VESTIGIOS DE UN DRAMA EN CALLE SOTOMAYOR DE ARICA
Don Eloy, cruzando la esquina justo por el
lado de la animita.
Coordenadas: 18°29'1.38"S 70°18'52.18"W
Nota: artículo del año 2012, trasladado hasta acá con las imágenes en 2022, sin actualizaciones ni adiciones.
En
calle Rafael Sotomayor de Arica, justo en la esquina frente al empalme
con Vicuña Mackenna, en donde las vías siguen las sinuosidades por la
base del Cerro La Cruz donde está la Virgen, se encuentra una
destartalada animita de cuyas razones para estar allí recién he podido
enterarme este año, al encontrar a un vecino con la edad, el tiempo de
residente y la buena memoria necesarias para recopilar una versión
verosímil sobre el drama que dicha estructura de madera y techos de
calamina esconde.
La animita ha tenido varias presentaciones y ha sido destruida alguna vez. Mantiene sólo unas flores secas al interior y alguien ha colocado un peluche,
me parece que de un perrito. Se ve algo abandonada en estos días, pero me
aseguran que recibe visitantes en forma constante y de cuando en cuando le
prenden velas. Llama la atención su ubicación en este peligroso cruce y al
final de la pendiente de calle Sotomayor, lo que haría creer que podía
tratarse de un atropellado.
Sin embargo, la esquina donde se encuentra está reforzada con barreras
metálicas para proteger a los peatones, detalle que también hace imaginar
otra posible razón de la muerte de la persona allí recordada con la animita.
Antes, estaba en otro lugar, más cerca del vértice de la esquina, pero en
algún momento fue cambiada un poco mas al Norte de la misma por Vicuña
Mackenna, donde permanece hasta ahora.
El informante de turno fue don Eloy, un simpático y querido abuelo del barrio,
que suele ir a leer el diario "La Estrella" sentado a los pies del cerro
casi al frente de la animita, ayudándose de su bastón para llegar hasta
acá regularmente. Su memoria es asombrosa, así que me entretengo con él
hablando también de un poco de sus recuerdos perfectamente detallados
sobre el Mundial de Fútbol de 1962 contrastados con los desvaríos
acomplejados que un autor joven ha publicado recientemente intentando
poner en ninguneo este magno suceso deportivo.
Cuenta este alegre señor que la animita se colocó allí después de que
una pareja perdiera la vida al estrellar su vehículo contra la esquina.
La animita no tiene nombres y él no recuerda cuáles eran, pero sí que la
mujer fallecida era de una familia Rodríguez, bastante conocida entre
algunos ciudadanos ariqueños. Es pues, el resultado de un accidente
vehicular, como tantas otras animitas del Norte Grande chileno.
Según su versión, la
tragedia de esta pareja habría tenido lugar tras un corte de frenos de
su automóvil, mientras bajaban por Sotomayor con dirección hacia el
centro de Arica, aproximadamente en el año 1971, según su memoria,
aunque la experiencia ya me ha confirmado que ni los mejores
recordadores suelen ser certeros a la hora de precisar fechas. Tras
descender veloz por la avenida, el automóvil chocó causando la muerte a
ambas personas, y parece que la repetición de este mal aún no termina en
este sitio, a juzgar por la presencia de las barreras fijas allí.
Sin embargo, consultando un poco más me entero también de que, muchos años después de la fecha señalada, en noviembre de 2010, hubo otro trágico accidente
en este sector de la ciudad, cuando se cortaron los frenos de un
microbús que fue a contra los muros del Colegio San Ana, ubicado a sólo
metros. Esta sería la tragedia que da identidad actualmente a la misma animita, según deduzco cotejando toda esta información con las noticias de la prensa de esos días.
A mayor abundamiento, tres personas fallecieron en aquel accidente, incluido un conocido
personaje de las calles de la ciudad ariqueña: Totito Cordero, muy querido por la comunidad y a quien
dedicaremos algunas líneas a futuro, pues tiene hasta una especie de altar o memorial propio en el Cementerio Municipal. La animita, de hecho, pasó a representarlo a
él y a este nuevo drama, quedando ligada a su identidad
y su muerte, al menos según lo que acá me explican. Tal vez sea más reciente y hasta haya nacido para este caso, a diferencia de lo que me informa el abuelo Eloy.
Como sea,
tras nuestra larga y entretenida charla, don Eloy se despide valiéndose
de su muleta para cruzar la calle justo por aquella esquina, diciéndome
que debe ir una visita programada al médico y perdiéndose hacia abajo de
la avenida Sotomayor. Yo, en cambio, me retiro prometiéndole que alguna
vez volveremos a encontrarnos allí, mientras me voy con los valiosos
apuntes para esta nueva historia sobre animitas en Chile.
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