LA SEDUCCIÓN HISTÓRICA AREQUIPEÑA EN LA CASONA DE SANTA CATALINA

 

Vista nocturna de la casona. Don Eloy Vera está en la entrada.
Coordenadas:  16°23'46.71"S 71°32'10.95"W
Sucede algo extraño e injusto con la Casona de Santa Catalina 201 en Arequipa, ubicada a poca distancia de la Plaza de Armas de la ciudad peruana: situada exactamente en la esquina de Santa Catalina con Ugarte, es tanto el esplendor barroco colonial de la arquitectura dominante del barrio, que su fachada de sólo un piso, sin grandes portales de piedra y de propuesta más neoclásica, pasa como algo tibio a la luz del día, opacada por lo más típicamente arequipeña del entorno.
Caí en este imperdonable desdén del mal visitante, un día de aquellos en que pasé de largo frente a su arco de portal. Sin embargo, al verla en otra jornada durante horas en que ya había oscurecido, magníficamente iluminada y radiante, de inmediato sentí el embrujo misterioso de la Casona de Santa Catalina, como tantos turistas lo hacen también cada día. Ya no tengo dudas de que este lugar es otro de los tesoros más valiosos de la arquitectura arequipeña.
La casona fue construida hacia mediados del siglo XVIII, según se calcula, y es presumible que hayan participado en la obra alarifes indígenas y mestizos. Se la levantó sobre uno de los terrenos más antiguos de la ciudad originaria, donde estaban algunos de los solares de la primera repartición de terrenos tras la fundación de Arequipa, suponiéndose que podría haber pertenecido al conocido encomendero Lucas Martínez Vegazo entre sus primeros dueños.
Su origen netamente colonial, que se esconde de manera engañosa tras la fachada de pilastras, entre otras cosas se evidencia por sus cimientos: sillería hecha con piedra volcánica y mortero. Ocupando unos 3.125 metros cuadrados originalmente, quedó ubicada vecina al Monasterio de Santa Catalina, enorme complejo conventual que dio el nombre a esta calle y que reflejaba el estilo de vida de fuerte influencia religiosa que tenía Arequipa en aquellos años, cuando era apodada la Roma de Perú. Gran parte de sus gruesos murallones están edificados con cal y canto, por cierto.
Lamentablemente, existe muy poca documentación sobre los orígenes del inmueble, lo que se ha traducido en un gran vacío de información sobre la misma. Los más antiguos datos aparecen recién en 1829, en Archivo Regional de Arequipa, en la Sección Notarial, correspondiendo a un protocolo del Notario Matías Morales.
La esquina de la casona. Fuente imagen: Santacatalina-sa.com.pe.
Con respecto a lo anterior, el profesor y periodista arequipeño Dante E. Zegarra López ha publicado en un blog de su autoría, un interesante e ilustrador artículo de febrero de 2005, titulado "Casona de Santa Catalina: Una casona con Historia", donde podemos leer esta aclaradora información que prefiero traspasar en casi toda su extensión ahorrando sólo las referencias, pues no tendría sentido cambiar la redacción sólo para atenuar el hecho de que la fuente completa es la suya:
Aunque la historia documental más remota vinculada a la Casona es la que se registra el dos de febrero de 1829, en que por fallecimiento de doña María Bustamante, quedan instituidos como herederos y propietarios sus hijos José Mariano, Mateo Fructuoso, Juana y Manuela Cossio Bustamante, la propiedad tiene origen en los bienes de los padres de la difunta. Por eso doña María Bustamante y de la Fuente, tenía un tercio de la propiedad de la casona que compartía con sus hermanas doña Mercedes y doña Catalina Bustamante y de la Fuente.
Las tres hermanas Bustamante y de la Fuente, eran hijas de don Manuel Lorenzo Bustamante y Diez Canseco y de doña María Toribia de la Fuente y Loayza, quienes se casaron el 22 de junio de 1783.
Don Manuel Lorenzo Bustamante y Diez Canseco fue hijo del Depositario General y Alcalde de Arequipa en los años 1746 y 1747 don Domingo Bustamante y Benavides y, de doña Petronila Diez Canseco y Moscoso. Don Manuel Lorenzo, también fue Alcalde de Arequipa los años 1788 y 1789. Falleció el 29 de octubre de 1807.
Doña María Toribia de la Fuente y Loayza, estuvo casada en primeras nupcias con el Capitán Benito Fernández Gandarillas, con quien procreó a don José y don Manuel Gandarillas. Ella en segundas nupcias se casó, como queda dicho, con don Manuel Lorenzo Bustamante y Diez Canseco. Doña María Toribia fue hija de don Basilio de la Fuente y Aro, Alcalde Provincial de Arica y Tarapacá, benefactor de las iglesias de su jurisdicción y, de doña María Jacinta de Loayza Portocarrero.
Doña María Toribia dio poder para testar a su marido el Teniente Coronel don Manuel Lorenzo de Bustamante y Diez Canseco, ante el notario Rafael Hurtado el 14 de noviembre de 1792.
El matrimonio Bustamante Diez Canseco – de la Fuente y Loayza, tuvo como hijos, tal como se señaló anteriormente, a Catalina, Mercedes y María de la Asunción. Las tres recibieron, como legado de sus padres, la casona de la esquina Santa Catalina-Santa Marta (Hoy Ugarte), una hacienda en Cocachacra (Valle de Tambo) y una mina en Tarapacá.
Sólo María de la Asunción Bustamante y de la Fuente se casó. Las otras dos hermanas, quedaron solteras.
Doña María de la Asunción Bustamante y de la Fuente se casó con don José Mariano de Cossio y Urbicaín el 10 de abril de 1820.
José Mariano de Cossio y Urbicaín fue hijo del Brigadier, Caballero de la Orden de Santiago, don Mateo Vicente de Cossio y la Pedrera y de doña Joaquina Urbicaín y Carasa. Don José Mariano, fue Teniente Coronel, Prefecto de Arequipa, Diputado a Congreso y Alcalde de Arequipa en 1816, 1822 y 1827. Falleció el 8 de noviembre de 1858.
Doña María Asunción y don José Mariano procrearon a don Mateo Fructuoso, doña Juana y doña Manuela Cossio y Bustamante.
Al fallecer doña María de la Asunción Bustamante y de la Fuente, dejó como herederos a sus hijos habidos en el matrimonio con don José Mariano de Cossio Urbicaín. Ella dejó poder para testar a su esposo, en escritura pública ante el Notario Dr. Matías Morales, el 2 de febrero de 1829.
Don Mateo Fructuoso, doña Juana y doña Manuela Cossio y Bustamante, heredaron un tercio de la casa de la esquina Santa Catalina – Santa Marta (Hoy Ugarte). Los otros dos tercios pertenecían a doña Mercedes y doña Catalina Bustamante y de la Fuente.
Doña Mercedes Bustamante y de la Fuente dejó como heredera, del tercio del predio antes citado, a su hermana Catalina y a la muerte de ésta a sus sobrinos: don Mateo Fructuoso, doña Juana y doña Manuela Cossio Bustamante, según testamento otorgado el 26 de mayo de 1856 ante el Notario Mariano García Calderón.
Por su parte doña Catalina Bustamante y de la Fuente instituyó un legado a favor de su sobrina doña Manuela Cossio y Bustamante, según testamento otorgado ante el Notario Armando Bustamante el 8 de agosto de 1860. Este legado consistía en la tercera parte de la casa de sus padres Lorenzo Bustamante y Diez Canseco y doña María Toribia de la Fuente y Loayza.
Posteriormente doña Catalina Bustamante y de la Fuente, en escritura pública ante el Notario Dr. Isidoro Cárdenas, hizo renuncia del tercio que le dejó su hermana Mercedes Bustamante y de la Fuente, a favor de sus sobrinos, como estaba estipulado en el testamento de aquella.
Al producirse la partición e igualación y, al ceder su parte don Mateo Fructuoso Cossio Bustamante a cambio de una compensación económica, quedaron como dueñas exclusivas de la casa, por partes iguales: doña Catalina Bustamante y de la Fuente y sus sobrina doña Juana y doña Manuela Cossio y Bustamante.
Al fallecimiento de doña Catalina Bustamante y de la Fuente, doña Manuela Cossio y Bustamante asumió la tercera parte que su tía le dejó en escritura pública el 8 de agosto de 1860.
Doña Manuela de Cossio y Bustamante, soltera, instituyó por su heredera a doña Mercedes Tejeda Cossio, hija de don Baldomero Tejeda y de su sobrina nieta doña Mercedes Cossio Berenguer, según testamento otorgado ante el Notario Dr. Abel Ygnacio Campos, el 20 de enero de 1902.
Don Mateo Fructuoso Cossio y Bustamante, nacido el 22 de junio de 1821, hijo, como queda dicho, de don José Mariano de Cossio y Urbicaín y de doña María de la Asunción Bustamante y de la Fuente. Se casó en la parroquia de Santa Marta el 12 de noviembre de 1845 con doña Dominga Berenguer Berrogaray y Portu. Ésta, fue hija de don Buenaventura Berenguer Gómez de Hosta, natural de Chile y, de doña María Ignacia Berrogaray y Portu.
Ellos procrearon a don Mariano, doña Mercedes, don Manuel, don José María y don Eduardo Cossio Berenguer, declarados sus herederos en su testamento de 12 de enero de 1867. Este documento fue aprobado en Auto de 20 de febrero de 1867, expedido por el Juez de Primera Instancia, Dr. Mariano Cornelio García, siendo Actuario don Andrés Llerena. Luego fue protocolizado ante el Notario Dr. Mariano García Calderón. Don Mateo Fructuoso Cossio y Bustamante, explicó la naturaleza y condición de sus propiedades en la escritura de Partición de Bienes que suscribió ante el Notario doctor Armando Bustamante el 20 de noviembre de 1880.
Al fallecimiento de don José María Cossio los derechos que tenía en este predio pasaron a sus hermanos don Mariano, doña Mercedes, Don Manuel Alejandro y don Eduardo Cossio Berenguer. Esto, según la declaratoria de herederos expedida por el Juez de Primera Instancia, Dr. José Santos Talavera y refrendado por el Actuario don Mateo Garzón Zegarra en Auto del 27 de junio de 1900.[18] Al no existir el original del documento se siguió un nuevo expediente y se dictó un nuevo Auto de Declaratoria de Herederos. Éste lo expidió el Juez doctor M. C. Zereceda quien tuvo como Actuario a don Emilio Bernal, el 30 de noviembre de 1922. El nuevo Auto fue protocolizado ante el Notario doctor J. Enrique Osorio.
Don José Mariano Cossio y Berenguer, hijo de don Mateo Fructuoso Cossio y Bustamante y de Dominga Berenguer Berrogaray y Portu, se casó el 25 de septiembre de 1873 con doña Margarita de la Torre y Valcárcel. Ella, doña Margarita, fue hija del doctor don Enrique de la Torre Luna Pizarro y de doña Pascuala Valcárcel.
Patio de fondo y escaleras de la casona. Fuente imagen: Linda-arequipa.com.
Veremos que se han hecho varias refacciones al inmueble, siendo probable que el primero de ellos haya tenido lugar tras el terremoto de 1868, dando inicio a la pérdida de sus rasgos originales para ir siendo reemplazados por estéticas más neoclásicas. Como no se conoce su fecha exacta de construcción, se desconoce también si alcanzó a ser dañada por los terremotos coloniales de 1725 y 1784.
El edificio tiene enormes murallones de calicanto con doble sillar, lo que les da un ancho excepcional que facilita la presencia de estructuras de bóvedas, hornacinas y arcos de buen tamaño. El esquema exterior de pilastras planas se repite interiormente, en los patios. Llama la atención también la existencia de chorreras cilíndricas en lo alto de los muros, como eficiente solución para los escurrimientos de aguas lluvias.
A pesar de las modificaciones, mucho de lo que hoy vemos es parte de lo que tenía en principio la casa, con su aspecto solariego y sus patios o caballerizas, muy acordes al estilo arquitectónico que caracteriza las residencias coloniales más suntuosas de Arequipa. Se ingresa a la casa por un gran arco y zaguán abovedado, con portón doble de madera en el primer paso, y enrejados de forja en el segundo. Está perfectamente alineado con la fuente de aguas de su patio solar, y tiene el espacio suficiente para el tránsito que hacían por él las carretas y caballos.
El señalado patio, hoy empedrado con diseño de cuadricula-damero, está rodeado por lo que eran las antiguas habitaciones en las que alojaban los más importantes personajes de la antigua sociedad arequipeña: alcaldes, corregidores, intendentes y clérigos. En estos espacios estaban la biblioteca, el comedor principal, la sala de música y los cuartos de hospedaje con piso enladrillado y recubierto de alfombras de alpaca. De acuerdo a información dispuesta en el mismo lugar, en las tardes era común que los niños de la familia y de los visitantes ocuparan el patio para jugar a la "gallinita ciega", la "pesca" y el "zum zum de la calavera".
El fondo de la casa es rematado por pequeños patios-pabellones con escalinatas fija a los muros, hacia los segundos niveles, de poca altura comparados con otros edificios de la ciudad, y que tienen cierto parecido a las escaleras de murallones de otos edificios arequipeños semejantes a éste, como la Casona de Editora Perú. Se llega a ellos a través de la comunicación entre pasillos también en arco. En este segundo patio, además, estaban antaño el cenador y comedor familiar, compuesto de un corredor cubierto de arquería que daba hacia el jardín, con dos escaños, una mesa larga con dos bancas colectivas, y una cocina de fogones que se alimentaban con leña y yaretas secas traídas desde las faldas de los montes Chachani, Misti o Pichu Pichu.
La casona contaba con una gran cantidad de sirvientes indígenas y mestizos, para atender las necesidades de la gran cantidad de visitantes y sus residentes. Debían salir temprano cada día algunos de ellos, para abastecerse en el mercado o de los arrieros que llegaban con sus productos a la ciudad. Sus habitaciones estaban en el mencionado patio trasero, compartiéndolo con los almacenes y un pequeño huerto con árboles frutales, hortalizas, legumbres y algunas flores que las mujeres de la familia utilizaban también para hacer esencias aromáticas.
Patio principal de la casona, arco de acceso.
Pileta del patio principal.
Para 1910, el tamaño de la propiedad se había reducido a poco más de 1.157 metros cuadrados (casi un tercio), según consta en inscripciones de ese año. Con relación a la historia de la casona durante aquella misma centuria, vuelvo a depositar entera confianza en las palabras Zegarra López:
Al fallecimiento de don José Mariano Cossio y Berenguer pasaron sus derechos en el predio estudiado a sus hijos: doña Margarita, don Mateo, don Enrique y don Alberto Cossio y de la Torre. Ello en virtud de su testamento, firmado ante el Notario doctor José María Tejeda el 18 de diciembre de 1900.
Don Mateo M. de Cossio y de la Torre, quien fue Diputado por Arequipa entre 1924 y 1929, se casó con doña Sara Ruiz de Somocurcio el 16 de mayo de 1909.
Don Enrique Cossio y de la Torre, aunque estaba casado con doña Luisa Urrutia y al no tener descendencia, optó por dejar sus derechos a su madre, doña Margarita de la Torre. Su decisión consta en el testamento que otorgó ante el Notario doctor Higinio Talavera, el 27 de octubre de 1907.
La señora doña Margarita de la Torre viuda de Cossio y sus hijos doña Margarita y don Alberto Cossio y de la Torre vendieron sus derechos a la señorita Mercedes Tejeda Cossio. Lo hicieron mediante escritura que pasó ante el Notario doctor Abel Ygnacio Campos, el 18 de junio de 1913.
La venta se realizó por un monto de 1449.92 soles. Doña Margarita de la Torre viuda de Cossio y sus hijos don Mateo y Margarita Cossio y de la Torre, tenían derechos en la casona estudiada, que los recibieron en herencia de doña Juana Cossio y Bustamante viuda de García.
El doctor don Mateo M. y su hermano don Eduardo de Cossio y de la Torre vendieron sus derechos al comunero don José Carmen Chávez. El primero de ellos, lo hizo a través de su apoderado el doctor Juan de la Cruz Corrales Díaz mediante documento registrado por el Notario doctor Abel Ygnacio Campos el 14 de enero de 1914.
Don José Carmen Chávez, un comunero de la hacienda de Tambo, se hizo de los derechos del don Mateo M. Cossio al pagar al Banco de Perú y Londres una hipoteca que grababa sus bienes en cinco mil soles.
Por su parte don Eduardo de Cossio y de la Torre, vendió sus derechos al referido don José Carmen Chávez, anteladamente, mediante escritura que pasó el 2 de octubre de 1896, ante el Notario doctor José Sebastián Calderón.
Don Manuel Alejandro Cossio Berenguer permutó por igualación sus derechos en la casona de Santa Catalina con los que tenía la señorita Mercedes Tejeda Cossio en una finca rústica de Tambo. La permuta se realizó mediante escritura pública que pasó ante el Notario doctor José María Tejeda, el 28 de abril de 1910.
A su vez don José Carmen Chávez, mediante su apoderada y esposa, señora Rosalía Almonte de Chávez vendió los derechos en la Casona de Santa Catalina, a favor del doctor Lucio Fuentes Aragón, mediante escritura otorgada ante el Notario doctor Manuel Ygnacio Campos, el 11 de abril de 1917.
El abogado doctor Lucio Fuentes Aragón vendió estos mismos derechos a doña Mercedes Tejeda y Cossio, por el valor de 710.16 soles, según escritura que pasó ante el Notario doctor Abel Ygnacio Campos, el 4 de diciembre de 1919.
Doña Mercedes Cossio Berenguer viuda de Tejeda falleció intestada y se declaró, judicialmente, por sus herederos a sus hijos: Mercedes, Alejandro, Zoila, Carlos, Oscar, Rosa, Roberto, Eduardo, Celia y Baldomero Tejeda y Cossio. Todos éstos, con excepción de don Eduardo Tejeda y Cossio, vendieron sus derechos en la Casona a la señorita Mercedes Tejeda y Cossio. El acto se efectuó mediante escritura de 30 de junio de 1913 que pasó ante el Notario doctor Abel Ygnacio Campos. Don Eduardo Tejeda y Cossio vendió sus acciones en la Casona al señor Cura don Manuel A. Barrios, el 1 de junio de 1914 y éste a don José Carmen Chávez. Estos derechos fueron comprendidos en una permuta antes indicada.
Doña Mercedes Tejeda Cossio vendió toda la propiedad de la Casona de Santa Catalina, en el precio de 800 mil soles, a doña Cristina Tejeda Pacheco, según Escritura de Venta que pasó el 2 de febrero de 1970 ante el Notario doctor Eduardo Benavides Benavides. Doña Cristina Tejeda Pacheco, presentó en Registros Públicos de Arequipa el correspondiente Título de Propiedad el 18 de febrero de 1970 bajo el Nro. 243 del TM. 51 del Diario; Legajo E-5190 del Diario.
La Casona fue usada durante muchos años como local de la Escuela Primaria de Segundo Grado 'Luis H. Bouroncle'.
El Banco de la Vivienda del Perú, adquirió el dominio del inmueble comprándolo de doña Cristina Tejeda Pacheco en el precio de 238 millones de soles, según contrato suscrito el 16 de noviembre de 1983 y que fue inscrito, con legalización notarial de firmas, en los Registros Públicos, en el Asiento 2704 del Diario; Legajo E-142023.
El mencionado banco inició un nuevo proceso de remodelación estructural y arquitectónica para el edificio, que arrastraba daños desde los terremotos de 1958 y 1960. No tengo seguridad de este dato, pero habría sido en estas modificaciones y otras posteriores que se perdió, otra vez, parte de su aspecto colonial original. El banco utilizaría el inmueble como sede entre 1984 y 1993.
Patio principal y pileta.
Don Eloy Vera, el popular personaje de Arequipa.
En este período, la puesta en valor de la recuperada casona se hace evidente: la Resolución Jefatural Nº 523 del Instituto Nacional de Cultura, del 6 de septiembre de 1988, la declaró Monumento Histórico de Perú. Un tiempo después, la Inmobiliaria 301 S.A. compró casona al banco por la suma de 162 mil dólares, firmándose la compraventa el 17 de octubre de 1994. Al parecer, habría vuelto a ser remodelada en tras este cambio de dueños.
A partir de 1998, la sociedad propietaria destinó el inmueble al Museo de Santuarios de Altura de la Universidad Católica Santa María, donde se exhibieron, entre otras cosas, los cuerpos congelados y momias de niños sacrificados en altares andinos incaicos, incluyendo una muy conocida llamada "Juanita, la Dama del Ampato", de mucha atención científica. Permaneció en estas funciones hasta principios de 2004, cuando pasó a manos de la Corporación Cervesur S.A.A. luego de su fusión con Inmobiliaria 301 S.A.
Un año casi exacto después, la Casona de Santa Catalina pasó a manos de la firma Servicios Turísticos Santa Catalina S.A., que pagó por ella 350 mil dólares. Comenzaron a destinarse sus espacios al comercio, rol en el que permanece hasta ahora alojando a importantes casas, tiendas y restaurantes, incluidas ventas de algunos productos típicos de anís, joyas, lanas de alpaca y chocolate. El público objetivo de estas ventas, distribuidas en más de 15 establecimientos, ciertamente es el turista, lo que veo reforzado por la presencia de algunos servicios y agencias para visitantes de la ciudad, además de los infaltables restaurantes de gastronomía local.
Sin embargo, otra de las atracciones de la Casa de Santa Catalina era de carne, hueso y mucho buen humor: don Eloy Vera Neyra, probablemente el personaje más popular de la ciudad de Arequipa, orgullosamente elegido cuatro veces como Mejor Policía de Perú, como el mismo se encarga de aclarar en su presentación personal ante cada curioso. Constituye, además, un desmentido categórico a cierta leyenda negra que oí de los propios peruanos, sobre una supuesta falta de amabilidad y de cordialidad por parte de los arequipeños para con los extraños.
Don Eloy ya está jubilado de la institución policial, pero sigue en servicios: resguarda a los visitantes del sector, especialmente por el Monasterio de Santa Catalina, paseando con su señal de "PARE" y su vistoso sombrero de ala para controlar el tránsito y cuidar a los peatones o ayudar a cruzar la calle a los ancianos y niños. En sus ratos libres, hacia la tarde, cruza la esquina y recibe cordialmente a los visitantes en la Casona de Santa Catalina, sirviendo también como guía local con un esmero y vocación admirables.
Allí lo conocí aquella noche, en que nos dimos un rato de conversación sobre el histórico rescate de los 33 mineros de Atacama, que había sucedido hacía unos meses antes de aquella ocasión. Hombre entretenidísimo, alegre, de espíritu jovial y algo excéntrico, sin duda don Eloy es parte de la visita y del aprendizaje en este sitio y de toda Arequipa.
Nuestro amigo tuvo un pequeño accidente callejero que lo dejó con algunas "averías" hace poco, pero volvió a las andadas tras recuperarse, siendo postulado en algún momento al premio titulado El Peruano Más Amable, haciendo constantes apariciones en los diarios de su patria por tratarse de una celebridad popular. La última vez que lo vimos en hojas de prensa ha sido por su cruzada contra el creciente fenómeno del juego de realidad aumentada Pokemon Go, al llamarle la atención a los imprudentes que cruzan la calle o invaden el convento absortos en las pantallas de sus móviles.

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