ORIGEN DE UN TOPÓNIMO: LA CALLE DE LA BANDERA EN AZAPA
La gran bandera, al fondo de la calle entre las parcelas y fundos. Al fondo, se ven los diseños de los geoglifos del Cerro Sagrado.
Coordenadas: 18°30'41.6"S 70°13'35.1"W (inicio) / 18°31'26.3"S 70°13'41.4"W (ubicación de la bandera)
Por
razones evidentes, no parece cosa frecuente el tener la oportunidad de
testimoniar el origen de un topónimo, aunque sea en parte, especialmente
en la historia del nombre de las calles. Las excepciones las permiten
sectores en pleno proceso de urbanización y poblamiento alrededor de
ciudades o poblados mayores, como sucede con este caso particular en el
Valle de Azapa, al interior de Arica en el extremo Norte de Chile.
Es conocido el dato sobre el aparente origen del nombre de la calle Bandera de Santiago: gracias al período de la Patria Nueva en que el comerciante Pedro
Chacón Morales, abuelo materno del futuro mayor héroe naval del país, el capitán Arturo Prat, decidió colocar una gran bandera chilena flameando
en la fachada de su tienda en plenos tiempos de la Independencia. Su casa comercial habría estado ubicada en la
calle que hoy recuerda en su nombre este singular episodio,
precisamente.
Un
caso muy parecido al de don Pedro y con el mismo resultado, pero ya en
nuestros tiempos, ha tenido lugar en la zona conocida como Alto Ramírez,
antes de llegar a Las Llosyas en Azapa, paisaje conocido por sus
cultivos de tomates y olivos, además de los geoglifos precolombinos del Cerro Sagrado y las ya aparentemente extintas apariciones fantasmales de la llamada Novia de Azapa,
cuya animita aún señala el lugar de su trágica muerte en la carretera
de la Ruta A-33, a escasa distancia de la calle de nuestro interés.
La Calle a la Bandera o de la Bandera
surgió de un antiguo sendero rústico y polvoriento, muy campestre,
entre parcelas y propiedades agrícola que pintan de verdor estos
terrenos en apariencia estériles, crecidos a los lados del estero Las
Llosyas, que hoy parece estar permanentemente seco. A pesar de que han
comenzado a dominar en él nuevas formas de residencias y de cultivos,
además de haber sido pavimentado, la vía conserva bastante aún de ese
aspecto original y poco domado que tuvo en el pasado.
Inicio del camino hoy identificado con la Calle de la Bandera.
Vegetación al costado del acceso a la calle.
Vista
del sector que enfila hacia el Oriente, en dirección a Las Llosyas.
Sector antiguamente usado como pistas de carreras de caballos.
El
origen geográfico de la calle de marras, está en el sector de Alto
Ramírez hacia la altura del kilómetro 7 en la mencionada Ruta A-33 de
Azapa, justo enfrente de la Hacienda Vidova Gora, propiedad dedicada a
explotación de los olivos como muchas otras de ese sector. Desde allí,
la vía se interna en dirección Suroeste, doblando hacia el costado Sur
con leve inclinación al Este, avanzando un largo trecho antes de volver a
desviar, esta vez hacia la quebrada.
El
primer tramo antes de la curva, en la entrada de la calle entre las
parcelas, está señalado por algunas plantas coníferas que se ven en el
costado derecho y que son escasas en el valle. Sin embargo, de su
primitivo aspecto descrito por algunos viejos vecinos, se recuerda que
este tramo inicial era de un doble camino entre alamedas de árboles, con
mucha más sombra y flora que en nuestros días.
La
continuación del camino era, antaño, una pista larga y sin pavimentar,
cuya rectitud fue aprovechada entonces por peones e inquilinos del valle
para realizar las llamadas carreras a la chilena, desafíos de dominio
equino muy folklóricas, tradicionales y practicadas en nuestro país,
aunque guardan bastante parecido con carreras similares de velocidad que
se realizan entre pueblos bereberes y otros del Norte de África. Todo
ese sector hoy está también pavimentado y deslindado por corridas de
cercos, muros y rejas laterales, tras los cuales se levantan campos y
residencias, algunas de estas últimas con algo de ostentación.
El
lugar que dio el origen mismo al nombre de la calle, lo encontramos al
llegar a la Hacienda Piccola Mandrogne, en el kilómetro 12, distinguible
por sus antiguos cierres de madera y una gran cantidad de suculentas
tunas contorneando los olivares que crecen en ella. Se debe doblar por
la calle lateral de la hacienda hacia el Oeste, la que aún se mantiene
sin pavimentar, y tras contornear su vértice se continúa brevemente
hasta el Sur, entre algunos olivos y pinos similares a los del acceso.
El Cerro Sagrado visto desde el Camino de la Bandera.
Otras banderas chilenas se pueden ver en esta ruta.
Sector hacia el final de la ruta, junto a la quebrada de Las Llosyas.
Es
allá en donde encontramos la razón de todo, al fondo de la calleja y su
final exterior, pues el resto de la misma se interna por propiedades
privadas cerradas: una gran bandera chilena, pintada sobre un portón
corredizo de metal y madera, situado en un sector de instalaciones de
trabajo de estos mismos campos. Las formas sinuosas de los geoglifos del
Cerro Sagrado, son su telón de fondo, para hacer más especial la vista.
Antes
de continuar, cabe señalar que el acto de pintar banderas chilenas con
insistencia, es una costumbre que sobrevive en parte de los ariqueños
probablemente desde los tiempos de los conflictos con Perú, por asegurar
la posesión de la ciudad después de la Guerra del Pacífico y hasta el
Tratado de 1929. De hecho, recientemente se ha pintado otra gran bandera
también en el costado del acceso al museo de sitio del Morro de Arica,
aunque no tan visible como el pabellón gigante que allí flamea
permanentemente. También es sabido que los locatarios de algunos
antiguos negocios tenían la bandera chilena pintada en sus fachadas o
interiores, como buscado enfatizar o reafirmar esta nacionalidad en cada
instancia posible.
En
el caso de la bandera de Azapa, sin embargo, trabajadores y residentes
del sector recuerdan que ésta surge por la voluntad de un querido
ciudadano de origen italiano llegado a estas tierras en 1958, el
reputado empresario y comerciante Aldo Lombardi (1931-2012), patriarca
de la conocida familia productora e industrial de los olivos,
propietaria de varios de los fundos que hay por este lado del valle, los
mismos con las aceitunas típicas que han recibido denominación de
origen azapeño, por lo demás.
Se
cuenta que sucedió hace unos 25 ó 30 años, aproximadamente, cuando
Lombardi hizo pintar la bandera chilena en la puerta casi cuadrada de la
bodega de herramientas y maquinarias menores de los trabajadores de sus
campos y plantas, algo que llamó tanto la atención de los residentes,
quienes comenzaron a hablar de la vía principal como el Camino a la Bandera y la Calle de la Bandera. Era el punto de referencia para los trabajadores que llegaban en colectivos hasta el lugar, además.
Final de la calleja tras el fundo, con la bandera y las instalaciones.
El camino lateral de la hacienda, visto desde el portón con la bandera.
Acercamiento a la bandera en la bodega y las instalaciones de trabajo.
El portón con la gran bandera chilena de Lombardi.
A
la sazón, la calleja secundaria en donde se pintó el símbolo patrio,
tenía también cierta continuidad con la ruta actual pavimentada y
extendida más al Este, aunque esta última acabó apropiándose de la
identidad de la calle menor, que lucía la orgullosa bandera. El alcance
nominal es, en la actualidad, para casi todo este sector de Alto
Ramírez.
No estaría oficializado el nombre de la Calle de la Bandera,
según entiendo, pero esto se ve como un hecho irreversible: todos en
Alto Ramírez y Las Llosyas conocen su nombre y saben cuál es. Los
taxistas y colectiveros que salen desde Arica también entienden
perfectamente destino del pasajero que les señale esta calle.
Para
hacer más definitivo el asunto, el "barrio" que ha crecido junto a la
carretera ya pavimentada, es conocida entre los propios residentes como La Bandera...
No habrá vuelta atrás, según parece: el nombre se instaló en el uso
popular y así ha llegado a ser el propio de la vía, justo como suele
suceder con las denominaciones originales de las calles históricas.
La
bandera pintada que dio el origen toponímico, en tanto, continúa allí.
Ya no está radiante y esplendorosa en colores como en sus primeros años,
tal vez, pero sigue presente no sólo como un punto de referencia
inconfundible en el Valle de Azapa, sino también como un curioso
testimonio visible de esta pequeña pero importante historia de la
localidad. Su permanencia, además, nos da aquella posibilidad poco usual
que hemos comentado al inicio: la de ser testigos de un eslabón en el
proceso de nacimiento y consolidación de una calle, en sus aspectos
nominales e históricos.
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