JUANITO, EL RECORDADO ERMITAÑO DE LA CUESTA LAS CHILCAS
Fotografía
de Juanito colgada en el complejo de restaurantes "Los Hornitos". Según
la información con la que cuento, habría sido tomada por su amigo del
sector Llay-Llay el investigador y artista popular R. Olmos, al igual
que varias otras imágenes que quedaron del personaje.
Coordenadas: 32°51'28.24"S 70°51'26.57"W (sector donde vivía)
No
tiene monumento recordándolo allí en el paso Las Chilcas de la Ruta 5
Norte, cerca de Llay-Llay, pero es seguro que tampoco lo necesita: casi
no hay viajero, camionero, ni residente de la zona que no sepa y
recuerde de la leyenda de Juanito, el ermitaño que por tantos
años fue la única forma de vida avanzada habitando permanentemente este
curioso y a veces extraño lugar de nuestra geografía central chilena,
con su cuesta de peñascos gigantes colgando sobre la propia autopista y
anunciándole a los conductores que acaban de pasar desde la Región
Metropolitana a la de Valparaíso, en las puertas de la Provincia de San
Felipe de Aconcagua.
De cabellera apelmazada y enmarañadas barbas canas, Juanito se encontraba en el sector del kilómetro 76 de la ruta, llamado El Puente
de El Tabón. Usaba por habitación una especie de inmunda ruca de
material ligero y madera, con una colcha en el suelo, situada por esos
grandes cajones que suspenden la autopista abajo y por un costado de la
misma, a las que se llega saltando sus barreras. Allí comía, dormía,
meditaba en sus tiempos de ocio y contemplaba la inmensa noche
estrellada de la región, con la que fuera su perdida conciencia de
hombre cuerdo ahora fundida con el paisaje de la naturaleza auténtica y
ruda.
El
anciano sólo salía a contemplar en silencio ceremonial el paso de los
automóviles, o a recibir los regalos que le llevaban generosamente
quienes lo conocían, especialmente los camioneros y vecinos de
Llay-Llay: comida, galletas, sándwiches rápidos, bebidas, café, queso de
cabra comprado en puestos de la misma ruta, dulces de La Ligua, etc.
Funcionarios municipales o de Carabineros de Chile también se detenían
para saber de su estado. Uno de los pocos residentes de la zona con los
que reaccionaba en forma familiar y amistosa, sin embargo, era el señor
Rolando Olmos, historiador independiente y artista folklórico de la
zona, que ha rescatado gran parte de su recuerdo e imágenes.
A
veces, los choferes de paso por la cuesta le llevaban también ollas o
loncheras con alimento, y artículos de aseo o ropa, que él recibía
siempre con su singular y meditabundo silencio. Si no estaba a la vista,
los bocinazos lo hacían salir de su escondrijo, como si fuese un tímido
y curioso animalito de uñas sucias, cargado del hedor de lo viejo e
indómito y de la desconfianza de un puma montaraz. En caso contrario,
sólo le dejaban las cosas a un costado de la carretera para que pasara a
recogerlas, generalmente bajo un solitario árbol junto al camino hacia
los años ochenta, el que posteriormente fue cortado para aumentar el
ancho de la calzada y la berma.
Juanito
parecía uno de esos maestros eremitas que cortaron toda ligazón con la
sociedad y sus reglas; seres cerriles y hasta bravíos, cuando se
sintieran provocados. Era casi un desafío de cada viaje verlo por las
ventanas del bus o del camión allí, en su gran morada de piedras,
hallándoselo a veces en la cima de algunas de las descomunales rocas de
este tramo de carretera. Bastaba esa poca interacción con los hombres
corrientes, sin embargo, para que todos lo quisieran, volviéndose un
personaje misterioso, enigmático y símbolo viviente del paso de Las
Chilcas y casi un peaje obligado para los generosos que le llevaban
obsequios para subsistir.
Aunque
se cree que habría llegado allí en 1969, aproximadamente, fue durante
la década siguiente que comenzó a hacerse muy popular en el resto del
país, perdonándosele incluso sus ocasionales arranques de agresividad
con quienes llegaban a fotografiarlo o filmarlo, pues detestaba las
cámaras y solía arrojarle piedras o palos a los intrusos que le hicieran
sentir invadido. Otras veces, sin embargo, se veía de mejor ánimo
saludando a quienes pasaban por allí, a un lado de la pista.
Al
no haber entonces datos biográficos conocidos sobre él, las leyendas
sobre su identidad y las razones de su presencia en tan inhóspita cuesta
fueron cundiendo. Sus dificultades para comunicarse con otros y su
silencio escasamente roto con su voz ronca y anciana, fomentaron
fantasías sobre el personaje. La más extendida creencia aseguraba que
era un próspero padre de familia, un prestigioso médico o un empresario
de Santiago o Valparaíso, que había sufrido un accidente en la misma
cuesta perdiendo a toda su familia durante un viaje de verano, tragedia
tras la cual perdió también el juicio y nunca se marchó del lugar. Su
culpa habría sido por el descuido de conducción que provocó el accidente
o bien porque se bajó del vehículo sin engancharlo ni poner freno de
mano (a orinar o a tomar una fotografía, según las versiones), tras lo
cual éste se fue retrocediendo por la pendiente con sus pasajeros
adentro, hasta desbarrancar.
En
cualquiera de los casos, se suponía quedó viviendo allí como un
mendigo, con sus cabellos revueltos, sus ropas harapientas y pies
descalzos acumulando décadas de piñén y callos. Un aliciente a esta
versión de su historia fue, quizás, la presencia por varios años de los
restos de un automóvil accidentado y quemado cerca de su lugar de
hábitat, que algunos interpretaban como aquel vehículo en el que se
habrían despeñado sus seres queridos.
En
los años 90, con excursionistas y escaladores que entrenaban en este
sitio (como en la gran piedra de la Pata del Diablo, hacia el lado de la
salida Norte), la popularidad y la asistencia caritativa para el
misterioso ermitaño se hicieron mayores, expandiéndose más todavía la
leyenda de su supuesta tragedia en el lugar. Como el sector donde vivía
en la cuesta era identificado por su presencia, el primer tramo de uno
de los trazados de escalamientos en el paso fue bautizado como la Furia del Ermitaño. También apareció en este período un viejo y desgarrado sillón allí en sus dominios, probablemente arrojado como basura, que Juanito usaba casi como su trono para observar el mundo.
Una
de las más antiguas fotografías que se conservan de Juanito, en abril
de 1980, según información (no confirmada) tomada también por su amigo
R. Olmos, de Llay-Llay. Fuente imagen: RocanBolt.com.
Juanito reposando en su "cueva". Fuente imagen: TamboExperiences.com.
Se
cuenta también que muchas manos desprendidas intentaron ayudarle para
sacarlo del abandono en que se hallaba, pero el ermitaño jamás aceptó
retirarse de allí. Hacia el final de sus días, además, se había vuelto
más arisco y casi no aceptaba el acercamiento humano, ni siquiera de
quienes intentaran ganarse su aprecio con los permanentes obsequios,
reaccionando en forma esquiva si alguien penetraba en su espacio de vida
abajo de la autopista. Reporteros de un programa de televisión
experimentaron en carne propia parte de esta reacción, al final de una
entrevista al famoso mendigo.
Un
día de aquellos, los camioneros notaron que se habían acumulado
demasiados regalos caritativos para él a un costado de la autopista, sin
ser retirados. Había períodos en que el ermitaño se hacía menos
visible, pero esta señal era inequívoca de que algo malo sucedía, y así
fue que alguien tomó la iniciativa de bajar al costado de para verificar
su estado. Tras unos 30 o 40 años morando en el enigma de Las Chilcas, Juanito
fue encontrado fallecido en junio de 1997, bajo la curva donde vivía.
Los informes tanatológicos precisaban que había perecido víctima de una
noche muy fría, muriendo por congelamiento.
Su
muerte que causó conmoción en la comunidad de residentes y viajeros que
lo conocían. Durante varios días, los camioneros que pasaron por el
lugar hacían sonar ruidosamente sus sirenas y bocinas en ambos sentidos,
justo por el tramo preciso donde solía vérselo allí en la cuesta.
Alguien colocó junto al camino un cartel escrito a mano instando a tocar
la bocina como saludo de despedida, y el rito se extendió así quizás
por años, inclusive, pues la señal perduró allí mucho tiempo. Sus
funerales fueron un evento masivo en el cementerio de Llay-Llay: pocos
compatriotas anónimos han tenido despedidas tan significativas, cargadas
de coronas de flores y deudos.
Una investigación posterior, basada en sus huellas digitales, permitió determinar póstumamente la verdadera identidad de Juanito:
había sido un señor supuestamente llamado Luis González (su nombre se
mantuvo en reserva, así que no tenemos total seguridad de este dato),
jornal y obrero aparentemente oriundo de Los Andes que trabajó muchos
años antes en las obras de la misma Ruta 5 Norte.
Mas,
estas revelaciones no pudieron cambiar la extensión y el romanticismo
de su mito. De alguna manera, la comunidad de la provincia se resiste a
acatar su partida, compensando con el recuerdo la ausencia de su persona
e insistiendo en la fábula del médico que habría perdido a su familia
allí mismo. Incluso hay fotografías suyas en locales de Llay-Llay y
alrededores, como en la popular "picada" de viajeros del restaurante
"Los Hornitos", en la salida Norte de Las Chilcas.
Como no podía ser de otra forma, la leyenda de Juanito
ha seguido creciendo y nutriéndose con el tiempo, aunque adquiriendo
infaltables matices más oscuros. Nos hemos enterado, por ejemplo, de
historias sobre accidentes ocurridos en su presencia, o de cierta fama
de gafe o pájaro de mal agüero tomada por gente que ni
siquiera alcanzó a conocerlo. También especularon algunos que asesinaba
perros vagabundos para comerlos y otras fantasías difíciles de creer,
dado que nunca le faltaron provisiones que le regalaban los viajeros.
Hasta que era un millonario excéntrico y avaro resguardando cada peso de
su fortuna, se ha llegado a decir... Todos estos, chismes considerados
patrañas por camioneros y choferes habituales de la zona, además de
todos quienes lo conocieron en vida, hay que decir.
Han
existido proyectos cinematográficos y de nunca instalados monumentos en
su memorial, salvo por algún arbolito decorado en el camino; y habría
por ahí hasta una pieza musical en homenaje al inmortal Ermitaño de Las
Chilcas. Su recuerdo en el lugar es tan poderoso y determinante, sin
embargo, incluso después de tantos años ya desde su fallecimiento, que
no sería de extrañar alguna otra consecuencia de su pasada presencia en
la cuesta sobre la toponimia local.
Mensajes recuperados desde el primer lugar de publicación de este artículo, en el sitio URBATORIVM:
ResponderEliminarPor un cambio real28 de febrero de 2017, 21:50
Gracias por esta interesante información toda mi vida quise saber más de este interesante personaje! Saludos
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Unknown30 de noviembre de 2017, 16:31
Yo lei un reportaje en el Mercurio, que decía que era un doctor que perdio a su familia en ese sector y se aislo del mundo, y que ayudo a muchos camioneros con sus conocimientos de medico.
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Respuestas
CRISTIAN ARCAS30 de abril de 2019, 11:11
Como de costumbre el mercurio miente.
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Unknown30 de noviembre de 2017, 16:34
Yo lei en una revista del domingo del Mercurio, que era un doctor que habia perdido a toda su familia en un accidente en ese lugar, y se aislo del mundo.Ayudaba a muchos camioneros con sus conocimientos de doctor.
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Unknown13 de abril de 2018, 14:56
muy interesante su historia, gran idea eso de llevarlo al cine.
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Unknown4 de julio de 2018, 04:00
Difícil el aceptar que sea la realidad.. Uno prefiere el romántisismo de la historia pasada por generaciones, almenos es lo que yo prefiero..me parece ayer cuando mis tíos me comentaban quien era, un hombre que no quiere olvidar, que no quiere dejar a su familia, por no ser más cuidadoso perder todo . Su vida ,una ofrenda en nombre de quienes amó ... Es lo que eligo creer .. Asique gracias por dar el espacio a incertidumbre de su identidad.
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Unknown19 de octubre de 2018, 22:10
Este personaje me conmovió tanto que le hice unas decimas y un poema.
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Unknown29 de abril de 2019, 18:44
Muchas gracias por la reseña.
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Carola Pizarro Araya10 de mayo de 2020, 02:53
Una gran reseña
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Leoncito29 de noviembre de 2020, 15:07
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constanzaguilar30 de julio de 2021, 13:39
Interesante!
Hoy hay una puerta y madera pintada bajo la roca. Habrá alguien viviendo ahí o será un homenaje?
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