propio Quiroga, quien como tesorero del grupo abrió una cuenta en el Banco del Estado y comenzó a reunir los dineros que obtenía comprando al por mayor velas en el Terminal Agropecuario para venderlas entre los propios feligreses, además de solicitar cuotas mensuales a los casi 60 socios.

Por falta de espacio para un galpón enrejado en el lugar exacto del accidente, pues el terreno que pertenecía a la firma Sendos fue vendido a un proyecto inmobiliario, Quiroga planificó instalarlo un poco más al norte y al frente, por avenida Soldado Pedro Prado en el lugar señalado anteriormente y que hasta ese momento era sólo el terreno baldío, resabio de un intento de plazoleta que nunca se había concretado. Es allí donde se encuentra ahora la capilla techada con más características de ermita, antes rodeada de un pequeño jardín del que hoy sólo quedan algunas pequeñas palmeras, y con rejas que permanecen cerradas la mayor parte del tiempo, para evitar vandalismos e intrusos durante las noches.

Adentro del templete se ha concentrado todo un santuario para la fallecida, que incluye las placas de agradecimiento, fotografías y recortes de diarios que nos han servido para completar esta historia sobre la Kenita. También hay muchas figuras e iconografías relacionadas con las principales fiestas patronales de Tarapacá, como estatuillas de la Virgen del Carmen de La Tirana y de San Lorenzo, además de Santa Teresa de los Andes.

Hay un pequeño panel exponiendo una oración propia para la venerada Jaqueline, titulada "Oración Kenita":

Acuérdate, oh piadosa Kenita, que nunca se ha oído decir que los que han recurrido a tu protección implorando tu misericordia y pidiendo tu auxilio, hayan sido abandonados".

PEDIR FAVOR...

Animado con esta confianza, vengo a ti; bajo el peso de mis pecados llego hasta tus pies. Oh, hija de Señor, no desatiendas mis oraciones, escúchalas favorablemente y dígnate acceder a ellas.

Hija del Señor gloriosa y bendita.

REZAR 3 AVE MARÍA Y TRES PADRE NUESTROS.

La fama de milagrosa de la Kenita está confirmada no sólo por la cantidad de placas, velas y ornamentos de agradecimiento que se le han ofrendado, sino también por una situación pintoresca: ha sido tal la tentación popular por solicitarle favores, que algunas iglesias evangélicas han visto con horror cómo sus miembros sucumbieron a la seducción del credo por la muchacha e hicieron instalar un enorme cartel junto a la capilla, sobre un murallón, donde recuerdan con una cita del libro Deuteronomio 18 (10,11 y 12) en la versión Reina Valera, condenando el culto a los muertos y a las disciplinas ocultistas:

No haya en ti quien pase a su hijo o su hija por el fuego, ni adivino, ni astrólogo, ni hechicero, ni mago, ni encantador, ni espiritista, ni quien consulte a los muertos porque es abominable al Señor cualquiera que haga estas cosas.

Obviamente, poco podrá hacer esta advertencia de los alarmados cristianos protestantes ante la fuerza que ha cobrado la Kenita como hacedora de generosos milagros en una región donde el culto popular, la fe en los espíritus de los difuntos y los rasgos paganos originarios ya se han fusionado con el grueso de la obra local de la Iglesia de Cristo.

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