LOS ALTARES PATRONALES DEL MERCADO DE AREQUIPA

 

Coordenadas: 16°24'9.77"S 71°32'5.46"W
Nota: artículo de 2012, sin actualizaciones.
Como vimos en un capítulo dedicado a la animita o capilla de María Hernández en el Cementerio General de Tacna, la tradición de la fe popular hacia figuras "interventoras" desde el mundo espiritual presente en Chile, en Perú adquiere ciertos rasgos de sobriedad y simpleza que no se manifiestan así en nuestro país, donde hay más extravagancia y los homenajeados reciben regalos, placas de agradecimiento o papelitos que sirven de solicitud escrita a los favores pedidos.
Con relación a estas manifestaciones de culto popular en Perú, existe un lugar que llama la atención a los visitantes del Mercado San Camilo de Arequipa, a poca distancia de la plaza central de la ciudad. Ubicado justo al costado derecho del acceso principal, se encuentra un triple altar con las figuras de la Virgen María, San Camilo y el Señor del Perdón, todas dentro de vitrinas de cristales. A los pies de las figuras se encuentran varios candeleros en parrillas donde los devotos encienden sus velas para veneración, petición o agradecimiento de favores, convirtiéndolo en un sitio de permanente oración o, cuanto menos, para que los comerciantes y visitantes del mercado se persignen ante la mirada de las tres imágenes al entrar y al abandonar este amplio recinto.
A pesar de la enorme religiosidad que reina en la ciudad de Arequipa, manifiesta en la innumerable cantidad de catedrales, iglesias y parroquias que pueden encontrarse paseando por sus turísticas calles y aun la periferia de la ciudad, los altares del Mercado San Camilo son una de las no muchas manifestaciones de fe popular que pueden encontrarse por toda la urbe en un contexto ajeno al del templo o las dependencias religiosas en general. Quizás por la misma razón de haber tantas iglesias, esta clase de rinconcillos de fe urbana se hacen innecesarios o muy secundarios. Salvo por los altares que la gente mantiene en los "tambos" de la ciudad, equivalentes de alguna manera a los conventillos o cités que se encuentran en Santiago y Valparaíso (aunque de mejor factura y arquitectura), son pocos los ejemplos altares que el pueblo arequipeño adora en lugares que no se encuentren bajo el alero oficial de la iglesia católica.
Sin embargo, el credo sincrético y las raíces paganas afloran siempre por algún lado, y Arequipa no tiene por qué ser excepción: es el caso, por ejemplo, de la tumba de Víctor Apaza Quispe, un criminal ejecutado en 1971 pero que se ha convertido en una especie de santo popular, visitado por muchos creyentes que oran y piden milagros a su cripta de la misma forma en que se hace en nuestro país con el asesino en serie Emile Doubois y los homicidas Osorio y Cuadra.
El caso particular del culto popular representado por los altares del mercado arequipeño tiene una característica especial, sin embargo: si bien ha surgido casi espontáneamente en el pueblo y también en un lugar fuera del alero estricto de la iglesia, cuenta con un respaldo oficial de ésta para la presencia de las figuras en el mercado y de su culto protector de todos los locatarios que allí trabajan, pues la Hermandad de la Sagrada Imagen del Señor del Perdón ya fue reconocida formalmente por el Arzobispado de Arequipa.
La historia del mercado y su nombre explican la naturaleza histórica de esta devoción: el recinto comercial fue construido sobre el terreno que había pertenecido a la antigua Iglesia del Convento de los Padres Agonizantes de San Camilo, uno de los edificios más altos que llegó a tener la ciudad, pero que acabó arrasado por el violento terremoto que sacudió todo el Sur del Perú en 1868. Es por esto, además, que la calle donde ahora se encuentra el mercado también conserva el viejo nombre de calle San Camilo, por la presencia que tuvieron estos religiosos allí, en la cuadra ubicada entre Piérola, Perú y Tristán. La devastación fue tal, que se decidió no reconstruir y los sacerdotes de la orden se retiraron de la cuadra, la que fue destinada al funcionamiento de un mercado para la ciudad que, hasta entonces, sólo se abastecía con pequeños tendales callejeros y una feria de abastos que funcionaba una o dos veces a la semana ocupando casi toda la Plaza de Armas desde tiempos coloniales, situación muy parecida a la que existió también en Santiago de Chile hasta la construcción del Mercado de Abastos (hoy Mercado Central) en los primeros años de la Independencia.
El mercado, que funcionó provisoriamente durante este período en un parque, pudo ser inaugurado en San Camilo recién en 1881, en plena ocupación chilena del Perú durante la Guerra del Pacífico y cuando las fuerzas de Montero aún se preparaban para ir a esta ciudad y declararla capital provisoria de la nación, luego de haber perdido Lima. Inicialmente, se trataba de un recinto muy básico, en su mayor parte ocupado por tolderías para el comercio que se levantaron sobre el terreno ya despejado del ex convento.
La municipalidad ordenó una gran remodelación y modernización a fines de los veinte, proyectándole un gran edificio con portalón de entrada, pudiendo ser entregada en 1938. Fue declarada Patrimonio Histórico en 1987, pero debió se sometido a una gran remodelación entre 2006 y 2008. El edificio ya no conserva mucho de su aspecto original, desgraciadamente.
La imagen correspondiente al Señor del Perdón fue encargada unos años más tarde por los sacerdotes, hacia mediados del siglo, al escultor y restaurador Valentín García Quinto, conocido por la perfección de sus obras de arte religioso. Hizo un Jesús casi a tamaño natural de pie y con las manos atadas, mostrando las heridas de sus flagelaciones antes de la crucifixión, destacando la dramática expresión de su rostro, coronado por tres flamas divinas. Esta figura se exhibía originalmente en la plazoleta frente al mercado con el objeto de reunir limosnas para la iglesia, pero lo que no tardó en volverse un símbolo del mismo recinto y los locatarios adoptaron rápidamente su patronato, comenzando a gestionar la forma de comprarlo y a reunir los fondos para concretar la transacción, en los años sesenta.
El Señor del Perdón fue incorporado inmediatamente al edificio del mercado, contando con un sitio propio y comenzando a ser sacado en procesión. Se le construyó un altar en el acceso principal, exactamente donde aún se encuentra. Los 14 primeros comerciantes miembros de la cofradía crearon oficialmente a este grupo en 1969, logrando el reconocimiento oficial por parte del arzobispado en 1993. Una placa metálica colocada por la misma Hermandad de la Sagrada Imagen del Señor del Perdón, en los muros atrás y al costado los altares del mercado, recuerda este magno acontecimiento.
La Procesión del Señor del Perdón del Mercado San Camilo sale tradicionalmente en cortejo en el Sábado de Pasión de la Semana Santa. En los inicios, en este paseo realizado por encapuchados ("cucuruchos") era acompañado por la figura de la Virgen de las Angustias, una hermosa representación mariana que se encuentra en un magnífico altar dorado de la Iglesia de San Francisco de la misma ciudad, ubicada en calle Melgar frente a San Francisco. Esta imagen muestra una María muy juvenil, vestida de blanco y capa roja, con un particular velo sobre su cabeza. Por alguna razón, sin embargo, la hermandad no pudo disponer de esta figura de la Virgen de las Angustias en posteriores procesiones y se decidió mandar a hacer una imagen propia. La tarea fue encargada al sacerdote y escultor local Víctor Paredes Polanco, quien se basó en la advocación de la María Santísima de la Amargura, la Consummatta. Esta figura, sin embargo, se conserva resguardada en un altar interior propio y no entre las tres figuras del acceso principal.
Junto a la imagen del Señor del Perdón, la segunda figura que destaca por su tamaño y también por su ostentosa decoración es la del propio San Camilo de Lelis que presta su nombre al mercado, colocada en un gran altar que forma una misma unidad con la figura del santo y su base, donde se observa inscrita la rúbrica de la Orden de Jesús. Esta figura es paseada por el mercado todos los 14 de julio, día consagrado al santo, ocasión en la que también se realiza en el recinto una ceremonia y un cortejo acompañado por los músicos de la hermandad. En el período alrededor de esta fiesta, la imagen es sacada de su vitrina y exhibida durante todos esos días sobre su altar de andas frente a su vitrina, regresando después a su encierro tras el vidrio.
Una tercera imagen de un santo que no pude identificar in situ se encuentra en el grupo de altares. Es pequeña y aunque consultamos a algunos devotos por su identidad, no recibimos información precisa. Sin embargo, la vitrina es de proporciones muy modestas y en nuestra impresión sólo destaca como alcancía, pues no vimos manifestaciones concretas de fe extendidas tan directamente a ella y, según supimos, tampoco es sacada en procesiones ni cortejos. Sólo después de la generosa ayuda de un miembro de la fraternidad arequipeña Cuadrilla 21 ex-Banco Sur, quien nos hizo notar la presencia de un pez y una llave metálicas acompañando la figura, pudimos comprender que se trata del Apóstol San Pedro, patrono de los pescadores, los carniceros, los panaderos y otros oficios ligados al hábitat de este histórico mercado.
Los altares del Mercado de Arequipa, además de ser un punto interesante para observar el ejercicio de la fe popular en esta hermosa ciudad peruana, sirven también para la reunión de fondos en sus alcancías, para las necesidades de la hermandad y del mismo mercado. Entre velas y flores que los fieles llevan hasta estas figuras y vitrinas, se solicitan las intervenciones divinas y se agradecen favores concedidos en éste, el mero mundo de los vivos.

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