RESERVA NACIONAL FEDERICO ALBERT: LOS BOSQUES QUE SALVARON A LA CIUDAD DE CHANCO

Coordenadas: 35°43'53.8"S 72°32'10.4"W

Suelo evitar concentrarme mucho en atracciones naturales cuando redacto crónicas de viajes, pero el caso de la Reserva Nacional Federico Albert merece una atención especial: no sólo es un inmenso bosque de base artificial en las afueras de la ciudad de Chanco, en la provincia de Cauquenes, sino que también salvó a aquella área urbana de perecer sepultada por las "arenas volantes", gracias a la visión de un gran sabio alemán establecido en nuestro país.

Para comprender la historia de marras hay que remontarse hacia el último tercio del siglo XIX, cuando el avance de las dunas en algunos sectores de la actual Región del Maule se volvió una auténtica amenaza para las poblaciones residentes y sus terrenos agrícolas, llegando a sepultar residencias bajo toneladas de arenas grises que avanzaban a temible velocidad cada año. En el caso particular de Chanco, la mayor parte de este problema se debió a la deforestación de los antiguos bosques naturales de la costa: los árboles nativos habían sido sobreexplotados para ser usados como leña y permitir la apertura de amplios pastizales para las vacas productoras de la reputada leche con la que se fabrica hasta hoy el famoso queso con el nombre de la zona, producto originario de Pahuil.

No existiendo barreras naturales que contuviesen el avance de las "arenas volantes" que soplaba el viento hacia el interior, entonces, los campos de dunas empezaron a fagocitar al antiguo y folclórico poblado chanquino que, formalmente, había sido fundado no hacía muchas décadas, en 1849. La desaparición de la ciudad central del llamado Departamento de Chanco era inminente, entonces.

Fue en aquel momento cuando salta a la palestra el naturalista alemán Federico Albert Taupp (1867-1928), quien residía en Chile por un encargo de 1889 del gobierno de José Manuel Balmaceda, quedando a cargo de asignaturas en el Instituto Pedagógico y con el rol de colaborador de su coterráneo y colega Rodulfo Amando Philippi en la implementación del Museo Histórico Nacional. Siendo ya director de zoología y botánica en el Ministerio de Industria desde 1898, realizó una extensa exploración de las costas que incluyó Constitución, Cauquenes y Llico para observar aquel avance de dunas en la zona, la destrucción de sus bosques nativos y verificar alguna posible solución.

De aquellas experiencias surgiría su obra titulada "Las dunas, o sean las arenas volantes, voladeros, arenas muertas, invasión de las arenas, playas y médanos del centro de Chile", publicada en 1900. Allí escribe el autor, alarmado por lo que presenció:

Las declaraciones verbales y fidedignas de los señores Luis Montt (director de la Biblioteca Nacional, en Santiago), Manuel Badilla, Graciliano Moya y Graciliano Ríos, demuestran que las dunas de Chanco han avanzado en los últimos setenta años con una velocidad de media cuadra en cada temporada.

Del último pueblo tengo todavía algunos datos sobre el avance de las arenas en el último verano, datos que son bastante interesantes y completamente garantizados por las personas principales de la localidad. En la parte rural fue enterrada una quincha de dos metros de alto en un espacio de tres días. Anualmente se perdía una faja de terreno de seis metros de ancho en la parte urbana y la cerca de la vega de la Municipalidad (hoy día propiedad del Estado), que tiene un alto de dos metros, se entierra anualmente y hay necesidad de mover los postes dos o tres veces cada año. Una cerca de rama de tres metros de alto se pierde en una temporada. Aquí cabe también una observación personal: yo mismo he visto que las cercas que puso la Ilustre Municipalidad en febrero del año pasado, han sido completamente sepultadas y me ha costado mucho trabajo desenterrarlas.

Además saben todos los habitantes de Chanco y de más al norte, que en el fundo Loanco, de don José Encarnación Letelier, se demoró la arena sólo cinco años en cubrir un terreno de 20 cuadras, que formaba parte de lo mejor del suelo de estos lugares.

Federico Albert Taupp, el naturalista alemán.

Albert había estado estudiando también la aclimatación de especies florales exóticas para objetivos comerciales, por lo que comprendió rápidamente que lo mejor para frenar el avance de los médanos y arenales era un programa de plantaciones de árboles foráneos pero de crecimiento rápido y fundación sólida. Veía una falta de coordinación de los afectados por establecer una defensa, muchas veces por conflictos entre los particulares, además del empleo de métodos inútiles para ello, como quinchas de ramas, cercos de tablas y plantaciones de zarzamoras. Se sabe que unas 12 a 15 casas del área urbana de Chanco estaban sepultadas ya por las arenas, a la sazón, y su estudio confirmaba que, en cada verano, las pérdidas de terrenos fértiles alcanzaban los $30.000, produciendo daños irreparables en la economía agrícola.

Encargado de dirigir las obras de forestación chanquinas y luego de haber ampliado sus estudios para frenar la invasión dunar del pueblo, la restitución de los bosques se hizo a partir de fines de aquel siglo con especies exóticas de árboles y arbustos como eucalipto (Eucalyptus globulus), pino insigne (Pinus radiata), aromo australiano (Acacia melanoxylon) y ciprés macrocarpa (Cupressus macrocarpa), entre otros. Para algunos sectores se usó también aromo chileno (Acacia dealbata). Informes de su autoría titulados "Las plantaciones en las dunas de Chanco" y "Los resultados prácticos de las plantaciones en las dunas de Chanco" fueron dando cuenta de lo correcta que había sido su sugerencia.

Su principal área de trabajo abarcó una faja de 300 metros de ancho contados desde el borde costero y también involucró la excavación de taludes, alcanzando los 75 metros sobre el nivel del mar. La nueva barrera verde ocupó casi todo el terreno al poniente del Estero Chanco, llegando de hecho al borde litoral, como se observa hoy en la hermosa Playa del Monolito, lugar hasta donde llegué en este verano de 2022 a pasar la noche rodeado de varios otros campistas y tras recorrer el camino sin pavimentar que sale precisamente por el costado del parque y el estadio municipal, desde la calle sugerentemente llamada Los Gigantes. Es uno de los grandes atractivos de la temporada estival en Chanco, de hecho.

Toda la masa boscosa resultante corresponde a un paisaje climático templado de estío seco e invierno lluvioso, con media anual de temperatura de 14° Celsius. El 25 de mayo de 1981 se creó en ella la Reserva Nacional Federico Albert, con las 145 hectáreas bajo administración de la Corporación Nacional Forestal (CONAF).

Del extraordinario esfuerzo de Albert en la zona y de esa preocupación por los bosques que lo acompañó hasta el final de sus días, surgieron los primeros atisbos para la creación de reservas forestales en Chile, además de permitir la fundación de la Sección de Ensayos Zoológicos y Botánicos del Ministerio de Industria, estamento que, en 1911, pasó a ser la Inspección General de Bosques, Pesca y Caza. Su nombre sigue siendo objeto de gratitud por parte de los actuales chanquinos, existiendo a poca distancia del acceso a la reserva un mural dedicado a Albert en donde se lo ve dentro de un bosque enseñando sobre la flora a un grupo de niños, obra del cauquenino Jorge Salazar y su colega Cristián Silva, con varios trabajos parecidos por la región.

Los turistas llegan a recorrer a pie el interesante circuito de la reserva. Se llega al mismo desviando hacia la costa desde la Ruta M-50, por dos puntos de acceso, uno al norte y otro al sur. El recorrido interior consta de varios hitos relevantes e implementación para la comodidad del visitante, incluyendo 17 sitios habilitados con mesones y agua, aunque está prohibido hacer fuego por razones obvias. Para mí fue un buen rato de dos o tres horas despegado del sillín de la bicicleta y estirando las piernas entre una avalancha de paisajes de encanto, por rutas de excursión denominadas "El Eucalipto", "Sendero de Interpretación", "Las Dunas" y el "Camino al Bosque", este último más extenso y con capacidad para desplazamientos vehiculares.

Felizmente, la vegetación introducida también creó condiciones óptimas para la recuperación de la flora nativa, reapareciendo así entre los doseles boscosos especies como boldo (Peumus boldus), carcolén (Azara celastrina), peumo (Cryptocarya alba), chequén (Luma chequen), orquídea (Chloraea longipetala), maitén (Maytenus boaria) y maqui (Aristotelia chilensis), entre otras que el visitante podrá hallar en el parque. Y aunque la fauna del parque no sea especialmente abundante, se pueden divisar entre aquellos senderos a ejemplares de zorro culpeo, zorro chilla, chingue, quique, tordo, tenca, loica, tucúquere, chuncho, lechuza blanca, torcaza, zorzal, huairavo, tiuque, águila mora, queltehue y algunas especies exóticas como gorrión, conejo y liebre.

Entre las atracciones específicas más importantes del circuito está el Arboretum de camino hacia la Playa del Monolito, el Gran Alcornoque (Quercus suber, el "árbol del corcho"), el Bosque de los Sentidos en el Sendero de Interpretación, la Laguna del Toro (lamentablemente seca, desde hace pocos años), el Eucalipto Derribado (un gran ejemplar de Eucalyptus robusta), el Eucalipto Gigante hacia el norte de la reserva, el camino de los quillayes (Quillaja saponaria, plantados en 1998), un pino insigne de 1900, el sector en donde existieron las casas tragadas por las arenas, el Camino de la Laguna Sepultada, Los Mellizos (dos eucaliptos gigantes) y el más antiguo de los eucaliptos blancos vivos en estos bosques, plantado a inicios del siglo XX.

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