"LA CHISPA DE DOÑA LUISA": EL RESTAURANTE DEL MUELLE EN CALDERA
Vista desde el acceso al muelle fiscal.
Coordenadas: 27°03'49.8"S 70°49'26.2"W
Volveré
a mis reportes en estilo más bien gonzo con este artículo, pues he
conocido este simpático boliche estando ya cerca de un mes o más,
nuevamente, en el balneario de Caldera, en la Provincia de Copiapó.
El
sector más turístico de Caldera quizá sea el borde costero en la playa y
el puerto, lugar de gran circulación turística durante los veranos, por
supuesto. Muchas modificaciones y remodelaciones han ido convirtiendo
este tramo urbano en un paseo de recreación y comercio, especialmente en
el sector de la caleta de pescadores y la hermosa Estación del
Ferrocarril, convertida en centro cultural, sala de teatro y museo
paleontológico local.
Hacia
atrás del conjunto histórico, en donde están los muelles, se llega al
galpón del terminal pesquero: un agitado y ruidoso mercadillo de
productos marinos frescos, muy típico de nuestros puertos y a precios
muy convenientes. Destacan, entre otros, los cotizados ostiones de la
zona, famosos por su sabrosura. También están algunos restaurantes y una
pequeña feria adyacente, concentrando gran actividad de visitantes.
Siguiendo
el camino principal hacia el muelle fiscal durante un fin de semana de
estos, por detrás de la estación y hacia los malecones de la caleta, en
el puesto número 100 hallamos un pintoresco edificio de dos pisos con
torreta de aguja y lucarna en un tercer nivel, justo al lado del mar y
de las pasarelas que se construyeron allí para los visitantes. Tiene un
nombre sugerente: "La Chispa de doña Luisa". Pato, un compañero de
trabajo que residió en Caldera y que aún tiene familiares acá, me señaló
hace poco que este restaurante ocupa dependencias que antes eran
oficinas administrativas.
Vista del restaurante, desde el borde costero.
Doña Luisa, la patrona, entrando a su "Chispa".
Vladimir, promocionando el local entre los paseantes.
Comedor principal, sala del primer piso.
Comedor del segundo piso.
Admito
que, en principio, me llamó la atención sólo el edificio y su historia,
por tener ciertas características propias de la arquitectura en madera
de la ciudad cuando no corresponde al más usado método de quincha dentro
de la zona poblada. Dentro de su sencillez, tiene algo de estilo
georgiano o victoriano, abundante en ventanales, con pasillo de
balaustras y un tono azul que pretende fundirse con el del mar que ondea
a su lado.
Iba
disponiéndome a regresar cuando alguien me alcanza corriendo, con una
especie de lista menú en la mano: es Vladimir, el muchacho que hemos
conocido en el vecino balneario de Playa Loreto en donde nos
encontrábamos esos días, pues trabaja en obras de construcción en una de las varias
residencias cercanas durante los días hábiles, con un maestro albañil.
No sabía que se desempeñaba también captando clientes para el
restaurante en los fines de semana, y me invita a conocerlo usando como
enganche los buenos precios que se ofrecen acá, con los platos marinos
frescos. Me pregunta, de paso, si soy escritor. "Algo así", le respondo, pero no me confiesa cómo es que supo al respecto.
Pasando
el alero hasta la entrada, entonces, se llega a una sala grande de dos
espacios (frente y atrás), el comedor principal con las cocinas al
fondo, también tras una barra. Las vidrieras principales abarcan la
vista casi completa de la postal marina, a la derecha. Por sólo unos
pocos metros no estamos en el borde mismo del mar de la bahía. Y por las
escalas en el bloque delantero de este inmueble, se llega al comedor
del segundo piso, de proporciones más pequeñas.
Este
edificio tenía algo de institucional, originalmente: en su primera
historia, fue un recinto relacionado con la administración en el muelle
fiscal. Haber prestado algún servicio para oficinas de ferrocarriles
parece haber sido su primer uso, pero la función como dependencias para
los pescadores portuarios fue la de mayor tiempo y la más distintiva.
Esto sucedía en la época de las descargas de carbón para las fundiciones
de la ciudad de Paipote, vecina a Copiapó, cuyas faenas se iniciaron
justo a mediados del siglo XX.
Pasados
aquellos años en tales usos, el edificio de los pescadores quedó
disponible a otros servicios, pues la administración se mudó a nuevos
espacios. Hasta entonces, este inmueble no era más que su actual
pabellón principal, el del frente y de dos pisos. Fue con su conversión a
restaurante que le fueron agregadas las grandes extensiones de un piso
para los comedores y cocinas, que se prolongan hacia atrás del mismo.
Vista de la sala principal hacia el comedor secundario, hacia el frente.
Ventanales del comedor principal, hacia el océano.
Las mesas junto a los ventanales.
El clásico caldillo de pescado.
El infaltable pescado frito.
Y, por supuesto, la sopa marinera.
Doña
Luisa Muñoz Núñez, a quien conozco en este mismo sitio mientras reviso
su carta, fue quien decidió remodelar el local y convertirlo en el
actual restaurante de tipo pescadería y marisquería. Aunque lo fundó
recién en el año 2015, el éxito que ha demostrado este centro culinario
calderino sin duda habla de una rápida consolidación y de un brillante
prospecto culinario para los atractivos del sector estación-muelle,
además de ostentar el apropiado nombre de "La Chispa de doña Luisa",
alusivo a las virtudes de la jefaza.
La
misma regenta considera este sitio como un negocio familiar, en donde
incluso sus nietos andan por las mesas desocupadas durante algunas horas
del día. Y además de la clientela que no falta, tiene pedidos de comida
para entregar en algunos de los puestos de los varios comerciantes del
sector. Los menús económicos salen en torno a la hora de almuerzo, como
es de esperar.
La
especialidad de esta "Chispa" es, por supuesto, la carta marina:
caldillos de congrios, pailas marinas, empanadas marinas (pino de
mariscos, queso y marisco, camarón, ostión, jaiba), pescados fritos,
sopas marinas, mariscales, locos mayo, ceviches, jardines de mariscos,
pastel de jaiba, mariscos al ajillo, a la parmesana, con salsa verde,
etc. El infaltable pebre con ají y rebanadas de pan sobre las mesas,
entretienen las tripas durante la corta espera. Buenas recetas y platos
abundantes, con la calidad de los productos marinos que sólo en Chile
hay, por algún generoso favor de la naturaleza.
Después
de hablar con doña Luisa sobre la historia de este sitio y tomar
apuntes sobre tan pintoresco local, me retiro satisfecho y contento
desde el boliche, con la satisfacción de haber conocido un sitio notable
y muy recomendable, sin duda. Ahora soy yo quien alcanza a Vladimir,
para agradecer la sugerencia y confirmar las promesas que me hizo del
mismo.
Ya
lo saben, entonces: "La Chispa de doña Luisa" espera con sus
exquisiteces a los visitantes en el muelle, junto a la exestación del histórico tren Copiapó-Caldera y las caletas pesqueras.
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