MI REPORTE GONZO DEL ECLIPSE SOLAR 2019 DESDE EL VALLE DE ELQUI

Maravilloso momento central del enroque cósmico, observándolo desde los montes al interior de Paihuano.

Coordenadas: 30°02'13.3"S 70°27'19.9"W (Lugar de observación oficial en Paihuano) / 30°02'13.3"S 70°27'19.9"W (Lugar de nuestra observación)

A diferencia de la mancha tenue que vimos en los cielos chilenos quienes éramos niños habitando esta Tierra al paso del cometa Halley, hacía 33 años, el sublime eclipse de 2019, con su epicentro de observación en el Norte Chico de Chile, resultaba un evento demasiado espectacular y conocido como para embaucarnos con propaganda y publicidad de los chupatintas, como en aquel año de 1986... Sabemos bien que las grandes experiencias se persiguen, pues sólo las profanas llegan solas.

Partí con mi tocayo Cris Meneses en esta nueva aventura de astroturismo. El destino en la Región de Coquimbo lo conocemos bastante, o al menos eso creíamos. Visitamos estas tierras desde nuestros primeros viajes veraniegos, en los años noventa. La última vez que estuvimos en alguna andanza parecida, aunque no aquí, fue con la Superluna de noviembre del año 2016, evento astronómico del que también publiqué un reporte acá, tanto o más gonzo que éste.

No pudo ser más feliz la coincidencia que permiten estos órdenes astrales, al asignarle al Valle de Elqui algunas de las ubicaciones de privilegio para admirar y dejarse hipnotizar por el fenómeno. Aquellas comarcas del Norte Verde de Chile, además de la fama mística y espiritual, de su calidad como cuna de la poetisa Gabriela Mistral, de su valor arqueológico (vinculado fundamentalmente a la cultura diaguita y relacionadas) y de su atracción "natural" como territorio pisquero, se ha esforzado por atraer a los interesados en el turismo astronómico con muy buenos resultados.

Todo estaba ya en modo eclipse a nuestra llegada, por lo tanto: las plazas, los afiches de las vidrieras, la señalización, los carteles del comercio, la decoración de escaparates, etc. Sólo en los períodos del Desierto Florido o las Fiestas Patrias puede verse una identidad estacional tan reforzada en toda la zona. Además, muchas bodegas de vino, pisco o cerveza aprovecharon de sacar sus propios productos "conmemorativos" del eclipse dentro del territorio, por la misma razón.

La pintoresca situación favorable al turismo cultural de la provincia, ha sido facilitada en la región por la presencia de históricos observatorios como el de Cerro Tololo, Las Campanas y La Silla, más los consagrados a las guías de viajeros como el Observatorio Mamalluca, dispuesto especialmente para los visitantes e inaugurado en Vicuña en 1998, a los que se suman los de Cerro Mayu, Collowara, Cancana, SOAR, Pangue, Chakana, Cerro Pachón, Gemini Sur, Cielo Sur, Verschatse y El Sauce. El que las reservas hayan copado la hotelería de la provincia para este último evento natural, confirma también la apreciación de que Elqui es, definitivamente, una puerta de mirada y quizá de intercambio con el Cielo en todos sus aspectos, desde el místico al científico, con su célebre Ruta de las Estrellas.

El primer eclipse solar completo del que se hizo crónica en este territorio del Norte Chico de Chile fue el del 9 de junio de 1592, visto en La Serena y ocurrido poco antes de cumplirse 43 años desde de la refundación de la ciudad. Fue posible observar aquel eclipse solar en su fase total desde Combarbalá hasta el sector de Pichicuy, al Sur de Coquimbo. La ocultación absoluta del Sol duró poco más de dos minutos y medio, tal como el de ahora, aunque la destrucción y desaparición de archivos históricos serenenses no ha dejado mucho testimonio del mismo.

Otros eclipses totales del Norte Chico, previos al que acaba de suceder, han tenido lugar en las siguientes fechas:

  • 15 de marzo de 1839, visible en Tongoy, Ovalle y Andacollo. Fue especialmente admirable en las localidades como Sotaquí y Monte Patria, con una duración de 2 minutos y 36 segundos.

  • 16 de abril de 1893, visible en La Higuera, Huasco y Vallenar, abarcando parte de las regiones de Atacama y Coquimbo, desde donde fue observado y documentado por tres delegaciones científicas: la chilena del Observatorio Astronómico Nacional de la Universidad de Chile, otra del Observatorio del Harvard College y una tercera del Observatorio Lick, estas dos últimas de los Estados Unidos. Las comisiones dejaron importantes registros y fotografías históricas de este evento. El investigador Alberto Tapia Tujillo publicó hace muy poco un libro dedicado a este acontecimiento histórico, titulado "Eclipse Total de Sol, 16 de abril 1893".

  • 9 de septiembre de 1904, visible en Chañaral y Diego de Almagro (llamado a la sazón Pueblo Hundido), localidades de la Región de Atacama.

El último eclipse solar del martes 2 de julio de 2019, en cambio, se vio en Coquimbo, La Serena, La Higuera, Cachiyuyo y Vicuña. Se hizo observable en forma completa por toda una franja o umbra ("banda de totalidad") que recorre el océano Pacífico con unos 150 a 200 kilómetros de ancho. La visualización del mismo comenzó al Este de Nueva Zelanda y, al tocar territorio chileno, lo hizo por el sector de La Higuera, 50 kilómetros al Norte de La Serena, con rumbo hacia el Sureste hasta Chapilca, en Vicuña, para continuar desde allí hacia territorio argentino. Así, la banda de observación del eclipse total estuvo distribuida  en Chile, entre la Región de Coquimbo y la de Atacama, hasta el sector Domeyko.

Un registro del eclipse, desde nuestro sitio en la Quebrada de Paihuano. Advierto que tuve algunos desencuadres y errores de captura por estar operando un par de equipos más mientras grababa. Para ver momento exacto del Eclipse Total, ver desde el minuto 19:20, aproximadamente.

Eclipse solar del 16 de abril de 1893, en fotografía captada en Atacama mostrando el cubrimiento total del Sol y la corona solar tomada por el Profesor John Martin Schaeberle, del Observatorio Lick. Fuente imagen: "Popular Science Monthly" volumen LX, de J. Makeen Cattell (noviembre de 1901 - abril de 1902).

Ilustración de Desmadryl para el eclipse del Sur de Perú de 1853, mostrando la corona solar en el momento del cubrimiento total del Sol. Fuente imagen: "Informe sobre las observaciones hechas al eclipse solar de 30 de noviembre de 1853, presentado al Señor Ministro de Instrucción Pública", por Carlos Moesta, Santiago de Chile - Marzo de 1854.

Plano difundido por el Observatorio Nacional Solar de EE.UU., AURA y la Fundación Nacional de Ciencias de EE.UU. Usa la franja del Eclipse de la NASA, generada por Fred Espenak, Bessleian Elements para el Eclipse de Julio, 2019. La franja sombreada entre las líneas azul y roja muestra el sector geográfico en donde se vio la totalidad del eclipse, mientras que la línea verde indica en dónde se vio con la mayor duración (promedio de 2 minutos y 36 segundos).

Informativo en Paihuano, señalando los principales puntos para el avistamiento del Eclipse 2019 en la Región de Coquimbo.

"Hechos todos los preparativos necesarios, salimos en el vapor del 1.° de noviembre de Valparaíso para el Norte, y llegamos el 9 del mismo mes a Pisco, donde se desembarcaron los instrumentos en buen estado. Pisco es un pueblo distante corno 10 a 12 cuadras de la costa y se eleva como 40 a 50 pies sobre el nivel del mar".

Informe sobre las observaciones hechas al eclipse solar de 30 de noviembre de 1853, presentado al Señor Ministro de Instrucción Pública", por Carlos Moesta, Santiago de Chile - Marzo de 1854 (pág. 4).

Por las descritas razones, Chile fue el principal de los países bendecidos por la posibilidad de observación del pasado fenómeno, no obstante que éste pudo verse en parte de Argentina y en forma parcial (es decir, sin que el Sol sea totalmente cubierto por la Luna) también en territorio polinésico (islas Samoa, Tonga, Cook, Kiribati, Polinesia Francesa y Pitcairn), Bolivia, Ecuador, Perú, Colombia, Uruguay, Brasil y Paraguay, además del resto del territorio chileno.

A pesar de la preferencia de gran parte del público local y visitante por establecer su punto de contemplación en el Valle de Elqui, sin embargo, la Fundación Chilena de Astronomía, junto al astrónomo y Premio Ciencias Exactas de 2015, Mario Hamuy, habían publicado una lista con los siete mejores lugares de la línea de observación: La Higuera (Región de Coquimbo), Entre Pircas (Región de Atacama), Incahuasi (Región de Atacama), Aeródromo del Observatorio La Silla (Región de Coquimbo), Posada El Escorial (Región de Atacama), Cachiyuyo (Región de Atacama) y Domeyko (Región de Atacama).

Fue por aquellas tentaciones que partimos, entonces, hasta Coquimbo, buscando el centro del avistamiento, algo nada fácil considerando que todo el territorio se preparó afanosamente ofreciéndose en cada punto como lugar ideal para la recepción de los miles y miles de turista que atestaron el comercio, los hospedajes y hasta dos días de atochada circulación por la autopista de la Ruta 5 Norte, durante este breve período. Incluso, algunas localidades que no ofrecían la posibilidad de un eclipse total, sino parcial, tuvieron promoción para el evento en sus plazas centrales y con gran concurrencia de gente. Todos felices y satisfechos, por lo mismo.

De ese modo, tras grandes meditaciones y consultas en terreno, decidimos partir a la ubicación de Quebrada de Paihuano, al interior del poblado de Paihuano en el Valle de Elqui (Ruta D-495), en donde se tendría otro de los puntos más recomendados para la observación de este concierto en la sinfonía astral.

Cabe añadir que la ciudad de Vicuña y algunos sitios de sus alrededores fueron de las favoritas para los visitantes y de las productoras que organizaron los encuentros respectivos, pero no todas ellas servían para la admiración plena del eclipse, dadas las características del valle entre cerros, salvo que alguien tuviese el ánimo de escalar alguno de los montes más altos. Tal caso fue el del propio poblado de Pisco Elqui, en el corazón de estos paisajes elquinos.

Este último eclipse incluyó así no sólo el asombro magnánimo del acontecimiento mismo, sino también varias actividades pensadas precisamente para conmemorar, complementar y acompañar el evento. El mismo día 2 de julio, por ejemplo, se celebró el aniversario de los 50 años de Observatorio La Silla, ubicado en la comuna de La Higuera, que reunió a una cantidad enorme de gente como lugar recomendado para la observación, incluyendo autoridades de gobierno. Esta actividad fue organizada por ESO (European Southern Observatory), en el marco de sus cinco décadas de operaciones en Chile. También se instaló un monumento memorial en la Plaza de Armas de La Higuera, para recordar en la posteridad este espectáculo natural.

Paihuano hizo lo propio, por cierto, instalando en su entrada por la carretera del Valle de Elqui una gran presentación con su nombre y las alusiones a sus principales atractivos, incluyendo la astronomía. El trabajo de instalación todavía estaba en sus últimos toques después del eclipse, cuando nos fuimos del valle al día siguiente.

Del mismo modo, se realizó también un simposio científico alrededor del día del eclipse, titulado "Campos magnéticos solares y estelares: Orígenes y manifestaciones", correspondiente a la versión 354 del simposio de la Unión Internacional de Astrónomos Profesionales (IAU), con asistencia de unos 300 astrónomos internacionales. El encuentro, realizado desde el 30 de junio hasta el 6 de julio, tuvo lugar en  la ciudad de Copiapó, con apoyo de la Universidad de Chile y la Universidad de Atacama.

Observatorio de Cerro Tololo, visto desde Vicuña.

Instructivos para los turistas que llegan a ver el eclipse, en Vicuña.

Paneles informativos para los visitantes en la Plaza de Vicuña.

"Voy al eclipse y vuelvo", en los estacionamientos de la Quebrada de Paihuano.

"La Luna, cuyo diámetro estuvo a esta hora como 82" mayor que el del Sol, se presentó como un círculo perfectamente negro y muy distinto en su circunferencia a la simple vista. Al rededor de ella se veía un anillo luminoso llamado corona de luz, cuya suave luz tenía un color entre blanco y azul, semejante a la que despide el gas. Esta luz era tan brillante en donde tocaba la margen de la Luna, como la luz del plenilunio en una noche serena de Santiago; mas su intensidad iba disminuyéndose rápidamente, en términos que a una distancia igual a la cuarta parte del diámetro de la Luna poco mas o menos, se confundía ya con la luz pálida del cielo. Figurándose por un momento un circulo vertical por el centro de la luna, se dividirá dicho anillo en dos partes, a saber: la una situada al Sur y la otra al Norte del círculo en cuestión. Casi toda, la parte septentrional del anillo fue uniforme, la parte opuesta, sin embargo se compuso de muchos rayos que salían al parecer del anillo y que todos tenían casi la misma altura con excepción de dos rayos muy largos. De estos últimos el uno se dirigía hacia arriba, inclinado como unos 20° al Sur del vertical, y según estimación, hacia arriba tan largo como el diámetro de la Luna; el otro se dirigía del anillo hacia abajo, no diametralmente opuesto al anterior, sino inclinado como 10° al Norte del vertical y un poco mas corto que el primero".

"Informe sobre las observaciones hechas al eclipse solar de 30 de noviembre de 1853, presentado al Señor Ministro de Instrucción Pública", por Carlos Moesta, Santiago de Chile - Marzo de 1854 (pág. 9).

Volviendo a nuestro andar por la Quebrada de Paihuano, conseguimos alojo en la casa de una generosa familia que reside justo enfrente de la cancha de fútbol vecina al colegio local, espacio que se convirtió en el estacionamiento principal del lugar con una módica paga. Es el hogar del matrimonio de doña María Angélica y don Lucio, residiendo allí con su hijo Luca, joven trabajador municipal que estuvo muy ocupado el día del eclipse, y con su nuera Conie, muchacha oriunda de Coquimbo. Una hospitalaria familia a la que se unió después Jean, amigo del matrimonio y singular personaje que nos puso al día con varias otras curiosidades de la historia local.

La celebración oficial del eclipse se realizó dos kilómetros más arriba de estos mismos estacionamientos, a los que se llegaba en buses de acercamiento tras hacer una larga fila, o bien caminando por la cuesta, para los más aguerridos. La muchedumbre subía en masa por el camino hacia un llano del sector entre cerros, llamado El Infiernillo, en donde se montó una pantalla de grandes proporciones y un escenario con presentaciones artísticas, con una feria de productos típicos de la zona, sazonadas con constantes apariciones del hiperactivo y joven alcalde de Paihuano en el lugar.

La casa en la que estamos y varias de los vecinos del poblado, han aprovechado la oportunidad de esta extraordinaria concurrencia de personas para ofrecer pequeñas ventas a los turistas, muchísimos de ellos extranjeros: completos, churrascas, papas fritas, sopaipillas, bocadillos varios y hasta el uso de baño o duchas. El trajín es incesante. También aparecen quesos de cabras, pero nada del pisco de la zona, pues la autoridad vigila con severidad estas transacciones. Esto no nos impide beber algunas magníficas cervezas de la planta artesanal "Guayacán", en Diaguitas, en las horas previas a nuestra salida hacia el punto escogido.

Fuimos varias veces a la feria de El Infiernillo en los días previos pero, finalmente, preferimos un lugar ubicado cerca de un kilómetro antes de este llano, en la ladera del cerro en donde se encuentra una curiosa gruta de la Virgen de Lourdes, de la que hablaré más a futuro acá en el sitio. Por un estrecho camino en la pendiente comenzamos a esperar el eclipse, con todos los equipos fotográficos dispuestos, mientras la paciencia se convertía inevitablemente en ansiedad.

Curiosamente, a pesar de haber trepado por este sitio creyendo que encontraríamos la soledad absoluta entre pastos, rocas y aves, una pareja y luego un grupo de muchachos nos salieron amistosamente al paso.

Los minutos de espera se volvieron confusos: es difícil resignarse a órdenes en los que no se puede tener ninguna intervención o injerencia. Aún no sé si pasaron con rapidez o con una lentitud pasmosa, en la alteración de las percepciones previas y excitadas por tan magno evento. Es comprensible que la tensión de tener las cámaras listas y sus accesorios compitiera también con las reflexiones o expectativas más profundas sobre lo que íbamos a presenciar.

La posibilidad de ver desde la Tierra el cumplimiento de esta figura maravillosa en el pentagrama cósmico también es un privilegio para los humanos, surgido de otra feliz coincidencia, como ha explicado hasta la saciedad en estos días el destacado astrónomo nacional y Premio Nacional de Ciencias Exactas de 1999, don José Maza: el Sol se encuentra 400 veces más lejos de lo que está la Luna, mientras que ésta es 400 veces más pequeña que el Sol, por lo que en la alineación sobre la bóveda celeste, son proporcionales en tamaño. Es así como la Luna logra cubrir por completo al Sol y volver el día noche, por unos maravillosos minutos, dejando visible sólo la solemne y casi intimidante corona solar durante aquellos instantes.

Vista desde la cancha de estacionamientos de la Quebrada de Paihuano hacia el cerro La Coipa, cercana al lugar de observación local para el eclipse.

Imponente paisaje del valle, pocos días antes del evento celestial.

Parte de la Vía Láctea en las noches previas, desde la Quebrada de Paihuano.

Los primeros pronósticos de eclipses se intentaban ya en el mundo antiguo, entre asirios y babilonios, por lo general asociados a las repeticiones cíclicas de los registros orbitales de los astros y al cumplimiento del fenómeno en determinados puntos geográficos. Básicamente, era el mismo procedimiento de observación se realiza en nuestros días, en especial con los llamados ciclos saros, compuestos cada uno por un período de 6.585,3 días que se repite a continuación de manera casi idénticas, incluyendo el momento del eclipse, aunque con algunas variaciones también calculables.

La majestuosidad y la inmensidad sublime del evento del que seremos testigos, además, explica por sí solo las efusiones emocionales y los terrores que la naturaleza fuera de nuestro control puede infundir sobre los hombres, incluso no tratándose de episodios catastróficos, como esos que nos tienen tan acostumbrados a las tragedias acá en Chile.

Mientras espero se me viene a la cabeza, por ejemplo, el caso del eclipse solar completo sucedido el 5 de agosto de 1804, según Justo Abel Rosales en "Historia y tradiciones del Puente de Cal y Canto". Visible en Santiago y a pesar de que ya entonces eran pronosticables los eclipses, decía Rosales que fue un acontecimiento desconocido entre la supersticiosa sociedad de entonces y que muchos tomaban por presagio de calamidades o desgracias, escapando despavoridos e histéricos por el Puente de Cal y Canto y el Puente de Palo sobre el Mapocho.

También se creía, por entonces, en una relación solar con temblores y terremotos, así que la masa corría hacia el Norte de la ciudad convencida de estar salvando su vida, creyendo que podrían buscar refugio en las quintas y chacras de La Chimba. En el escape, sin embargo, muchas mujeres fueron atropelladas por la turba y hasta hubo infartados, muriendo víctimas del pánico. Sólo el final del fenómeno y el regreso del Sol devolvió a la sociedad santiaguina la calma, la razón y el decoro, obligándolos a retornar a sus casa aquel día en sus últimos años de coloniaje.

No todo ha cambiado desde aquella época: ese 2019, vi personas en Paihuano asegurando que "tembló" durante el eclipse, por una relación de causa-efecto inexplicable y mágica. También me entero de que aún hay personas convencidas de que si una embarazada contempla un eclipse, su hijo saldrá "manchado". Hasta me juran que hay un caso conocido de un coquimbano que fue afectado por este misterioso mal.

Los territorios chilenos y de países vecinos han sido observatorio de varios otros eclipses solares absolutos igual de espectaculares que el de Santiago en el siglo XIX. Se cuentan once eventos en el país desde su Independencia, de hecho. Sólo en 1958, sin embargo, pudo realizarse el primer registro de un eclipse total, además de ser el último ocurrido en la Zona Central de Chile: el del 12 de octubre de aquel año, con mejor observación desde Rancagua y que duró 2 minutos con 23 segundos. Los santiaguinos pudieron verlo también, aunque brevemente, siendo recordado aún por mi padre, que lo observó de niño. El histórico registro fílmico realizado en Rancagua por un grupo anónimo de astrónomos, fue descubierto en nuestra época en dependencias del Observatorio Manuel Foster del Cerro San Cristóbal, siendo revelado el rollo en la Cineteca Nacional y rescatado por el Instituto de Astrofísica de la Universidad Católica.

De alguna manera, además, los eclipses más recientes han ido reforzando también el prestigio de Chile como país de astronomía científica y popular, como fue el total del 3 de noviembre de 1994 al Extremo Norte, el parcial del 1 de julio de 2000 en el Cono Sur, el total del 11 de julio de 2010 en Isla de Pascua y Sur del país y el total del 2 de julio 2019, por el que ahora aguardamos impacientes al interior de Paihuano.

Por fin, a través de los famosos anteojos que hoy son sólo recuerdos inservibles de aquel hito histórico, nos permiten ver desde nuestro lugar en la quebrada que el perfecto círculo solar ha comenzado a ser cubierto por su costado Sur-Oeste, precisamente en la dirección que va cayendo hacia el horizonte montañoso a causa de rotación terrestre. Esa Luna que tratamos de distinguir por largo rato y que se hacía invisible en el intenso azul del cielo elquino, ha comenzado a superponer su esférica silueta sobre el Astro Rey.

Acceso a los estacionamientos de Quebrada de Paihuano, y una señal en el poste indicando la distancia al lugar de observación.

Feria del sector de Infiernillo en la Quebrada de Paihuano, en horas de la mañana del 2 de julio y poco antes que colapsara de visitantes llegado a ver el eclipse.

Orquesta de Niños del Valle de Elqui, tocando música a la espera del eclipse.

Estamos aún en la fase de eclipse parcial, que ha iniciado hacia las 15:22 horas, a poco de haber subido al borde del cerro. El espectáculo ha comenzado.

Esta sola visión incipiente del eclipse, imposible sin los comentados filtros de los anteojos, ya es asombrosa y casi atemorizante para el primerizo que la contempla, pues se trata de algo nuevo e insospechado. Va más allá de las repetidas y majaderas advertencias de quedar ciego si se mira sin ellos, por supuesto: es como si el cielo mismo se viniera encima de nuestra pobre y diminuta individualidad, recordándole a los hombres quién fija las reglas, quien lleva realmente el timón en las relaciones universales, trascendentes y perpetuas.

A medida de que avanza el círculo lunar sobre el incandescente del Sol, intentamos equilibrar nuestra condición de testigos y observadores con la demanda de energías y atención que exigen las cámaras fotográficas o la toma de registros. A ratos es un desafío. Mi solución fue un sencillo cristal para visor de máscara de soldador, de opacidad N° 11, que he comprado a bajo precio en una ferretería de Santiago. Este artículo me permite distinguir las fases del eclipse al ser ubicado a poca distancia de la lente de la cámara.

Bastaba aquella situación aún parcial de eclipse, sin embargo, para comenzar a advertir desde ya algunos cambios ambientales evidentes, causados por la mengua del Sol: una instantánea baja de temperatura, sumada a una inesperada variación de colores evidente en el paisaje ante nosotros, algo así como una reducción de la gama tonal que no se parece a nada previo que haya visto, sea la tenue luz de la mañana o la penumbra del atardecer. Esto también es nuevo para un primer observador de eclipses, y parte de la intensidad de la experiencia.

Y la historia de las aves engañadas es cierta, además: a medida que avanza la penumbra, comienzan a cantar, confundidas con un día que, falsamente, se acaba ante ellas.

A medida que avanza el fenómeno, crece la atención y su espectacularidad. El Sol intenta mantenerse firme y agrediendo la vista incluso cuando los filtros lo revelan como una mísera línea ígnea, de forma semicircular. Empero, hacia las 16:38 horas ya está exhausto en esta lucha astral, y la Luna lo cumbre por completo: ha comenzado el eclipse total.

La oscuridad cae de súbito sobre el valle... Una oscuridad que tampoco es la misma de albas o anocheceres, sino diferente, muy anormal. El dragón gigantesco que aterraba a los ancestros, ha devorado otra vez al Astro Rey y sólo cabe esperar que lo escupa desde sus entrañas, pariéndolo con una nueva vida.

La corona solar con sus proyecciones fulgurantes, majestuosamente resplandeciente alrededor del perfecto círculo lunar de esta falsa noche, proyecta tímidas gamas de luz en donde todo tiende al gris o al plateado, haciendo que el paisaje adquiera tonalidades que nunca más serían posibles de ver en otra situación, o al menos en las de la normalidad. Por algunos minutos, entonces, el territorio se vuelve reflejo de otra Tierra, de otro planeta gemelo, imaginario; uno que no fue gracias al orden dialéctico del día y la noche, del Sol y la Luna, que hoy juegan sus propias reglas de excepción cósmica ante el asombro y el pavor de los que sólo somos humanos.

Poco más de dos minutos extraordinarios, de una noche que no es noche, con un Sol que no es Sol, convertido en sólo una rueda hueca. Y puede comprenderse el pánico del hombre primitivo ante este mismo y exacto espectáculo, así como la justificación de los enormes viajes y sacrificios que algunos han hecho sólo para ver esto, por un instante que parece abarcar todo el retrato creacionista entre el Génesis y el Apocalipsis.

La contemplación del eclipse, entonces, explica por sí sola el porqué de las reacciones de la humanidad subordinada al pensamiento mágico, ante semejante evento celestial: desde la interpretación ya casi caricaturesca del descrito dragón devorando y luego vomitando a nuestro Sol, hasta las manifestaciones religiosas sangrientas que se asociaron alguna vez a estos eventos, sean las dramatizaciones de sacrificios humanos para la película "Apocalypto" en el mundo maya, o bien los degüellos rituales de camélidos que grupos aymarás realizaron para el eclipse solar de Putre y Visviri, en 1994.

En la espera del eclipse...

Momento del cubrimiento total del Sol.

Acercamiento al momento de eclipse total.

Registro completo de las fases del eclipse.

El Sol comienza a aparecer otra vez.

La efímera noche de dos minutos, empieza a concluir.

Y se hizo la luz, otra vez...

"La corona de luz se ha visto ya durante algunos eclipses anteriores, pero según mi entender nunca con tal brillo y con una forma tan particular como en el presente. La forma radiante de la corona en todo su lado austral hacia esta luz muy parecida a la de la aurora boreal, al paso que la emanación radiante se hizo ver en una escala mucho mayor en los dos rayos largos señalados en el dibujo. El contraste entre dicha parte de la corona y la parte septentrional, de donde parecía emanar una luz suave sin emisión de rayos, realzaba singularmente el aspecto del fenómeno. Creo que se puede explicar satisfactoriamente el tal fenómeno, suponiendo que la actividad de la foto-esfera no es igual en todas sus partes, sino que por ciertas causas se desarrolla más en un punto a expensas de otro. Estas causas son tal vez las mismas que producen las manchas y fáculas, y que se presumen son agitaciones violentas en la foto-esfera".

"Informe sobre las observaciones hechas al eclipse solar de 30 de noviembre de 1853, presentado al Señor Ministro de Instrucción Pública", por Carlos Moesta, Santiago de Chile - Marzo de 1854 (pág. 12-13).

El negro círculo lunar, en tanto, comienza a retirarse al pasar esos dos minutos y medio de oro alquímico. Un chispazo de agresiva luz sale por el mismo costado en donde todo este evento comenzó, volviendo de súbito el resplandor solar sobre la postal cerril. "¡Se hizo la luz!", grita una voz femenina en la distancia, como evocando un eco de aquel evento previo de toda la Creación, en el primer día del Universo.

Volvemos a un estado eclipse parcial entre gritos, celebraciones, sonidos de bandas de bronces, tambores y música que suena por toda la quebrada. Los aplausos son espontáneos y, desde este momento, la dorada batería solar carga de alegría a todos los que están dispersos en este paisaje elquino que, gradualmente, comienza a ser el de siempre, el de antes, o tal vez nunca más el mismo después de tan majestuoso paso bajo la sombra de un enroque divino en el tablero de ajedrez la bóveda celeste.

El fenómeno ha terminando hacia las 16:41 horas. El Sol murió y renació ante nuestros ojos. Deja tras de sí el asombro, la experiencia y aquella inexplicable alegría de las masas, sintiéndose también renacidas, como el propio astro.

El evento celeste tuvo todas las extraordinarias características que se le habían anunciado, a diferencia de otros fenómenos astronómicos que quizá no cumplieron con la espectacularidad previamente publicitada, como las Lunas azules, Lunas de sangre, eclipses lunares, etc. Las expectativas están más que satisfechas, y los esfuerzos por llegar acá se confirman muy justificados, de sobra.

Ha terminado esta jornada extraordinaria, con un atardecer primigenio tras la línea de cerros. El Sol y la Luna han vuelto a sus rondas habituales, aquellas a las que nos tienen acostumbrados, por ahora.

Un día después, dejamos atrás estos valles encantados, marchando por caminos interiores de la región, esos que iban paralelos a la antigua vía férrea y sus túneles, pasando grandes cuestas y bordeando barrancos de vértigo, todavía entre los cerros de las provincias del Elqui, del Limarí y del Choapa. Lidio con las dificultades de tantos años sin conducir más que por tramos cortos de ciudades, cometiendo varios errores y brusquedades en la sinuosa y dura ruta, pero llegamos de vuelta a salvo, cargando en la maleta de experiencias uno de los recuerdos más increíbles de algún viaje dentro del país, o acaso afuera de este planeta. Ya no lo sabría bien, a estas alturas.

Concluida así nuestra aventura bajo la sombra de este histórico suceso, solo quedaba pensar desde ya en el próximo eclipse, que sucedería no dentro de mucho, por otra maravillosa generosidad astral para con este mágico terruño chileno. En el año siguiente, pues, pasaría la efímera noche eclíptica por la Región de la Araucanía, en donde será de tipo total, otra vez, en las localidades de Isla Mocha, Puerto Saavedra, Teodoro Schmidt, Carahue, Nueva Imperial, Freire, Pitrufquén, Gorbea, Loncoche, Pucón, Lican Ray y Villarrica, mientras que para el resto del país será eclipse parcial.

Empero, la crisis sanitaria y las dificultades climáticas frustrarían a muchos en aquella nueva alianza lunar-solar del 14 de diciembre de 2020, dejando a la experiencia del Valle de Elqui como la más espectacular de los registros de eclipses solares en Chile durante los últimos tiempos.

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