LA CRUZ DE LUCAS MARTÍNEZ EN LA QUEBRADA DE TARAPACÁ

 

Coordenadas: 19°55'28.67"S 69°30'22.14"W
En la Quebrada de Tarapacá, específicamente en el poblado de San Lorenzo de Tarapacá escenario de la famosa batalla de la Guerra del Pacífico, vivió en el siglo XVII el encomendero Lucas Martínez Vegazo, influyente personaje de su época cuyo recuerdo es homenajeado por una antigua cruz de piedra que está en el camino a los dos cementerios del pueblo por el borde de la quebrada, en donde se hallan las ruinas del Tarapacá Viejo o primera aldea que tuvieron sus habitantes al otro lado del río, junto al sendero que antes llevaba a Pachica, más al interior de la quebrada, y que ahora es una sólida carretera.
Martínez, quien fuera fundador también de la Villa San Marcos de Arica (la actual ciudad) ya residía en el pueblo cuando éste estaba bajo dominio inca a través del curaca Tuscasanga, cuando los hombres de Diego de Almagro y luego de Pedro de Valdivia llegaron a él. Entre 1540 y 1548, recibe su primera encomienda concedida por Pizarro, que abarcaba Arequipa, Ilo, Corumas, Arica y Tarapacá, forjando con ello una fastuosa riqueza especialmente debida a las minas de plata de Huantajaya, al interior de Iquique. Esta fortuna la usó también para la  adquisición y construcción de navíos mercantes, además de establecer líneas comercio con productos europeos. Su concesión se vio interrumpida por la guerra entre españoles en Perú, siéndole traspasada su encomienda a don Jerónimo de Villegas, el que continuó explotando las minas hasta fallecer en 1556. Sólo entonces pudo recuperarla Martínez, pero para entonces ya no viviría más en Tarapacá, sino en la ciudad de Lima.
La presencia de esta cruz en las afueras del Cementerio Viejo de Tarapacá, entonces, es todo un enigma, pues se sabe que no puede ser su tumba ni algún mausoleo familiar de los Martínez, aunque quizás sea posible que guarde alguna relación con la antigua y rústica primera iglesia que tuvo el poblado, y que desapareció hace siglos. Además, la cruz no es de la época de Martínez, sino muy posterior: está fechada en 1742, por lo que puede estar conmemorando el bicentenario de algún hecho asociado a él, aunque para 1542 don Lucas ya llevaba un tiempo gozando de su encomienda, de modo que no es esto específicamente lo que se recordó en el monumento. También se ha sospechado que Martínez pudo ser el primer ciudadano tarapaqueño que trazó parte de las características urbanas de la antigua aldea que existía a este otro lado del río Tarapacá, y que ésta sería la razón de la cruz levantada allí, entre sus ruinas, cosa que otros ponen en duda.
La hermosa pieza es de roca tallada y de relativa altura. El estilo de sus formas evoca al barroco colonial tardío. Es en la estructura basal o plinto de la cruz que se menciona al encomendero Lucas Martínez, aunque 200 años después su época como vimos, detalle que sigue provocando controversia entre arqueólogos e historiadores. Esta inscripción con formas tipográficas y caracteres típicamente coloniales, es tosca y requiere hacer un esfuerzo para identificar sus letras, además de llevar algunas imprecisiones, como la “N” al revés, por ejemplo. 
Repartidas en dobles líneas de texto por cada cara de ese pedestal, las inscripciones dicen lo siguiente:
ANO 1742
PUSO ESTA S
IUS MIE
TA CRUS
ALBCE SN
LUCAS MTES
TISIM
SACMT
Esta terrible pesadilla de caracteres antiguos, abreviaturas y redacción antojadiza, se traduce y ordena de la siguiente manera:
AÑO 1742 PUSO ESTA SANTA CRUZ LUCAS MARTINES, JESÚS MIO, ALABADO SEA EL SANTÍSIMO SACRAMENTO
Muchos fieles se acercan a ella todavía, especialmente en los períodos de la fiesta de San Lorenzo, para rendirle homenaje, hacer rogativas, peticiones de favores y ofrendas, aunque este comportamiento tan parecido al del culto animístico no incluye colocación de placas de agradecimientos, algo  que parece más propio de las animitas que hemos observado en Perú, como la de María Hernández de Tacna. Se debe recordar que este territorio era peruano hasta la Guerra del Pacífico, por cierto. Aun así, siempre está llena de flores sintéticas y a veces de las naturales, especialmente en los días de agosto del carnaval religioso; tantas flores y coronas que incluso se dificulta poder reconocer sus formas entre toda la ornamentación de la que es objeto.
En este período también es corriente ver velas encendidas al pie de la cruz, que le dan un aspecto sobrecogedor durante las noches. Además, se le ha colocado alrededor un toldo de cañas tejidas, para darle protección y cerrarla. No es la única cruz de esta zona tarapaqueña, sin embargo, pues más al interior está una relativamente parecida: la Cruz de la Quebrada de Aroma, que es objeto de veneración especialmente en las fiestas de la Cruz de Mayo.
Si estamos frente a una auténtica proto-animita, entonces, la Cruz de Martínez en Tarapacá puede corresponder a uno de los objetos asociados al culto animístico más antiguos que existen en Chile, además de ser una de las piezas arqueológicas más antiguas y valiosas asociadas al culto mortuorio, que siguen en perfecta vigencia para el ejercicio de la fe popular.

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