PARROQUIA NUESTRA SEÑORA DE DOLORES: EL PRIMER TEMPLO DE VIÑA DEL MAR
Edificio de la iglesia: fachada y parte de la Plaza Parroquia en la avenida Álvarez.
Coordenadas: 33°01'36.2"S 71°33'09.3"W
Alineada
con el Puente Libertad y la Plaza Vergara de Viña del Mar, en la Región
de Valparaíso, destaca entre los edificios el chapitel con aguja de la
Parroquia de Nuestra Señora de Dolores (o De los Dolores), otro de los
símbolos históricos de la turística ciudad, ubicada en avenida Álvarez
con Eduardo Grove, vecina al parque de la Quinta Vergara y muy cerca de
su famoso anfiteatro festivalero.
La
iglesia identifica tanto a la ciudad y a su barrio histórico, que
algunos la llaman simplemente Parroquia de Viña del Mar. Hay ocasiones
en que se realizan presentaciones artísticas en su interior, como
funciones de la Orquesta Marga-Marga y conciertos de Navidad, por lo que
está incorporado a la actividad cultural y turística del balneario.
Es
el templo más viejo de esta comuna, proveniente de una línea anterior a
esta propia urbe, pues, como muchas iglesias de las ciudades chilenas,
nació a partir de una sencilla capilla más antigua.
Se
lee con frecuencia también que la parroquia fue creada en 1871 por
iniciativa de doña Dolores Pérez de Álvarez, dueña de la propiedad
central de Viña del Mar. Como se recordará, la aristocrática dama loteó y
puso en arriendo por períodos prolongados parte de sus inmensos
terrenos, naciendo así pintorescas casas ocupadas por nacionales y
extranjeros que se acogieron a tales contratos, en la génesis
urbanística de la ciudad. Sin embargo, algunas precisiones son
necesarias sobre el origen del templo y su relación con la viuda de don
Francisco Álvarez.
La
primera Iglesia Nuestra Señora de Dolores en su ubicación actual, hacia 1895-1900, enfrente
de la Plaza Sucre. Nótese que había un torreón con reloj al costado de
la misma, junto a la estación del tranvía, en lo que es la actual
plazoleta adyacente al templo. Fuente imagen: Exposición Fotográfica con
las colecciones de René Cáceres y Marta Cavieres, en la Corporación
Cultural de Viña del Mar (2014).
Campamento
de vigilancia militar en la Plaza Sucre y Plaza Vergara, tras el
terrible terremoto de 1906, con la primera Iglesia de la Virgen de los
Dolores al fondo, semidestruida. Fuente imagen: revista "Sucesos".
La segunda Iglesia Parroquial estando aún en construcción, en imagen publicada en 1913. Fuente imagen: "Álbum de Viña del Mar".
Es correcto que los orígenes de la parroquia se remontan a un oratorio muy anterior, como explican guías turísticos y algunos websites.
No obstante, aquel primer esbozo de centro religioso local, estaba
ubicado algunas cuadas más al Noreste, no en este lugar preciso de Viña
del Mar.
Para
comprender la situación, es preciso recordar que, de las dos grandes
haciendas que dieron origen a la ciudad, la de doña Dolores Pérez
correspondía a la llamada Siete Hermanas (denominación alusiva a las siete cerros que había allí), al Sur del Estero Viña del Mar o Marga-Marga, mientras que la Estancia de La Viña de la Mar o de Peuco del Mar era la del lado Norte del mismo estero.
No parece haber antecedentes de un oratorio o capilla en la Estancia Las Siete Hermanas, pero sí en la Hacienda de Peuco,
mencionada en las memorias de viajes de María Graham, durante su visita
al lugar tras el terremoto de 1822. Se la describía como una capilla
dependiente de la casa patronal y ubicada en donde hoy está el Palacio
Rioja, de la quinta del mismo nombre en la calle Quillota, que era a su
vez el antiguo camino colonial de Valparaíso a Quillota. Este oratorio
podría remontarse a 1808.
Si acaso había una capilla similar en la Estancia Viña de la Mar,
nada quedaba ya de ella cuando la viajera inglesa pasó por allí, pues
apunta en su diario que prácticamente todo había quedado en el suelo en
ella, como consecuencia del terremoto.
Pero
sucedió que la enorme cobertura territorial de la Viceparroquia de
Nuestra Señora del Rosario de Peñuelas, hacía imposible a la Iglesia
brindar un buen servicio religioso, especialmente en localidades
retiradas como Las Palmas o Marga-Marga. Incluso mantener eficientemente
los registros de bautizos y defunciones era todo un desafío, en aquel
momento, y más aún la de extender a tiempo sacramentos específicos como
la extrema unción.
En aquellos momentos, los dueños de la Estancia Siete Hermanas habían comprado también la Viña de la Mar,
reuniéndola en una sola gran propiedad e iniciando el mencionado plan
de urbanización de los terrenos. Empero, doña Dolores Pérez de Álvarez
advirtió que se requería de una capilla más cercana al núcleo del
proyecto y de la recién instalada estación de ferrocarriles; más próxima
que aquel primer oratorio al otro lado del estero. Muchos de los nuevos
residentes eran, además, habitantes de la vecina Valparaíso que se
construían en los lotes sus casas de descanso o veraneo, por lo que no
se trataba de residentes a tiempo completo pero igualmente devotos que
en la ciudad.
Fue
sólo entonces cuando doña Dolores estimó necesaria la creación de un
templo en la ubicación actual por disposición testamentaria, al centro
del pueblo que ya se formaba, consagrándolo a su patrona santoral,
Nuestra Señora de los Dolores. Según Carlos Larraín de Castro en "Viña
del Mar" y Manuel Peña Muñoz en "Ayer soñé con Valparaíso", el terreno
destinado a este templo era el que pertenecía antes a la lechería de Siete Hermanas, el mismo del actual templo.
Al
respecto, existe abundante información publicada por los investigadores
Ricardo Loyola L. y Brus Leguas C. en el artículo titulado "Los
orígenes de la Parroquia de Viña del Mar. Un vistazo a sus orígenes a
partir de los documentos", del "Boletín Histórico de la Sociedad de
Historia y Geografía de Marga-Marga" (Año IV, N° 13). Estos documentos
nos despejarán muchas dudas sobre el surgimiento de la parroquia.
Sucedió
que, tras ponerse doña Dolores en contacto con las autoridades
eclesiásticas y lograr aprobación a sus intenciones, éstas emitieron la
siguiente autorización trascrita por Loyola y Leguas:
Santiago,
enero 17 de 1871
Se autoriza al prebendado don Francisco de Paula
Taforó para colocar la primera piedra de la capilla pública que la
señora doña Dolores Pérez de Álvarez piensa construir en su hacienda
denominada 'Viña del Mar'; debiendo darse aviso al párroco respectivo.
Por lo que hace la escritura acompañada, devuélvase para que se otorgue
otra, aumentando la dotación y renunciando a lo dispuesto en el artículo
587 del Código Civil.- Transcribe al representante de la señora Pérez
de Álvarez.
VARGAS, Vicario General.- Almarza, Secretario.
Debe hacerse notar que, hasta entonces, el lugar de fe era mencionado en los libros de bautizos sólo como Oratorio de Viña del Mar
y no exactamente como capilla. Atraía a muchos devotos y comenzó a
llenar su capacidad para los servicios religiosos que se solicitaban. Un
sacerdote proveniente de Casablanca, el presbítero Adolfo Vargas
Fontecilla, había llegado hasta el templito para servir allí, pues
dependía administrativamente de aquel curato.
Sin
embargo, lo que parecía iba a ser la expedita satisfacción caída del
cielo para las necesidades locales de la Iglesia, acabó prolongándose
varios años sin resultados concretos. Entre otras cosas, los
propietarios de la hacienda que levantaban la capilla, debieron realizar
varias negociaciones y tasaciones del terreno para poder ajustar a
todas las normas canónicas y al derecho la habilitación de una iglesia,
con miras a la creación de una parroquia o viceparroquia con sede en
ella.
Territorio
de la Parroquia de Nuestra Señora de Dolores al momento de su erección,
según Loyola y Leguas. Fuente imagen: "Boletín Histórico de la
Provincia de Marga-Marga" (Tomo XIII).
Primera
página del Libro de Defunciones de la Parroquia de Nuestra Señora de
Dolores, abierto el 19 de mayo de 1882. Las sepultaciones se hacían en
el Cementerio de Quilpué, que era el Cementerio Parroquial de esta misma
parroquia. Fuente imagen: "Boletín Histórico de la Provincia de
Marga-Marga" (Tomo XIII).
Caseta
del tranvía eléctrico y kiosco torreón, en donde está ahora la Plaza
Parroquia, aproximadamente hacia 1910-1920. Fuente imagen: Pinterest.
La
gestión debió ser continuada por don José Francisco Vergara, el dueño
de la famosa quinta con su apellido, fundador de hecho de la ciudad de
Viña del Mar y futuro hombre destacado de la Guerra del Pacífico, quien
había casado en 1859 con doña Mercedes Álvarez Pérez, la hija de doña
Dolores Pérez y don Francisco Álvarez. Vergara se hizo cargo de estos
asuntos en representación de su cónyuge, la heredera, de acuerdo a las
formalidades de aquellos años.
En
su trabajo "Una Historia de Viña Del Mar", el investigador Piero
Castagneto observa que, en esos años, las misas seguían realizándose de
forma precaria allí en la propiedad particular, y que cuando se
constituyó la primera Municipalidad, en 1879, la capilla aún no estaba
totalmente concluida.
Volvemos
a los documentos citados por Loyola y Leguas para comprender qué
sucedía en aquel momento, en este caso con un informe del obispo:
Santiago.-
mayo 15 de 1879
Con lo expuesto por el señor Gobernador eclesiástico
de Valparaíso, presbítero don Mariano Casanova en la nota que precede,
se le autoriza para que por escritura pública pueda recibir de don José
Francisco Vergara a nombre de la autoridad eclesiástica, la capilla de
Viña del Mar y aceptar la cesión del terreno que el mismo está dispuesto
a hacer para casa del Capellán o vice-párroco y para cementerio
católico de la vice parroquia, al tenor de las condiciones formuladas
por el citado don José Francisco, a saber:
1.°
Entregar la capilla edificada en la hacienda de Viña del Mar a la
autoridad eclesiástica, para que sea destinada a la erección de
parroquia o vice-parroquia, según lo disponga el Ordinario. La cesión es
sin condiciones ni restricciones, tal cual quede el templo una vez
concluidas las ventanas que ahora están sin vidriera.
2.°
Ceder al mismo tiempo dos mil metros de terreno contiguo a la capilla
en su prolongación hacia el sur para que forme una sola propiedad con el
templo y sirva para construir habitaciones del párroco.
3.°
Igualmente ceder cinco mil metros de terreno plano situado entre la
población de Viña del Mar y la estación del Salto para que sirva de
cementerio.
Tómese razón y comuníquese.
EL OBISPO MARTYROPOLIS, Vicario Capitular de Santiago.- Almarza, Secretario.
Aunque
Castagneto dice que la flamante primera iglesia quedó terminada antes
de concluir ese mismo año, debieron pasar algunos más antes que pudiese
ser abierta plenamente a los fieles. Quizá las circunstancias de la
Guerra del Pacífico hayan hecho su parte en el retraso. Larraín de
Castro agrega que el grueso de las primeras obras fueron ejecutadas sólo
por un albañil y dos peones, personal absurdamente escaso para un
trabajo de semejante envergadura.
Loyola
y Leguas reproducen otro documento expedido por la autoridad de la
Iglesia en Santiago, el 3 de octubre de 1879, en donde se consideraba
que había expirado ya el plazo de cuatro meses estimado en la escritura
firmada en Valparaíso (notaría de Joaquín Segundo Iglesias, 19 de mayo
anterior), que obligaba a Vergara a colocar puertas colaterales y
vidrieras en las ventanas de medio punto que aún no se terminaban en la
capilla, sin que cumpliese con lo comprometido. El mismo escrito informa
que era urgente concretar este trabajo para bendecir el templo y
ponerlo en funciones, agregando "que es igualmente necesario construir la casa anexa del párroco y vice-párroco de Viña del Mar", además de "clausurar y habilitar el cementerio católico que debe servir a los habitantes de esos lugares".
A
mayor abundamiento, el Vicario Capitular insistía en dicho informe en
la conveniencia de aprovechar la buena voluntad ofrecida por algunas
personas, nombrando al presbítero Adolfo Vargas como encargado de reunir
los fondos necesarios para avanzar en los temas pendientes:
Se
comisiona al mismo presbítero para que, previa su propuesta, que
aprobará la autoridad diocesana, dirija los trabajos de la capilla y la
fábrica de las casas parroquiales o vice parroquiales y la clausura y
ornato del cementerio. Al efecto, se le faculta para que se reciba de la
capilla y sacristía, de los dos mil metros de terreno cedido por el
señor Vergara en la misma escritura para dichas casas, y de los cinco
mil metros que cedió para el cementerio parroquial en la ensenada que
está al oriente de la puntilla de las Achupallas. El presbítero Vargas
avisará oportunamente cuando estén en estado de bendecirse la capilla y
el cementerio y rendirá a su tiempo cuenta instruida y documentada de
las entradas y gastos de las obras que se le encargan.
Entre
fines de 1881 e inicios de 1882, entonces, resueltos los problemas y
diferencias, por acuerdo con las autoridades eclesiásticas y
gubernamentales, se concluyó el enorme trabajo de la iglesia bajo el
patronato de Nuestra Señora de Dolores, llamada también Virgen de la
Soledad y con su día de celebraciones cada el 15 de septiembre. Su
primer párroco fue el presbítero Eliseo Lisboa Huerta, volviéndose
entonces el único lugar formal de culto en la ciudad. $65.000 costaron
los casi diez años de demandantes obras.
El auto de erección, publicado en el "Boletín Eclesiástico del Arzobispado de Chile" (Tomo VIII, 1881-1882), decía:
Santiago,
enero 3 de 1882
Vistos: se erige en iglesia pública, en honor de
Nuestra Señora de los Dolores, la que, por disposición testamentaria de
doña Dolores Pérez de Álvarez, se ha construido en Viña del Mar,
jurisdicción de la parroquia de Casablanca, asignándole por dote para la
conservación del edificio y sostenimiento del culto que en ella debe
tributarse a Dios, los veinticinco pesos que anualmente están obligando a
dar con este objeto don José Francisco Vergara, según se dispone en la
escritura que éste, en representación de su esposa doña Mercedes
Álvarez, otorgó en la ciudad de Valparaíso el diecisiete de mayo de mil
ochocientos setenta y nueve, ante el notario público don Joaquín
Iglesias.
Tómese razón y despáchese el correspondiente título.
MONTES,
Pro-Vicario Capitular.- Almarza, Secretario.
El
diseño del edificio eclesiástico había sido encargado al arquitecto
Eusebio Chelli, posiblemente trayendo los planos desde Europa. El
italiano fue el mismo autor de edificios como la Recoleta de Santo
Domingo, la Iglesia de las Agustinas, el Palacio Errázuriz y parte de
los trabajos finales de la Catedral Metropolitana.
Destinado
a dar cobertura a las necesidades de fe entre los feligreses residentes
en Viña del Mar y localidades vecinas como Concón, El Salto, Las
Tablas, Las Zorras o Peñablanca, se trataba de un edificio de estilo
neoclásico con frontón románico y dos torres al frente, que alcanzó a
ser retratado por algunos fotógrafos durante su corta existencia en pie.
Cabe
comentar que la plazoleta al lado de la parroquia, hoy llamada Plaza
Eduardo Grove en homenaje al doctor y tres veces alcalde de la ciudad,
pero conocida más comúnmente Plaza Parroquia, corría ya entonces por
todo el costado de esta cuadra de esquina a esquina, junto a la pared
del templo y como una prolongación de la actual Plaza Sucre. Es anterior
a la iglesia, de hecho, pues figura en los planos que mandó a hacer
Vergara antes aún de construirse el templo, considerados los primeros de
Viña del Mar. El mismo plano señalaba, en 1874, que el tramo de calle
Libertad hoy correspondiente a la Plaza Sucre, en el proyecto de Vergara
debía llamarse calle de la Capilla, aludiendo al templo en construcción.
El
templo cumplió tan eficientemente con su cometido que, en abril
siguiente y sin dilaciones, se decidió elevarlo a parroquia, abarcando
todos los territorios al Norte de la antigua Viceparroquia de Peñuelas.
El decreto eclesiástico de erección de la parroquia, del Obispo Titular
don Joaquín Larraín Gandarillas, decía:
Por
cuanto ha crecido considerablemente la población de Viña del Mar y por
la distancia que la separa de Casablanca, en donde reside el cura que
cuida de sus intereses religiosos, no puede recibir oportunamente los
auxilios espirituales de que necesita, mal gravísimo que será remediado,
si se procede a erigir la parroquia que desde tiempo atrás se proyecta
en aquellos parajes, y contando para ello con la iglesia que, en honra
de Nuestra Señora de Dolores se ha fabricado en Viña del Mar y que fue
destinada al culto divino por auto de tres de enero último, con las
casas que se han construido junto a esta iglesia para habitación de los
sacerdotes que la sirvieran y con terreno para cementerio parroquia; y
habiendo manifestado el señor Ministro de Justicia, en su comunicación
del catorce de marzo último, que no ofrecía inconveniente para la
administración civil la erección de este curato, ni lo tenía para que en
el auto de erección se expresara que podían contarse para el sostén de
los curas con la subvención fiscal de quinientos pesos anuales; por lo
tanto, en uso de la autorización especial que nos concedió la Santa Sede
por el rescripto de diecinueve de mayo de mil ochocientos setenta y
nueve, expedido por la Sagrada Congregación del Concilio, venimos en
erigir una parroquia bajo la invocación de Nuestra Señora de Dolores.
Esta parroquia tendrá por límites: por el norte, la ribera del río
Aconcagua, desde su desembocadura en el mar hasta llegar, tomando por el
oriente, a la quebrada del Peral; por el oriente, desde la puntilla del
Peral, hasta el camino del Rodelillo; por el poniente, la parroquia
queda limitada por el mar. De esta suerte el nuevo curato deslindará,
por el río Aconcagua, con la parroquia de Puchuncaví, y por zanjas y
cercas de las de Quillota, Limache y Casablanca. La parroquia de Nuestra
Señora de Dolores comprenderá dentro de los límites expresados las
poblaciones de Viña del Mar y Quilpué, los caseríos de Concón, Peña
Blanca y Salto, las haciendas de Viña del Mar, Concón, Retiro, las
hijuelas de los Valencias de Quilpué, con las otras pequeñas propiedades
inmediatas; pero no pertenecerán a ella los Molles, Pequén, Moscoso, ni
parte alguna de la antigua hacienda de Margamarga. Así deslindando el
nuevo curato, separamos y desmembramos de los de Limache y Casablanca
los terrenos de estos comprendidos dentro de los límites prefijados a la
parroquia de Nuestra Señora de Dolores y someteremos a la jurisdicción y
cuidado espiritual del cura ésta y de los que le sucedan canónicamente
en el oficio a los habitantes de aquellos territorios.
Del
mismo modo, se ordenaba la elevación a iglesia parroquial destinándose
para ella la Santa Eucaristía, con baptisterio y pila bautismal, los
libros correspondientes, y las campanas parroquiales. También solicitaba
habilitar el cementerio, adquirir los vasos sagrados y los implementos
necesarios para ejercer el servicio. El sustento de los curas provendría
de los $500 anuales comprometidos por el gobierno y de "las primicias de los frutos de la tierra se corresponde a los párrocos del Arzobispado", en tiempos en que aún no se separaba el Estado de la Iglesia, por supuesto.
El
primer libro parroquial de bautismos se abrió el día 18 de mayo de
1882. El de defunciones, comenzó el 19 de mayo. Y el de matrimonios, el
19 del mismo mes, según constatan los mencionados investigadores Loyola y
Leguas.
A
poco de andar, sin embargo, el detalle de los deslindes del territorio
parroquial se hizo insuficiente para despejar posibilidades confusión,
debiendo emitirse un decreto obispal aclaratorio el 30 de junio
siguiente. Allí se establecían límites partiendo desde el Sur, las
zanjas y cumbres de los cerros que separaban la Hacienda de Viña del Mar
con la Hacienda de las Palmas; se continúa hasta el camino del
Rodelillo, que será considerado límite hasta la quebrada Los Mayos,
sector del primer túnel.
En
este mismo templo fue bautizado Alberto Hurtado Cruchaga, futuro santo y
fundador del Hogar de Cristo, el día 23 de enero de 1901, por el mismo
cura Lisboa, conservándose allí la pila en donde recibió el primer
sacramento y el registro correspondiente en el Libro N° 4, página 585.
Hasta nuestros días, la relación de esta parroquia con el santo sigue
siendo muy enfatizada y destacada para los visitantes.
Imágenes del día de la inauguración del actual templo, publicadas en la revista "Sucesos" del 29 de febrero de 1913.
La
plaza y la iglesia, reconstruida y terminada. A un costado, la estación
de los tranvías eléctricos. Fuente imagen: "Álbum de Viña del Mar".
Plaza y templo hacia 1920. Fuente imagen: Pinterest.
Sin
embargo, el fatídico terremoto del 16 de agosto de 1906 echó al suelo
gran parte del edificio y obligó a su demolición, con menos de un cuarto
de siglo de existencia. La devastación casi total de Valparaíso y
alrededores obligó a instalar un campamento militar enfrente del templo
en ruinas, en las plazas de calle Libertad.
La
construcción del segundo edificio comenzó en 1907 y tampoco estuvo
exenta de problemas y complicaciones. El proyecto fue encargado al
destacado arquitecto francés Emilio Jecquier, el mismo autor de la
Estación Mapocho, el Instituto de Higiene y la Casa Central de la Pontificia Universidad Católica, entre otras grandes obras.
El
edificio fue inaugurado y bendecido el 28 de febrero de 1912, con una
masiva ceremonia que se inició en la mañana. No estaba totalmente
concluido: faltaban algunas terminaciones y el chapitel con linterna
sobre el altar mayor. De todos modos, en la ocasión se repletaron las
naves del templo con el público. Asistieron el Intendente de la
Provincia don Enrique Larraín Alcalde, su distinguida esposa doña
Victoria Morandé, la Primera Dama doña Mercedes Valdés (esposa del
Presidente Ramón Barros Luco), además de ministros de la Corte,
autoridades políticas y representantes de la prensa. Decía al respecto
la revista "Sucesos" del día siguiente:
Más
o menos, a las 9-30 A. M. empezó la misa solemne, oficiada por el
Illmo. Obispo de Concepción, Monseñor Izquierdo. El altar se encontraba
hermosamente adornado con plantas y flores y profusión de oraciones del
sacrificio divino. El sermón de estilo fue pronunciado por el Pbro. Sr.
Salas Errázuriz, cuya elocuencia sagrada es de todos conocidas.
El
cementerio, en tanto, nunca pudo ser construido tras tantos retrasos y
complicaciones. La autorización para que lo bendijera el Gobernador
Eclesiástico de Valparaíso, presbítero Mariano Casanova, había sido
emitida en 1883, del mismo modo que la necesidad de habilitar un espacio
separado y no bendito para las sepulturas no eclesiásticas (personas
muertas en pecado o rebeldes a la fe). Sin embargo, siguió sirviendo
como camposanto parroquial el de Quilpué. Los terrenos en los que debía
estar la necrópolis nunca hecha correspondían a un sector conocido
actualmente como El Limonar o Los Limonares, sobre la quebrada de
Achupallas.
La
iglesia, favorita de los matrimonios más encopetados ni bien abrió sus
puertas, quedó señalando el centro de la ciudad de Viña del Mar que
crecía a ritmo vertiginoso, con administración municipal propia e
independiente ya de la identidad de Valparaíso. Sobrevivió a los
terremotos de 1965 y 1971, además, sólo con daños reparables. También
resistió los drásticos cambios del entorno, que transformaron las plazas
y las avenidas en casi todo su derredor.
El terremoto del 5 de marzo de 1985
causó grandes daños en su torre, debiendo ser reparada de manera más
modesta y con una solución que, para opiniones como la de Castagneto,
consideraron que la hicieron perder su majestuosidad y elegancia. Así
permaneció hasta 2001-2002, cuando gracias a una nueva campaña de
recolección de fondos, pudo ser reconstruido el campanario con sus
detalles ajustados al diseño original que le había dado Jecquier, por
una gestión del párroco Ángel Pascual.
Posteriormente,
el terremoto del 27 de febrero de 2010 produjo algunos daños de
consideración nuevamente en el campanario y las estructuras entre los
vanos, obligando a realizar otras reparaciones en el edificio que no
variaron su aspecto ni estilo. Mucho de esto se logró por los siempre
generosos aportes particulares, que son agradecidos con una placa
conmemorativa instalada al interior del templo, el 24 de julio de ese
año.
La
iglesia parroquial luce gallarda su estilo neorrománico y neoclásico
con detalles neogóticos, con torre campanario al frente, reloj en su
nivel antes del chapitel, gran rosetón central y dos torreones laterales
adosados que se ajustan a la matemática simetría del frontis. Con un
atrio de columnatas, acceso principal y dos laterales, su interior es de
tres naves y planta de cruz latina. En el lugar en que hoy está la
plaza adyacente, existía antaño un inmueble tipo chalet, correspondiente
a la estación de la Compañía de Tracción Eléctrica, con el
tranvía Valparaíso-Viña del Mar pasando por la misma calle adjunta. Años
más tarde, esta caseta fue utilizada como oficina de información
turística, según señala la profesora Carolina Miranda San Martín en un
texto titulado "Historia de algunas plazas de Viña del Mar".
Volviendo
al atrio, a los costados de la entrada principal están las imágenes
escultóricas de Santa Gertrudis (1944) y San Vicente de Paul (1964),
ambas con alcancías para limosnas. Sobre la medialuna de este acceso, se
observa una colorida y artística representación en mosaico de la Mater Dolorosa
o Nuestra Señora de Dolores. En 2006, cumpliéndose el primer
aniversario de la canonización de San Alberto Hurtado, se colocó también
una placa de mármol en el exterior, junto al acceso a la nave
izquierda, reseñando brevemente la razón del proceso canónico y su
bautizo en este lugar.
Interiormente,
todo parece ser digno de ser destacado: las proporciones de sus naves,
su altura, las bóvedas, la arquería del techo central, el envigado de
los cielos laterales y los vitrales. Estos últimos fueron traídos desde
Münich gracias a aportes de dinero de varias familias de la feligresía, y
en nuestra época han sido estudiados en un interesante trabajo de Kamel
Harire y Jorge Salomó, titulado "Vitrales de Nuestra Señora de los
Dolores de Viña del Mar".
Destacan
en aquellos vitrales las imágenes principalmente de santos, como San
Francisco de Asís, que se mandó hacer en recuerdo de don Francisco
Álvarez, el esposo de doña Dolores y antiguo propietario de estos
terrenos (quien da nombre a la actual avenida, además), y la de San
Pedro, homenajeando a don Pedro Montt, el Presidente de la República que
se encargó de sacar a la región del caos después del terremoto,
falleciendo en 1910. Otros retratados en los vitrales son San Carlos Borromeo, Santa Ana, Santa Elena, San Luis Gonzaga, Santa Rosa de Lima, el Arcángel Rafael, Santiago el Mayor, Santiago el Menor,
la Virgen de la Purísima, la Virgen del Carmen y San Agustín. Todos
fueron donados por alguna familia benefactora, cuyo nombre
correspondiente figura al pie de cada vitral.
Es
interesante el trabajo de carpintería en estructuras y mobiliario
distribuido entre las naves divididas por arcadas y columnas de tipo
pilar, con artísticos capiteles. Los cielos están definidos por
costillas en arco en la nave mayor y por escuadras de vigas en las
laterales. Otros notables trabajos de maderas están en los
confesionarios, que ofrecen uno de los mejores labrados artísticos
visibles en Chile, a nuestro juicio.
El
altar y el presbiterio, en tanto, bajo el nicho interior del ábside con
la imagen de los arcángeles, destaca por un precioso retablo de ciertos
rasgos góticos, con la imagen central del Cristo Crucificado,
acompañado por tallas de Jesucristo, la Virgen, dos ángeles y pasajes
bíblicos. Bajo el coro, sobre el acceso principal, también es posible
encontrar otro mosaico mariano, acompañado por la inscripción "ofrecido por el S. M. Fernández", también en teselas.
La
imaginería religiosa distribuida entre las naves incluye una figura del
Santo Cura de Ars, el Sagrado Corazón de Jesús al lado del presbiterio,
la Virgen del Carmen, San José con el Niño, el Cristo Ascendido, San
Judas Tadeo (llena de placas de agradecimiento), San Antonio de Padua,
un cuadro con mosaico bizantino de Cristo (donado en 2008 por la familia
Mac-Clure Álamos), un altar con las imágenes del Calvario con la Virgen
de Dolores y San Juan Evangelista (también lleno de placas), Santa
Teresa de los Andes y por supuesto, la efigie de San Alberto Hurtado con
sus propias ofrendas de "favores concedidos", ubicada justo en el
acceso a la capilla al fondo de la nave izquierda, en donde está la pila
de mármol en que fuera bautizado, venerada como auténtica reliquia y
acompañada por inscripciones con mensajes de los Evangelios de Mateo y
Marcos. Otra capilla sacramental al fondo de la nave derecha, tiene una
imagen de la Virgen del Guadalupe, copia gráfica del manto de ayate
sagrado de México, con certificación de autenticidad. Ambas capillas
están cerradas por una estupenda reja de forja artística.
Mención especial merece el hermoso órgano de sello Orestes Carlini
en el coro del templo, instrumento de sistema neumático que presentaba
varios problemas hasta una restauración profunda del instrumento entre
2007 y 2008, por parte de personal experto de la Organería C. Valdevenito.
En
la Plaza Parroquia, en tanto, encontramos hoy una de las varias copias
de hormigón de la imagen de San Alberto Hurtado esculpida por la artista
Francisca Cerda, en donde se le ve caminando acompañado de dos niños
fundidos con su sotana, con tres metros de altura.
Hay
otras de aquellas mismas figuras del santo chileno de los pobres y los
desposeídos en su Santuario Funerario en Santiago, en la Estación
Mapocho, en la plaza de avenida Padre Hurtado Norte y en la Plaza de
Arma de Casablanca, pero la de esta parroquia, relacionada con el
bautizo del santo en el lugar como hemos dicho, correspondería a una
donación de la propia artista y de la compañía prevensionista IST.
GALERÍA DE IMÁGENES:
Vista del templo desde la calle de Plaza Sucre, alineada hacia él.
Edificio de la iglesia parroquial y su plaza, en la avenida Álvarez.
Fachada neorrománica y neoclásica de la iglesia parroquial, de gran simetría arquitectónica.
Vista de la torre del campanario y las torretas laterales. El nivel superior de la torre fue reconstruido en 2002.
Vista de la alzada de la fachada del templo desde avenida Álvarez.
Acceso principal dentro del atrio, conectado directamente a la nave mayor.
Estatua de San Vicente de Paul en la entrada del templo.
Estatua de Santa Gertrudis en el acceso al templo.
Mosaico con representación de la Mater Dolorosa, Nuestra Señora de Dolores.
Acceso a la nave lateral izquierda, con placa conmemorativa relativa a San Alberto Hurtado.
Placa conmemorativa de la canonización de San Alberto Hurtado, bautizado en esta parroquia en 1901.
Arquería y bóveda del atrio exterior de la entrada al templo.
Nave mayor del templo, vista desde el acceso hacia el altar y presbiterio.
Nave lateral izquierda, dividida por las arcadas de la nave mayor.
Sector del crucero, frente al altar y al final de las naves laterales.
Las arcadas y vanos de la nave mayor y parte del techo abovedado en diseño de cañón.
Vista de la nave lateral derecha desde el fondo de la misma.
Nave mayor vista desde el altar hacia el coro y el acceso central.
Detalle del balcón del coro, sobre el acceso central.
Luneta con mosaico, balcón del coro con verja artística y órgano de tubos.
Detalle del crucero, costado izquierdo, con los vitrales y rosetón sobre el acceso a la Capilla de San Alberto Hurtado.
Detalle
del crucero, costado derecho, con los vitrales y rosetón, confesionario
decimonónico y acceso a la Capilla del Sagrario y de la Virgen del
Guadalupe.
Observación de las arquerías, bóvedas y nervaduras del sector en el cielo, sobre el altar y el crucero.
Nicho interior del ábside en el presbiterio, sector del altar mayor.
Nicho interior del ábside en el presbiterio, sector del sagrario, el retablo y el altar mayor.
Retablo y sagrario, con las figuras religiosas de magnífica talla en madera.
Observación del altar mayor y el retablo, en el presbiterio.
Acceso a la Capilla de San Alberto Hurtado, al final de la nave lateral izquierda.
Vitrales, relieve en talla de madera y fuente bautismal de San Alberto Hurtado, dentro de su capilla.
Fuente donde fue bautizado San Alberto Hurtado en 1901, en la capilla con su nombre.
Vista de la capilla hacia el sector del altar y las rejas de forja artística que dividen estos espacios.
Capilla
del Sagrario y la Virgen del Guadalupe, al fondo de la nave lateral
derecha, custodiada por la imagen de Santa Teresa de los Andes a un lado
del acceso.
Interior
de la capilla, al fondo de la nave lateral derecha. Se observan los
vitrales y la copia del ayate de la Virgen del Guadalupe.
Custodia al interior de la capilla, al fondo de la nave lateral derecha.
Vista del acceso y las rejas de forja artística, desde el interior de la capilla al fondo de la nave lateral derecha.
Copia certificada de la imagen del manto ayate de la Virgen del Guadalupe, capilla al fondo de la nave derecha.
Imagen de San Judas Tadeo, tomada por muy milagrosa y venerada.
El antiguo confesionario de madera tallada y los vitrales con representaciones de santos.
Imagen de San Judas Tadeo junto al vitral de San Carlos Borromeo.
Vitral de la Virgen de la Purísima, en la nave derecha.
Mosaico de un Cristo bizantino, valiosa donación de la familia Mac Clure Álamos.
Imagen del Santo Cura de Ars, patrono de los sacerdotes.
Estatuilla de San José con el Niño Jesús, con el vitral de la Purísima al fondo.
Estatua sacra de la Virgen del Carmen, con el vitral de Santa Rosa de Lima al fondo.
Vitral del Arcángel San Rafael.
Placa
de mármol con los presbíteros que han estado a cargo de la parroquia
desde su fundación hasta nuestros días. Primera columna de la línea de
arcos a la izquierda.
Plaza
de mármol saludando las donaciones que permitieron reconstruir el
templo en 2010 y darle mantenciones necesarias. Primera columna de la
línea de arcos a la derecha.
Estatua devocional de San Antonio de Padua.
Sector frente al acceso de la nave lateral derecha, con la escena del Calvario de Cristo, muy venerada por los devotos.
La
escena del Calvario, con la Virgen de Dolores y el Apóstol San Juan.
Las placas corresponden a agradecimientos por "favores concedidos".
La
escena del Calvario, con la Virgen de Dolores y el Apóstol San Juan.
Las placas corresponden a agradecimientos por "favores concedidos".
Sería una donación particular para la parroquia.
Coloridos vitrales en el sector de los accesos, de estilo orgánico floral casi art nouveau.
Vitral en la luneta bajo el coro, con otra representación de toques bizantinos para Nuestra Señora de Dolores.
Vista del edificio eclesiástico desde el lado de la Plaza Parroquia.
Acceso a las oficinas parroquiales por el costado de la Plaza Parroquia.
Acceso a la iglesia por el costado de Plaza Parroquia.
Vista general de la Plaza Parroquia. Su aspecto ha cambiado mucho a lo largo de las décadas y siglos.
Copia de la estatua de San Alberto Hurtado, de la escultora Francisca Cerda, en la Plaza Parroquia.
Copia de la estatua de San Alberto Hurtado, de la escultora Francisca Cerda. Atrás, el edificio parroquial.
Vista
lateral de la copia de la estatua de San Alberto Hurtado, de la
escultora Francisca Cerda. Atrás, el edificio del Hotel Hispano.
Placa en el pedestal de la copia de la estatua de San Alberto Hurtado, de la escultora Francisca Cerda, en la Plaza Parroquia.
Detalle
de la imagen San Alberto Hurtado en la copia de la escultura del santo,
de la escultora Francisca Cerda, en la Plaza Parroquia.
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