MONUMENTO A MAGALLANES EN PLAZA MUÑOZ GAMERO Y LA LEYENDA DEL DEDO MÁGICO DEL INDIO FUEGUINO
Coordenadas: 53° 9'45.64"S 70°54'28.90"W
Internacionalmente, el Monumento de la Plaza Muñoz Gamero es
reconocido como uno de los más importantes consagrados al aventurero
Hernando de Magallanes; y no merecía menos allí quien da su nombre
al Estrecho y a la región meridional más extrema del continente
americano. Para Punta Arenas, sin embargo, el conjunto conmemorativo
es más que un asunto de historia y homenaje: es también un icono
turístico e histórico potentísimo para la ciudad; quizás el más
trascendente e internacionalizado de todos sus símbolos.
Además de su potente imagen como heraldo de la ciudad, el Monumento
a Magallanes es depositario de otra de las más conocidas tradiciones
y leyendas de la ciudad: el pie del indígena patagón sentado a un
costado del pedestal-altar muestra el bronce del dedo mayor
reluciente y dorado, a causa de la cantidad de besos y toques que
recibe de los turistas que creen tomar con este acto una pizca de
fortuna para sus vidas y la garantía de que algún día podrán volver
a Magallanes. Por algún impulso íntimo, me negué a cumplir con la
tradición, sin embargo: al ver la portentosa belleza y el embrujo de
estos paisajes y de esta ciudad en particular, me propuse que sólo
la contemplación de la estatua del viajero portugués sería
motivación suficiente para tener la voluntad de volver alguna vez
más frente a ella, regresando a este paraíso austral; tierra de
hombres de esfuerzo, conquistas y tragedias, representadas también
en ese monumento.
El origen de este conjunto estuvo en en el marco de los preparativos
para la conmemoración y las celebraciones del Cuarto Centenario del
Descubrimiento del Estrecho de Magallanes, con una donación de la
familia Menéndez Behety, de profunda influencia en la industria
ganadera de la región. Según el libro "Patagonia y Antártica:
personajes históricos" de Nelson Toledo, todo parte cuando el famoso
patriarca y empresario apodado
El Rey de la Patagonia,
el inmigrante español José Menéndez, dejó en su testamento la suma
de 150 mil pesos de la época para la confección y erección del
monumento, a 400 años del descubrimiento del Estrecho, cumpliendo
sus familiares con este deseo.
A petición de los Meléndez Behety, entonces, se encargó confeccionar
las bases del Concurso Monumento a Magallanes para seleccionar la
obra correspondiente, al Director de la Escuela y Museo de Bellas
Artes de Santiago don Joaquín Díaz Garcés, disponiéndose de la suma
de 100 mil pesos a la ejecución de la propuesta ganadora, mientras
que 3 mil y 2 mil pesos irían al segundo y tercer lugar,
respectivamente. Se proyectó, así, levantarla al centro de la cuadra
de las calles Montt, Bories, Pantano y 21 de Mayo, donde está la
Plaza de Armas Benjamín Muñoz Gamero. La obra debía quedar lista y
terminada para el sábado 20 de noviembre de 1920.
Con el certamen abierto por el Gobierno de Chile ese mismo año de
1920, la obra quedó encargada al eximio escultor Guillermo Córdova
Maza, quien obtuvo el primer lugar. Córdova fue capaz de vencer
propuestas de otros insignes escultores participantes, como Antonio
Coll y Pi, Carlos Lagarrigue, Aliro Pereira y Ramón Roura. Incluso,
el jurado dio por empate de cuatro votos a Córdova con Lagarrigue,
correspondiendo dirimir a José Menéndez hijo, quien se pronunció en
favor del primero. La maqueta de bronce de esta obra conmemorativa
para Magallanes que le permitió ganar el concurso, se encuentra
actualmente en la exposición del Museo Histórico Nacional de
Santiago.
Vista del conjunto hacia sus primeros años.
Maqueta original del proyecto, en el Museo Histórico Nacional de
Santiago.
El Monumento a H. de Magallanes en sus primeros años, en imagen
publicada por el "Álbum de Chile" del 1925. El color oscuro del
dedo del pie del indígena fueguino parece demostrar que aún no
comenzaba la tradición de "saludarlo" o "despedirse" del mismo
con besos y caricias.
Postal fotográfica de la Plaza Muñoz Gamero, con el monumento al
centro.
En las celebraciones del IV Centenario del Descubrimiento del
Estrecho de Magallanes, la Ilustre Municipalidad también extendió
medallas y diplomas conmemorativos como el de la imagen, a distintas
instituciones y personas relevantes de la vida magallánica.
A la sazón, y aun siendo oriundo de Chañarcillo, Córdova tenía un
taller propio instalado en Buenos Aires, Argentina, montado allá
desde el año 1918 aproximadamente, luego de haber ganado un concurso
anterior para erigir una obra del Libertador Bernardo O'Higgins en
en la Plaza Rodríguez Peña de aquella ciudad platense. Fue en la
misma urbe argentina donde confeccionó la enorme y monumental obra
para Punta Arenas, pero en el proyecto participaron también los
miembros de la comisión de trabajo compuesta por los arquitectos
Cruz y García, además del constructor Anclair, quienes propusieron a
Córdova darle más amplitud y esplendor al conjunto montándolo sobre
una base de escalinatas que no estaba en el proyecto original, como
se observa mirando la maqueta del Museo Histórico Nacional.
Todas las grandes imágenes y placas de bronce fueron fundidas por la
Compañía de Hernández y Gamelli en Buenos Aires. Tras llegar desde
la capital argentina por vía marítima, las piezas fueron montadas
sobre la ya confeccionada base de roca y albañilería por los
maestros Juan Kaliovsky y Julio Cattaneo, dirigidos por el propio
Córdova, quien había viajado desde Buenos Aires con la preciosa
carga hasta la ciudad chilena. Este pedestal había sido tallado con
material de la cantera Las Vegas de Valparaíso, siendo armado por
obreros expertos contratados en Coronel.
La inauguración del conjunto fue con un gran acto público en la
señalada fecha de noviembre de 1920. Asistieron, entre otros, Su
Alteza Real Infante don Fernando de Baviera y Borbón en
representación del Rey de España Alfonso XIII, el Ministro de
Interior del Gobierno de Chile don Pedro García de la Huerta, el
Jefe de la Misión Española don José Francos Rodríguez, más los
delegados de diversas embajadas extranjeras en Chile. En la ocasión,
se elogió a la familia benefactora y al talento indiscutible del
escultor. Poco después, en 1925, Córdova se haría socio fundador de
la Sociedad Nacional de Bellas Artes en Santiago de Chile.
El conjunto alcanza los 9 metros de altura, y la estatua de Hernando
de Magallanes parada sobre el cañón, ocupa los últimos 3,60 metros
de este alto. Consta en total de 8 figuras de bronce patinado, con
las figuras humanas dominantes más abajo que la del marino: dos de
los indios patagón y fueguino laterales y una de la sirena que
sostiene al centro los blasones de los escudos de España y Chile. Al
lado opuesto al de la sirena, a espaldas de Magallanes, está la
representación del mundo cruzado y conquistado por la expedición del
navegante. En la base, una placa explica al visitante la naturaleza
del homenaje escultórico:
MDXX
HERNANDO DE MAGALLANES
MONUMENTO LEGADO POR JOSE MENENDEZ E INAUGURADO AL
CONMEMORARSE EL IV CENTENARIO DEL DESCUBRIMIENTO
DEL ESTRECHO.
MONUMENTO LEGADO POR JOSE MENENDEZ E INAUGURADO AL
CONMEMORARSE EL IV CENTENARIO DEL DESCUBRIMIENTO
DEL ESTRECHO.
MCMXX
(Imágenes de la secuencia: Rodrigo Arias).
Uno de los indígenas apolíneos retratados, correspondiente al indio
ona, es uno de los personajes más celebrados del conjunto. La
leyenda del por qué la gente besa o acaricia su pie ha sido
comentada por Oreste Plath: todo comenzó, supuestamente, cuando un
marino español decidió tatuarse en el pecho su imagen luego de haber
pasado una noche sentado frente al monumento, intrigado con el
realismo y la presencia de la figura. El tatuaje que le hiciera un
talentoso artista local, parecía cobrar vida propia con
contracciones musculares de su dueño y simulaba moverse solo en su
pecho, con ojos como si miraran, mejillas que temblaban y, sobre
todo, el dedo gordo del pie que agitaba en la piel del marino.
Satisfecho con el trabajo, volvió al lugar del monumento el día en
que zarpaba de Punta Arenas y se acercó hasta el pie colgante del
indio fueguino, dándole un beso al dedo gordo y exclamando mientras
mostraba su artístico tatuaje, que le diera fuerza y suerte.
Pasó el tiempo y, unos meses después, el español regresó a Punta
Arenas. Contó allá que había tenido grandes y satisfactorias
aventuras durante este período, fortuna que atribuía a su "pacto"
con el indio del monumento. La noticia se hizo popular y muchos
curiosos, visitantes o lugareños, comenzaron a repetir el rito del
saludo al pie, tocándole el dedo para impregnarse de sus buenas
influencias o besándolo para que se les permita alguna vez regresar
a la mágica ciudad de la
Terra Australis.
Así, la tradición se ha extendido y ya tiene fama internacional, al
punto de contar incluso con fieles y cuasi devotos que han esparcido
y perpetuado este rito de fortuna y beneficio. Por eso el bronce de
su dedo luce bruñido y pulido todo el tiempo, con el hermoso dorado
del metal a la vista, tal como sucede en menor medida con la estatua
de la
Animita del Indio Desconocido en el Cementerio de Punta Arenas,
que para algunos creyentes también exigiría tocar o besar uno de sus
pies, en tradiciones que a veces se han entrelazado y se han
confundido entre sí por algunos difusores.
Cabe añadir que Córdova tenía especial atención en la representación
de los indígenas, sin tantas idealizaciones estéticas como la del
"Caupolicán" de Nicanor Plaza, aunque de todos modos con inclinación
a representar en proporciones heroicas y hercúleas a estas figuras
humanas. De hecho, el escultor tenía considerado un proyecto desde
1912 solicitado por comunidades mapuches para hacer su propia
versión de un monumento al mismo toqui araucano, pero no alcanzó a
ejecutarlo, al ser reclamado por la muerte en 1936.
Rodeada del barrio de hermosos palacios y casonas suntuosas, la
Plaza Muñoz Gamero ha sido remodelada en varias ocasiones, aunque
nunca se ha cambiado la posición del Monumento a Hernando de
Magallanes, al que llegan cientos de turistas y viajeros anualmente
para admirar al descubridor y de paso besar el pie misterioso del
indio fueguino, tratándose de una de las postales más típicas y
rotundas de la ciudad de Punta Arenas.
El pie pulido y brillante del indio fueguino, en nuestros días. LA LEYENDA DEL DEDO MÁGICO
EN EL PIE DEL INDIO FUEGUINO Dejo acá más detalles sobre la leyenda del
dedo de bronce, en esta versión más extendida sobre el origen de
la creencia y la tradición que aún se conserva muy vigente en
Magallanes.
No es exactamente una animita, pero el culto y la veneración del
indio fueguino representado en el Monumento a Hernando de
Magallanes de la Plaza Muñoz Gamero de Punta Arenas, tiene
ciertas características de leyenda y de devoción que lo
vinculan a las formas en que tiene lugar el ejercicio de la fe
popular, además de enredarse su mito propio con el de la más
famosa animita magallánica: la
tumba milagrosa del Indio Desconocido.
Son dos los indígenas representados en el enorme conjunto
conmemorativo de 9 metros: uno patagón continental y otro
patagón fueguino. Este último, que en el convencimiento general
es tomado por correspondiente a un ona (llamados también selknam,
aunque técnicamente éste era más bien un grupo dentro de los
onas), yace sentado en el costado derecho, con un arco en las
manos y con una pierna colgado. Este enorme pie, casi como
símbolo de esas huellas gigantes que dieron origen al nombre de
la Patagonia y los patagones por parte de los marinos ibéricos,
enfrenta a los visitantes con su bronce muy dorado y pulido a
diferencia del resto de las imágenes, a causa de los cientos de
besos y caricias que recibe diariamente como forma de hacerle
peticiones de fortuna o sólo por cumplir con la pintoresca
tradición de locales y de viajeros.
Las fotos de los años veinte muestran al pie del indio de color
oscuro y sin su bronce reluciente, por lo que la costumbre de
besar o acariciar el dedo gordo del personaje no nació con el
monumento, sino de manera posterior, probablemente hacia
mediados de siglo. La leyenda del por qué la gente "saluda" o
"despide" su pie con estos gestos, sin embargo, ha sido
comentada por Oreste Plath en su célebre trabajo "Geografía del
mito y la leyenda chilenos".
De acuerdo a lo publicado por Plath, todo comenzó con un marino
español que, estando de paso por Punta Arenas, decidió tatuarse
en el pecho la imagen del indio en el Monumento a Hernando de
Magallanes, luego de haber pasado una noche frente al mismo
cavilando y meditando intrigado sobre el realismo, la
expresividad y la fuerza presencial de la figura del fueguino
allí sentado. El tatuaje que le hiciera un talentoso artista de
la ciudad, parecía cobrar vida propia con las contracciones
musculares que hacía su dueño en el pecho: simulaba moverse solo
en su piel, con ojos como si miraran, mejillas que temblaban y,
sobre todo, el dedo gordo del pie que agitaba con ciertos
movimientos del marino. Satisfecho con el trabajo, el viajero
volvió al lugar del monumento el día en que zarpaba de
Magallanes y se acercó hasta el pie colgante del indio fueguino,
dándole un beso al dedo gordo y exclamando mientras mostraba su
artístico tatuaje a la estatua:
Pasó el tiempo y, varios meses después, el español
regresó a Punta Arenas en otro de sus viajes. Apenas
puso pie en tierra, comenzó a contar a los magallánicos
que había tenido grandes y satisfactorias aventuras
durante este período, fortuna y dicha que atribuía sin
dudarlo a favores otorgados por el indio del monumento,
luego de su homenaje y de su beso de despedida.
La noticia de los supuestos "poderes" benefactores del
personaje de bronce cobró gran popularidad y muchos
curiosos, visitantes y lugareños, comenzaron a repetir
el rito del saludo al pie, tocándole el dedo para
impregnarse de sus buenas influencias o besándolo para
que se les permita alguna vez regresar a la mágica
ciudad de la
Terra Australis.
La tradición dice, así, que si se da el beso o acaricia
al brillante dedo del fueguino éste impregnará al devoto
con su suerte; en tanto, los viajeros deben hacer lo
propio para saber que algún día volverán a las tierras
benditas del extremo austral de Chile y del continente
americano. Por eso el bronce de su dedo luce como
bruñido y pulido todo el tiempo, con el hermoso dorado
del metal a la vista, tal como sucede en alguna medida
con la estatua de la mencionada
animita del Indio Desconocido en el Cementerio de Punta
Arenas,
que para algunos creyentes también exigiría tocar o
besar uno de sus pies. Ambas tradiciones sobre cultos a
indios australes de la ciudad, a veces se han
entrelazado y se han confundido entre sí por algunos
difusores. Incluso, el indio fueguino del Monumento a
Magallanes también es llamado impropiamente como el
Indio Desconocido
por algunos observantes de la curiosa superstición.
Esta tradición se ha extendido y ya tiene cierto grado
de fama internacional, al punto de contar con fieles y
cuasi devotos del indio de bronce, que han esparcido y
perpetuado este rito de fortuna. Para algunos, de hecho,
es una necesidad y compromiso ineludible ir a besar el
pie del indígena fueguino misterioso la estatua, en cada
visita a Punta Arenas.E
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