IGLESIA PARROQUIAL DE NUESTRA SEÑORA DEL TRÁNSITO: UNA PAUSA DE TIEMPO EN LA HISTORIA DE CANELA BAJA

 

Fotografía del templo parroquial, antes de la restauración terminada en 2015 pero de corta duración, a causa del terremoto de ese mismo año (Fuente imagen: sitio web de Radio Asunción).
Coordenadas: 31°23'54.27"S 71°27'29.11"W
Canela Alta y Canela Baja son dos singulares poblados de la Provincia del Choapa en la Región de Coquimbo, que pueden encontrarse desviando hacia el interior desde la Ruta 5 Norte a la altura Angostura y cerca de Huentelauquén con sus celebérrimos quesos mantecosos y empanadas fritas. Se llega a ellos por la carretera D-71 que lleva hacia Combarbalá, pasando la Hacienda Puerto Oscuro.
En la primero de los poblados que se aparecen al viajero es Canela Baja o llamada también Canela a secas, en la comuna homónima. Aunque su origen es tan antiguo que nadie sabe a ciencia cierta cuándo se establecieron allí los primeros habitantes, algunos creen que su poblamiento se remontaría a los días en que don Francisco Hernández Ortiz Pizarro recibía una merced de tierras en este sector llamado Conchalí (no confundir con la comuna del mismo nombre en Santiago), aunque se sabe que este personaje fundador de la ciudad de Calbuco, falleció en 1613 sin haber conocido este gran premio de tierras que le había otorgado el Gobernador Alonso García Ramón.
Las guías turísticas suponen que el nombre de Canela provendría de una vieja propiedad llamada Fundo La Canela o La Canela Baja, o bien que esta especie de árboles abundó en el pasado de la zona, desapareciendo en tiempos posteriores. En el sitio web oficial de la comuna también se especula que su nombre original deriva de la expresión quechua kanannay, que significaría algo como Destello de Sol y aludiría a ciertas comunidades de mineros de cobre que existieron hacia el interior en el siglo XVIII y hasta parte del XX.
La parroquia en mi visita de 2016, vista desde la calle Cura Vásquez.
Mi
La comuna de Canela propiamente dicha, nace administrativamente hacia 1894, pudiendo estar relacionada con actividades de localidades de la costa como Caleta Puerto Oscuro y las exportaciones que se hacían de trigo, charqui y otros productos hacia Perú y las comunidades mineras de California durante la fiebre del oro. En un reportaje del diario "La Tercera" titulado "El pueblo del epicentro olvidado" y con Ignacio Bazán por autor (27 de septiembre de 2015), se indica también que muchos aventureros locales que probaron suerte en las auríferas californianas, volvieron a la región trayendo el comino como producto para introducir en Canela por largo tiempo, aunque la disminución del cauce del río arruinó esta agricultura, posteriormente. Hoy, una de sus principales actividades es la ganadería caprina y ovina; y quizás Canela haya tenido alguna participación en la industria de limpiapiés artesanales que se hacían masivamente en el pasado de la Provincia del Choapa, siendo conocidos por lo mismo con el nombre tradicional de choapinos.
Al entrar a Canela Baja, la línea de la carretera se divide en las dos calles centrales principales que cruzan longitudinalmente el poblado, paralelas al Estero Canela. Es un lugar que permanece tranquilo y meditabundo la mayor parte del año, con algún perrito paseando por sus callejas o un anciano mirando desde el entorno a los extraños, sentado con su mentón en sobre el bastón. Un sitio profundo, de otra época, aún intocado por muchos de los vicios de la modernidad.
Por la vía urbana a la izquierda, Estanislao Oyarzu, encontramos abruptamente la plaza central del modesto poblado rodeada de antiguas casas construidas con la técnica del adobe sobre armazón de rejillas y vigas de madera, parecido al método más nortino de la quincha, como se observa en una pequeña casucha demostrativa de este antiguo procedimiento de construcción colocada dentro de la misma plaza, hecha por escolares del sector. Muchas de estas casas del casco histórico se advierten castigadas con dureza por los terremotos, en algunos casos abandonadas y quizás esperando caer solas.
Patio interior de la parroquia. Muros del templo a la derecha.
Sector de la sacristía con sus murallones destruidos.
Al fondo de este cuadrante de la plaza, destaca el edificio de la Municipalidad de Canela, construido hace pocos años, a pesar de su aspecto neoclásico. Recuérdese que Canela Baja es capital comunal. Exactamente al costado izquierdo del edificio municipal, está la vetusta Iglesia Parroquial de Nuestra Señora del Tránsito, con su planta de medio crucero y murallones de adobe. Quizás no sea de los templos que más visitantes adictos al turismo histórico atrae la zona, a diferencia de las iglesias de Mincha o Combarbalá, pero este desdén es injusto, pues se trata de un edificio por completo admirable, a pesar del mal momento por el que atraviesa víctima de las mismas inclemencias telúricas que azotaron recientemente la región.
La iglesia se encuentra en calle Luis Infante 500 frente a la corta callejuela Cura Vásquez, que da contorno al costado Sur de la plaza central. Según información publicada por la Prelatura de Illapel, el actual edificio de la Parroquia de Nuestra Señora del Tránsito habría sido establecido en 1913, pero sobre la iglesia que ya existía allí. No sabemos a qué tiempo podría remontarse la edificación que sigue en pie, entonces, pero en la opinión del vicario Gino Jiménez, el templo tendría 150 años o más. Remodelaciones posteriores parecen haber "modernizado" su aspecto al que ahora ofrece. Por ejemplo, los dos niveles superiores de la torre del campanario tienen detalles de épocas más nuevas.
Además de las fiestas religiosas anuales y de la celebración de Nuestra Señora del Tránsito, la iglesia era el escenario de la misa del Te Deum de Fiestas Patrias en la zona, que acá se celebran con singular energía, autenticidad y costumbrismo a pesar del olvido insolente que el centralismo chileno le ha dado históricamente a esta provincia. Y más allá del servicio litúrgico, la parroquia ha sido de mucha utilidad social para la comunidad canelina. Gracias a una cruzada del párroco Luis Brevis Muñoz, por ejemplo, pudo ser fundada la estación FM local Radio Asunción, que inició transmisiones el 12 de octubre de 1998 en el 92.3 del dial, dando un gran salto en los medios y la comunicación de sus habitantes, que sólo recibían señal de algunas estaciones AM hasta entonces. Además, el gimnasio y las salas de las dependencias parroquiales han servido permanentemente también como sedes para reuniones sociales y encuentros vecinales.
El vetusto ábside del edificio y parte posterior de la sacristía.
Acercamiento al ábside y sus sillares de piedras. Se observa el daño.
Una placa de mármol en su fachada, junto a una imagen de la crucifixión, recuerda que en este templo fue bautizado con 13 días de vida el futuro Monseñor José del Carmen Valle Gallardo, nacido en Canela el 11 de diciembre de 1908. Fue colocada en el centenario del ilustre sacerdote que llegara a ser Obispo de Iquique entre 1964 y 1984, falleciendo en La Serena durante el año 2000. En una entrevista de los años noventa, la destacada folclorista nacional Gabriela Pizarro recordaba haber participado del coro de esta iglesia con el mismo repertorio que plasmó en sus "Veinte tonadas religiosas", de 1993. Y en mayo de 2013, el Nuncio Apostólico Ivo Scapolo visitó desde El Vaticano a la parroquia canelina y sus hermanas teresianas, en una misión de estrechamiento de lazos. Llegó allí acompañado por Monseñor Jorge Patricio Vega y el Vicario General Luis Lazo.
Estando el templo ya con algunos problemas por su propia antigüedad y por violencias telúricas anteriores, como el terremoto de 1997, se había organizado una larga campaña de recaudación de fondos a través de bingos, colectas y rifas que permitió restaurarla en marzo de 2015. Toda una proeza, tratándose de una de las comunas más pobres y olvidadas del país. Entre otras cosas, se le reparó por entonces el techo, se cambiaron los pisos de tablones, se rehizo el coro y se mejoró la fachada, pintándosela de un color claro.
Poco duró la celebración, sin embargo: el gran dolor de esta iglesia sobrevino con el terremoto de Coquimbo del 16 de septiembre de 2015, que con sus 8.4 grados Richter y cerca de 15 víctimas, tuvo precisamente a la zona marítima frente a Canela Baja como epicentro de toda su ferocidad tectónica, desatada minutos antes de las 20 horas de aquel día. Más del 15 % de sus viviendas quedaron inutilizadas y, por un par de semanas después de la catástrofe, al menos muchos chilenos pudieron enterarse de la existencia de este encantador y pintoresco lugar, ahora golpeado sin compasión. En un ejemplar y enaltecedor comportamiento cívico de sus habitantes, sin embargo, esta pobre comuna que figura entre más vulnerables del país, no registró intentos de saqueos a pesar de la desolación material y la destrucción.
La noche de ese fatídico miércoles sombreó a una iglesia agrietada y con sus muros de contención peligrosamente dañados. Desde entonces, está cerrada y sigue gravemente herida, juntando polvo y memorias en el total silencio de sus campanas. Todos sus muebles, bancas, alhajas y figuras religiosas debieron ser retiradas, permaneciendo algunos días afuera del edificio y después puestas a mejor resguardo, extendiéndose desde entonces los servicios religiosos en otro lado del recinto parroquial.
Vista del coro y parte de la nave, desocupados y con muros partidos.
Vista del altar y el fondo ornamental con muros agrietados, desde la sacristía.
La propiedad eclesiástica mantiene su portón abierto permitiendo acercarse a observar los costados de este edificio: su sacristía también cerrada, sus muros partidos en ángulos insensatos, su añoso ábside desnudando partes interiores y su macizo sillar base, sus derrumbes de paredes y sus ruinas revelando las vísceras secas y las osamentas de tan vieja materialidad. Afuera, el paisaje de árboles y arbustos de la vega del río casi parece fundirse con el de la propia iglesia y sus patios. Por los ventanales cerrados con agresivos candados, con algo de dificultad aún pueden observarse su única nave totalmente vacía y las decoraciones del altar y de las columnas del presbiterio simulando en sus maderas texturas veteadas de rocas como la local combarbalita, hechas por expertas manos de carpinteros y artistas locales.
Todavía no está claro cuál será el destino del antiguo templo. El vicario Jiménez lleva adelante una campaña casi personal para evitar que sea demolida, posibilidad que resulta altamente factible y hasta conveniente, según ciertas opiniones que podrían considerarse expertas. Sin embargo, parece una puñalada al alma la sola idea de que termine siendo destruida y reemplazada la iglesia más antigua de la comuna de Canela. Aunque podría existir un eventual interés de compañías privadas y casas de estudios por salvar la iglesia, la incorregible inoperancia e ignominia de las autoridades políticas chilenas marginando en sus agendas de problemas toda prioridad a esta clase de pueblitos olvidados por Dios y ambicionados por el Diablo, ha ayudado a fomentar los malos pronósticos sobre el destino del viejo templo, además de las casas destruidas y muchos otros edificios afectados por la catástrofe, pues muchas de las necesidades principales de los habitantes afectados por el terremoto han sido satisfechas... Vieja y repetida historia es esta, entonces, y por todo Chile.
Tras nuestra visita del año 2016, esperamos que la Parroquia de Nuestra Señora del Tránsito y toda Canela Baja sólo estuviese pasando por su propio y reversible mal "tránsito", no definitivo: una mala pausa en la historia de esta localidad, tan infelizmente castigada hace unos meses, dejando su huella de destrucción casi simbolizada en el templo habitado hoy sólo por los temores sobre cuál será su destino.

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