MONUMENTO DEL RÍO LOA: EL PRIMER COMBATE Y LOS PRIMEROS CAÍDOS DE LA GUERRA DEL PACÍFICO
Coordenadas: 22°28'00.7"S 68°54'04.5"W
Al final de avenida La Paz de la ciudad de Calama, al oriente de esta
urbe capital de la Provincia del Loa y llegando ya a la Circunvalación y
a la Ruta 25, se encuentra un monumento conmemorativo de la
impropiamente llamada Batalla de Topáter o, más exactamente, Combate de
Calama. Es el episodio militar recordado como primer enfrentamiento
armado de la Guerra del Pacífico, sucedido el 23 de marzo de 1879.
Hay poca información sobre este monumento, a pesar de ser el más
importante de la ciudad en cuanto a sus efemérides. También resulta
curiosa la falta de interés sobre el mismo en los sitios especializados
sobre turismo regional, conmemoración militar o monumentos públicos.
Históricamente hablando, sin embargo, carga el peso de ser una de las
principales memorias de la guerra salitrera: los fallecidos en aquella
refriega son los primeros caídos en la misma, por el lado chileno y el
boliviano, a pocos metros del paso del río Loa hacia la ciudad de
Calama.
Se trata de una terraza de sillares con un grueso obelisco central,
además de restos de sitios históricos que aún se conservan en la
explanada donde se halla. A pesar de todo, recibe la visita de muchos
viajeros desde temprano, cada mañana, además de las personas que van o
vienen desde los cercanos cementerios. Una pérgola y otros puestos se
han instalado a un lado del camino, por lo mismo, y dos conocidos
perritos del sector lo custodian permanentemente, saludando y moviéndole
la cola a los visitantes.
El combate que inició los fuegos de la Guerra de 1879, entonces, está a
sólo unos días de cumplir 140 años de ocurrido, que serán celebrados en
el mismo conjunto conmemorativo de Calama, por lo que he reservado esta
entrada para su aniversario.
Relieve de bronce con representación de la Batalla de Calama, en el
monumento central de la Plaza Litoral de Oruro.
Plano de Calama con el teatro de la Batalla o Toma de Calama, en la
recopilación de documentos oficiales y partes de la Guerra del Pacífico
publicada por Pascual Ahumada Moreno en 1884.
Imagen antigua de un puente sobre el río Loa, en uno de los accesos a la
ciudad de Calama. Fuente imagen: Sección "Fotos antiguas de todo Chile",
de Taringa.
Histórica fotografía con parte de los miembros de la defensa de Calama,
poco antes del enfrentamiento con las fuerzas chilenas en la orilla del
río Loa. Con fusil cruzado don Severino Zapata, con revólver en mano don
Eduardo Abaroa, y a su lado de abrigo largo el Coronel Ladislao Cabrera.
El monumento en 1979, en el Centenario del Combate de Topáter o
Calama. Imagen publicada en el diario "El Mercurio" de
Antofagasta.
Ilustración del héroe chileno de la Guerra del Pacífico Comandante
Eleuterio Ramírez, por
Luis F. Rojas, siendo coronado por la musa heroica tras su
sacrificio en la Quebrada de Tarapacá. Tomada del "Álbum de la Gloria de
Chile" de Benjamín Vicuña Mackenna, de 1883.
Como se recordará, el quiebre diplomático entre Chile y Bolivia se
produce con
la expropiación y llamado de este último país al remate de la Compañía
de Salitres y Ferrocarril de Antofagasta, que incluía la expulsión
de los trabajadores chilenos de la zona en disputa, luego de la negativa
de la firma al pago del alza de impuestos que violaba el Tratado de
1874.
Al considerar el acuerdo limítrofe y sus puntos descartados ya por
Bolivia, Chile procedió a ocupar el puerto de Antofagasta, por estimar
que había renunciado a sus derechos en el territorio a favor del vecino
país, precisamente por el mismo tratado desahuciado. Esto sucedía el 14
de febrero de 1879, el día en que debía producirse el remate de la
compañía.
A partir de ese momento, la tensión se prolongó por más de un mes.
Aunque el dictador Hilarión Daza ordenaba a inicios del mes siguiente
que los chilenos residentes en Bolivia abandonaran en país "en el
término de diez días, contados desde la notificación que se les hiciere
por la autoridad política local", sorprendía la pasividad boliviana en
esos momentos que mantuvo la noticia en frío por todas esas semanas
hasta que pudo contar con garantías de Perú para responder al compromiso
de la Alianza Secreta. Recién el 1° de marzo, Bolivia oficializa la
declaración de guerra contra Chile.
En la angustiante espera de aquellos días y los que siguieron, sin
embargo, las fuerzas chilenas y bolivianas tuvieron ocasión de medirse
por primera vez en Calama, cruzando la ribera del Loa, en donde ahora se
encuentra el monumento público.
Aunque el Gobierno de Chile aún no se enteraba, en esos momentos la
diplomacia boliviana realizaba grandes esfuerzos para asegurar la
participación peruana y eventualmente la argentina, cuando se iniciara
el conflicto en los hechos. A pesar de esto, sus fuerzas de ocupación
fueron reforzadas en Antofagasta, de modo que el día 13 de marzo, al
llegar allá el entonces Ministro de Guerra y Marina, el Coronel Cornelio
Saavedra, acompañado por el Contralmirante Juan Williams Rebolledo, las
tropas chilenas apostadas en el territorio sumaban unos 2 mil efectivos.
Saavedra contaba con la autorización suprema para ocupar la ciudad de
Calama, al interior, así que, esperando adelantarse a alguna jugada
enemiga, ordenó al Coronel Emilio Sotomayor para que, a partir del 20 de
marzo, marchara con unos 544 hombres según el historiador Gonzalo
Bulnes. Estos eran de las dos compañías del 2º de Línea al mando del
Comandante Eleuterio Ramírez, del 4º de Línea dirigidos por el Capitán
Juan José San Martín y del Escuadrón de Caballería de Cazadores al mando
del Mayor Rafael Vargas. Iban acompañados de pontoneros auxiliares que
se sumaron en Caracoles, casi todos artesanos al mando del Teniente
Coronel Arístides Martínez. Su ruta era Caracoles, Agua Salada,
Explanada Independencia, Limón Verde y, finalmente, Calama, en donde
debían instalar el cuartel.
Sin embargo, no iba a resultar fácil el arribo de los soldados chilenos
a la ciudad: un grupo de residentes bolivianos se habían organizado
espontáneamente al conocer de los movimientos desde Antofagasta y
Caracoles hacia el desierto interior, esperanzados en recibir refuerzos
en hombres y armas que nunca llegarían, para su desgracia. Destacaba
entre los líderes de la guerrilla el Coronel Eduardo Abaroa Hidalgo,
comerciante y empresario oriundo de San Pedro de Atacama, que iba a
convertirse en el máximo héroe militar de la historia de Bolivia,
después de los libertadores de su Independencia.
Confiados en ciertos preceptos para entonces ya casi románticos o
quiméricos sobre las acciones de guerra autorizadas y restringidas en
aquella época, como evitar el derramamiento innecesario de sangre o
procurar batallas "limpias" y frontales, las fuerzas chilenas ingresaron
a la ciudad inconscientes de que los esperaba una emboscada del
contingente al mando del Coronel Ladislao Cabrera y del recién depuesto
prefecto de Antofagasta, Severino Zapata.
Es preciso remontarse unos días, cuando Cabrera parlamentó con el
representante de las fuerzas de ocupación chilenas, recibiendo la
propuesta de rendir Calama. El acta correspondiente al frustrado intento
de acuerdo, decía:
En el vice-cantón de Calama, a horas A. M del día diez de marzo de
mil ochocientos setenta y nueve; reunidos en la jefatura de armas,
los señores Dr. Ladislao Cabrera, jefe de las fuerzas de Caracoles y
Atacama del Ejército de la República de Bolivia, y Ramón Espech del
batallón cívico, ayudante mayor parlamentario ad hoc, enviado por el
comandante del Ejército del Norte de la República de Chile, han
celebrado la conferencia que consta del siguiente protocolo. El
señor Espech expuso: que tenía instrucciones de su jefe para
proponer al señor jefe de la plaza la rendición de ella y deposición
de las armas, fundándose en que teniendo fuerzas superiores deseaba
evitar efusión de sangre y ahorrar al vecindario los horrores de la
guerra; en cambio ofrecía dar las garantías que le fueran pedidas,
así como también la libre entrada de los víveres que el señor jefe
de la plaza le pidiera par distribuirlos entre los pobladores que
los necesitasen.
El Dr. Ladislao Cabrera contestó: que no estaba dispuesto a aceptar
ni someterse a la intimación que se le hacía, y que cualquiera que
fuese la superioridad numérica de las fuerzas en cuyo nombre se le
intimaba la rendición, defendería hasta el último trance la
integridad del territorio de Bolivia.
Con esto se dio por terminada la conferencia, firmando dos
ejemplares del mismo tenor, que tomó cada uno de los firmantes.
L. Cabrera (firma) - R. Espech (firma) - Es
conforme - El ayudante mayor, Valentín Navarro.
Cabrera y los habitantes de Calama, entonces, estaban perfectamente al
tanto de la aproximación de las fuerzas chilenas. En su nota desde el
Cuartel General de Calama al Ministro Delegado del Gobierno de Bolivia
en la "provincia litoral", le expresaba ya el 19 de marzo:
Señor:
Acompaño al presente oficio, copia autorizada del protocolo que
firmé el 16 del corriente con el parlamentario de las fuerzas que
ocupan a Caracoles.
Según él, esperaba que ayer u hoy se hubiera comprometido el
combate; mas hasta el momento (hora 3 P. M.) no se hallan a l vista.
Abrigo la fundada esperanza de que todos los bolivianos que se
hallan conmigo sabrán cumplir con todo lo que la patria exige de
ellos en esta situación.
Soy del señor Ministro delegado del Gobierno, atento y seguro
servidor.
Entre oficiales, fusileros y voluntarios, eran unos 150 bolivianos
escondidos en las inmediaciones y orillas del Loa, más otros esperando
dentro del poblado a la caravana enemiga, la que llegaba hacia la ciudad
disponiéndose a cruzar el río tras divisar los techos de los caseríos,
avanzando hacia las 7 de la mañana del día 23 de marzo.
Un extendido mito histórico asegura que estos voluntarios bolivianos
eran casi en su totalidad milicianos, es decir, civiles comunes y
corrientes que tomaron las armas para defender la ciudad ofreciéndose al
Coronel Cabrera. Siendo tal el caso de Cabrera y de Abaroa, sin embargo
no era el de la mayoría de los nombrados en la "Relación de los Señores
Jefes, Oficiales, Paisanos y Tropa que han combatido en Calama el 23 de
marzo de 1879", por Ricardo Ugarte, otro de los voluntarios de aquella
defensa. Aunque no aparece todos (por falta de documentos con sus
nombres), en su enorme mayoría correspondía a militares:
-
Doctor Ladislao Cabrera
-
Ciudadano Eduardo Abaroa
-
Coronel Severino Zapata
-
Coronel Fidel Lara
-
Coronel Gaspar Jurado
-
Coronel Juan Salinas
-
Teniente Coronel Emilio Delgadillo
-
Teniente graduado Pablo Sánchez
-
Abogado Ricardo Ugarte
-
Abogado Lizardo Taborga
-
Abogado Valentín Navarro
-
Abogado Manuel J. Cueto
-
Cirujano Gregorio Saavedra
-
Comandante Narciso Avilés
-
Comandante graduado Pedro Caballero
-
Sargento Mayor Juan Patiño
-
Sargento José Díaz
-
Sargento Luis Laínez
-
Sargento Froilán Flores
-
Capitán Francisco Zúñiga
-
Capitán Miguel Palalo
-
Teniente 1° Nicanor R. Aramayo
-
Teniente 1° Braulio Vera
-
Teniente 1° Federico Andía
-
Teniente 1° N. Menacho
-
Teniente 1° Manuel J. Pedraza
-
Teniente 2° Samuel Aramayo
-
Teniente 2° Manuel Luna
-
Teniente 2° Hermenejildo Villegas
-
Teniente 2° Alfredo Goblé
-
Subteniente Francisco J. Aramayo
-
Subteniente Horacio Lara
-
Subteniente Luis Villegas
-
Subteniente Manuel Chávez
-
Subteniente Manuel J. Gandarillas
-
Subteniente Segundo Altamirano
-
Subteniente Rodolfo Abaroa
-
Subteniente N. Burgos
-
Subteniente Abdón Jurado
-
Subteniente N. Jurado
-
Subteniente José R. Miranda
-
Subteniente Hilarión Torres
-
Subteniente Luciano Caballero
-
Subteniente Manuel Pereira
-
Subteniente Modesto Carrazana
-
Subteniente Avelino Aramayo
-
Sargento 1° Pedro G. Crespo
-
Sargento 2° Laureano Pérez
-
Sargento 2° Santiago Toro
-
Cabo 1° José Lino Álvarez
-
Cabo 1° Manuel Vásquez
-
Cabo 1° José Aparicio
-
Soldado Luis Villegas
-
Soldado Pío Salazar
-
Soldado Francisco Rodríguez
-
Soldado Marcos Arispe
-
Soldado Justo Cartagena
-
Soldado José Cruz
-
Soldado Zenón Machicado
-
Soldado Caferino Llano
-
Soldado Toribio Cari
-
Soldado Eugenio Jerez
-
Soldado Demetrio Martínez
-
Soldado Cirilo Flores
-
Soldado Carlos Orellano
-
Soldado Nolberto Corrales
-
Soldado Crispín Aván
-
Soldado Cornelio Charaborca
-
Soldado Juan de Dios López
-
Soldado Juan B. Maldonado
-
Soldado Plácido Pineda
-
Soldado Eloi Pereira
-
Soldado José Guerra
-
Soldado Santiago Astete
-
Soldado Ventura Velásquez
-
Soldado Mariano Pereira
-
Soldado José Manuel Colpa
-
Soldado Acencio Villegas
-
Soldado Tomás Vargas
-
Soldado Mariano Curso
-
Soldado Martín Castillón
-
Soldado Francisco Morales
-
Soldado Manuel Bautista
-
Soldado Vicente Salvador
-
Soldado Bautista Cilis
-
Subprefecto de Atacama José G. Santos Prada
-
Intendente de Atacama Eugenio M. Patiño
En su memoria sobre este combate, Cabrera escribe lo siguiente sobre el
sitio que habían escogido para emboscar a los chilenos:
Al elegir el lugar del campamento para situar mi escasa tropa, que a
medio mes de marzo no alcanzaba más que 120 hombres, incluyendo
entre estos 30 armados con lanza, supuse, como era de presumir, que
las fuerzas enemigas de Caracoles, en caso de venir a atacar a
Calama como no lo harían sino por uno de los tres caminos que
descienden del Loa: por el de Atacama, que cruza el vado de
Yalquincha; por el camino recto que desciende al puente de Topáter y
Carvajal, o por el de Limón Verde que cruza el puente de Chunchuri.
Los puentes de Carvajal y Chunchuri estaba destruidos. No se
conservaba sino el de Topáter, y no con los elementos precisos para
mandarlo destruir en el momento urgente. Elegí este lugar como
campamento para la tropa y centro de resistencia. Además de las
consideraciones generales que no se ocultan a quien lo conoce, tenía
razones especiales que me inclinaban a creer que uno de los puntos
atacados había de ser ese. El día del combate, quedó confirmada mi
apreciación.
Volviendo a la llegada de los chilenos hasta el lugar, así describía la
situación del viaje Sotomayor, en su parte oficial:
Salí de Caracoles a las tres pasado meridiano del mismo día 21, con
las órdenes del teniente coronel graduado don Bartolomé Vivar. La
Compañía de Cazadores del Cuarto de línea, del sargento graduado don
Rafael Vargas. Una Compañía de Cazadores a caballo a las órdenes del
sargento mayor graduado don Juan José San Martín, y dos piezas de
Artillería de Montaña a las órdenes del teniente don Eulogio
Villarreal.
A las dos treinta antemeridiano del día 23, di la orden de marcha,
disponiéndose el ataque a la plaza de Calama, en el orden siguiente:
A las cinco treinta horas ante meridiano, avistamos Calama.
Preventivamente, un piquete de 25 cazadores dirigidos por el Alférez
Juan de Dios Quezada, se dirigió hasta el cruce del río en el sector
conocido como el Vado de Topáter, cuyo nombre deriva de un cerro
adyacente y sobre el cual, se cuenta, antaño se encendía a veces un
fuego en su cima, para orientar a los viajeros indígenas andinos que
iban o venían desde el Altiplano. La traducción del nombre Topáter sería
"Señal de fuego".
Más atrás, eran seguidos por el batallón del 4° de Línea al mando del
Capitán Juan José San Martín, que enfilaría hacia el Vado de Yalquincha,
mientras que el Batallón Cazadores venía al mando del Sargento Mayor
Rafael Vargas tomó la decisión de bajar a la ciudad por otro sector,
conocido como el Vado de Carvajal o de Huaita y en donde se
desarrollaría la parte más cruda del enfrentamiento, a pesar de que la
historia insistió en asociarlo más al vecino Vado de Topáter.
Eran las 7:30 de la mañana. Inesperadamente, cuando se disponía a tocar
la ribera, el grupo de Quezada, los chilenos fueron atacados de súbito
por fusileros escondidos en las instalaciones de la llamada Casa de
Máquinas de Amalgamación y desde entre los matorrales junto al río Loa,
a las órdenes del teniente coronel Emilio Delgadillo. Las descargas las
hicieron a sólo metros de distancia.
El caos se desató de inmediato obligando a los hombres a saltar de sus
asustados caballos, y así el paisaje comenzó ser cortado por el silbido
de las balas en ambos sentidos.
Desatada la violenta lucha, unos 65 cazadores dirigidos por el Teniente
Sofanor Parra, cruzaron el río a toda velocidad tras bajar de sus
monturas, tratando de reducir al enemigo. La Compañía del 4° de línea
dirigida por San Martín corrió a reforzar al grupo de Quezada, en
momentos en que los esforzados pontoneros, no habiendo tenido tiempo
para construir un paso seguro sobre el río, debieron soportar con sus
brazos y espaldas un puente improvisado para que pudiesen pasar los
hombres del 2° de Línea al mando del Bartolomé Vivar. El grupo del 2° de
Línea al mando del Comandante Eleuterio Ramírez, en tanto, ingresó al
campo de batalla por otros sectores adyacentes. Ramírez incluso perdió a
su caballo en esta riesgosa acción.
Y continúa su descripción el parte oficial de Sotomayor, redactado sólo
tres días después:
Desde este momento fue necesario que yo me ocupara, muy
particularmente de la dirección del ataque, con las Fuerzas que
habían atravesado el Loa por el Vado de Carvajal y que venían
comprometidas por la resistencia del enemigo, que había causado
algunas bajas a la tropa de Cazadores a Caballo.
La Compañía de Cazadores del Cuarto de Línea, rompió sus fuegos
sobre el enemigo que estaba atrincherado en la Casa de Máquinas de
Amalgamación, y las Compañías Primera y Segunda, del Segundo de
Línea, mandadas por el teniente general graduado don Bartolomé
Vivar. Y los capitanes: L. Sánchez y J. N. Ramírez, atravesaron el
río Loa sin auxilio de ningún puente, por el lugarejo llamado
Viento. La resistencia del enemigo en esa parte, como la que atacaba
a las órdenes del capitán San Martín, con sus Cazadores del Cuarto,
fue tenaz y sólo pudo obligárseles a dejar sus posiciones
importantes, mediante el arrojo a sangre fría de nuestros soldados.
El Teniente Coronel Vivar recibió la orden de pasar el río con sus dos
compañías, apoyando por el costado derecho por la tropa del 4º de línea,
y por el izquierdo por los cazadores a caballo.
Al no poder sostener más la defensa del paso, tras dos a tres horas de
lucha, los bolivianos comenzaron a retirarse rápidamente con Cabrera,
pero no Abaroa, que seguía en su lugar disparando y decidido a ni echar
marcha atrás. Los chilenos lo conminaron varias veces a rendirse a
cambio de perdonarle vida, hasta que, en un acto de arrojo final, gritó
a Vargas su célebre divisa "¿Rendirme yo?... ¡Cobardes!... ¡Que se rinda
su abuela, carajo!", lanzándose contra las fuerzas del adversario para
encontrar allí la heroica y valerosa muerte.
Aplastada ya la resistencia, se calculó que los tiros dados por los
bolivianos fueron unos 2.200, muy interiores a los cerca de 30.000 dados
por los chilenos, de acuerdo a los informes oficiales de la época.
Puente Topáter, sobre el río Loa, a metros del monumento.
Río Loa, visto desde el actual Puente Topáter.
Llano de los monumentos, vista desde la carretera. A la izquierda, el
monolito u obelisco memorial. A la derecha, el histórico cementerio de
sitio para los caídos.
Vista del monumento principal desde la carretera.
Sector del monumento visto desde el costado, por avenida La Paz.
Otra vista desde el terreno más alto junto a la carretera.
Antes de avanzar al poblado, Sotomayor había emitido una proclama a sus
tropas, en la misma orilla del Loa:
Soldados:
Habéis principiado a soportar las fatigas del desierto y veo con
satisfacción que lo hacéis con la estoica resignación que
caracteriza al soldado chileno.
Vamos a invadir un pueblo extranjero.
Sois la vanguardia del honor de nuestra patria. No necesito
recomendaros la moderación, porque bien sé que tal virtud es
peculiar a los valientes. Sed magnánimos con el enemigo vencido;
pero rechazad con energía cualquiera agresión que se os haga.
Cumpliendo con vuestros deberes merecéis bien de la patria, os
hacéis acreedores de las bendiciones de familias, de vuestros
conciudadanos, y el mundo civilizado os hará justicia.
Estos son los votos y los deseos de vuestros jefes.
Los cazadores izaron el pabellón de Chile en Calama tras disiparse los
humos de la pólvora, poco antes del mediodía, dando por concluida la
difícil jornada. Sotomayor hizo entonces una nueva proclama, dirigida a
la ciudadanía ese mismo 23 de marzo:
¡Habitantes de Calama!
El Gabinete de Bolivia ha expulsado de su territorio a los
laboriosos chilenos y ha confiscado sus bienes...
A este acto de barbarie, vengo a corresponde con actos de
civilización.
Vento al frente de soldados que saben morir venciendo; pero que
jamás han hecho la guerra a las propiedades e intereses ajenos.
Vengo a colocar, bajo amparo de nuestra gloriosa bandera, vuestras
personas, vuestros intereses y la honra de vuestras familias.
Nuestras armas vienen preparadas para el enemigo en campaña.
Para los habitantes pacíficos, chilenos, bolivianos, extranjeros de
todas las naciones, os traemos protección y amparo.
Chilenos:
¡La bandera de la patria os protege!
Extranjeros: ¡Ya lo sabéis! En Chile, todos los hombres, sin
distinción de nacionalidad, gozan de todos los beneficios, sin
soportar las cargas que pesan sobre los nacionales. No necesito
deciros que nuestra bandera protege vuestras personas e intereses,
tanto como los nuestros.
Bolivianos pacíficos!
Vuestras personas y vuestras propiedades son sagradas e inviolables.
Quedáis colocados bajo nuestra especial protección.
Bolivianos indígenas!
Desde este momento, dejáis de ser tributarios. Ya no pagaréis
contribución por cabeza como las bestias. Os traemos la civilización
y la libertad de industrias.
Ni contribuciones, ni impuestos de guerra, ni empréstitos, ni
gabelas de ninguna clase tendréis que sufrir, ni los hijos de la
desgraciada Bolivia, ni nadie.
La paz para vosotros, la guerra para los tiranos.
Como saldo, los caídos por la bandera chilena habían perdido sus vidas,
al parecer en su totalidad, en la entrada de los cazadores a caballo de
Vivar por el flanco izquierdo del lugar de combate, por el Vado de
Carvajal.
Al final, siete soldados chilenos perecieron en la batalla del río Loa,
siendo los primeros caídos de la Guerra del Pacífico. Sus nombres
aparecerán en el parte del Capitán Vargas, del día siguiente al combate:
-
Cabo 1° Belisario Riquelme (aparece a veces como Belisario Rivadeneira Riquelme)
-
Cabo 2° José Exequiel Sepúlveda
-
Soldado José Onofre Quiroga
-
Soldado José de la Cruz Vargas
-
Soldado Carlos Fernández
-
Soldado Rafael Ramírez
-
Soldado Feliciano Martínez
Agregaba el parte que los heridos graves eran los soldados Alejandro
Herrera y José Vergara, y mal heridos los soldados José Bustamante y
Eugenio Meyer. Sólo terminó contuso José del Carmen Gaona.
Me es grato manifestar a V. S. -agregaba Vargas- que la
conducta observada por los señores oficiales y tropa de mi mando ha
sido enteramente satisfactoria.
No cumpliría con mi deber si no iniciar una recomendación especial a
don Sofanor Parra, quien sostuvo heroicamente el puesto que le
confié, pues el enemigo, observando que salía en persecución de la
caballada, volvió sobre sus posiciones haciendo un fuego terrible.
Al teniente Parra lo acompañaba el alférez agregado a esta compañía
don Carlos Souper, quien se batió heroicamente imitando el
entusiasmo de sus compañeros.
Los alférez don Belisario Amor y don Juan de Dios Quezada no han
desmentido la confianza que en ellos había depositado.
Al mismo tiempo recomiendo a V. S. con especialidad al sargento 1°
Facundo Rojas, al id. 2° Ríos Herrera y José Vicente Caris, y los
soldados Juan Mesías y José del Carmen Gaona que, a pesar de haber
perdido su caballo, siguió batiéndose a pie; y en general toda la
tropa se batió con valor y entusiasmo.
Las pérdidas que al enemigo le hayamos causado no puedo expresarlas
con exactitud por la premura de tiempo; pues ellos, como poseedores
del terreno por lo ventajoso de sus posiciones, llenas de montañas,
matorrales y zanjas, han tenido facilidad para ocultar sus bajas.
Sólo hemos encontrado seis cadáveres completamente carbonizados, por
estar dentro de trincheras cuya naturaleza nos obligó a incendiar,
pues estaban formadas por una muralla de adobe, forzada por otra de
pasto seco, una pirca viva y una zanja.
El caso del fallecido Rafael Segundo Ramírez Zúñiga sería el más
importante: de acuerdo a los partes estudiados por el investigador de la
Guerra del Pacífico, don Marcelo Villaba Solanas, sería el primer
chileno en haber caído, de sólo 24 años. Oriundo de Renca, en Santiago,
para su familia se gestionó después una pensión de gracia, en vista de
la desprotección en la que quedaron tras su muerte. También hubo cuatro
heridos chilenos de entre los cazadores, más uno del batallón 2º de
Línea, y quedó levemente herido en su oreja izquierda el Capitán San
Martín, de la compañía de cazadores del batallón 4º de Línea.
Por el lado boliviano, en tanto, 19 hombres iniciarán la cuenta de vidas
ofrendadas a su bandera en la misma conflagración, acompañando a Abaroa.
Lamentablemente, no ha sido posible recuperar la lista completa de
hombres caídos por Bolivia en aquella gesta, salvo por algunos nombres
como el de un soldado N. Carpio y, en la primera nómina acompañando a
Abaroa, un tal N. Menacho que, como vimos en la lista de voluntarios,
era Teniente 1°. En la misma nómina de muertes, Abaroa y Menacho van
seguidos de la frase "y 14 de tropa", en la colección de
documentos oficiales reproducida por Pascual Ahumada Moreno al final de
la guerra.
Otros 34 hombres de la defensa boliviana alcanzaron a ser atrapados por
los chilenos y hechos prisioneros, diez de ellos oficiales: Sargento
Mayor Juan Patiño, Capitán Francisco Zúñiga, Capitán José Díaz, Teniente
1° Nicanor R. Aramayo, Teniente 1° Braulio Vera, Oficial Francisco
Aramayo, Oficial Horacio Lara, y los miembros de tropa Luis Villegas,
Pío Salazar, Francisco Rodríguez, Marcos Arispe, Justo Cartagena, José
Cruz, Eduardo Zúñiga, Zenón Machicado, Ceferino Llano, Toribio Cari,
Eugenio Jerez, Demetrio Martínez, Cirilo Flores, Carlos Orellano,
Nolberto Corrales, Crispín Aván, Cornelio Charaborca (o Chaborca), Juan
de Dios López, Juan B. Maldonado, Plácido Pineda, Eloi Pereira, José
Guerra y Santiago Astete.
Dejaron en poder de los chilenos varias lanzas (31 unidades), fusiles
(43), rifles de diferentes sistemas (45) y escopetas (15), además de
pistolas y municiones.
A las 12.30 P. M. del día siguiente, Cornelio Saavedra notificaba por
telegrama desde Antofagasta a Santiago:
Excelentísimo señor don Aníbal Pinto:
El comandante en jefe de este Ejército, por telegrama transmitido a
las 10 A. M. de hoy, me dice desde Calama lo siguiente:
"Ayer
a las horas 10 A. M. se tomó a Calama después de un sostenido
combate.
El capitán San Martín herido levemente.
De cazadores un soldado muerto y tres heridos.
El comandante Ramírez nombrado Gobernador de la plaza de Calama.
Los bolivianos más caracterizados se mandaron mudar del lugar.
Hay prisioneros.
Los fugitivos toman dirección de Cobija.
Todo queda tranquilo".
Dios guarde a V. E.
Más tarde, sin embargo, Saavedra comienza a rectificar la lista de
fallecidos hasta aquel momento (algunos habían muerto a causa de sus
graves heridas), informando por telegrama a la Intendencia de
Valparaíso:
Nuestras pérdidas en Calama son siete cazadores a caballo muertos y
tres heridos. Infantes, cuatro heridos.
El lunes saldrán para Valparaíso los siguientes prisioneros: general
Canseco, un sargento mayor, dos capitales, siete oficiales
subalternos, veintiséis hombres de tropa.
Para el día 25 de marzo, unos dos mil chilenos se agrupaban a celebrar
la noticia de la Toma de Calama en la Plaza Colón de Antofagasta,
incluso desde antes de la hora acordada por los organizadores del mitin,
presidido por Francisco Bascuñán Álvarez y con los secretarios Antonio
Toro y Ramón Valenzuela Valdovinos, todos elegidos en el lugar. Hubo
discursos patriotas entre los que destacó el del oficial de Ejército de
Chile e influyente hombre público, don Juan de Dios Salvo, al hacer esta
encendida declaración que, de paso, confirmaría quién fue el primer
chileno caído en la batalla:
Señores:
Este suelo que Chile ha regado tantas veces con el sudor de sus
hijos acaba de serlo con sangre. Este suelo, ayer boliviano por la
generosidad de Chile y hoy chileno por derecho, retornó a nuestros
sacrificios y fatigas por darle vida, con la violencia y la codicia
de sus mandones; nuestra lealtad con su mala fe, y la mano pródiga
que sepultaba capitales en su seno para arrancar al desierto la
riqueza de sus entrañas, vio que era imposible detener la ambición
boliviana por el respecto que las gentes cultas deben a su palabra
solemnemente empeñada.
La vía de las concesiones que Chile reconocía a grandes pasos en
favor de nuestros vecinos los hizo creer que el momento del pillaje
había llegado y, fuertes con su misma debilidad, nos provocaron a
esta guerra seguros del auxilio de otro pueblo que también nos
retorna con felonía importantísimos servicios. Pero esa traidora
coalición, aunque acostumbrada en el horizonte público, no detiene
ni siquiera un momento a los hijos de los héroes de Yungay, del
Puente Buin, de la Portada de Guías, aceptan el reto, y ahora, como
en 37 y 39, corren a la lid sin contar sus enemigos.
Calama acaba de ver nuestra vanguardia y sus defensores huyen en
este momento despavoridos por el desierto, después de tres horas de
resistencia, en que atrincherados y emboscados, apenas han tenido
tiempo suficiente para ver cómo se bate y cómo muere el soldado
chileno.
¡Honor y gloria a los valientes que han recogido la primicia de los
laureles!
Nosotros, sus compañeros, que luego es seguiremos, les llevamos
vuestros aplausos y vuestros votos, y os aseguramos que será su
mejor recompensa.
Hoy sois mil que en torno a nuestra bandera os agrupáis para
celebrar la primera jornada del Ejército del Norte; mañana serán dos
millones los que rendirán honores a la primera sangre derramada en
el desierto, el valiente cazador Rafael Ramírez.
Si mi voz llega hasta ti, simpática víctima, os ruego que
anticipándonos al hilo eléctrico esparzáis la noticia por todos los
ámbitos del Chile, para sostener el entusiasmo de los buenos y la
mesa para sus destrozadas huestes en Calama que, desnudas de cabeza
y pie, corren sin rumbo en el desierto en busca de refrigerio;
decidle: ya es imposible vencer a hombres que se baten como vos y
vuestros compañeros,; decidle que 20.000 chilenos esperan una sola
voz para seguir vuestras huellas. Y en seguida, posándonos sobre la
cumbre del majestuoso Illimani, dormid el sueño eterno, que tal
tumba merecéis.
El sacrificio de Abaroa, en tanto, había impresionado tanto a los
soldados chilenos, que le dieron una sepultura con honores militares y
disparos de salva en el pequeño Cementerio de Calama, durante esa misma
tarde de la toma de la ciudad, aunque por carecer de una bandera
boliviana para honrar las pompas, decidieron envolver su cuerpo en una
de Chile, como homenaje.
Era de esperar, pues, que la resistencia de Calama, de 135 hombres según
Cabrera, incluso valiéndose del factor sorpresa y de la primera
agresión, no pudiera resistir la ocupación de las fuerzas chilenas. Y
quizá intentando reducir un reproche a la derrota y huida o bien
haciendo notar cuánto se necesitaban los refuerzos que nunca llegaron,
el mismo Cabrera informaba al cuartel general, el día 27, subiendo los
números de la fuerza enemiga que debió enfrentar:
...las fuerzas de Chile en Caracoles que no bajaron de 800 hombres
cuando se hizo la intimación, no se creyeron bastante poderosas para
la toma de Calama, defendida únicamente por unos pocos ciudadanos.
Fue preciso que hicieran venir de Antofagasta mayor número de tropas
y a uno de los más acreditados jefes.
Reunido ahí un Ejército efectivo de 1.400 a 1.500 plazas, con las
armas más perfeccionadas por su precisión y alcance, con once piezas
de artillería de montaña y dos ametralladoras, en la madrugada del
día 23, empezó a descender rápidamente por la quebrada principal que
de Calama conduce a Caracoles. En ese Ejército se notaba también un
cuerpo de caballería.
El saldo tan negativo de la experiencia en la resistencia de Calama,
llevó al Ejército de Bolivia a la creación de su V División, comandada
por el General Narciso Campero, aunque no fue suficiente para recuperar
la ciudad.
La audacia del Capitán Vargas fue celebrada por sus camaradas de armas y
reconocida después por el enemigo. Sin embargo, los reproches cayeron
sobre el Coronel Sotomayor, criticado por su conducción de este
enfrentamiento. Para peor, el propio Presidente Aníbal Pinto le restó
valor a esta acción militar, por considerarla estratégicamente poco
relevante en el desarrollo de aquella etapa de la guerra que, como se
sabe, estaba enfocada principalmente a las acciones de mar.
A pesar de la mirada incomprensiva de Pinto, Sotomayor informaba en el
parte:
Calama, como posición militar, es de gran importancia prestándose
ventajosamente para la guerra de emboscadas. Los matorrales que la
rodean tienen de espesor en general, seis metros, por otros tantos
de altura. Los únicos puntos para atacarla con alguna ventaja, son:
el camino de Chiu Chiu al oriente, y el de Cobija a Tocopilla al
poniente, sin embargo, de que los matorrales se prologan al oriente
como cuatro kilómetros más o menos, surcando esta parte tres
caminos, dos para caballos y uno carretero.
Vista del conjunto conmemorativo, con el obelisco al centro.
Vista de las escalinatas del monumento.
Monolito lateral y dos simpáticos
perros callejeros que viven en el lugar.
Vista posterior del conjunto. Se aprecia la base de sillar.
Vista posterior más abierta. A la derecha, se observa el monumento
adicional en el conjunto, ya sin placa ni información. Al fondo a la
derecha, la silueta del Cristo del Desierto en horas de la mañana.
Costado derecho del obelisco.
Placa
conmemorativa, en el plinto del obelisco.
Todo aquello sucedía cuando don Joaquín Godoy, el representante chileno en
Lima, ya había logrado hacer reconocer al Presidente Mariano Ignacio
Prado del compromiso secreto de Perú con Bolivia, el día 21. Ahora, sólo
tres días después de los hechos de Calama, Godoy recibía una nerviosa
nota del Gobierno de Perú en donde descartaba la posibilidad de declarar
la neutralidad frente al conflicto Chile-Bolivia, antes de que recibiera
autorización del Congreso peruano en un mes más, plazo absurdo y abusivo
a la luz de la gravedad que habían alcanzado los hechos.
El Presidente Pinto, por fin alertado por la situación y rompiendo la
pasividad pasmosa que había llevado en esta crisis, llamó a Reunión de
Gabinete el 1º de abril siguiente, en donde quedó claro que la
declaración de guerra sería inevitable. Aunque se decidió mantener el
proyecto de ley en secreto, la noticia de todos modos se filtró a la
prensa internacional.
El Congreso Nacional recibió el proyecto de declaración de guerra contra
Perú y Bolivia, siendo publicada la ley que la autorizaba el día 5 de
abril, haciendo coincidir la fecha con el aniversario de la Gesta de
Maipú de 1818. Una semana después, el Canciller chileno Alejandro Fierro
comenzó a notificar a los cuerpos diplomáticos residentes en Chile de
las razones de esta declaración de guerra y sus alcances.
Por el lado de Chile, siempre se visualizó Calama como el primero de sus
triunfos, elogiando la actuación de sus hombres en aquella lid y los
gestos de hidalguía y honor que mantuvieron para con los restos de
Abaroa, cuyo nombre se dio a una de las principales avenidas de la urbe,
además. Sin embargo, la ciudad no contaba con un monumento propio para
tal episodio histórico, a pesar de recordarla en el nombre de su propia
plaza de armas, bautizada 23 de Marzo. Así, pensando a futuro y en la
deuda con la memoria, organizaciones del Club de Rotarios de Calama y de
Chuquicamata iniciaron una campaña para construir el Monumento de
Topáter, recibiendo aportes de la minería del cobre, según entendemos, y
tentando a la Municipalidad de Calama a participar del plan.
Se decidió colocar la primera piedra del monumento a unos 200 metros del
lugar exacto de la batalla en el paso del río y a un costado del
cementerio de sitio de los caídos, en ceremonia del el 18 de septiembre
de 1933, ante el interés de las autoridades, la presencia ciudadana y la
atención de las organizaciones de veteranos sobrevivientes del 79. En la
ocasión, además, se puso bajo el lugar en donde está el obelisco, un
cofre sellado con el acta de erección del monumento, más la firma de los
concurrentes y participantes del acto.
Aquello sucedió en el contexto de la realización de la Convención
Rotaria de Chuquicamata, precisamente en esos días y dirigida por el Dr.
Guillermo Münich, Gobernador del Distrito Rotario en Chile. Al
encuentro, había sido convocado como invitado especial la organización
de rotarios de Bolivia, quienes participaron haciendo su parte en la
ceremonia. La invitación la realizó el Rotary de Calama unos días antes,
por correspondencia dirigida al Cónsul de Bolivia, señor Andrónico
Abaroa, descendiente del héroe boliviano en el mismo combate de 1879.
Como se puede verificar, entonces, el origen de este monumento no estuvo
en algún afán revanchista o exaltación patriótica propiamente tal, sino
en un acto fraterno entre rotarios de Chile y Bolivia. De hecho, la
elección de la explanada en la bajada del cerrito Topáter como lugar
para el monumento, se hizo para homenajear también el sacrificio del
héroe boliviano Abaroa. Así, los discursos centrales de aquel acto del
día de Fiestas Patrias de 1933, estuvieron a cargo de don Eduardo Alvear
Urrutia, presidente del Rotary Club de Chuquicamata, de don Sergio
Cabrera Bello, y del delegado del Rotary Club de Bolivia; además, del
Gobernador del Departamento de El Loa, don Carlos Souper Maturana, el
Comandante del Regimiento Andino de Calama, don Julio Bejares, y el
Presidente de la Colonia de Bolivia, don Daniel Carranza.
El conjunto conmemorativo está compuesto por el obelisco con coronas de
laureles en todas sus caras, sobre las gradas con peldaños en una sólida
sillería, rodeado de postes encadenados. Al centro de la rueda de
laureles de la victoria, originalmente estaba el engranaje emblema del
club de rotarios, pero este símbolo ya no existe en el monumento. En el
zócalo rectangular del obelisco, puede verse hoy una placa metálica con
la siguiente inscripción, me parece que desde el Centenario de la
Batalla o después, pues originalmente no estaba allí:
GUERRA DEL PACÍFICO 1879-1883
COMBATE DE TOPÁTER
23-MARZO-1879DURANTE LA CAMPAÑA DE ANTOFAGASTA FEB-OCT 1879, FUERZAS CHILENAS CON LA MISIÓN DE OCUPAR CALAMA, COMBATIERON Y VENCIERON AQUÍ A LAS TROPAS BOLIVIANAS.
Es, técnicamente hablando, un tanto discutible esa indicación de una
"campaña" de Antofagasta, pero así está el monumento. Además, está
acompañado de un bloque sobre un plinto de roca más pequeño, a un
costado, en donde ya no se ve ninguna placa o información sobre qué
alusión específica hacía, aunque sospechamos que pudo tratarse de un
homenaje especial para el Capitán Vargas o los primeros caídos.
Junto al monumento, por la explanada que se extiende junto a la
carretera, se encuentra el antiguo cementerio de sitio de la Batalla de
Calama. Corresponde a un área con perímetro de viejos muros bajos de
adobe, en algunos tramos muy ruinosos, en donde cerraba el paso una
puerta con rejas de arco que ahora siempre está abierta. Este sitio era
el lugar en donde se sepultó a los fallecidos, y es probable que aún
haya chilenos sepultados en el lugar, según la documentación que manejan
en el Museo de la Guerra del Pacífico "Domingo de Toro Herrera".
Acceso al vecino sector del cementerio de sitio.
Murallones de adobe y quincha rodeando al pequeño cementerio.
Observación de los murallones, sector opuesto.
Animita cerca de la entrada. Perteneció a un Daniel Alejandro Vásquez
Ramírez, fallecido un 12 de noviembre de 1999. Las paredes de adobe
están muy dañadas.
Reja del acceso al mismo recinto.
Uno de los perros del lugar entra y sale al pequeño cementerio.
Tumbas y monumento memorial al interior del pequeño cementerio.
En primer plano, el monumento memorial boliviano. Atrás, la cripta
blanca.
Vista hacia el cerro del Cristo del Desierto, al fondo.
Gran estatua del Cristo del Desierto y su plaza verde.
Acercamiento lateral a la figura de Cristo.
La estatua del Cristo del Desierto.
En el aniversario del combate en el año 1952, tras una gestión iniciada
en lo que parecía ser un período de acercamiento entre ambos países, los
restos de Abaroa fueron exhumados y llevados con honores militares del
Ejército de Chile desde el Cementerio de Calama hasta la frontera con
Bolivia, a partir del 19 de marzo. Allá fueron recogidos para ser
sepultados bajo su monumento en la Plaza Abaroa, de La Paz. Años
después, el 10 de abril de 2007, el gobierno chileno instaló una placa
de homenaje a Abaroa en el Regimiento Topáter, con representantes
civiles y militares de ambos países en la ceremonia inaugural.
En Bolivia, sin embargo, se ha ido asumiendo paulatinamente la memoria
de la Batalla de Calama con una imprecisa "defensa del litoral
boliviano", a pesar de los casi 160 kilómetros de línea recta que
separan a la ciudad de las costas más cercanas y de la nula resistencia
que hubo a la ocupación chilena en Antofagasta, donde realmente debió
tener lugar esa supuesta defensa. El extraño concepto se ha difundido
especialmente en las últimas décadas, producto de la propaganda que
acompaña constantemente la demanda marítima de Bolivia.
El entonces cónsul de Bolivia en la ciudad, don G. Alfredo Arze Aguirre,
hizo instalar en diciembre de 2002, un sencillo monumento al centro del
perímetro de muros de adobe en donde estuvieron las sepulturas de los
caídos, muy cerca del monumento como hemos dicho. Se trata de un
monolito del mismo material que el pretil de paredes, con una placa en
donde se leen versos del educador y escritor boliviano Félix Reyes
Ortiz:
Vosotros que posáis la planta altivos
entrad aquí por el dolor cubiertos.
Que nunca la algaraza de los vivos
ha de turbar la calma de los muertos.
entrad aquí por el dolor cubiertos.
Que nunca la algaraza de los vivos
ha de turbar la calma de los muertos.
El reivindicacionismo territorial altiplánico, por su parte, ha
declarado oficialmente el 23 de marzo como el Día de la Pérdida del
Litoral o Día del Mar de Bolivia, con una sentida ceremonia
anual que incluye minutos de silencio, proclamas de recuperación del mar
y elogios a la memoria de Abaroa. Su historiografía oficial, además, ha
llegado a instalar la especie de que el intento de recuperación de
Calama con el que coqueteó la flamante V División del Ejército de
Bolivia tras la épica de Topáter, era en realidad un esfuerzo de
recuperación del litoral completo, cruzada representada ahora, por
alguna razón geográfica y estratégicamente incomprensible, en esta
ciudad chilena.
En contraste, Chile ha ido reduciendo sólo a un carácter militar el
recuerdo señalado por el monumento del monolito de Calama, perdiéndose
en sentido de amistad chileno-boliviana que inspiró a la instalación,
como vimos. Además, el sentido histórico del pequeño cementerio del
conjunto quedó un poco desacralizado, y actualmente hasta se pueden
encontrar sepulturas de mascotas en él, además de
animitas recordando a muertos humanos en el sector y una gran
sepultura blanca. Cada año, sin embargo, se realiza una recreación del
23 de marzo de 1879, conocida como la Alegoría del Topáter, con
presencia de la ciudadanía y las autoridades.
Por otro lado, valiéndose de la apelación religiosa con la que muchas
veces se intenta "exorcizar" el nacionalismo conmemorativo que generan
estos sitios históricos, como sucede con el
Cristo de la Concordia en el Morro de Arica o la Virgen de Punta
Gruesa en Iquique, se recurrió a una estatua de proporciones enormes
para ser instalada en el cerrillo frente al monumento, junto a los
anillos viales de la carretera: el Cristo del Desierto o Cristo Redentor
de Calama, como se le llama, inaugurado por la Municipalidad el 14 de
septiembre de 2008. Obra de 12 metros de altura, el Cristo del Desierto
surgió de un proyecto sostenido entre las municipalidades de Calama,
que se encargó de la instalación y las luminarias, y la de Palpalá en
Argentina, que regaló la figura trabajada por siete artesanos.
También existe un proyecto entre CODELCO y la Municipalidad de Calama,
para construcción de área verde que unifique todo el grupo central
conmemorativo en el Parque Memorial Topáter, aprobado en 2018 y que
involucraría sombreaderos, instalación de juegos infantiles, iluminación
pública y peatonal, en más de 25 mil metros cuadrados de terreno.
Empero, algunas resistencias, críticas y eventuales conflictos por la
posesión de los terrenos necesarios para construir el parque, se han ido
presentado como obstáculos para tal propósito.
Será el tiempo el encargado de decir si el proyecto del Parque Memorial
Topáter llega o no a concretarse en todos y cada uno de sus muchos puntos-etapas.
Comentario rescatado desde el primer lugar de publicación de este artículo, en el blog URBATORIVM:
ResponderEliminarUnknown9 de abril de 2019, 15:17
He leído atentamente esta información del comienzo de la guerra del Pacífico y me aclara muchas cosas, terrible conflicto entre hermanos.