TRAS LOS PASOS DEL PADRE NEGRO (PARTE IV): HECHOS SOBRENATURALES Y SUPUESTOS MILAGROS DEL SACERDOTE

 

Iglesia de San Vicente de Paul, en Caldera.
Coordenadas: 27°21'50.57"S 70°20'31.40"W (Parroquia de San Francisco en Copiapó) / 27° 4'13.73"S 70°49'47.47"W (Gruta de Lourdes, hoy del Padre Negro) / Cripta del Padre Negro (27° 4'0.31"S 70°48'50.66"W)
La historia y leyenda del Padre Negro de la Región de Atacama es una de las más asombrosas e interesantes semblanzas de la religiosidad chilena en primera mitad del siglo XX, tanto por la propia biografía del personaje, el recordado Fray Crisógono Sierra y Velásquez, como por sus obras en la provincia, entre las que están la gruta mariana de Caldera y el sendero del Cerro de la Cruz de Copiapó.
El presente artículo está dedicado a uno de los atributos que convirtieron al franciscano colombiano llegado a nuestro país en un verdadero santo popular viviente: sus pretendidos atributos milagrosos, que el pueblo le sigue adjudicando. Incluso a los que somos incrédulos, puede sorprendernos la seguridad y convicción con que los habitantes del valle de Copiapó y la zona costera siguen recordando estos supuestos hechos sobrenaturales, capacidades que siempre acompañaron su existencia.
Puede que muchas de estas historias se hayan tejido en el rico y muy predispuesto imaginario de los mineros, especialmente de los pueblos pequeños donde el religioso hacía constantes visitas y obras como colocación de cruces en cerros. Sin embargo, otras situaciones asombrosas fueron reportadas por habitantes de las ciudades donde desplazaba su obra, en algunos casos por reputados y connotados vecinos. Sería algo seductor poder indagar con más profundidad cómo se fue construyendo su mito, entonces.
Así, la bella leyenda le atribuye al Padre Negro tantos prodigios y, a la vez, desplaza hacia su recuerdo una veneración tal, que nos preguntamos por qué nunca se inició un proceso de beatificación y canonización para el mismo. Parte de la respuesta quizás esté en el carácter tan fuertemente localista de su memoria y su devoción, aunque su historia recuerda a otros milagrosos de raza negra de estos lados del mundo, como San Martín de Porres de los dominicos limeños o Andrés de Guinea en la recoleta franciscana de la capital chilena, a pesar de los siglos de distancia que lo separan de ellos.
Fray Crisógono Sierra y Velásquez, el Padre Negro (1877-1945).
Calle Chañarcillo de Copiapó, totalmente destruida tras el terremoto de 1922 que el Padre Negro habría anunciado a sus fieles sólo unos días antes. Fotografía de Armando Sills, actualmente en el Archivo Cenfoto-UDP.
Dantesca escena de cadáveres de mujeres y niños, en la morgue improvisada en Copiapó tras el cataclismo de 1922. Fuente imagen: "Álbum gráfico del terremoto del Norte", de 1923.
Se cuenta como uno de sus más notables logros inexplicables, que había anunciado el enorme terremoto del 10 de noviembre de 1922, cosa que incluso se constató en la prensa de la época, especialmente en el diario "Las Últimas Noticias", como informa Tussel Caballero Iglesias. Este cataclismo, con epicentro en Vallenar, dejó entre 800 a 1.500 víctimas y provocó maremotos en Chañaral y Huasco.
Fray Crisógono vaticinó la tragedia en una circunstancia muy particular: en día cuando iba conduciendo una procesión desde la Capilla Nuestra Señora de la Candelaria y la caravana se encontró inesperadamente con un concentración política, bloqueándoles el paso a los fieles copiapinos. No hubo forma posible de eludir a la muchedumbre o persuadirla de dejarlos pasar, y así la romería debió devolverse sobre sus pasos. Frustrado, al regresar a la iglesia, dijo desde el púlpito a sus fieles algo como esto:
Queridos hermanos: hoy ha sido insultada nuestra Madre y esto Dios no lo dejará pasar sin castigo. Por eso creo que, en unos pocos días más, caerá una horrible catástrofe sobre este pueblo, como jamás se ha visto antes, que costará muchas vidas, lágrimas y sufrimiento. Así sucederá con toda afrenta a la fe por Nuestra Señora la Virgen de la Candelaria.
Se recordará que, sólo dos años antes, el 4 de diciembre de 1918, la región atacameña y particularmente la ciudad de Copiapó, ya habían sido azotadas por un terrible terremoto, de características muy parecidas al nuevo que, tal como aparentemente lo anticipó el franciscano, caería sobre la región.
El cataclismo castigó a todos estos poblados cuando aún no concluía su reconstrucción, entonces, desencadenando macabras escenas que realmente exacerbaron el terror de los habitantes de la región para creer que se trataba de un castigo divino, pues, además de las pilas de muertos y escombros, el terremoto destruyó el cementerio de Copiapó dejando al descubierto los restos de los difuntos, y las olas que azotaron la costa llegaron a volcar locomotoras completas inutilizando la comunicación y los transportes.
Chañaral destruida por el terremoto y el maremoto de 1922, sector de la plaza central de la ciudad. Se observan los restos de la cúpula del Palacio Francisco Varela. Imagen de la colección fotográfica del Museo Regional de Atacama. Supuestamente, esta tragedia había sido pronosticada por el Padre Negro y apareció confirmado su acierto en la prensa.
Representación y breve reseña de la vida del Padre Negro en Caldera, en el mural de personajes ilustres locales que se puede observar en la fachada de la Biblioteca Pública "Carlos Sayago", frente a la plaza central.
La fama de milagroso ha perdurado después de la muerte de Fray Crisógono, como se observa en estas placas e inscripciones de agradecimiento dentro de su altar en la Gruta del Padre Negro de Caldera.
La pretendida virtud de haber podido anunciar el terremoto sólo una semana antes, fue explicada por sus hermanos de orden como la propia vocación franciscana exaltada en la persona de Fray Crisógono, que le permitía comunicación directa con la naturaleza que tanto amaba. Mas aún, los testigos de entonces aseguraron que había hecho bajar de los altares y ménsulas las imágenes religiosas de la Parroquia de Punta Negra, en la misma tarde antes del terremoto, evitando así que cayeran destruidas durante la tragedia.
Con estos ribetes de leyenda viviente, se contaban muchas más historias extrañas sobre sus capacidades, las que aún son recordadas por algunos de sus biógrafos y las familias de quienes conocieron en vida al célebre Padre Negro.
Entre otras cosas, se aseguraba que tenía el don de la bilocación y la precognición. Además del caso del terremoto de 1922, pues, su leyenda asegura que habría pronosticado muertes, enfermedades, hallazgos inesperados y más de otra desgracia afectando a la provincia. También se recuerda en la tradición oral que, en sueños, Fray Crisógono vio cómo aparecían unos rieles enterrados en el patio de la Parroquia de Caldera, cosa que efectivamente sucedió, cuando se realizaron excavaciones dentro del complejo. Los mismos sueños le habrían informado por anticipado, del deceso de varios hombres públicos e importantes políticos de la época.
Otro caso conocido en esos días, lo reportó una pareja que vio al franciscano en el camino hacia Caldera y le ofreció llevarlo en su transporte, pero él se negó agradeciendo el gesto; sin embargo, cuando llegaron hasta allá y sin que otro vehículo hubiese pasado por el lado de ellos, encontraron al Padre Negro ya instalado en la ciudad desde hacía unas horas. No fue la única vez en que sucedió algo parecido, y en cada oportunidad en que fue emplazado a explicar tan extraña situación, se habría limitado a contestar con evasivas y una de sus frecuentes sonrisas. Otras veces parecía estar en dos lugares al mismo tiempo y bien distantes entre sí, según decían testimonios de los creyentes.
Se habla de varios otros casos semejantes en los que, supuestamente, se le vio llegado adelantadamente a destino incluso tras pasar por su lado el  histórico ferrocarril Copiapó-Caldera: la gente del tren lo veía en la carretera, lejos de la estación de partida, pero aparecía ya en la de llagada cuando salían de los andenes, asombrando así a quienes lo reconocían y sin revelar jamás su secreto talento.
Iglesia de San Francisco, en Copiapó.

Plaza e Iglesia de Chañaral, en nuestros días.

Tenemos otros apuntes sobre estas presuntas situaciones sobrenaturales. Se comenta, por ejemplo, de otro caso en que los usuarios del tren al pueblo de Puquios, que llevaba mercaderías desde Copiapó, vieron cómo pasaban por el lado del Padre Negro que esta vez iba montado en su burro en el mismo camino, unos 20 kilómetros antes de llegar destino. Sin embargo, cuando los pasajeros descendieron y bajaron al poblado, también se encontraron con que él ya había arribado antes al lugar.
Fuera del anecdotario, existe una predicción oscura del Padre Negro para el futuro de Copiapó, sin embargo, la que afortunadamente no se habría cumplido: que la ciudad desaparecería tragada por aguas que corren bajo su superficie. En sus palabras: "Copiapó se inundará, previamente se hundirá a causa de sismos y a las aguas subterráneas que en el Valle de Copiapó existen". Hay quienes han querido interpretar los desastres provocados por los temporales y aluviones de la región en 2015, como el cumplimiento de este anuncio, o bien como el inicio de este desastre.
Habría sido esta última la razón por la que levantó la cruz  del Cerro Chanchoquín, según la creencia, para proteger a la ciudad del castigo y para permitir que sus habitantes pudiesen escapar de las aguas subiendo a las alturas del cerro por sus interminables escalinatas. Como se recordará, además, la creencia popular en aguas subterráneas amenazando Copiapó se ha vuelto clásica, ya que -por generaciones- muchos habitantes han asegurado poder oír olas y golpes de corrientes subterráneas bajo la Fontana de la Minería en la Plaza de Armas de la ciudad.
Los milagros e intervenciones sobrenaturales que se le atribuyen, habrían continuado después de su muerte y perpetuándose en su último lugar de reposo, como veremos en la próxima y última entrada dedicada a Fray Crisógono, el Padre Negro.

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