LA TUMBA DE MARÍA HERNÁNDEZ EN EL CEMENTERIO DE TACNA

 

Coordenadas: 18° 0'1.85"S 70°15'29.10"W
En el patio principal de sepulturas en tierra situado la parte trasera del Cementerio General de Tacna, Perú, ubicado en avenida Centenario frente a Arias Araguez, se encuentra una pequeña capilla de veneración y velatorio consagrada popularmente a María Hernández, que a estas alturas se ha convertido casi en una santa informal de la ciudad peruana. Sus muros de adobe y techados se construyeron exactamente sobre una cripta donde estaba la occisa del mismo nombre, arrinconada al fondo de la pequeña habitación, y la cantidad de velas y arreglos florales parecen hablar de una gran devoción popular por ella.
Tuve la oportunidad de visitar este sitio por primera vez en julio de 2011, observando personalmente cómo se da el culto allí. Sin duda, se ve extraña, curiosa, solitariamente levantada en un área dominada por sepulturas bajas. Hay muchos artículos de aseo, escobas y botellas con agua en el interior de la capilla, lo que revela el esfuerzo por mantenerla presentable a sus muchos visitantes diarios. Sacar la esperma de las cientos de velas que arden allí, debe ser otra tarea tediosa para quienes se encargan de ella.
La salita está custodiada por un cuadro de Jesús, pero los elementos sincréticos no tardan en revelarse cuando se observa que un señor de relativa edad, con prácticas que podrían semejar al chamanismo, intercambia sus operaciones entre la sombra que proporciona este recinto y los árboles cercanos bajo el inclemente Sol tacneño, mientras atiende a sus clientes por una pequeña paga, principalmente mujeres en busca de asistencia "espiritual" y adivinaciones.
La leyenda local dice que María era una muchacha pequeña, aunque no está claro de qué edad: mientras la información dentro de su capilla dice que tenía diez años, otros fieles aseguran que tenía ocho, seis o incluso cuatro años de vida al momento de su infausta tragedia. Sucedió, según el mismo relato, que una decena de los soldados chilenos que ocupaban la ciudad, interceptaron a la niña mientras cruzaba las chacras del sector como atajo para llegar a su casa, luego de haber ido a comprar pan por encargo de su madre. En otra versión, la niña escapó de casa para ir a pasear o a jugar, desobedeciendo las órdenes de sus padres. Lo uniformados, en un acto vesánico y brutal, la habrían violado cruelmente y la dejaron abandonada, muriendo durante o después del ataque.
Tampoco está claro cuándo habría sido el año de la presunta tragedia: mientras algunos tacneños dicen que sucedió cuando los chilenos acababan de ocupar la ciudad durante la Guerra del Pacífico, la información dentro de la capilla asegura que esto ocurrió en 1914. Una hoja enmarcada de texto dentro de la misma agrega el detalle de que la niña era hija de un soldado peruano que había partido a la guerra y que no volvió jamás.
Al no llegar a casa, la madre salió en busca de su única hija y encontró su cuerpo ultrajado e inerte en el lugar de su triste final. Agobiada por la pena y el sentimiento de culpa, hizo sepultar a la niña en el camposanto y visitaba diariamente su tumba, con el alma destrozada y sin contener las lágrimas, hasta el día de su fallecimiento. Sobre el acceso de la capilla allí levantada, dice en letras negras encima del amarillo ocre de la capilla:
RECUERDO DE SU MADRE
MARIA V DE HERNANDES
Esto es curioso, sin embargo: mientras esta inscripción invita a creer más bien en que una madre desconsolada habría hecho construir esta habitación, la leyenda local dice que fueron los propios devotos de María Hernández los que decidieron colocarla allí, sobre la cripta.
En Perú parece ser sólo parcialmente conocida la denominación de "animita" para esta clase de pequeños santuarios de veneración y pedido de favores a los muertos. Se usa más bien la de "nicho", para referirse a ellas. Empero, en la práctica la tumba de María Hernández es una tumba-animita peruana que ha pasado inadvertida a muchos estudiosos del tema, quienes tienden a destacar sólo las de Chile y Argentina en el territorio sudamericano. De hecho, Tacna tiene casi tantas animitas urbanas como podríamos encontrar en cualquier ciudad chilena, aunque con ciertas diferencias en el culto hacia las mismas, que allá tiende a ser más bien algo conmemorativo y memorial.
Cabe preguntarse, por lo tanto, si hubo alguna clase de influencia chilena durante el largo período en que Tacna estuvo bajo dominio "cautivo", desde 1880 a 1929, para que apareciera esta forma de devoción popular animística tan parecida a la que se ve por nuestras calles y en nuestros cementerios, aunque el culto a María Hernández también tiene ciertas características que le son propias.
Con relación a las semejanzas que pueden observarse en esta animita tacneña y en lo relativo a cómo se da el culto popular animístico en nuestro país, destacan las siguientes:
  1. Primero, y tal como sucede en Chile, se da a María una connotación de infantilidad e inocencia, además de ser señalada como la víctima de un crimen abominable, tal como sucede con la Carmencita o la Novia en el Cementerio General de Santiago. Se resalta un condición angelical, tanto por la edad de su muerte como por el martirio del que fuera víctima.
  2. La capilla es una construcción sencilla de dos aguas, similar a las animitas pequeñas y a escala que se instalan en nuestro país y en las carreteras tacneñas para señalar el punto preciso del accidente o simbólicamente del descanso eterno del fallecido, además de cumplir con la función de resguardar del exterior a las llamas de las velas que se mantienen encendidas en su interior. Estas animitas pueden llegar a ser ampliadas hasta convertirse en pequeñas capillas o "casitas", muy populares en Chile y particularmente en el Norte Grande, como por ejemplo la de Hermógenes San Martín y otra de la Kenita de Iquique, o la de Elvirita Guillén en Antofagasta.
  3. Los devotos se presentan a orar concentradamente y en silencio, prendiéndole velas o cirios al tiempo que solicitan favores a la figura "abstracta" de María Hernández (no hay ninguna representación de cómo era la niña, además), otorgándole la característica de santa popular no oficial y capaz de conceder milagros.
Sin embargo, hay diferencias evidentes con la forma en que se cumple el culto animístico en Chile, que nos hablan de una tradición más sencilla y concisa que la nuestra:
  1. Aunque se exalta en el relato la naturaleza infantil de la venerada, se extraña la característica de las animitas chilenas para niños repletas de juguetes, dibujos ingenuos, tarjetas de saludos o regalos. Los fieles de María sólo llevan velas, coronas y arreglos florales como veneración. Sólo las referencias en los muros permiten advertir que el "ánima" corresponde a una niña.
  2. El tipo de relación de los devotos con el fallecido sigue siendo una mixtura entre la devoción corriente por un muerto (llevar flores, orar por el descanso eterno, compadecer al finado, etc., todo lo esperable de una visita a una tumba) y una solicitud de su intervención, pero casi como una invitación o invocación para que procure un milagro (un hecho sobrenatural), lo que quizás explica la presencia del mago popular en el lugar. Aunque también hay un claro contenido necromántico en esta forma de concebir la devoción para María Hernández, la impresión aquí es que, a diferencia de las animitas chilenas, sus creyentes no manifiestan tanto la convicción de que ella está "presente" de alguna manera en este lugar preciso, como sucedería acá, sino más bien que en este sitio descansan sus restos y que, a través de éste lugar de su reposo, se la puede convocar por la oración y el rito. Son sutiles diferencias, pero importantes para entender el cómo se plantea la fe popular.
  3. Quizás por ser la petición de milagros el rasgo de lo que podríamos comprender como el culto popular de María Hernández, no hay placas, ni inscripciones, ni notas de agradecimientos "por los favores concedidos" dentro de la capilla, ni fuera de ella. Al parecer, el contrato aquí se paga con mandas, oraciones y especialmente las velas, pero no por estos registros tan utilizados en Chile. Esta ausencia también se observa parcialmente en altares populares y tumbas milagrosas de Arequipa pero, curiosamente, en el cementerio de Lima sí existe un "santito" donde es posible encontrar placas de agradecimiento (Ricardito Espiell).
Cabe indicar la tradición general de las animitas chilenas existe perfecta y muy visiblemente a tan poca distancia de esta ciudad, desde Arica hacia el Sur, algo digno de considerar al tomar en cuenta tanto las diferencias como las eventuales influencias matrices en el culto popular de María Hernández.
 
Respecto de la base histórica del relato sobre el martirio y muerte de María Hernández y el surgimiento de su devoción en el pueblo, es muy probable que se trate de una leyenda gestada en el calor del patriotismo y la fuerte influencia histórico-militar que ha tenido Tacna en la relación con Chile, además del detalle interesante de que la cripta y su capilla se encuentran en un sector del cementerio adyacente a los nichos de funcionarios militares, de modo que los visitantes del camposanto y de este patio en particular, tenían razones de sobra para especular con historias alusivas al anatema de los chilenos durante el período de ocupación de la ciudad.
Si bien el Cementerio General de Tacna fue fundado en 1848 por iniciativa del sacerdote Sebastián Ramón Sors, pudiéndose encontrar algunas de sus tumbas más antiguas todavía por los grupos de nichos que contornean parte del recinto, según consultamos allá algunos sectores del patio donde se encuentra la famosa capilla de María fueron habilitados a las sepulturas en tierra ya avanzado el siglo XX, época en que se instalaron también varios grupos de nichos gremiales y cuando ya se había extendido el terreno del camposanto hacia el frente, donde está ahora la calle Centenario, permitiendo establecer nuevos pabellones y mausoleos. Lo de las fechas puede verificarse observando también las lápidas, cruces y criptas que rodean a la capilla. El sector que correspondía al camposanto antiguo estaría más al frente y al centro, y es por eso que allí se encuentra la cripta de mármol del Padre Sors, levantada justo en los años de ocupación chilena.
Tampoco es un dato menor que el nombre al exterior de la capilla de María Hernández, inscrito sobre la entrada, aluda al de la madre de la fallecida, y entendemos que el "V DE HERNANDES" parecer ser en realidad "VIUDA DE HERNANDES", de modo que el nombre de la fallecida quizá ni siquiera sea el que se le ha adjudicado por tanto tiempo. Aunque existe en la pequeña cripta al interior de la capilla una lápida con el nombre, ésta es más nueva que el resto de las que hay en el camposanto y posiblemente no sea original, pues lleva una inscripción hecha por un devoto de la "santita" a modo de donación.
Más aún: si la fecha de 1914 es la correcta para indicar el año de su muerte, de haber sido una niña, entonces, María nació en Tacna cuando la dominación chilena ya era un hecho, por lo que es imposible, en tal caso, que su padre haya sido un supuesto soldado peruano fallecido en la Guerra del Pacífico (1879-1884) y que con su partida dejó viuda a la madre. Por desgracia, no me fue posible acceder a los archivos de sepulturas del cementerio, que puedan dar quizás algo de luz al respecto, si es que aún existieran.
Es probable, entonces, que sobreviva en la capilla y en la leyenda de María Hernández esa misma tendencia tan visible de las animitas chilenas, siempre tendientes a la característica de convertir en niños inocentes martirizados a los espíritus venerados de la fe popular, como una forma de conceptualizar y enfatizar un rasgo angelical como identidad del fallecido.

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