SALVADOR ZURITA MELLA: "EL POETA DEL AUSTRO"... RECORDANDO AL PRIMER LITERATO LOCALISTA PUERTOMONTINO

Sede de la Biblioteca Regional de los Lagos, en Puerto Montt (Quillota 113). Fue la que asimiló a la Biblioteca Salvador Zurita en la ciudad. Fuente imagen: Google Street View. 

Salvo en los círculos más intelectuales, pocos recuerdan ya el nombre de Jesús Salvador Zurita Mella, primer escritor puertomontino con publicación y enfoque localista, gracias a su poemario titulado "Rumores del Austro". Si no fuera por el nombre de una calle en Alerce Alto, quizás sonaría aún menos.
El caso es que "Rumores del Austro" fue un hito histórico para la ciudad, aquel año de 1948, iniciando una tradición de poetas y literatos que aún conserva el impulso en Puerto Montt. Recién en 1997, sin embargo, el libro fue reeditado por la Editorial Reloncaví.
De no ser por las referencias biográficas, por algunas editoriales del diario "El Llanquihue" y por las breves semblanzas publicadas por algunos investigadores y cronistas como Archibaldo Toloza Paredes, Oscar Meza Hernández, Edmundo Jonshon Fiedler, Arturo Goddar Bravo, Ingrid Araneda y Wladimir Soto Cárcamo, también me estaría rascando la cabeza al tiempo de preguntarme quién es este personaje de las letras nacionales y cuál ha sido su real aporte, pues su grandeza no parece reflejarse en la atención que le deben los medios.
Quizás, Zurita Mella sólo cayó en la condena de todos esos hombres fugaces y trágicos, reclamados por la muerte prematuramente.
Salvador Zurita Mella nació Puerto Montt el 2 de noviembre de 1922, dentro de la familia formada por el Cabo 2° de cuerpos policiales don Juan Andrés Zurita Cea y su esposa Juana Mella Astete. Su padre falleció trágicamente en junio de 1925, cuando siendo jefe de destacamento cayó con su montura a las aguas correntosas del río Blanco, mientras las cruzaba con sus hombres que regresaban de una captura de delincuentes abigeos en el sector de Yate. Nunca más se supo de infortunado jefe policial, golpeando dolorosamente a la familia con su ausencia.
El infortunado hogar logra salir adelante gracias a tesón de sus miembros. El niño Salvador entra a la Escuela Arriarán Barros y después al Liceo de Hombres de Puerto Montt, donde estudiará hasta el tercer año de humanidades. Se matricula en cursos comerciales anexos, titulándose como contador general. Al mismo tiempo, incursiona en ilustración publicitaria y diseño haciendo pequeñas piezas gráficas para los escaparates de algunas tiendas y pizarras de cines, pero ya entonces va descubriendo que lo suyo son las letras más que el dibujo o la pintura. Por eso viajará a Santiago, para continuar sus estudios en el Instituto Pedagógico Técnico.
Su vida en la capital chilena fue un gran despertar de intereses y posibilidades. "Los libros fueron un hechizo del que no podía escapar", dice Soto Cárcamo. Visitaba asiduamente todas las bibliotecas santiaguinas y se perdía por las viejas librerías de calle San Diego comprando ejemplares. Así, de lector pasa rápidamente a escritor y comienza a incursionar en la poesía. Su principal influencia parece haber sido Pablo Neruda, algo que los expertos advertirán en sus versos y simbologías.
Tras su exitosa aventura en los estudios superiores, se titula de profesor de castellano, literatura y taquigrafía. Su vocación social no demora en aflorar: comienza a ejercer como profesor para habitantes de poblaciones obreras y funcionarios de Carabineros de Chile, sin cobrar un solo peso. También escribirá poemas y pequeños cuentos, algunos de los cuales aparecerán después en la revista infantil "El Peneca" y la famosa "Zig Zag", gacetas de entre las más importantes de su época.
Vuelve a su ciudad natal, pero ya no es el mismo que salió de allí. La ciudad, en cambio, es exactamente la misma, con o sin él... Y su impresión inmediata de esto, quedará plasmada en las confesiones que publicó después una revista y que trascribe una alumna del Liceo Comercial, Verónica Vidal, para una nota homenaje del diario "El Llanquihue" de 1993:
Hace horas que he regresado al pueblo y lo observo todo con ojos prestados; ¡ahí va el muchacho de la carretilla! Allí el abuelito con su saco de papas a cuestas, todo igual que siempre. Los dejé hace muchos años y ahora los encuentro en la misma faena, interpretando una misma pose para una estatua al trabajo ¡pobres amigos míos! ¿Hasta cuándo los dejará tranquilo ese demoroso escultor?
Luego, comienza a hacer clases de castellano y redacción en el Instituto Comercial (después llamado Liceo Comercial) destacando su esfuerzo por motivar a los alumnos al deporte y a la ilustración personal, organizando también reuniones de conversación en su residencia, en la calle Huasco. Fue el autor del himno del mismo Instituto con su gran amigo el Director de la Banda Instrumental del Regimiento "Sangra", don Raúl Cristi Ormeño. Creó también la biblioteca del establecimiento, su revista y su brigada de boy scouts, al tiempo que intentó sacar adelante proyectos para unificar las mallas curriculares de los institutos comerciales, para lo cual incluso viajó a Perú y Bolivia revisando perspectivas.
Para la difusión de las artes, el teatro y la literatura en la juventud, funda el Ateneo Vicente Pérez Rosales. Además, se hace miembro de la Cruz Roja y del Cuerpo de Bomberos.
Portada de la reedición de "Rumores del Austro".
 
Salvador Zurita Mella (1922-1952).
Con el pseudónimo de Chalo y de Andrés Cea (de seguro que este último en homenaje a su fallecido padre), Zurita escribía sus columnas en el diario "El Llanquihue". Entrañable amigo del ex Director del periódico, don Ewaldo Hohmann Jünemann, el escritor vertía allí su amor por lo localista, su encanto con las manifestaciones culturales y las tradiciones del pueblo, como se observa en este texto de su autoría que aparece republicado por el mismo diario en 2007 (gracias a un aporte de un miembro del Club de Lectores), y que originalmente figuró en sus páginas el 22 de septiembre de 1942:
EN ESTOS DÍAS DE SOL llegó septiembre… La efímera primavera chacotea en la cristalina charca del Reloncaví.
En el muelle, paseo obligado del puerto, graciosas, finas, las elegantes, las porteñitas pasan y pasan en risueños grupos o en parejita con la simpatía.
Todas son bellas! Los engominados jovencitos que se entretienen observando las sutiles visiones de este desfile de trajes de faldas policromas, ya se lo han preguntado mas de alguna vez, con sincero asombro: ¿Es que no hay mujeres feas en esta cuidad o existe alguna ley que les prohíbe aparecer en los paseos públicos?...
Me quedo meditando sobre este acostumbrado comentario y también les encuentro razón…pues este no es un piropo de primavera.
EL DESFILE.- Es la mañana de nuestro Gran Día Nacional…las calles centrales se desbordan de público. Himnos marciales invaden el ambiente, haciendo vibrar los sentimientos de nuestra chilenidad.
En ambas aceras, en el frontis de cada edificio se alinean innumerables tricolores, buscando la perspectiva, en un desfile imaginario de banderas que se pierden en la lejanía.
En las calles los más variados uniformes: soldados, scouts, todos en traje de parada.
¡Es el desfile que va a empezar!
Soldados con toda la bizarría de nuestra raza, marchan ante esos miles de ojos que satisfechos, pasan revista a los hombres en cuyas manos está la defensa de nuestro suelo.
Luego son los Rovers Scouts los que atraen la atención del público… con sus pasos marciales, igual como lo haría cualquier soldado chileno, pasan erguidos con todo el orgullo del muchacho que se siente patriota y anhela servir a su patria…Así vimos a los Rovers…en esta cuidad que por su actividad scoutiva dice ser una de las mejores de Chile…y ellos demostraron ser los mejores.
LAS RAMADAS.- Se dice que los tiempos cambian y, con sobrada razón .hasta esos pedestales que parecían eternos vestigios de chilenidad, se han derrumbado y, fue así como, con bastante sentimiento, vimos lo que pasaba en nuestras ramadas, en la típica fonda festiva, en la cual nuestro auténtico pueblo le hace la cruz a la miseria y abre cancha al optimismo, sacando a relucir su alegría y derrochando gustoso sus reducidos pesos.
En ella ya no se ve al huaso que exhibe orgulloso su poncho multicolor, tampoco vimos esos grandes “potrillos” de fresca chicha, con los que el huaso y su “china linda”, toman aliento durante el alegre aro…aro, para seguir con una nueva etapa de la alegre cueca chilena, con tamboreteos y huifa, en donde la infaltable guitarra de anchas caderas, el arpa y la bulliciosa “cuncuna”, el piano obligado de las ramadas chilenas eran infaltables.
Todo eso se ha ido… se fue con él un jirón del pasado… toda una época del Chile alegre de antaño. Los grandes vasos de chicha, han sido reemplazados por el “cola de mono” y la infinidad de tragos, productos del modernismo barato que invade nuestro ambiente; nuestro baile tradicional, la alegre cueca, ha sido desterrada, por el swing y el jazz, que mostró su locura hasta en las ramadas.
Y en este 18 que pasa, el pueblo de generaciones anteriores, melancólico y triste sólo miraba esa loca juventud, añorando el baile que no podían interpretar.
Estas son las impresiones, del pasado 18 donde la bullanguera música de los parlantes silenció los alegres y bien chilenos arpegios de las guitarras y demás compañeras de fiesta de toda ramada netamente nuestra, auténticamente criolla.
CHALO
Se cuenta que sus columnas de los días domingo tituladas "Este Puerto Montt...!" y "Los domingos de Andrés Cea" eran tan populares, que había ocasiones en que el diario se agotaba temprano gracias al interés que despertaba alguno de los temas que abordaba allí. En tanto, el alias Chalo lo usaba más para sus crónicas relacionadas con deporte y recreación.
El amor por la cultura y el conocimiento hacen al joven profesional muy popular en la ciudad, alcanzando al público en el rango de edad de sus alumnos. Aunque es un marido ejemplar, las jovencitas lo veían como un ideal de inteligencia y se obnubilan con su sola presencia, mientras que su prestigio personal es cada vez mayor. A pesar de su carácter tranquilo, tampoco pierde la audacia, y así realiza en el Instituto Comercial las dos giras de estudios más grandes que se hayan dirigido hasta entonces: una al Norte de Chile en 1947, que llega hasta Bolivia, y otra de 1950 que arriba en Buenos Aires, Argentina.
Crecen sus compromisos y actividades: participa en comités organizadores de encuentros y festejos, y colabora en la fundación de clubes deportivos vinculados al pin-pon, fútbol y básquetbol. Amante de los deportes náuticos, es patrón de algunos yates y se ha hecho una embarcación en su taller industrial "Cuatro Colinas", bautizándola "La Pincoya". Su sueño era la creación de una gran universidad local, en la Isla Tenglo o Pelluco, para lo cual viajó reiteradas veces a Santiago y gastando de su propio peculio, intentando dar cimientos a esta idea.
Zurita Mella siempre se codeaba con viejas amistades de la talla de Alberto Ebensperger, Alberto Orellana, Eugenio Fernández, Gerónimo Casanova, Omar Orellana, Francisco Sepúlveda o Rosamel Muñoz. A pesar de ello, es un hombre sencillo y quitado de bulla, que no hace ostentación de sus virtudes.
Zurita sabía del vacío literario en que se hallaba Puerto Montt, a causa del centralismo cultural. Quizás por eso bautizó su Ateneo con el nombre de Pérez Rosales, aludiendo también al valor de este personaje no sólo en el surgimiento de la ciudad, sino  en la aparición misma de Puerto Montt en la literatura. No es de extrañar, entonces, que su visión localista se esforzara por producir y publicar allí su poemario "Rumores de Austro", viendo consumada su aspiración en 1948, bajo sello de la Editorial Reloncaví.
Este poemario no es el primer libro ni el único que alcanzara a publicar, como algunos creen: ese mismo año de 1948, había lanzado un pequeño folleto titulado "Ateneo", como lo hace notar don César A. Sánchez, y cuyos ejemplares son casi imposibles de conocer en la actualidad.
La geografía, el paisaje y la identidad provincial se han apoderado de su pluma y de sus versos, apasionándose en "Rumores del Austro". Uno de sus más difundidos poemas, dedicado al artista y coterráneo Hardy Wistuba bajo el título "Muelle de mi pueblo", reflejaba perfectamente el cariz que identificaría su estilo:
Una calleja del puerto
se escapó para el océano,
y quiere atrapar la luna
con su brazo anquilosado.
En tardes cuando el sol
quema brasas en el mar,
van los mozos y las mozas
a decirse tantas cosas
al romántico balcón.
En las noches silenciosas,
el océano a su vera.
como un viejo rezongón,
dilatando tristezas
en un líquido acordeón.
Puente trunco del ensueño,
barco anclado de ilusión,
en los nocturnos llorosos
el aparejo del agua
con el viento a prisa ondea
bajo el negro manto austral.
Y cuando el nuboso cielo,
apaga su faro grande,
se aleja todo del Puerto:
¡…Sólo mi alma marinera
con sus lejanas nostalgias,
junto al cordaje del agua,
te queda acompañado…!
Combinando lo objetivo con lo abstracto y surrealista, Zurita pasaría por un virtual redescubrimiento de su ciudad a través de la poesía que ésta le inspira, y que prometían el inicio de una destacada nueva figura de la literatura chilena, que dedicaba su "Brindis" a la amada ciudad... Y en su "Confidencias", revelará aspectos más íntimos dedicados a su madre doña Juanita:
Lejos de ti, madre, quienes no te conocen,
me preguntan el porqué de mi tristeza,
el porqué de mi silenciosa mirada,
el porqué de esos labios mudos, herméticos,
que guardan tantos recónditos pesares...
¡Y no adivinan, madre, el porqué de mi tristeza..!
Madre, mi guitarra rota perdida, abandonada,
tiene las estremecidas cuerdas de su alma,
y cerca o lejos de ti, eternamente leo,
en el muy rugoso pentagrama de su frente,
hondas, profundas y tristes sinfonías...
He visto, madre, cómo en las noches
de mi Sino,
en tu corazón se abrían siete heridas.
He visto, también, madre, florecer en ti
las rosas blancas,
en los días de sol que me acompañan.
¡Oh, el dúo eterno de nuestras almas,
que al unísono, cantan sus dolores...!
Yo soy triste, madre, siempre triste
porque te he visto, eternas noches triste...
El "poeta del Austro" nunca dejará ese amor fecundo por su tierra... Irrenunciable, inspirador y motivador, siempre derramado en sus versos casi como condición creativa.
Cuatro verdes colinas rodearon mi vida
Melipulli del Sur
el de mi infancia incierta
el de las pintorescas colecciones de cielo
el de los días grises
el de las fiestas de sol...
Paseador asiduo de la caleta Angelmó, su prosa también era retrato de la fascinación profunda con el terruño, como se ve en este fragmento de su bella crónica "Mujeres chilotas":
Las he visto en sus embarcaciones pulsar con extraordinaria soltura los toscos remos, mientras sus músculos se contraen y estiran con el ritmo más isócrono. Bogan horas y horas, con marea a favor o en contra, sin que el cansancio menoscabe sus fornidas contexturas.
En medio del océano que se encabrita y del viento que enronquece los ámbitos, estas vírgenes del mar continúan impertérritas y silenciosas, mientras la débil embarcación baila la más macabra de las danzas, frente a este dilatado telón de amargura.
Cuando llegan a Puerto Montt con sus botes cargados de legumbres, cochayuyo, luche, carbón vegetal, mariscos o pescados, saltan ágilmente y arremangándose sus largos vestidos hasta dejar descubierto unas terrosas y fornidas pantorrillas, hunden sus pies en las frías aguas. Es el momento de sacar el bote a tierra. Silenciosas, en medio de entrecortados monosílabos empujan su embarcación.
Sorprende la mudez de aquellas vendedoras de las lanchas. Cualquiera diría que van a pregonar su mercancía, pero no hacen otra cosa que esperar recostadas sobre el carbón vegetal, envueltas en sus chales multicolores. Si alguien le pregunta por algún artículo, responderán con su hablar desmayado, exento de todo calor.
La gente se acerca a las negras barcazas que como cansados cetáceos se acuestan en las playas de Angelmó. En sus anchas panzas unos pescados cual platería, parecen relucir al sol de la mañana, para atraer a los compradores.
La antigua sede de la Biblioteca Pública "Salvador Zurita Mella", en imagen publicada por "El Diario Austral" de 1992. Desapareció cuando se creó la Biblioteca Regional.
Nota del diario "El Llanquihue" anunciando los actos conmemorativos del 2 de noviembre de 1993, en la Biblioteca Regional de Puerto Montt.
Sin embargo, como también sucedió a los cometas de Carlos Pezoa Véliz o Jaime Rayo, el soplo de existencia de Zurita era también efímero: un chispazo encandilador, pero condenado... El poeta puertomontino, que podría haber figurado perfectamente entre la maravillosa Generación del '38 con todos sus centellas deslumbrantes, iba a morir a la prematura edad de 29, sin alcanzar a completar esa prolífica y creativa larga carrera que parecía implícitamente jurada en "Rumores del Austro".
Autores como Toloza Paredes mencionan la seguidilla de proyectos en que se hallaba entonces y que quedarían inconclusos:  "Vida y obra de Vicente Pérez Rosales", "Fundación de Puerto Montt", "Reloncaví, historia de un golfo legendario", "Veranito de San Juan" y "Angelmó y la profesora".
Un día de aquellos, regresó a su hogar con un grave malestar, que obligó a sus familiares a hospitalizarlo esa misma noche, siendo operado de urgencia. A los cinco días fue dado de alta, pero la verdad es que su organismo jamás se recuperó: un súbito ataque cardiaco le arrebató la vida el 10 de mayo de 1952, cayendo muerto en la entrada de su propia casa.
Una de las luces más promisorias de la historia literaria del Sur de Chile se apagaba, así, de manera fulminante e inusitada, frustrando al destino. 29 años tenía, recién.
Fue sepultado en el Cementerio General de Puerto Montt, en una tumba que está inspirada en la que tiene el poeta nicaragüense Rubén Darío. Se la distingue por el niño ángel erguido junto a la cripta, y algunos de sus admiradores se acercaban a este sitio a rendir homenaje a la truncada joya literaria del Llanquihue. Sobre su lápida están los versos del poema suyo "Al partir", firmado por sus amigos: "Mi alma canta ante el abismo de tu lejanía y el sur está llorando porque no estás conmigo..."
Años después, en 1981, Lucía Alvarado Díaz escribía en el "Boletín de la Corporación Cultural de Puerto Montt" estas sentidas palabras de tributo a su recuerdo: "Lo que él deseaba era escribir, luchar por el deporte, por el progreso, por corregir nuestros pequeños y grandes defectos criollos". Toloza paredes diría, por suparte: "Seguramente su nombre no es muy conocido, porque el tiempo mismo se encarga a veces de dejarlo en la distancia", mientras que el columnista Jerjes Olavarría Gallardo lo declaró parte del "Ateneo de los Poetas Muertos".
Aunque Puerto Montt ha hecho loables esfuerzos por recordar a Zurita, la sombra amenazante del olvido siempre ha rondado. El centralismo, que aquello que ignora lo aplasta, también ha hecho su parte.
Pocos saben ya, por ejemplo, que es su nombre era el que llevó la Biblioteca Pública N° 48 de la ciudad, por Decreto N° 54 exento de Ministerio de Educación, del 23 de marzo de 1988. Por desgracia, en la práctica el uso del nombre se perdió el año 1992, cuando la institución fue convertida en la Biblioteca Regional.
El 2 de noviembre de 1993, en el marco de las celebraciones número 71° del natalicio de Salvador Zurita Mella, en la misma Biblioteca Regional de Los Lagos se realizó un acto conmemorativo dirigido por el poeta y profesor Nelson Navarro Cendoya, con la presencia de otros intelectuales como los profesores de historia Juan Carlos Velásquez Torres y César Sánchez Vera, además de la participación de la Sociedad Histórica "Melipulli" (que ha recopilado gran parte del trabajo del autor) y de la Orquesta Instrumental de la Escuela N° 7. Poco después, la hermana del poeta, doña María Elena Zurita, agradecía en nombre de la familia y públicamente todos los homenajes rendidos en aquella ocasión.
Mientras la ciudad duerme,
él, muellemente acuesta
sus florecientes canas
y su rugosa frente...
Para el 2 de noviembre de 1997, otra vez en el aniversario de su nacimiento, la Fundación Monte Verde reeditó y publicó los "Rumores del Austro", con la Editorial Reloncaví. De alguna manera, este esfuerzo ha permitido reponer parte del interés por la memoria del poeta al que tanto le debe Puerto Montt.
Unos años después, en septiembre de 2005, un colectivo dirigido por Mario Cárdenas, inició una intervención de la ciudad colocando 45 paneles con poemas de distintos autores nacionales y extranjeros, en un proyecto titulado "Poesía en Tránsito". El sábado 3 fue colocado el panel inaugural, frente al Edificio Consistorial de Puerto Montt, eligiéndose con justicia los versos de Salvador Zurita para esta puesta en marcha.

Comentarios

  1. Mensaje recuperado desde la primera publicación de este artículo:

    Unknown13 de noviembre de 2020, 20:16

    La primera edición de Rumores del Austro estaba en la casa de mi papá, que también nació en 1922 y que acaba de fallecer a los 98 años. Lo leí siendo adolescente y por eso, y además porque fue amigo de mi padre, conocí a este poeta hoy olvidado. Es posible que gran parte de la historia de la poesía chilena esté sepultada en el olvido. Darío Oses. 13 de noviembre de 2020

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