LA CASA DE LA LEYENDA DE LOS LAMAS EN EL ELQUI
Coordenadas: 30°10'29.36"S 70°29'12.04"W
Nota: este artículo lo publiqué por primera vez en mayo de 2017. Dos años después, el inmueble de marras fue demolido y reconstruido, por lo que ya no existe.
Es relativamente conocida la historia de los monjes lamas que habrían llegado a resguardar tesoros y archivos en el Valle de Elqui,
después de la invasión al Tíbet. Como en toda tradición, sin embargo,
existe cierta ambigüedad en la información oral que existe, pero algo
interesante he podido reunir para identificar la supuesta casa donde
habría alojado esta delegación de misioneros tibetanos, cuya leyenda
forma parte ya de la abultada fama mística de este valle al interior de
La Serena.
Sintetizando
el contenido de aquella creencia sobre los lamas del Valle de Elqui, se cuenta que a fines de los
años cincuenta llegó hasta Coquimbo un grupo de supuestos 30 o 40 budistas
himalayos, coincidiendo con el aplastamiento de la rebelión tibetana y
la huida del XIV Dalai Lama, Tenzin Gyatso. Como era esperable, su
estadía causó gran atención y concitó el interés de los residentes del
valle, gente de campo quitada de bulla y no acostumbrada a los
sobresaltos.
Los
enviados traían secretamente riquezas, joyas y valiosos textos a
tradicional y ancestral resguardo de los monjes en el Lhasa, pero que
desde la invasión del Tíbet por parte de las fuerzas rojas chinas se
encontraban en serio peligro. Es la sombría época para el lamaísmo que
testimoniara con detalles el ex soldado SS y montañista austriaco
Heinrich Harrer, en su famoso libro "Siete años en el Tíbet", que
después fue llevado exitosamente al cine. Urgía un lugar seguro donde
depositar todos estos tesoros de la ciudadela de Potala, entonces,
amenazados por la infame Revolución Cultural.
Ahora bien, el porqué escogieron este lugar de Sudamérica tan distante al suyo para culminar tal rescate cultural y patrimonial, es algo que se explica por el pretendido vínculo geográfico-geomántico de los 30° Norte del Tíbet contra los 30° Sur del Elqui, con el traslado del "eje espiritual del mundo" desde el primero al segundo. Era un concepto conocido en aquel momento, por lo demás, pues una de las primeras organizaciones místicas del valle, llamada la Hermandad del Pacífico, ya lo venía predicando desde su fundación en los años 20. Según el discutible libro de Malú Sierra, "Elqui. El cielo está más cerca", además, ya en 1947 los lamas habían enviado el siguiente mensaje: "Chile, jardín de flores, al final de la Tierra, entre los Andes y el Pacífico, serás la cuna del Niño del Perdón".
Ahora bien, el porqué escogieron este lugar de Sudamérica tan distante al suyo para culminar tal rescate cultural y patrimonial, es algo que se explica por el pretendido vínculo geográfico-geomántico de los 30° Norte del Tíbet contra los 30° Sur del Elqui, con el traslado del "eje espiritual del mundo" desde el primero al segundo. Era un concepto conocido en aquel momento, por lo demás, pues una de las primeras organizaciones místicas del valle, llamada la Hermandad del Pacífico, ya lo venía predicando desde su fundación en los años 20. Según el discutible libro de Malú Sierra, "Elqui. El cielo está más cerca", además, ya en 1947 los lamas habían enviado el siguiente mensaje: "Chile, jardín de flores, al final de la Tierra, entre los Andes y el Pacífico, serás la cuna del Niño del Perdón".
El
asunto es que, durante este viaje, los monjes habrían arrendado una
casa del Valle de Elqui, cerca de Cochiguaz, Pisco Elqui u Horcón,
usándola como su cuartel y bodega durante toda la misión. Desparecieron
después, dejándola habitada sólo por recuerdos y fantasmas, se supone.
El lugar ha sido olvidado por muchos y da la impresión de que no todos
recuerdan ya cuál fue, pero parece que hemos dado con el más "posible"
para la creencia.
Resulta
pues que, al contrario de lo que algunas versiones dispersas señalan,
la alguna vez famosa "casa de los lamas" aún existe y no ha sido
demolida: está a un lado de la Ruta D-485, altura del 27020, a poco
menos de un kilómetro de la localidad de Horcón, en el sector Ladera
Chica, frente al Fundo Las Placetas en Pisco Elqui. De aspecto rústico,
corresponde a una vivienda con alero, balcones posteriores y porche de
ingreso, de adobe, concreto, tejas y piso tablado, aunque interiormente
muy modificada por sucesivas remodelaciones que han dejado diferencias
palpables respecto del que debió ser su aspecto original.
Por
algún tiempo y hasta hace poco, la residencia fue un taller de arte y,
curiosamente, mantiene mucha decoración orientalista en su fachada e
interior, incluyendo una gran símbolo dhármico Om pintado afuera.
En aquellos años en que supuestamente se dio la visita, era conocida
como la "casa del sastre" por el oficio de una persona que había
residido allí hasta hacía poco y que participó también de esta historia.
Mi
principal informante de este caso es Luz Cruz Ríos, quien ha vivido en
dos períodos de su vida en esta misma casa, coincidentemente: entre 1994
y 1996, y luego a partir 2015. Luz es conocida en este sector: una
encantadora y hospitalaria mujer con su propio taller místico y
artesanal en Pisco Elqui, cerca de la plaza. Administra también un
acogedor hostal situado a pocos metros de la residencia que nos
interesa. Su vínculo con ella ha sido desde siempre, entonces.
De
acuerdo a la principal versión que conocemos de la leyenda, el
circunstancial intermediario entre los lugareños y los lamas recién
llegados, habría sido un vendedor de frutos secos de apellido Rivera,
elegido por ellos siguiendo alguna sugerencia o recomendación. Tal cual
sucede con otros personajes en muchas zonas rurales del país, él se
desempeñaba como una suerte de encargado general de tareas en la
comunidad local, realizando trámites, trabajos ocasiones y "pololitos"
para los residentes.
A
petición de los huéspedes, entonces, Rivera habría realizado un llamado
para reunir entre sus vecinos unas 10 a 15 mulas que sirvieran a la
caravana que preparaban los lamas. La noticia de que se necesitaban los
animales corrió por el valle y con ello también la intuición de que algo
valioso tenían que lleva. Se decía ya entonces pagaban muy
generosamente los favores (con gemas inclusive, según la misma leyenda).
El asunto es que, a los pocos días, llegaron cerca de 100 mulas y
burros hasta la casa, traídas por diferentes vecinos entusiasmados con
participar de los beneficios de la expedición.
Los
extranjeros seleccionaron cerca de una decena de estos animales y los
cargaron con misteriosos bultos y alforjas, perdiéndose hacia algún
desconocido lugar cordillerano en un viaje que duró varios días. Nadie
se animó a seguir a los lamas por las rutas escarpadas y dificultosas
que tomaron, según parece hacia el interior de la hoya del río
Cochiguaz, mismo que algunos mercachifles de la espiritualidad en oferta
se han empeñado en tratar de rebautizar como "río Mágico" en nuestros días.
De
acuerdo a la versión que nos aporta Luz, bien informada de esta y
otras leyendas del valle -además de haber conocido en persona al señor
Rivera-, cuando los lamas regresaron de su extraño viaje, para sorpresa
mayúscula de todos testigos, los viajeros devolvieron las mulas y burros
con sus alforjas llenas de riqueza y dinero pagando el favor, supuesto
episodio de la historia elquina que aún es recordado entre algunos
residentes de la provincia. Uno de los beneficiados fue un señor de
nombre Raúl, a la sazón dueño de un predio del sector donde cosechaba
damascos y quien habría obtenido una gran suma de dinero por haber
facilitado sus propios animales, adquiriendo con él otros terrenos más
altos de la zona.
El
revuelo causado por esta experiencia, desató una ola de tentaciones
sobre la casa y una secuencia progresiva de más leyendas asociadas al
asunto de los lamas del Elqui. Incluso se ha hablado de supuestos
monasterios secretos construidos entre las montañas al interior del
valle, o de la fugaz aparición de esquivos lamas en tiempos actuales,
cerca de Cochiguaz y de Alcoguaz, vistos por arrieros y cuidadores de
rebaños.
La
idea de que la casa aún mantenía tesoros escondidos, además, provocó
reacciones inesperadas entre algunos habitantes de la zona. Ésta estaba
entonces en un sector del valle que los locales conocían por esos años
como La Laguna, debido a que existía una lagunilla de aguas derivadas
del río Claro o Derecho hacia estos terrenos situados exactamente al
lado del lecho. Su fama atrajo algunos buscadores de tesoros, según
parece, y se cuenta que la residencia fue truequeada después entre dos
dueños, por una transacción que hoy parecería irrisoria: 10 a 15 burros,
pues se creía que los lamas volverían a requerir de ellos y los
devolverían cargados otra vez de riquezas en sus alforjas, cosa que
nunca sucedió... Jamás regresaron, para ser claros.
Por
muchos años, la residencia fue parte de la propiedad de un hacendado
del lugar, en cuyos terrenos se encontraba la mencionada laguna. Este
señor no explotaba comercialmente su hacienda, por alguna razón, pero
llegó a recibir en ella importantes visitas de autoridades nacionales y
extranjeras. Con el advenimiento de la Reforma Agraria y la mala
evaluación del uso de aquella tierra, el fundo fue desmembrado y
vendido, mientras que el ya envejecido propietario acabó sus días
viviendo en esta residencia, que sobrevivió como único vestigio de la
antigua hacienda, donde moriría prácticamente solo.
En
aquella época, el camino hacia el interior del valle corría por abajo,
cerca del lecho del río y cerca del actual patio de la propiedad, antes
de construirse la carretera que hoy pasa justo frente a la fechada de la
misma y que dividió en su momento el terreno en dos, dejando parte de
sus huertos, baños y dependencias menores cruzando la calle,
curiosamente.
Luz
recuerda otra experiencia inquietante pero muy propia de las típicas
que se escuchan por el valle, en aquel período en que fuera dividido su
terreno: un día de aquellos en que cruzó hacia la parte de enfrente de
la casa cuando la habitaba, para ocupar las dependencias higiénicas, vio
una muchacha vecina acercándose a su casa, a pedir un favorcillo
doméstico, justo mientras ella subía. Cuando regresó, los presentes se
extrañaron por la cantidad de rato que había tardado y le preguntaron
por su retraso. Ella respondió no haber hecho nada anormal, que había
demorado sólo minutos y hasta comentó haber visto a la niña llamando a
la casa. Esto -se enteró de inmediato- habría sucedido hacía una hora
ya... No es la primera vez que escucho historias de fluctuaciones de
espacio-tiempo dentro de este territorio, pues forman parte del folclore
local.
Hoy,
mirando el interior de la casa, pueden verse claras intervenciones
humanas en sus estructuras, que le han provocado incluso problemas de
estabilidad. Realmente es sospechosa la obsesión que uno o más dueños
pudieron haber tenido en buscar "algo" dentro de la propiedad. Tuve
tiempo de observarla con gran detención y cuidado, y no deja de ser
intrigante lo que allí puede verse.
Nuevamente
es Luz la que nos aporta información importante: en una ocasión,
durante su primera residencia en la casa, descubrió una pequeña ranura
por la que se perdió una moneda que se le cayó rodando al piso,
desapareciendo así por debajo de la casa. Claramente había una cavidad
en ese sector, hacia el frente actual de la misma, en el fondo del
primer nivel que queda bajo la calle actual, por la disposición de la
pendiente en la ladera en este tramo del camino. Ella nunca se ocupó de
investigar qué habría en esa cámara, aunque conocía el rumor local de
que, en su momento, la supuesta delegación tibetana había ocultado
provisoriamente sus tesoros en algún lugar del inmueble mientras
esperaba para trasladarlo, o que incluso habría dejado parte del mismo
allí, ante la urgencia por regresar pronto a reunirse con el Dalai Lama
en el exilio.
La extraña gruta abierta al interior del inmueble.
Sector lateral (Sur), donde se abrió un vano hacia un sector que se suponía vacío.
Vista lateral (Norte) con postes de madera para reponer suspensión del muro retirado.
Posteriormente,
cuando regresó a ella cerca de diez años después y por un asombrosa
coincidencia que no me corresponde abordar acá, se encontró con la
sorpresa de que alguien había destruido el grueso murallón que cerraba
el acceso al mismo, atrás del primer nivel y por lo que sería el
subterráneo de la misma casa, colocándose dos enormes troncos y otros
postes para soportar la carga estructural de la removida muralla y
abriéndole un pequeño vano lateral para iluminar el oscuro y estrecho
pasadizo.
Observando
la extraña gruta, cabe la posibilidad de que se haya socavado por
debilitamiento del suelo o que filtraciones de aguas lluvias lo hayan
erosionado. Sin embargo, además de ciertas características que
demuestran una intervención humana directa en este terreno, de acuerdo a
lo que la residente supo por sus propios vecinos, alguien adquirió la
propiedad en aquel período convencido de que un imaginario tesoro aún
estaba en el subsuelo, y por eso destruyó parte de la misma, abriendo la
cámara actualmente desnuda, para luego desocupar la casa frustrado al
no poder hallar algo, dejando los imprudentes trabajos como vestigio de
su paso por ella.
Por
supuesto, hago este relato desde el punto de vista de la leyenda de los
elquinos, no desde hechos demostrables ni verificados.
La
última vez que estuve en esta residencia, con mi amigo de viajes y
correrías Cris Meneses, la encontramos deshabitada y un tanto
triste, luego de terminada su época como taller de artesanía. Claramente
se advierten en ella tanto las intervenciones que fueron remodelando la
casa, como ese extraño socavón interior, tras el desaparecido muro.
Existen intenciones o disponibilidad para demolerla, de hecho, por lo
que puede que no le quede mucho en pie.
No
sabemos a ciencia cierta si esta casa guarda algún secreto sobre su
supuesta historia y si, efectivamente, fue la residencia provisoria de
lamas llegados al Valle de Elqui a fines de los 50. Sin embargo, su
legendario misterio no deja de ser uno de los más interesantes del
valle.
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