DON JUAN HUATALCHO, EL BIÓGRAFO DE PICA Y SEÑOR DE LOS ALFAJORES

 

Don Juan Huatalcho (en 2011).
Coordenadas: 20°29'29.37"S 69°19'47.18"W (casa, taller y museo de don Juan)
Nota: artículo de 2012, sin actualizaciones. 
Don Juan Renán Huatalcho H. es un auténtico hombre de la pampa nortina chilena, y por eso ha visto pasar gran parte de la historia de Tarapacá como parte de la suya y propia, desde la época de las salitreras hasta los últimos azotes telúricos de la región. Es, además, uno de los personajes más célebres y queridos de la localidad de San Andrés de Pica, con pasado como preso politico, militante activo en sus buenos tiempos y además emprendedor.
Su interesante vida ha sido investigada por el cronista nortino Reinaldo Riveros Pizarro, más conocido por su pseudónimo Reripi. Cuenta que don Juan nació aquí mismo en Pica, en 1925, siendo hijo "natural" de doña María Huatalcho y de un señor llamado Juan Almonte Delgado, vinculado a la familia de los fundadores del poblado de La Tirana y a cuyo apellido fue compartido con el de Pozo Almonte, por haber sido dueños y comerciantes de agua de pozos que propietaban en esta localidad (el "Pozo de los Almonte").
Siendo niño, don Juan estudió en la Escuela N° 47 de Pica. Ya en los albores de la adolescencia trabajó como jardinero, chacarero y empleado de aseo de la parroquia. En 1943, ayudó a su cuñado Amadeo C. Valenzuela a transportar muebles hasta la Salitrera Cecilia en el Desierto de Atacama, ocasión en la que fue contratado para quedarse en esta oficina calichera de Antofagasta, primero como carpintero y después en faenas de la fundición. Trabajó allí hasta que cerró la oficina, emigrando entonces a la Salitrera Victoria, desde donde fue despedido en 1957 cuando la crisis terminal comenzó a afectar lo que quedaba de la industria, muy lejos de su esplendor del pasado. Desde este escenario, entonces, vio caer para siempre la epopeya del salitre chileno.
Don Juan nunca se casó, pero confesó a Reripi que tuvo un hijo con el que, por las circunstancias de la vida, se alejaron. Tras su experiencia en las salitreras regresó a su natal Pica y volvió a trabajar en cuestiones municipales de la entonces recién creada comuna.
Parte de sus colecciones de reliquias reunidas por don Juan, al aire libre.
Viejos cántaros y botijas de vino en casa-museo de don Juan. Restos de la antigua actividad vitivinícola que caracterizó a la zona en el pasado.
Bandera original izada en la Plaza de Armas de Pica el 18 de enero de 1958, para celebrar la ley que reestableció la Municipalidad de Pica (creada en 1891 y suprimida en 1907) durante el Gobierno del Presidente Carlos Ibáñez del Campo, el 4 de enero del año anterior. Nótese que la estrella respeta la posición y diseño original de la primera bandera oficial de la Patria Nueva. Lamentablemente, un mal intento de restauración de su descolorida tela le dejó unos colores impropios a la bandera chilena. Está en la casa-museo de don Juan.
Reproducción de la Última Cena al interior del templo de San Andrés de Pica.
Algunos reconocimientos recibidos por don Juan.
Merced a su impulso emprendedor, en 1958 había fundado una fábrica llamada "RACH", que produce hasta ahora alfajores piqueños, sabroso producto típico del poblado que se hace con tres hojas de masa horneada y mermelada o miel de mango, por lo general cubiertos de coco. Emplea una antigua receta familiar para producirlos, la más famosa y cotizada del pueblo, por lo que también patentó la denominación "Alfajor Rach de Pica con miel de mango" en el Ministerio de Economía.
Según don Juan, estas sabrosuras se basan en una tableta dulce de origen árabe, la que después fue asimilada por los españoles y traída a América por la vía de Río de la Plata. Cuando los comerciantes de Pica comenzaron a exportar sus mercaderías hacia San Pedro de Jujuy, conocieron la receta y la trajeron, pero la adaptaron notoriamente convirtiéndola en un producto nuevo y especial, aunque cada fabricante de Pica y de Matilla declara secreta su receta y rara vez la revela.
Hacia 1840, aproximadamente, se comienzan a producir alfajores en Pica y después se venden en grandes cantidades por las salitreras. Para el siglo siguiente, y al igual que sucede nominalmente con los célebres vinos "piqueños" del pasado, los principales talleres estaban en la vecina Matilla, sin embargo, según se observa en notas de prensa de mediana centuria, aunque todo el mundo ya los reconocía como alfajores piqueños y eran los productos más populares de la zona después de los célebres limones. Importancia parece haber tenido en la gestación del "definitivo" alfajor piqueño como adaptación local, la pastelera Laura Mora, vecina de la zona quien tenía su taller de producción en Matilla.
El taller de pastelería artesanal de don Juan, particularmente, vino a reactivar esta tradición ya pasada la época del salitre, hasta convertirse otra vez en uno de los productos más conocidos y comerciados de Pica y que aprovecha la característica y rica producción frutal del mismo lugar, dicho sea de paso. Son vendidos en paquetes cilíndricos formando una secuencia de alfajorcillos, aunque más modernamente han aparecido comerciantes que los ofertan en bandejas con cobertura plástica.
Alfajores piqueños (Fuente imagen: labuenavida.cl).
Casa, taller y museo de don Juan, frente a la Iglesia de Pica y junto a la plaza.
Antigua máscara de diablo de La Tirana en la casa-museo de don Juan. Éstas eran las máscaras diabólicas que se empleaban en las fiesta, antes de la llegada de las más espectaculares provenientes de las diabladas Bolivia, hacia mediados del siglo XX aproximadamente, propias del Carnaval de Oruro.
 
Don Juan sentado en su casa, con mural de fondo retratando motivos incásicos-aymarás y al General inka Apu Maita, conquistador de Tarapaccane (Tarapacá) hasta Copiapó.
Sin embargo, el señor Huatalcho era inquieto por naturaleza y tenía también una afición incontenible por investigar y recopilar información sobre su terruño allí en los reinos de la Pampa del Tamarugal, de modo que el vecino, además de ser conocido y respetado por su aporte al folclore culinario de Pica a través de sus tradicionales alfajores, también se ha vuelto un gran informador histórico, folclórico, patrimonial y cultural.
Con el tiempo, entonces, don Juan fue convirtiendo su casa-taller en la esquina de Balmaceda con Maipú en un verdadero museo particular, realmente desbordado por la cantidad de piezas o reliquias que exhibe en precarias condiciones y permanentemente abierto a los visitantes y turistas. Allí se pueden encontrar objetos históricos, herramientas antiguas de minería, muestras geológicas, artefactos de la época salitrera, innumerables fotografías y paneles con información sobre la Comuna de Pica. También pone algunas de sus hojas informativas alrededor de la plaza y la iglesia, ubicadas a sólo metros de su residencia. Es, por lo mismo, el principal informante histórico de Pica, visitado por muchos viajeros y curiosos.
Además de ser uno de los personajes más queridos y respetados de la comunidad piqueña, y con muchas experiencias personales -que incluyen desde sus desventuras tras el Golpe Militar de 1973 hasta esfuerzos personales por reforestar el desierto-, don Juan se ha constituido en el cronista y recopilador más importante que tiene la localidad actualmente, acumulando una enorme cantidad de información, investigaciones, artículos, documentos y material de estudio dispuesto al público libremente y motivado sólo por el amor al patrimonio, la cultura, las tradiciones, el folclore y el legendario de su hermosa tierra, el oasis que pinta de verde un vergel frutal en medio de la aridez del desierto... "La Flor de la Arena", como es la traducción desde el quechua del nombre de Pica (Piqai).
Lamentablemente, las condiciones descuidadas y poco asesoradas en que expone sus piezas, fotografías y escritos ha hecho que muchos de ellos se pierdan asoleados, erosionados o simplemente desgastados por acción de los elementos del aire libre, por lo que habría sido algo extraordinario que las autoridades se hubiesen preocupado de rescatar esta enorme cantidad de información que no pocas veces ha servido de material para la prensa tarapaqueña y para los estudios de profesionales de la investigación histórica.
Por mi parte, he querido poner a disposición de los lectores de este sitio parte del tesoro cultural ofrecido hasta ahora sólo a los visitantes de San Andrés de Pica. Comenzaré a publicarlo a partir de ahora, en artículos independientes. Y lo hago a través de este blog como humilde reconocimiento a la infatigable y generosa labor de este residente piqueño, el señor Juan Huatalcho.
Viejo y enorme tamarugo del sector de La Tirana, en imagen publicada por "La Estrella de Iquique" el 20 de agosto de 1967. La vegetación espinosa es abundante en la Pampa del Tamarugal.
Tranque de Pica hacia el 1900 (Imagen de las Colecciones del Museo Histórico Nacional).
LA LEYENDA DEL NOMBRE DE PICA
porJuan Huatalcho.
Dice la leyenda que cuando Jesús, acompañado de sus discípulos, recorría los pueblos de la Tierra, llegó a este lugar donde existía una laguna.
El relato dice, que por traer los pies acalorados por el Sol, se sacaron las sandalias y se metieron al agua.
De repente, Jesús lanza un "¡¡ayy!!" de dolor. Andrés, que estaba cerca, le pregunta:
- Maestro, ¿de qué te quejas?
- Me clavé una espina -responde Jesús.
- Maestro, ¿el hijo de Jehová también siente dolor por la clavada de una espina -le dice Andrés.
- No me duele... Me pica -respondió Jesús.
- Maestro, entonces llamémosle "PICA" a este lugar donde las espinas cuando clavan pican en lugar de causar dolor.
- Bueno Andrés, este lugar se llamará PICA desde hoy. 

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