LA LARGA Y AGITADA HISTORIA DE LA ISLA ALACRÁN (AUNQUE YA NO SEA ISLA)

 

Vista actual de la ex Isla Alacrán.
Coordenadas: 18°28'49.80"S 70°19'55.31"W
Mientras se desarrollaba en la Corte Internacional de La Haya el proceso en torno a la cuestión que el Perú presentó en contra de Chile, a propósito del mar soberano frente a la costa de Arica, la isla Alacrán salió al baile en la argumentación chilena: una referencia fugaz al curioso e histórico sitio de las costas ariqueñas, si bien no incide directamente sobre el límite paralelo que ha sido cuestionado, pues se encuentra a cierta distancia del mismo y es una isla adyacente al borde costero.
Convertida desde los años sesenta en una península por trabajos realizados a la par de la construcción del gran puerto, este sólido islote de roca y arrecife ha palidecido en los catálogos turísticos ante la presencia imponente del Morro de Arica, pero de todos modos constituye uno de los tractivos más importantes de la Ciudad de la Eterna Primavera. Si historia involucra aspectos de geología, arqueología, biología, historia militar, historia náutica y arquitectura decimonónica.
Con unos 50 mil metros cuadrados, 310 de longitud y 250 de ancho, esta isla de rocas está ubicada casi enfrente del costado Sur del Morro de Arica, del que algunos presumen fue parte alguna vez o bien correspondió a un primitivo fragmento desprendido de su peñón, y se halla separada por unos 455 metros de la orilla, actualmente cubiertos por un terraplén que permite el tránsito a pie y vehicular, además de algunos interesantes restaurantes o centros de recreación distribuidos en el sector. Existen planes y proyectos concretos para mejorar su aspecto y potenciarlo como atracción turística, pero veremos que estos todavía rondan en las intenciones más que en hechos concretos, por ahora.
La Isla Alacrán en 1959, antes de ser convertida en península y cuando el faro aún estaba cerca del centro de la misma. Fotografía de don Adolfo Arenas Arancibia, publicada en el grupo Facebook "Ese Arica de Antes".
LA ISLA EN LOS ORÍGENES DE ARICA
El nombre de la Isla Alacrán o Isla del Alacrán tiene más de una explicación teórica. Provendría, según cierta tradición oral, supuestamente de la forma que tenía la este piélago dibujado en los mapas, pues en su costado Norte (donde ahora está un muelle con malecón), una cola de rocas se prolongaba y volteaba paralela a la isla, apuntando hacia la costa, que hacía a su silueta parecida a un escorpión o alacrán. Esto supone que el nombre es más bien reciente, entonces.
Otra leyenda dice que, en los tiempos de la fiebre guanera, unos aventureros o filibusteros se organizaron para ir a buscar un supuesto tesoro pirata escondido en la isla, hallando en su lugar sólo unos agresivos alacranes que le dieron el nombre a la misma. Es algo muy comentado que, antaño, abundaban en Arica esta clase de escorpiones de pequeño tamaño, aunque son comprensibles las dudas de que esto haya bastado para influir sobre la denominación de la isla y hasta hay quienes ponen en duda el dato, alegando que es mucho más reciente.
 
Para el investigador peruano y oriundo de Arica don Rómulo Cúneo Vidal, sin embargo, el nombre del islote proviene de ciertos ritos realizados por indígenas del interior de Azapa y de las faldas del Morro, que representaban luchas heroicas contra monstruos con aspecto de escorpiones durante la Fiesta de las Llallaguas (en quechua: alacranes), ceremonias que después fueron mal vistas por la cristianización y que habrían obligado a estos indígenas a esconder sus disfraces y atuendos rituales en la isla de marras. Su descripción, aunque parece un poco rebuscada (aquí la presento muy sintetizada), ha sido acogida por investigadores profesionales y tomada como posible para explicar la toponimia del caso.
Desde tiempos ancestrales esta isla era conocida por los indígenas balseros de Arica, hacía más de 10 mil años según se calcula. Las generaciones de antiguos habitantes fueron los señores de estas tierras hasta la llegada de los españoles y la fundación del poblado en 1541 bajo el patronato de San Marcos. Del paso de estos ancestros por la isla han quedado huellas notables, como restos de arpones, ganchos y anzuelos de los siglos I y II. Se dice incluso que algunas de estas herramientas podrían haber servido para la casa de grandes cetáceos y lobos marinos. Se sabe que los indios camanchacos recolectaban allí mariscos y que también fue un sitio abundante en algas, peces y huevos de aves, productos consumidos por los antiguos habitantes.
Fray Gregorio García cuenta, hacia fines de ese mismo siglo, que los indios iban en sus balsas de cuero de lobo hasta esta isla y otras menores cerca de la costa, señalando también que en las versiones que se hacían por entonces del escudo de armas de la ciudad se colocaban también balsas en la imagen, probablemente por esta misma razón. Estos mismos indios balseros y recolectores del guano de la isla serían los que sitiaron y prendieron fuego a la nave "San Pedro" del Piloto Pedro Gallegos, luego de salir del Callao y llegar a Arica en 1536.
La Isla Alacrán, registrada como la "Isla Guano" en el mapa titulado "Plan d'Arica, sur la cote du Perou" de 1822, de Joseph Lartigue, publicado en Francia. Parece haber sido su denominación anterior y por largo tiempo.
Migración masiva de aves marinas en la Isla Alacrán, las mismas que la convertían en una importante covadera o yacimiento de guano. Imagen obtenida hacia los años 1945 a 1950, antes de que la construcción del terraplén espantara a las aves. Fotografía subida al grupo Facebook "Ese Arica de Antes" por don Gustavo Baumann.
Alguna vez fue llamada también Isla del Puerto, en el siglo XVIII, e Isla de Guano por sus covaderas, especialmente entre los viajeros del siglo XIX. Aparece como Isla Guano en el "Plano de Arica, Sur de la costa del Perú" publicado en 1822 por el francés Joseph Lartigue. Amadeo Frezier también la menciona en sus crónicas de 1713, aunque la llama Isla del Guano y reclama por la fetidez que los excrementos de las aves como patillos y cormoranes provocaban en ella.
El cronista Pedro Cieza de León parece ser el primero en mencionar la isla en su "Crónicas del Perú" de 1553, cuando se refiere a que "sobre este Morro hay una isla, y junto a ella al puerto de Arica", luego de pasar por las costas del Pacífico. En esa misma centuria visitan la Arica piratas como Francis Drake y Thomas Cavendish; en el siglo siguiente le toca a Joris van Spilbergen, y más tarde Bartholomew Sharp con John Watling (quien murió allí durante el ataque), pero todavía no se instalaban fortificaciones en la isla que permitieran reprimir las incursiones de estos corsarios. Cuando el pirata John Clipperton bombardeó Arica en 1721, todavía las principales defensas de la ciudad estaban en tierra firme y en el Morro. Estas visitas indeseadas al puerto dejaron sembradas muchas historias de supuestos tesoros piratas, que también involucraron empresas de búsqueda por quienes creían que había alguna sorpresa al respecto en la Isla Alacrán.
Ya entonces, se notaba entre los marineros una particularidad en esta isla: que protegía parcialmente la bahía de Arica de los vientos predominantes haciendo las veces de bloqueo, por lo que los barcos mercantes solían aglomerarse a sotavento de la Isla Alacrán, muy cercas unas de otras, en aquellos tiempos.
Sólo hacia los días de la rebelión de Tupac Amaru y las revueltas de Simón Castillo, cambia en algo la situación de la isla siendo aún peruana en esos años, como se recordará. En un artículo titulado "Amarus y cataris: Aspectos mesiánicos de la rebelión indígena de 1781 en Cuzco, Chayana, La Paz y Arica" y publicado por la "Revista Chungará" en 1983, Jorge Hidalgo señala que los archivos de Lima y Santiago demuestran que se utilizó la Isla Alacrán como presidio para los 28 campesinos alzados en favor de las fuerzas rebeldes de Amaru en los Altos de Arica, quedando 14 días presos allí bajo el cuidado de un capitán de marina, siendo despachados después a la Isla de Iquique y otros más revoltosos a Lima, lo que hace presumir de la presencia de alguna clase de infraestructura o instalaciones en la Alacrán. Entre los presidiarios estaban Juan Buitrón y el indio Alí.
Tras estos incidentes, el Corregidor Ordóñez comenzó a reforzar la defensa de la ciudad y, hacia los mismos días, el Intendente de Arequipa Álvarez y Toledo planificó nuevas fortificaciones para el Morro, proponiendo cerrar el puerto de La Lisera para evitar desembarcos y poner cuatro cañones en la Isla Alacrán, idea que después fue descartada por estimarse que la batería del Morro daba suficiente cobertura al mismo sector. Desgraciadamente, nada de lo planificado por el Intendente pudo concretarse, por falta de fondos y otras urgencias.
Vista de las estructuras fortificadas en la isla en 1971 con el Morro de Arica a espaldas, originalmente de la colección del fotógrafo Baltazar Robles Ponce. Aunque aún no se realizaban los trabajos de limpieza de la Isla Alacrán y el despeje de las ruinas, en la imagen estos muros se ven mucho más limpios e íntegros que en nuestros días.
Las misma estructura circular del Sector A, visto en nuestros días.
Sólo a principios del siglo XIX comenzaron a colocarse auténticas defensas y fortificaciones en la isla, valiéndose de piedra canteada, argamasa y enladrillados. Hacia 1822, además, el Virrey del Perú don José de la Serna destacó una guarnición de Arequipa para la defensa de la ciudad desde la isla, al mando del Coronel Juan Ramón Rodil, empleado para ello estas instalaciones. Corresponden a las mismas que estaban allí dispuestas en la isla durante la Guerra contra España de 1865-1866, ocasión en la que se les dispusieron 8 cañones de 15 pulgadas, habilitándose espacio para un contingente de 150 hombres.
Estas fortificaciones, que algunas leyendas han interpretado como restos de castillos coloniales, se dividen en dos sectores reconocidos hoy por los arqueólogos: la Sección A, más grande y ubicada al oriente de la isla, y la Sección B, de menor tamaño y al poniente del terreno, resguardado desde la vista de los barcos por los roqueríos donde ahora se ubica el faro. Presentan murallones fortificados y galerías de lo que antes habían sido subterráneos y polvorines con cierta semejanza a los que también se construyeron en la cima del Morro.
Las estructuras, de fabricación inconclusa, todavía pueden verse allí a pesar de que "fueron barridas por los terremotos y maremotos de la segunda mitad del siglo", como escribe Roberto Arancibia Clavel en "Breve historia militar de Arica". El más violento fue el del 13 de agosto de 1868, con un tremendo sismo que asoló todo el Sur del Perú y que luego causó un tsumani de tal violencia que dejó al buque de guerra norteamericano "Wateree" varado 400 metros más adentro de la Playa Chinchorro. Este maremoto cubrió de agua la isla y se llevó como si fueran juguetes los enormes y pesados cañones, arrancándolos con sus fundaciones. La marejada, con olas de unos 16 metros, también hizo desaparecer la guarnición de 100 hombres que estaban allí, arrasando a todo el borde de la ciudad junto con dejar aquellas fortificaciones a medio terminar en la isla, tal como se las observa aún. En "Arica 1868 un tsunami y un terremoto", Manuel Fernández dice que los cuerpos de estos infelices acabaron tragados por el mar y, los que no, arrojados en la orilla de la costa. Calcula en 85 las víctimas de este destacamento.
Tras un segundo terremoto con tsunami ocurrido el 9 de mayo de 1877, permanecieron prácticamente abandonadas hasta 1879, al estallar la Guerra del Pacífico, ocasión en la que fueron reforzados y dispuestos para la defensa de la costa, especialmente cuando el Presidente Mariano Ignacio Prado decidió establecer en Arica su dirección militar y administrativa durante la conflagración. El Coronel Leoncio Prado Gutiérrez instaló allí en la isla la División de Torpedos de la Armada del Perú, cuya jefatura quedó en manos de don Pedro Ureta.
La acción conjunta de Prado Gutiérrez en la isla con la batería del monitor "Manco Cápac", permitieron frustrar el primer intento chileno de ocupación de Arica, durante la Batalla Naval de 27 de febrero de 1880, ocasión en la que muere el Capitán Manuel Thompson. El historiador militar Arancibia Clavel hace notar, sin embargo, que la participación de la guarnición de la Isla Alacrán en la posterior Batalla de Arica del 7 de junio de ese mismo año, fue más bien parcial y poco activa. Hay interesante información inédita publicada a este respecto por el profesor Hugo Ramírez Rivera en su artículo "La Isla del Alacrán, durante la Guerra del Pacífico", en un ejemplar de la "Revista Chungará" de 1984.
Vista del Morro de Arica desde el peñón de la isla, junto al faro Se observan también los caminos interiores de la isla y los restos de las estructuras fortificadas tal como se observan hoy.
Con la toma del Morro en la mencionada batalla del 7 de junio -la fecha más importante entre las efemérides de Arica-, pasó la Isla Alacrán con la ciudad completa a manos chilenas, de manera definitiva.
Pero los cataclismos no cesaron en lo que quedaba de aquel siglo y en un fuerte temblor en horas de la madrugada de 1895, la isla quedó casi seca por el recogimiento del mar, causando pánico entre los habitantes ariqueños que aún recordaban las tragedias de 1868 y 1877, alertando a toda la población para escapar de lo que parecían un inminente nuevo maremoto. Sin embargo, la ciudad se salvó de la arremetida de la naturaleza que no llegó a ser tan potente como se creyó en principio, aunque sí fue lo suficientemente enérgica para arrojar contra los roqueríos de la isla a dos embarcaciones: la "Santa Luisa" y el "San Carlos".
Hacia los días del Primer Centenario de la Independencia, la Comisión de Puertos comenzó a estudiar un ambicioso proyecto de habilitación portuaria uniendo con un molo el terreno del Morro con el de la Isla Alacrán, estructura que cercaría el puerto con otro molo y malecones por el lado Norte hasta el frente de la Estación del Ferrocarril de Arica, aunque, finalmente, sólo se concretó la construcción de este último sector para el servicio portuario. según Alberto Decombe en su "Historia del Ferrocarril Arica a La Paz", las obras planificadas para unir la isla con el Morro se calculaban en $430.000 (oro).
Quizá esos mismos planes son los que después se decidió retomar para la construcción del actual terraplén que vincula a la Alacrán con la orilla. Si bien se daba por hecho en 1913 que el proyecto iba a ser ejecutado, se lo postergó y quedó apartado del definitivo complejo portuario ariqueño. Sólo en los tiempos del segundo gobierno del General Carlos Ibáñez del Campo se retomó el asunto, especialmente con la creación de la Junta de Adelanto de Arica.
Ese mismo año de 1913 se levantó hacia el centro de la isla, en el Sector A de las fortificaciones, un faro no habitado y después sustituido por otro más moderno y sólido, de operación automática para navegación y de ocho metros de altura. La misma estructura fue cambiada después al Sector B de las fortificaciones, sobre el morrillo de rocas al poniente de la isla, que dejó el haz de luz blanca sobre los 20 metros de altura, instalándoselo justo encima de un antiguo observatorio de vigilancia y defensa allí construido con los fuertes. Antes se podía acceder con más facilidad a la actual ubicación de este faro en lo alto, pero la desaparición de las barandas señalando el camino y facilitando el ascenso por las rocas ya ha desaparecido.
Bajo esta misma roca (la más alta de la isla) se sitúa una gruta con un profundo y aterrador foso, cuyo acceso ha sido cerrado con una puerta metálica de barrotes. Otra leyenda ariqueña dice que en la isla habían túneles conectándola con el Morro y que eran usados por indígenas y luego por los hombres de la guarnición, señalándose a este foso como una posible boca en ruinas de esas míticas galerías.
Restos de las fortificaciones en la isla. Su estado no parece ser el óptimo, por desgracia.
El peñón de rocas y el faro. Abajo, se observa la puerta que cierra el paso hacia el foso subterráneo.
Hasta los años sesenta, la isla permanecía aislada del continente, con el faro casi al centro de la misma y con un pequeño muelle por el lado poniente, hacia el Sur. Sin embargo, un plan surgido en la Junta de Adelanto para conectarla al continente y contrarrestar los efectos del oleaje que corre desde el Suroeste, se tradujo en la construcción del cómodo terraplén a partir de 1964, dejando así de ser isla y transformándose en la actual península.
En una decisión que ha sido controversial, sin embargo, se recuerda en la ciudad cómo se removieron e se incluso dinamitaron rocas de las laderas del Morro de Arica, para conseguir el material que fue usado aquí y también en la construcción del puerto más al Norte. Uno de los tantos mitos adicionales ariqueños dice que, durante la realización de estas explosiones, se descubrieron osamentas de monstruos jurásicos o supuestos pasadizos secretos dentro del Morro, pero todas estas historias parecen ser sólo fruto de la imaginación popular.
El grueso de los trabajos de unión a través del istmo artificial fueron concluidos al año siguiente, pero otras partes del mismo se extendieron hasta 1967, año en que se terminó de abrir totalmente al público y a horario completo, consiguiéndose consolidar así la relación directa con tierra firme y dejando atrás con ello los románticos cuentos de tesoros piratas escondidos en la isla, luego que muchos ilusos corrieran a tratar de confirmar las viejas fábulas sobre fortunas sepultadas entre las rocas o las ruinas del fuerte.
Dicen, sin embargo, que con este cambio se fueron los patillos, cormoranes y pelícanos de la isla, pues dejó de ser un lugar perfecto de migración y anidación como lo había sido por miles de años, quizás millones. El apareo de los antiguos pájaros marinos fue cambiado ahora por el de parejas románticas humanas, que llegaban hasta allí en vehículos o a pie a consumar sus pasiones, aunque sin dejar a cambio toneladas de fétido guano como hacían las aves.
Sólo en 1977 se realizaron trabajos de limpieza y despeje de las fortificaciones en la isla, llevado a efecto por la Municipalidad, el Servicio Nacional de Turismo y expertos de la Universidad de Chile. En aquella ocasión, además de vestigios arqueológicos como los ya mencionados, se encontraron restos de cerámica y posible evidencia de la extracción guanera en épocas precolombinas. En tanto, las calderas del encallado navío "Wateree", que acabó destruido en el otro terremoto con maremoto de 1877, fueron declaradas Monumento Histórico Nacional por Decreto Supremo N° 317 del 4 de junio de 1984, habiendo sido reubicadas en la Isla Alacrán por algún tiempo.
Al año siguiente, por Decreto Supremo N° 1.002 del 13 de diciembre de 1985, se declaró en la misma categoría de Monumento Histórico Nacional a la isla y sus fortificaciones.
Vista actual de la isla desde la altura del Morro de Arica.
Acceso a uno de los pasajes subterráneos de las fortificaciones.
En el Club de Yate y Deportes Náuticos establecido en la Isla Alacrán también se instaló un mástil de la embarcación "Wateree", en un recinto donde se implementó un pequeño museo náutico en el que se pueden observar incluso cañones de la época de la defensa. En los noventa se evaluó también el traslado de la mítica Tumba de Drake en el Cementerio Municipal hasta la isla, intención que nunca se concretó. Se instalaron algunos puertos comerciales y, como vimos, el faro había sido trasladado hasta el morrillo del extremo poniente. Por el deterioro que estaba sufriendo la estructura de las calderas del "Wateree" a causa de la brisa salina, sin embargo, éstas se trasladaron hacia el año 1998 a la avenida Raul Pey, al costado Sur del Río Lluta en el sector Bajos de Chichorro, unos 5 kilómetros al Norte del centro de la ciudad, donde permanecen hasta hoy.
En tanto, la playa sur de la ex isla llamada Playa del Alacrán, se ha convertido en un importante atractivo para los practicantes del surf y el bodyboard, tanto así que se ha levantado un monumento a esta actividad justo frente al camino del terraplén, siempre sobrevolado por gaviotas, pelícanos y jotes de mar. Se han realizado también encuentros musicales en ella, y la isla entera se ha vuelto un interesante centro de prácticas deportivas o recreativas, como ciclismo, trote, buceo y pesca. Se da una situación curiosa allí, por cierto: mientras la mejor vista de la isla se obtiene desde el Morro, éste se ve en plenitud también desde la isla, de modo que ambas postales son mutuamente imperdibles y necesarias en una visita. Por las noches, la Península Alacrán es bellamente iluminada con el alumbrado público, contando con un par de restaurantes y estacionamientos para quien llega allí.
Han existido planes para implementar un auténtico museo de historia náutica en la isla, especialmente durante la administración del alcalde Carlos Valcarce. También se ha propuesto atraer más comercio recreativo al lugar. Sin embargo, el plan no se ha concretado y hay ciertos aspectos que deberían ser corregidos pronto dentro del terreno, como evitar que las ruinas de los fuertes con sus murallones, escalinatas y bóvedas sean ocupadas como baños públicos o el no menos dañino ataque de los "grafiteros" a estas seculares estructuras.
El Ministerio de Obras Públicas implementó hace poco un plan de mejoramiento del acceso a la ex isla, pero recientes marejadas sucedidas sólo unas semanas después de tomar las fotografías que aquí publico, destruyeron parte del asfaltado del camino que la circunvala. Actualmente, además, se construye un paseo frente al Morro por la avenida Costanera hasta la proximidad del acceso, que permitirá estrechar el circuito turístico entre el gran peñón ariqueño y esta histórica isla transformada en península.

Comentarios

  1. Comentarios recuperados desde el anterior sitio en donde estaba publicado este artículo:

    Anónimo15 de noviembre de 2014, 10:04

    FALTA DESARROLLAR UN GRAN PROYECTO MULTI PROFESIONAL, CON ARQUITECTOS, HISTORIADORES E INGENIEROS AMBIENTALISTAS....HISTORICO - TURISTICO . CULTURAL.....HOY....EDS UNA VERGUENZA TANTO ABANDONO, QUE LINDA CON LA IGNORANCIA, CON EL PERDON DE LA PALABRA...UNA JOYA - QUE YA SE QUISIERAN TANTAS CIUDADES..Y NOSOTROS, CRUZADOS DE BRAZOS....SERGIO VASQUEZ OCHOA
    ResponderBorrar
    Anónimo31 de marzo de 2015, 15:42

    si se construlleran algunas estructuras alli tarde o temprano se las tragaria algun maremoto....que cada cantidad de siglos se repiten en estos lugares... estadisticamente ya deveria haber pasado uno hace rato....no quiero ni imaginarlo :(
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    Respuestas

    Anónimo31 de mayo de 2015, 10:45

    Es como no querer nacer porque se sabe que vamos a morir
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    Anónimo13 de junio de 2015, 22:01

    Gracias por tan completa y util informacion proporcionada acerca de la Isla Alacran, lastima solamente se siente al verla tan abandonada y sucia, en especial por esta Juventud que no valora ni atesora ni cuida su propio patrimonio cultural, concurriendo diaria y constantemente a botar desperdicios PLASTICOS y botellas de vidrio en dicho lugar. Pero bueno ya estan asi las cosas y las autoridades locales no dan ni muestran la mas minima preocupacion por revertir esta situacion
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    Unknown26 de febrero de 2016, 00:15

    Existirá la posibilidad de reconstruir el fuerte y darle un atractivo turístico a la ciudad.
    ResponderBorrar
    Unknown26 de febrero de 2016, 00:16

    Existirá la posibilidad de reconstruir el fuerte y darle un atractivo turístico a la ciudad.

    ResponderEliminar

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