UNA ESTATUA CONGELADA EN EL LLANTO EN LA ENTRADA DEL CEMENTERIO GENERAL DE COPIAPÓ
Coordenadas: 27°22'16.90"S 70°20'17.12"W
Al
final de calle Chacabuco justo cuando esta cae sobre calle La Paz,
frente al antiguo portal de acceso al Cementerio General de Copiapó,
está la hermosa estatua con pedestal que, desde hace 80 años ya, señala
desde su deliberada tristeza un vínculo espacial con el camposanto,
quizás viendo pasar con sus ojos opacos los dolorosos cortejos
mortuorios y las romerías, por tanto tiempo ya.
Aun
estando con su mano derecha cercenada y con claras marcas de intentos
vandálicos en el mentón y otras partes de la figura, esta dama esculpida
en una roca de textura marmolera escondida ya bajo las capas de
irreverente pintura blanca, dignifica y solemniza el frente del
Cementerio General, formando con su "isla" un pequeño bandejón
triangular en el empalme de las mencionadas calles, por donde pasan
permanentemente las procesiones y las caravanas funerarias.
La figura representa a una mujer sufriente, vestida con ropas y mantos de luto, muy parecida a las imágenes de las lloradoras que pueden encontrarse frente al gran portal del Cementerio General de Recoleta en Santiago, allí en la ex Plaza de las Columnatas,
aunque diría que la versión copiapina es más detallista y de mayor
tributo al arte escultórico. Esta mujer desconsolada alza su ceguera de
roca hacia el cielo, como buscando una esperanza y una clemencia divina a
su dolor.
Aunque esas prendas casi parecen mortajas, es el retrato
perfecto de un deudo intentando acatar el destino y la partida de un ser
querido. Parece representar también a una "lloradora", aquellas mujeres
que lloraban en los funerales "a contrato", en tradiciones muy
antiguas, aunque no sólo por el cinismo del lucro, como reza la creencia
popular, sino por un auténtico deseo de ganarse el cielo despidiendo a
los fallecidos.
La
imagen está montada, a su vez, sobre un pedestal rectangular que está
en una gradería baja de escalas, con plinto de tres niveles. Sin ser de
demasiada altura, esta estructura con toques de arte clásico y romántico
es de singular elegancia y de mucha presencia por su ubicación
estratégica frente al cementerio, allí en el empalme de calles. Dos
relieves de querubines tan dolientes como la mujer, la acompañan a cada
lado de esa base, con una corona funeraria esculpida en la cara frontal.
Aunque
pocos se detienen a observar el detalle, la historia de la estatua está
parcialmente contada atrás de la misma, en la cara opuesta a la de la
corona fúnebre y sobre una superficie que conserva aún el rasgo original
del mármol:
MANDADA A CONSTRUIR
SIENDO DIRECTOR DEL
CEMENTERIO EL MAYOR,
EN RETIRO, DEL EJÉRCITO
Don ALBERTO SIERRALTA S.
AÑO 1934
SIENDO DIRECTOR DEL
CEMENTERIO EL MAYOR,
EN RETIRO, DEL EJÉRCITO
Don ALBERTO SIERRALTA S.
AÑO 1934
Según
tengo entendido, hacia la misma década el Mayor (R) Sierralta había
sido una importante autoridad municipal de la ciudad de Copiapó. Me
parece que tuvo una relación familiar con el alcalde Juan Lorenzo
Sierralta, período en el que se creó, entre otras cosas, el Primer
Orfeón Municipal, precisamente por sugerencia del militar retirado.
Sierralta apareció inmiscuido también en los infaustos sucesos de
violencia política en Vallenar y Copiapó, en 1931.
Abajo
en la misma inscripción y separada sólo por una sencilla línea, se
aclara también el generoso y singular origen de la base que soporta la
figura:
EL PEDESTAL FUE HECHO
POR EL OBRERO
CALISTO ASTORGA
GRATUITAMENTE
POR EL OBRERO
CALISTO ASTORGA
GRATUITAMENTE
No
estoy seguro de una situación, sin embargo: la estatua ha estado
asociada al acceso del cementerio desde su fundación hasta nuestros
días, según me informan, pero desconozco si siempre se la halló en este
punto específico, adelante del acceso, o si fue trasladada un poco más
al frente en épocas posteriores, hasta su actual posición. La duda me
surge del hecho que la calzada de calle La Paz la separe de la berma del
camposanto propiamente tal, distancia que no sé si surgió de alguna
remodelación del acceso al cementerio o de un posible traslado teórico.
Aunque siga firme sobre su sitio, la lloradora
del Cementerio General de Copiapó es frágil a los ataques de vándalos y
de enemigos de la ciudad, infaltables en cada metrópolis. No sería de
extrañar que, a futuro, acabe rodeada también por un poco estético
cerco, para evitarle más sufrimiento al desconsuelo que ya embarga su
rostro y su sentido de existencia allí frente al camposanto.
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