LA LEYENDA DEL "VAMPIRO" EN EL CEMENTERIO DE CALDERA
Coordenadas: 27°04'01.1"S 70°48'52.0"W
Hay
varias historias de supuestos vampiros sepultados en los más antiguos
cementerios chilenos, combinando tradiciones más locales sobre el asunto
con el inevitable influjo de la cultura popular que acoge hasta
elementos de la literatura y el cine. Los casos más conocidos quizás
sean el de un sepultado en el Cementerio N°1 de Rancagua y otro en el
Cementerio Católico de Recoleta, pero hay otros menos divulgados.
En
el sector frontal del Cementerio Laico de Caldera, hacia el cruce de
avenidas Diego de Almeyda y La Paz, destaca uno de los más viejos
mausoleos del camposanto, hecho en carpintería artística sobre rústica
albañilería en muros de adobe y entramado interior de caña, pero con
líneas de elegante evocación gótica. Está ubicado justo a un lado de
otro artístico mausoleo cuya cúpula de bulba debió ser retirada tras el
terremoto de 2015, hallándosela hoy cerca del acceso. Su estilo sumado a
un estado vetusto y tétrico, quizás hayan fertilizado a la creencia en
Caldera de que se trata de la tumba de un peligroso y temido vampiro de
fines del siglo XIX o principios del XX.
Cabe
recordar que el camposanto del balneario de Caldera, en la Provincia de
Copiapó de la Región de Atacama, es considerado el primer cementerio
auténticamente laico o lego del Chile republicano, construido por el
gobernador Domingo Reyes y Gómez e inaugurado el 20 de septiembre de
1876. Eran los tiempos en que Caldera aún ostentaba la fama de ser uno
de los principales puertos mineros de todo este sector del país. Su
valor histórico, patrimonial y arquitectónico le valió la declaratoria
de Monumento Histórico Nacional, en 1996.
Una
gran cantidad de leyendas y tradiciones curiosas se asocian a este
cementerio, pequeño comparado con otros del país y de la propia
provincia, sin embago. Ya hemos visto, por ejemplo, el caso del Mausoleo del Niño Jesús de Praga y la tumba del sacerdote franciscano Crisógono Sierra y Velásquez, el célebre Padre Negro, a escasos metros de otra leyenda local correspondiente a Antonella, una niña fantasma que ronda los pabellones hacia el fondo del recinto.
De
acuerdo a lo que se cree en la sociedad calderina, pocos años después
de inaugurado el Cementerio Laico en la ciudad, fue levantado allí el
misterioso mausoleo gótico de toques georgianos y victorianos, situado
casi en la esquina del recinto, con las inconfundibles líneas de su
torreón visibles desde el exterior. Semeja un pequeño templo montado
sobre una habitación más sólida, aquella en donde se encuentra la
sepultura a subsuelo.
Los habitantes de la ciudad puerto le llaman la Tumba del Vampiro,
y es que el imaginario popular ha creado toda una interpretación sobre
este edificio funerario: que sería una especie de albergue para su
morador, un vampiro que hizo noticia en la vieja Caldera, por tratarse
de un personaje acaudalado cuya condición vampiresca le impedía poder
salir de casa exponiéndose a la luz del día, por lo que pocos conocieron
su aspecto en aquella época y sólo podía ser visto de noche.
Más
exactamente, el singular panteón del camposanto habría sido el lugar en
que fue sepultado un hombre vampiro, cuando por fin falleció tras una
vida maldita, siéndole diseñado acorde a su oscura existencia condenada a
beber sangre humana y sólo poder desplazarse en la complicidad de la
noche oscura. Fue sepultado con una estaca clavada en el corazón, como
exige la creencia, por si acaso manifestara esa tan mala costumbre de
los vampiros, de regresar a la vida. La forma de templo del mausoleo,
además, es interpretada también como una forma de contrarrestar
cristianamente la maldición que lo aquejó.
Fue poco el tiempo que tuvimos para investigar in situ
de esta leyenda en Caldera, pero hay una versión difundida en el grupo
de investigación histórica y paranormal "Ruta del Silencio" y por Ana
María Margotta en el blog "El rincón de la Nonina", que parece ser de
las más completas hasta ahora publicadas. De acuerdo a esta historia, un
tal John Lewis Mackensey (o Mackenzie) llegó a Copiapó en un vapor
desde Manchester, Inglaterra, con la intención de hacer dinero en
negocios pesqueros, hacia el 1900. Sin embargo, los habitantes de la
zona notaron que el británico solía llevar sus dientes y encías
ensangrentadas, situación cada vez más frecuente, lo que llamó la
atención y provocó rechazo hacia el sujeto.
Se
contaba que el pescador inglés solía llevar un pañuelo para limpiar
aquella sangre de su boca, algo que todos notaban en sus correrías
nocturnas y bohemias, lo que sumado a sus hábitos de dormir de día
fueron causando pavor en la comunidad y provocando acusaciones de
vampirismo hacia él. Su problema realmente habría sido otro: padecía
ulceraciones de encías como secuela de un escorbuto, enfermedad bastante
frecuente en la historia de los hombres de mar por la alimentación
pobre en vitamina C que suele consumirse en los viajes náuticos, escasa
en frutas y verduras frescas.
Continuando
con la historia, los rumores siguieron en el campo meramente
especulativo hasta que, una mañana de aquellas, apareció en el sector de
la Plaza de Armas de Caldera el cadáver supuestamente desangrado del
vecino Justo Paredes, conocido -entre otras cosas- por ser capitán del
cuerpo de bomberos de la ciudad. Su cuerpo habría tenido marcas de
mordiscos, por lo que el siniestro asesinato y desangramiento fue
atribuido al apetito enfermo de Mackensey, y así turbas de pobladores se
levantaron exigiendo venganza contra el vampiro.
La
ira y el temor explotaron y partieron en masa buscando al presunto
culpable. Lo sacaron a rastras de su casa, lo asesinaron con puñales sin
oír sus súplicas y atravesaron el corazón del muerto con una estaca,
cumpliendo con la forma tradicional de asegurar la muerte de un vampiro
procedente de la Europa de la Edad Media y fomentada después por la
literatura.
El
cadáver de Mackensey fue llevado en procesión hasta el Cementerio Laico
de Caldera, con un sacerdote a la cabeza. Fue depositado en el mausoleo
tras muchas plegarias por su alma y rocíos de agua bendita a su tumba,
buscando liberarlo de la maldición y para que así no retornada en su
diabólica forma de vampiro. En otra "precaución", el cajón flanqueado
con una gran cadena de hierro hecha en la fundición de la ciudad, como
impidiendo que se abriera o fuese sacado de este lugar, pudiendo
observárselo así por muchos años más.
Con
más imaginación, otras versiones agregan que el personaje siguió vivo y
morando ese extraño mausoleo, saliendo del cementerio sólo en las
noches y lejos de la vista de todos, hasta que su alma por fin pudo
descansar en paz. El hecho de que interiormente tenga sólo un foso, que
pareciera ser de única sepultura (cuyo cajón ya no se ve), quizás haya
abonado a la creencia de quienes pensaron que allí dentro "dormía" su
sueño diurno el supuesto vampiro.
Observando
el lugar en nuestros días, el único punto que parecería confirmado a la
vista del visitante curioso en toda la anatemática y vampírica
historia, dadas las características del ostentoso mausoleo de marras es
que la familia propietaria o el único dueño debió tener suficientes
recursos para ordenar un trabajo de calidad y estética para el reposo de
sus huesos. El resto, sólo parecen ser cosechas de la fértil
imaginación del pueblo enfrentado al tema de la muerte. Además, hay
otras tradiciones bastante "góticas" o clásicas de vampiros en el
legendario de la región, suponemos que por influencia cultural británica
y la abundante mitología minera del territorio.
En
otro aspecto, la historia del supuesto vampiro ha inspirado algunas
visitas guiadas y referencias turísticas interesantes para el
cementerio, pero no a todos cae bien esta fama: a la antigüedad del
mausoleo, por ejemplo, se atribuye buena parte de su destrucción de
puertas y de los cristales ya desaparecidos del mismo, a supersticiosos
que seguían abriendo forados en él para meter la cabeza a la sala
mortuoria y verificar que el temido vampiro no salía aún de su tumba.
También hay quienes consideran que la leyenda de Mackensey y su
asesinato sería un caso real (observamos que hay otra tumba de un
Archibald Mackenzie en el mismo sector viejo del cementerio, fallecido
en 1939 a los 73 años, entre muchos otros británicos) y, por lo tanto,
un vergonzoso episodio de la vida de Caldera que sigue perpetuándose
como estigma con la creencia absurda de que allí habría un vampiro
sepultado.
Entre
los más radicales detractores de la ciudad, se encuentra una simpática y
generosa dama que pasa gran parte de su día en el mismo cementerio,
arreglando tumbas o regando las flores sólo por respeto a los difuntos, y quien me puso al tanto también de la leyenda sobre las apariciones de la fallecida niña Antonella en el mismo lugar.
Prácticamente vive allí y es muy querida entre los visitantes, formando
parte de las muchas curiosidades de las tradiciones funerarias chilenas
tan poco estudiadas y, por lo mismo, tan desconocidas y desdeñadas por
los propios investigadores. Aunque ella me ha pedido que mantenga en
reserva su identidad, sé que los residentes de Caldera saben
perfectamente a quién me refiero.
Esta
señora ha convertido en una cruzada personal el desmentir la leyenda
negra del mausoleo y de la identidad de quien lo ocupa. De acuerdo a lo
que asegura, el nombre del sepultado sería en realidad Gabriel ("mi amigo Gabriel",
le dice cariñosamente), y espeta tener información confirmando que
habría vivido entre 1857 y 1879, siendo de la primera generación de
sepultados en el camposanto, hacia los días en que comenzaba la Guerra
del Pacífico. Toda su mala fama de supuesto vampiro provendría de un
hecho triste: padecía de la terrible epidermólisis ampollar, la
enfermedad de la "piel de cristal" que le habría impedido exponerse a la
luz del Sol y que, además, le dio un aspecto pálido y deteriorado que
los calderinos de hace más de un siglo interpretaron como rasgos de
vampiro. La misma enfermedad catastrófica lo llevaría a esta tumba, muy
joven, con sólo 21 ó 22 años.
Enfurecida
con todos los que siguen insistiendo en que el finado corresponde a un
ser tenebroso y bebedor de sangre, parece que fue nuestra amiga quien escribió en el frente
del pequeño edificio, entre dos de las pilastras blancas exteriores de
la sepultura, el siguiente texto con el que espera desalentar a los
fantasiosos y los crédulos:
NO
SOY VAMPIRO. SÓLO TENÍA UNA ENFERMEDAD LLAMADA "PIEL DE CRISTAL". EL
SOL HACÍA QUE MI PIEL SANGRABA (sic). EN ESOS TIEMPOS NO SE CONOCÍA ESTA
ENFERMEDAD. SOY UN "ÁNGEL", ADEMÁS, QUE COMPARTO CON TODOS LOS DEMÁS
ANGELITOS DE ACÁ.
MI BUEN AMIGO, GABRIEL
A
estas alturas, no sabemos ya si será más acertada la historia del
vampiro o la del muchacho con "piel de cristal", pero preferimos no
matar el mito sobre la identidad del sepultado esculcando más en el
tema: como sea, sin duda que la parte más fantástica de la fama de este
mausoleo perdurará por largo tiempo más, como parte íntegra del
histórico y fascinante cementerio de Caldera.
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