"LOS PERROS DE LA PLAZA DE SAN JOSÉ DE MAIPO": UN HERMOSO ELOGIO CANINO DE JULIO VÉLEZ COKE

 

Coordenadas: 33°38'25.5"S 70°21'10.3"W (plaza)
Nota: artículo publicado originalmente a fines de junio de 2018, en mi sitio Urbatorivm.
La lluviosa noche del sábado 9 de junio pasado, a partir de las 19 horas, estuvimos en el lanzamiento del precioso libro "Los perros de la Plaza de San José de Maipo", del veterano escritor e investigador Julio Vélez Coke. La invitación al evento fue extendida por la Ilustre Municipalidad de San José de Maipo y la Casa Cultura Dedal de Oro, en cuya sede se realizó la presentación de la obra.
A pesar de las incumplidas calamidades y nevazones apocalípticas pronosticadas para ese fin de semana, hubo estupenda concurrencia al encuentro y hasta el propio autor estaba sorprendido por la asistencia de gente desde Santiago -incluyéndome- a lo que, quizás, él creía iba a ser un evento más familiar y local, por la relación tan estrecha de los contenidos con esta bella localidad cordillerana, situada en el corazón del Cajón del Maipo. El encuentro contó con música en vivo, discursos, lecturas de poemas y de uno de los cuentos del libro, más el correspondiente cocktail, por parte de su nieta Isadora.
Don Julio es un personaje de enorme currículo: nacido en Santiago en 1928, tiene los modos y cordialidad que fueron proverbiales alguna vez en el pueblo chileno, en las generaciones a las que pertenece. Hombre de letras y de mar, ha sido narrador, ensayista, investigador, editor, columnista de prensa y contador de cuentos. A sus 90 años cumplidos hace poco, su creatividad queda demostrada como aún fecunda, con este nuevo trabajo.
Militante del club "Caleuche", los viajes como marino han estado ligados al trabajo literario de don Julio, y fue en ellos donde comenzó a escribir cuentos, precisamente. Entre muchos otros trabajos, tiene publicadas a su haber obras como "La fragata Lautaro y otros temas náuticos"; y hallándose residiendo en lo que hoy es la Región de Arica y Parinacota, fundó allá la primera editorial regional, publicando también la "Enciclopedia de Arica" en la nortina ciudad.
Es curioso que, tras tantos años produciendo novelas, textos y ensayos, "Los perros de la Plaza de San José de Maipo" sea el primer libro enteramente de cuentos de Vélez Coke, llegando a un estupendo resultado que confirma con creces el tiempo que lleva relacionándose con las letras.
Publicando ahora con sello editorial de Capitel, el autor dedica aquellas noventa páginas de textos e imágenes a color, a sus tres nietos "corazones de cachorros", y ciertamente hay claros latidos del corazón de un abuelo contando las historias del libro; historias dirigidas tanto a niños, los infantes, como a esos niños grandes que su texto es capaz de sacar desde el interior del lector adulto.
Se trata de siete cuentos narrados a través de encantadores perros de diversas razas, orígenes y vidas. Los relatos se ofrecen en primera persona, en algunos casos rematados por el autor-narrador desde su ubicación en el mismo y derrochan una hermosa candidez que en verdad cautiva: una inocencia que nos recuerda el porqué tendemos a asociar a los perros con niños, por sus travesuras, sus comportamientos, su capacidad de ser felices con poco. Los perros se presentan y se describen a sí mismos, entonces, mientras aportan a la construcción de su propia semblanza que da cuerpo a cada cuento, todo con dosis humorísticas, trágicas y conmovedoras.
Por otro lado, se hace evidente que Vélez Coke se demuestra aquí como un observador extraordinario en cada una de las historias, dejando al descubierto de manera implícita su rotundo amor por estos animales, al dignificar tanto las descripciones de sus vidas perrunas y reconstruirlas; casi admiración, diríamos, además de regalar un refuerzo a esa relación cultural que ha mantenido ancestralmente nuestro país con la figura canina y sus símbolos. Parece, pues, que ciertas virtudes de la mejor escritura, y especialmente en la capacidad de reflexionar los contenidos de un trabajo de creación como éste, definitivamente se relacionan con alcanzar la misma madurez y experiencia en el viaje de la vida.
Don Julio Vélez Coke, el autor, presentando su obra.
El autor, en la noche del lanzamiento.
Don Julio, firmando ejemplares.
¡Vamos leyendo el libro!...
Los protagonistas caninos de los sabrosos relatos de "Los perros de la Plaza de San José de Maipo", son los siguientes:
  • Toki: hermosa historia de un perro de raza akita, de cabeza negra y de ojos amarillos, muy peleador, pero que recuerda su llegada como obsequio de un abuelo a su nieta, cuando era muy pequeño y aún no destetaba. Cuenta sus aventuras en la familia a la que pertenece, incluyendo divertidas anécdotas buenas y malas que reafirman esa imagen infantil e inocente que tendemos a interpretar en los comportamientos caninos, por alguna razón, aunque también reseña un acto heroico que casi le costó la vida, en un hecho delictual. Lamentablemente, tras salir su dueña del país por razones de estudio, su valentía fue muy mal pagada por la familia en la vejez, llegando a San José de Maipo sumido en el abandono. En la plaza conocerá otros perros, sus amigos, y a su compañera, su pareja, que no durará para siempre. Allí mismo vivirá la dicha de un reencuentro.
  • Sata: es un malgeniado y agresivo pitbull tuerto, musculoso y de piel trazada por innumerables cicatrices de justas y duelos a los que era obligado por su vicioso patrón, traficante de drogas y apostador de peleas caninas clandestinas, habitante de una población brava y problemática. Describe con orgullo una pelea en la que doblegó un poderoso dogo argentino, traído desde Buenos Aires por un porteño, pero también un hecho de sangre del que fue testigo. Retirado de la arena de peleas por vejez y cansancio, su dueño lo consideró inútil y lo fue a tirar al Cajón del Maipo, pasando sus últimos días en la plaza. Quizá sea la más conmovedora y dolorosa de las historias del libro.
  • Proa: es uno de los cuentos más interesantes y extensos, además de estar asociado al tema de las relaciones emocionales de los perros con los hombres de mar, como es el caso del autor. Se trata de un can de raza american water spaniel, comprado en los Estados Unidos y que pasó a ser parte de la dotación del transporte "Angamos" de la Armada de Chile. Relata sus aventuras en el buque y cómo se va involucrando en el aprendizaje de la cultura náutica, las dificultades de la vida a bordo, ritos tales como el del tránsito sobre la línea del Ecuador en los Reinos de Neptuno y la descripción de un heroico acto de su parte. Ya desguazado el "Angamos" y retirado su propio capitán, éste fue a buscar a Proa y se lo llevó hasta el Cajón del Maipo, para vivir el descanso, esta vez en la dotación de su familia y hogar.
  • Príncipe: corresponde a un hermoso ejemplar weimaraner de ojos azules y ciertos modales altaneros, derivados del saberse un perro precioso. Se describe a sí mismo como etéreo, y admite que, con su amo, compartieron espacio en cierta agrupación de naturaleza mística y espiritual pero con vaho de secta, en una parcela del Cajón del Maipo. Los miembros del grupo místico no terminarán muy bien, aun cuando Príncipe se sienta muy por encima de tan profanos problemas. El perro confiesa acudir desde allí a la plaza del poblado, para lucir su inteligencia y cautivar a los demás perros con sus historias.
  • Trebulco: corresponde a un típico quiltro muy feo y de pequeño tamaño, nacido en una comunidad indígena cercana a Mulchén, en una ruca en la orilla del río Bureo. Crecido en una vida rural y casi bucólica que lleva la familia mapuche a la que pertenece, el perro participa del modo tradicional de existencia mantenido en la comunidad, con sus ritos y ceremonias, hasta que es adquirido a trueque por una muchacha rubia que pasa allí de viaje y que lo llevará a Santiago, hasta la lujosa propiedad de la acaudalada familia. En dramáticas circunstancias y tras un grave incidente descrito por la mascota, ésta debió ser rescatada por un camionero que lo llevó hasta su parcela en Lagunillas, luciéndose como buen cuidador, pero tomando una decisión de retornar hasta la familia acomodada que lo había hecho suyo, empresa que lo llevará a su propia odisea perruna.
  • Malu: una bella perrita salchicha, joven, muy simpática y voraz, además de inteligente y excelente vigilante del hogar, muy dada al ladrido ruidoso. Sus primeros dueños eran una pareja que debió regalarla, recibiéndola un generoso y bondadoso joven que, sin embargo, daba a Malu menos comida de la que ella quería. La perrita se las arreglaba, sin embargo, para obtener comida de otros miembros de la familia, en cuyas veladas hogareñas participa presenciando cantos y narraciones de historias, entre las que recordará y revivirá, especialmente, la de un singular can llamado Chori, adoptado por el abuelo en Arica y llevado a una propiedad al interior del río Lluta, luciéndose por su fidelidad y bravura. Es un interesante cuento dentro de otro (metadiégesis), con las varias anécdotas del astuto can y con inspiraciones autobiográficas del propio autor. Malu, en tanto, vive en casa jugando con la otra mascota, un gato, aunque la casa ya se ha vuelve un nido vacío. Su singular relación con la Plaza de San José de Maipo, es revelada al final.
  • Chela y Pancho: Chela es una linda labradora nacida en Maitencillo, la narradora del cuento, mientras que Pancho es un poodle blanco que se hace su amigo. Ella vivía en la casa de una residente del balneario, hasta que fue llevada a casa de un hijo en Santiago, donde fue madre de varios cachorros en tres camadas, antes de ser trasladada por otro dueño, padre del anterior, hasta el Cajón del Maipo, donde quedó vigilando una propiedad a medio construir. La perra se fugó y llegó así a un restaurante de carretera en donde estuvo hasta que el boliche cerró, y desde ahí a la plaza de San José de Maipo. Al tiempo, se reencontró con su anterior dueño transportista, que ya tenía una nueva mascota: a Pancho, nervioso, enamoradizo y enérgico perro faldero que al principio reaccionó con hostilidad hacia ella, antes de aceptarla y volverse su gran amigo. Él había llegado por accidente a la familia, literalmente (el lector del libro entenderá por qué). Un canto a la sincera y fiel amistad representada en los perros, surgirá entre ambos, envejeciendo igual que sus amos.
Como conclusión, sólo podemos agregar que el lector quedará complacido devorando estas páginas cargadas de entretención, ternura, originalidad y verdaderos homenajes a nuestros amigos de cuatro patas, en otra confirmación literaria de las profundidades culturales que adquiere la imagen solemne y simbólica del perro en nuestra sociedad chilena, perfectamente expuestas. No creo exagerar al decir con seguridad que el libro está, sin duda, entre los trabajos literarios más bellos que se han hecho en Chile con protagonistas animales.
Dicho lo anterior, queda extender felicitaciones y agradecimientos a don Julio Vélez Coke, este abuelo fabulista que conserva prístina su alma de niño, por regalarle a la literatura chilena tan estupendo y dulce trabajo.

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