LA ANIMITA DE LOS CAZADORES EN LAGUNILLAS
Aspecto de la animita durante una temporada alta de visitas, con nieve en la cordillera. Imagen de Google Street View.
Coordenadas: 33°37'12.82"S 70°18'14.41"W
El
camino al Centro de Ski de Lagunillas, debe ser uno de los escondrijos
cordilleranos con más actividad de caza en la Zona Central del país,
dada la gran cantidad de animales existentes en el sector y que son
considerados presas interesantes por sus captores humanos, como conejos
silvestres, perdices y codornices.
La
cacería se ha ido volviendo un asunto controversial, lo sabemos. Y me
cuentan que, antaño, había un conocido huaso a caballo de este mismo
sector, que salía a corretear a los cazadores que se metían por aquel
camino. A pura montura y herradura, subía por cerros y quebradas
escarpadas persiguiendo a los intrusos, reclamando enojado -en nombre de
una patrona- e iniciado cada amonestación con una colorida muletilla de
hombre de campo: "¡Mire gancho...!".
Justo
en el sector del kilómetro 12 del Camino a Lagunillas tan visitado por
aquellos cazadores, hay un kiosco de venta de huevos duros, gaseosas,
jugos, leche y bocadillos para seguir por la ruta de los viajeros hacia
las pendientes de los esquiadores y sus andariveles, además de artículos
para la nieve (anteojos, gorros, guantes, etc.). Está en la entrada de
una casa con gran terreno propio. Este puesto siempre ha sido de madera,
pero antes era más rústico, resultando mejorada su estructura más
recientemente.
Casi
enfrente de este kiosco, cruzando el camino asfaltado a pocos metros
antes de comience el largo y estrecho zig-zag de ocho cerradas curvas
hacia el centro de deportes de invierno, está una animita blanca con
singular templete de concreto en forma de gruta, con arco y cruz. Está
montada sobre un sillar y un basamento de cemento, acompañada de dos
monolitos laterales. No es una gran estructura, ni es la única de las
animitas que uno encuentra (tres o cuatro hay) en esta ruta de unos 16
kilómetros desde su acceso por el Camino al Volcán, pero probablemente
sea la que más destaca y llama la atención en la sinuosa vía.
La
animita de marras pertenece a Alejandro Hormazábal, uno de los muchos
cazadores que frecuentaban este sitio ya en forma casi histórica pero
que, en su caso, durante la temporada de caza de 1988 y según recuerdan
las historias locales del sector, habría recibido una mortal descarga
con su propia escopeta, en un desgraciado accidente que le hizo perder
de manos el arma escapándosele un tiro.
Por
la actividad del fallecido (que, al parecer, tenía cierta importancia
en el gremio) y por el atractivo del lugar para los que practican la
caza, esta animita se ha convertido en una atracción devocional y
conmemorativa para los demás miembros de clubes de caza, quienes dejan
en ella una particular muestra de lealtad y homenaje, como veremos más
abajo.
Uno
de los pequeños monolitos que forman parte del conjunto, el de la
izquierda, es una piedra en la que alguna fresa ha dibujado sencillos e
ingenuos trazos formando lo que interpreto como un equipo de luz de caza
y una escopeta de corredera. Diría que esta roca, de forma oval y con
cara frontal plana, debe ser el mismo material granítico que puede
observarse por esta zona de profunda influencia geológica y volcánica.
El
otro de los monolitos, ubicado a la derecha del pequeño pabellón
central y también de roca, tiene forma de lápida y su cara frontal, bajo
el grabado de una cruz en escorzo, lleva una inscripción que nos arroja
detalles más formales sobre la identidad del fallecido:
ALEJANDRO
HORMAZÁBAL E.
HORMAZÁBAL E.
FALLECIÓ
15 DE MAYO 1988
Q.E.P.D.
15 DE MAYO 1988
Q.E.P.D.
RDO. DE SUS AMIGOS
VICTORIANOS
VICTORIANOS
Ambos
monolitos recordatorios tienen a sus pies muchos cartuchos ya
percutidos, de distintas marcas, tamaños de perdigón y colores de vaina,
correspondientes a las ofrendas que los cazadores le hacen al fallecido
en su recuerdo, suponemos que en algunos casos, también solicitando
protección o bien como agradecimiento por una jornada exitosa de
cacería.
Con
relación a la descripción general de su tragedia, el muy amable y
hospitalario ciudadano helvético responsable de la administración y la
cocina del Refugio Suizo de Lagunillas, Fritz, me comentó la misma
historia del accidente para el infortunado cazador, durante una visita a
la sede del Club Andino del mismo centro de ski, en días ya afuera de
la temporada de nieves.
Los
accidentes no son pocos en la cacería, y aunque afectan especialmente a
los primerizos e inexpertos, especialmente los que cazan sin las
formalidades o controles necesarios, la propia naturaleza destructiva de
armas tan letales como la escopeta, pueden cobrar un carísimo costo
incluso ante el menor descuido en unas manos experimentadas.
La
muerte siempre rondará los caminos cordilleranos, partiendo por los
accidentes automovilísticos y los despeñados. Además, muchos montañistas
han pedido arrojar sus cenizas por estas montañas y valles, cruzados
por el vuelo espiral de los cóndores. La animita de los cazadores, por
supuesto, forma parte de este paisaje majestuoso y de esta historia de
parcial tregua entre hombres y naturaleza en la cordillera andina.
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