Y LA "REINA DEL MAR" YA LLEGÓ A IQUIQUE...

 

Coordenadas: 20°13'0.38"S 70° 9'23.64"W
Nota: artículo de 2013, trasladado hasta acá sin actualizaciones en 2022.
Quienes visiten la Playa Bellavista al Sur del Morro en Iquique, abajo de los pretiles peatonales y casi atrás de la torre de vigilancia de los salvavidas, podrán observar sobre las arenas blancas y contra el pequeño murallón de sillares, una especie de altar azul de decoración muy colorida y con cierto saborcillo tropical que no es casualidad.
Al centro de este altar, se puede ver la ilustración enmarcada de una bella mujer con aspecto de ninfa marina, señalada como la "Reina del Mar". Su cuadro está dentro de una especie de acuario seco con muchas conchas marinas, estrellas de mar y caracolas, entre un tupido arreglo floral de clara inclinación al gusto femenino. Algunas de las flores son plásticas, y otras reales, incluso de plantas enterradas como jardincito allí, en el túmulo de piedras y conchas marinas que sostienen este conjunto.
¿A qué podría corresponder esta curiosa instalación? En principio, podría parecerse a alguna de las innumerables animitas que pueden verse en Chile en las playas, generalmente pertenecientes a ahogados o pescadores perdidos, y unificadas en aspecto por reforzar su relación marina en la decoración y diseño de las mismas.
Sin embargo, en este caso se trata de algo de origen bastante exótico: una especie de deidad africana que ha sido llamada con nombres como Yemanya, Yemayá, Yamanya, Yamanyá, Ymoya y Yemoyá, protectora de la fertilidad, de los recién nacidos y habitante eterna de los mares, cuyas criaturas la reconocen como su Madre. Su presencia en Iquique no deja de ser una gran curiosidad, por lo mismo, considerando que si bien esta figura es relativamente conocida en países vecinos como Perú y el Norte de Argentina, acá en Chile sigue siendo toda una novedad, salvo para unos pocos conocedores.
Yemanya, la "Reina del Mar", sería la identidad de un espíritu femenino habitante de la naturaleza oceánica, cuyo culto era practicado en el África Occidental y especialmente en países como Nigeria, pasando desde las tradiciones tribales a varias religiones de origen afro a través de grupos como los yorubas. Los esclavos africanos llevados hasta América quizás trajeron el culto en tiempos coloniales muy tempranos o, cuanto menos, prepararon la "cama" cultural para que países como Cuba, Haití, Santo Domingo, Venezuela, Colombia y Brasil fueran permeables a la entrada de la creencia en la misteriosa Yemanya, donde goza de popularidad.
La distorsión de los elementos religiosos culturales y su fusión sincrética con el cristianismo, sin embargo, ha acabado relacionando a Yemanya con prácticas modernas de veneración a las figuras orishas, al macumba, la santería e incluso al chamanismo y el vudú, llegando a confundírsela o superponérsela a algunas figuras de advocación mariana, como la Virgen de Regla o la Virgen del Valle, que suelen ser representadas con piel oscura y tenidas azuladas, precisamente como se retrataba a Yemanya. A su vez, la diosa marina ha ido sufriendo modificaciones por "occidentalización": en sus representaciones más populares aparece ya como una hermosa mujer blanca de vestimentas ligeras o desnuda, con apariencia de sirena o derechamente convertida en una de ellas, pero siempre rondando entre las olas, las algas y las playas, su hábitat originario. De hecho, en algunos retratos, los artistas la ilustran prácticamente igual a Anfitrite, tal como sucede en nuestro país con el imaginario chilote en relación a la legendaria Pincoya, por ejemplo.
Lo anterior, sumado quizás a la falta de documentación escrita en torno a los orígenes o cimientos del culto en África, ha significado que la imagen de la diosa sea un tanto ambigua y con imprecisiones sobre la historia que se adjudique como mito propio, existiendo distintas versiones y variaciones en la tradición oral y la práctica devocional. Ciertas creencias, por ejemplo, la describen como una mujer angelical y compasiva, mientras que otras la señalan como temible y extremadamente castigadora; y mientras en algunas partes su patronato es considerado magia blanca, en otras es sospechoso de brujería oscura. También leo que algunos practicantes del culto la consideran sólo un espíritu mediador, mientras que otros la tienen por una deidad a la altura del Dios judeo-cristiano o aun superior.
La explicación de cómo llegó a Iquique tan extraña figura, sin embargo, no está en la soterrada moda macumbera y santera que -es de sobra sabido- consume parte de los recursos de buena parte de nuestra selecta farandulilla nacional y hasta de algunos aspirantes políticos. La denominada "Reina del Mar" en  realidad fue colocada allí en Playa Bellavista por una vecina iquiqueña, quien trajo a Yemanya desde Brasil, país donde dijimos que también goza de gran veneración, así como sucede allí con varias otras manifestaciones de cultos rituales afroamericanos.
El conjunto con sus caracolas y flores fue construido hará unos tres años, según recuerdan, y ha ido siendo mejorado con el tiempo. No difiere mucho de los altares que internacionalmente se le hacen a la figura venerada: de fondos azules, con conchas marinas y ofrendas florales, abanicos y veletas, más elementos afros fundidos al cristianismo. En otras latitudes, sin embargo, se le venera también con cierto tipo de collares y alimentos que no se ven en este altarcillo en particular.
Ilustración fusionando a Yemanya con la representación Virgen de Regla, conforme a cómo se practica en los ritos asociados a la "Reina del Mar" en la santería cubana (fuente imagen: cubadebate.cu).
Representación moderna de Yemanya, la "Reina del Mar" (fuente imagen: religionosha.blogspot.com)
En internet encontré la siguiente "Oración de Yemanyá", que reproduzco para ilustrar cuál es la clase de favores y solicitudes que, aparentemente, se le pueden formular a la ninfa mitológica, además de cómo su culto asociado a las aguas marinas puede haber facilitado la dispersión y transculturización adaptativa del mismo:
¡Oh, madre de las aguas!
Grande es tu poder tu fuerza y tu luz
Grande es tu amor por tus hijos
Como lo es la sabiduría con que gobiernas
Desde todos los océanos y mares.
Has que llegue a ti mi pedido
Y hazme los favores
De alejar de mi rumbo a mis enemigos
Y ahogar en mí a mis temores.
Que no llegue a mi hogar la tristeza
Ni rencores o pesares
Que sea tu grandeza
La mayor riqueza que me dispensares.
Salve Yemanyá, doña Yanaína
Cualquiera fuera tu nombre,
cualquiera las playas y costas
Que tus aguas besaren.
Cualquiera el ritmo incesante
de tus olas, de tus mares
Mi fe en ti deposito,
Como parte de la creación
De Dios en la Tierra
Y es por eso que te pido
Y sé que mi ruego será atendido
Si es justo y bien por mí merecido
Aunque los salvavidas de la playa me dicen que la señora en cuestión llega al menos una vez a la semana a arreglar este altar y hacer pequeñas ofrendas, no me fue posible dar con ella a pesar de haberle hecho guardia en varias ocasiones y durante dos visitas ya a Iquique en sólo unos meses de diferencia. Sí puedo verificar, sin embargo, que rincón de Yemanya sí es visitado por otros iquiqueños, aunque no sé aún si más por curiosidad que por incipiente devoción.
En uno u otro caso, sin embargo, el punto confirmado es que la enigmática y lejana Yemanya ya se encuentra presente en las playas de Iquique, justo frente al lugar de ese océano donde se pierde en la inmensidad el famoso muñeco de cada Carnaval Morrino, y por donde pasan de ida o vuelta al puerto los grandes navíos cargueros.

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