IGLESIA DE SAN FRANCISCO DE BORJA DE COMBARBALÁ: UNA VIEJA PARROQUIA ANTERIOR A LA PROPIA VILLA

 

Coordenadas: 31°10'41.5"S 71°00'11.7"W
Nota: artículo publicado originalmente en febrero de 2018. Trasladado hasta acá en 2022.
Esta entrada es otra consecuencia de mi última peregrinación por las localidades, sitios históricos e iglesias del Norte Chico con mi tocayo, amigo y compañero de aventuras Cris Meneses, hace poco menos de dos años. También es parte de la inspiración que provoca en mi teclado una de las zonas que más me atraen y hechizan de Chile, allá en la misteriosa Provincia del Limarí.
Sin embargo, este artículo también es resultado del primer aniversario de malas noticias que me trajeron de vuelta al tema: un año exacto desde el incendio que afectó a las dependencias de la Parroquia de San Francisco de Borja de Combarbalá, destruyendo gran parte de la misma aunque -sólo por poco- sin llegar a la propia iglesia, a la que me referiré en esta entrada.
La Iglesia Parroquial de San Francisco de Combarbalá está en el centro histórico del poblado, en la calle Maipú, extendiéndose por la manzana hasta la calle transversal de fondo, Unión. Es inevitable tener pasar por allí en una visita completa a Combarbalá: a la feria artesanal de la plaza con venta de la piedra local combarbalita, a los establecimientos comerciales del mismo entorno, a la Municipalidad de Combarbalá allí también ubicada y al pequeño museo patrimonial situado en el lado opuesto.
Más allá de la céntrica ubicación, sin embargo, el aspecto meditabundo y sereno de este templo sin tiempo, sumado a su atractivo como arquitectura histórica, lo convirtieron en uno de los principales atractivos de esta comuna de la Región de Coquimbo. No hay guía turística que no incluya su imagen al referirse al destino, por la misma razón.
La iglesia en los años cuarenta, vista desde calle Maipú una cuadra antes de la plaza. Se ven sus viejos contrafuertes cilíndricos y el antiguo inmueble a sus espaldas, que fuera demolido para abrir hasta Maipú la calla Unión. Fotografía de Luciano Fernández para la Corporación de Reconstrucción y Auxilio, hacia 1943. Fuente imagen: Colección Fotográfica Universidad Diego Portales.
 
La iglesia en los años cuarenta, y el edificio de la esquina adyacente, hoy ocupada por un establecimiento comercial. Fotografía de Luciano Fernández para la Corporación de Reconstrucción y Auxilio. Fuente imagen: Colección Fotográfica Universidad Diego Portales.
Fotografía de la fachada desde la plaza, tomada en 1971 y subida por Patricio Aránguiz Correa (imagen tomada en un viaje de sus padres) como aporte gráfico para el portal Enterreno Chile.
Imagen de la iglesia en los años noventa. Fotografía de Jorge Sánchez, publicada en guía turística "Turistel".
Como se sabe, Combarbalá fue fundado como pueblo minero y rural por el Capitán Juan Ignacio Flores, bajo instrucciones de don Ambrosio O'Higgins, el 30 de noviembre de 1789. Nace así con el nombre de Villa San Francisco de Borja de Combarbalá, y su primera población reunió a los trabajadores de los yacimientos de oro, plata y cobre que había en la zona, vetas que comenzaron a aparecerse a los felices cateadores hacia inicios de ese mismo siglo. Hubo ciertos pleitos y controversias entre los habitantes de la zona durante la fundación, sin embargo, aunque son materia para otro tema.
Empero, sucede que el templo de Combarbalá se remonta a una línea histórica anterior a la propia fundación del pueblo, cuando el territorio era ocupado aún por descendientes de indígenas Molles, chiles (mitimaes) y diaguitas, que convivían con los primeros españoles y criollos arribados al lugar y atraídos por la minería. A la sazón, no había una parroquia disponible al servicio religioso de la creciente población repartida por los valles, montes y llanos, por lo que la labor de evangelización visualizó en tiempos coloniales relativamente tempranos, la necesidad de establecer presencia mayor y más estable.
Según datos provenientes de la Conferencia Episcopal de Chile, intentando compensar aquellas carencias se comisionó al entonces recientemente elegido Obispo de Santiago, Manuel de Alday y Aspée, para viajar a la zona y fundar un primer curato. Éste fue creado en 1757 y autorizado por el Gobernador Manuel de Amat y Junyent el 18 de febrero de 1758, constituyendo la base de la que pasaría a ser la Parroquia de San Francisco de Borja de Combarbalá y de la propia villa, a partir de su fundación en 1789.
Cabe señalar que al curato se le habían cedido las tierras consideradas vacantes ("vacas") de los indígenas que se encontraban en Tuquí. En un inicio, había en ellas una rústica capilla dependiente del vecino curato de Sotaquí (fundado en 1630) y cuya jurisdicción, ya convertida en parroquia, se extendía sobre todos los demás curatos existentes en la provincia, desde Andacollo hasta Combarbalá.
Vista actual de la Iglesia Parroquial de San Francisco de Borja de Combarbalá.
Incendio del 13 de febrero de 2017, que destruyó parcialmente dependencias de la parroquia y la sacristía de la iglesia. Imagen publicada por el periódico El Combarbalito.
La "Gorda" o "Gordis", querida habitante de la plaza y de la manzana del templo.
Fachada de la parroquia, adyacente al templo.
Gracias a un antiguo documento judicial de 1759, se puede concluir en que la Iglesia reunía fondos por entonces para la construirle su templo al recién creado curato, a través de la venta o arriendo de terrenos solicitados por el entonces cura interino de Combarbalá, don Luis Pizarro y González, "por cuanto se ha servido el muy ilustre señor presidente que de librar se me dé posesión de las tierras vacantes de los pueblos de Combarbalá y Pama", según solicitaba el mismo sacerdote.
Por otro lado, Monseñor Alday, el más probable impulsor de la construcción del primer templo importante allí para la parroquia, ya mencionaba a éste en la enumeración que hace en su auto de 7 de mayo de 1774. Sin embargo, cabe observar que el libro parroquial más antiguo que se conservó en el archivo, empezaba recién en 1800.
Por las descritas razones, se explica también que la petición de los vecinos para fundar la villa, formulada a las autoridades en noviembre de 1788, aludiera textualmente al asiento alrededor de la iglesia existente ya entonces y administrativamente vinculado a ella, al igual que lo hace el decreto fundacional de la villa, extendido al año siguiente.
En términos generales, el edificio del templo, con aspecto actual que podemos reconocerle en su lugar un lado de la plaza, fue concluido ya en el siglo XIX. Esto según información que maneja la administración parroquial. Fuentes en medios de prensa regionales precisan que el actual edificio fue hecho en 1889, pero no tengo datos duros al respecto. Otras son más cautas y prefieren señalar, solamente, que se trata de un templo bicentenario, aunque varias intervenciones posteriores a su construcción le habrían dado su rasgo definitivo.
Describiéndola ya en su arquitectura y materialidad, la iglesia es más bien neoclásica, hecha de adobe, tabiquería antigua y madera, con columnas de orden griego en el gran pórtico con frontón de entrada, y torre campanario central al frente, de madera y con ventanas de arcos conopiales, levantándose sobre la fachada con su chapitel, visible por encima de la Plaza de Armas.
Por el lado de calle Maipú, destacaban antes enormes estribos del muro y contrafuertes cilíndricos hechos a causa de los terremotos, con una entrada lateral entre ellos. Con el tiempo, estos fueron  modificados y fusionados, quizás tras el terremoto de Illapel de 1971 o el de Coquimbo en 1975, si acaso interpreto bien las fotografías históricas que hay de él. Sólidos refuerzos angulares en la sillería base reemplazan hoy, en parte, la función estructural de aquellos primitivos contrafuertes de adobe. Este lado de la iglesia, además, alguna vez fue conectado al fondo con la calle Unión, por donde había un viejo inmueble que fue demolido a mediados del siglo XX. Por eso el templo carece de ábside, pues este lado estaba pareado a ese antiguo caserón de adobe.
Interiormente, el edificio es de sólo una nave sencilla, flanqueada por los centenarios muros de adobe y vanos de arco en medio punto. Carece de crucero, aunque sí se observa un medio transepto, al costado del presbiterio hacia la izquierda, por donde continúan las dependencias del recinto y se abre un espacio a modo de capilla secundaria, además del acceso a la sacristía.
Como sucede también afuera en algunos puntos de las columnas y la fachada, se observa una nervadura de dolorosas grietas sobre estucos y revestimientos del adobe dentro de la nave y su anexo, muchos de ellos probablemente recuerdos del último gran terremoto de 2015 y los muchos años de envejecimiento del edificio.
En el altar y en el elegante retablo, se ofrecen diseños con texturas de combarbalita y otras rocas, pero también las infaltables grietas, en el muro de fondo. Abundan los colores dorados y las figuras de ángeles en esta composición, con la imagen de la Cruz Gloriosa y Cristo en bronce, como imagen central del presbiterio. La combarbalita reaparece en algunas otras piezas ornamentales en este sector del templo, haciendo presente así a la hermosa piedra de las canteras de este territorio.
El cielo del techo en la nave luce en buen estado, y está en disposición de cañón, formado enteramente por el tablado a lo largo de toda la extensión de la sala, pero con vigas horizontales de resistencia, en dirección opuesta y cruzadas desde los arranques de la bóveda.
En la nave interior podemos encontrar también tres criptas. Una es de quien se consideró alguna vez, una ilustre de la historia de la localidad: doña Beatriz Jiliberto de Castañón, fallecida el 30 de enero de 1876, sepultada allí por su esposo. Las otras dos sepulturas interiores allí (una de cuatro hermanos y otra de un infante), lamentablemente no están fechadas.
En tanto, a las efemérides relacionadas con San Francisco de Borja, santo patrono de la parroquia y del pueblo, se sumó una intensa presencia de la Virgen María en la devoción popular del templo, con varias imágenes evocándola. En 1942, además, se fundó en la parroquia la cofradía llamada Súplica de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro de Combarbalá, que tendrá importancia en las fiestas religiosas relacionadas con el poblado. Por ese mismo período, la iglesia y otros edificios de Combarbalá debieron ser intervenidos a causa del terremoto de Ovalle de 1943, por intermediación de la Corporación de Reconstrucción y Auxilio, organismo dependiente del Ministerio de Hacienda (y que operó con este nombre entre 1939 y 1948). La parroquia depende del Arzobispado de La Serena, por cierto.
Algunas de las figuras de escultura y talla religiosa que se atesoran en el templo, tendrían dos siglos o más, según los residentes, aunque cuando tomamos las fotografías que acompañan este texto, la mayoría de ellas se encontraba en mantención o trasladadas, por las celebraciones de la Semana Santa 2016. Se destacan entre ellas la efigie de la Virgen María y la de San Francisco de Borja, ambas en el presbiterio, y en la nave la Crucifixión procesional, una sencilla Virgen de la Amargura o Santa María Magdalena (no lo tengo claro: es la estatua con lágrimas), el Sagrado Corazón de Jesús, Santa Filomena con sus flechas y la Virgen del Sagrado Corazón.
Informalmente, se me ha sugerido también que habrían existido iniciativas para declarar Monumento Histórico Nacional al edificio, pero no tengo a mano noticias concretas de tal trámite. Sí es conocido, en cambio, que desde 2010, la parroquia realiza en el Día del Patrimonio de cada año (último domingo de mayo) una exposición de piezas artísticas, religiosas, fotográficas e históricas ligadas a esta iglesia, con interesantes visitas guiadas para el público.
Sin embargo, lo que perdonaron los terremotos, no lo hizo un voraz incendio en el amanecer del lunes 13 de febrero de 2017, que destruyó parte del recinto de la parroquia adyacente a la iglesia, llevándose desde archivos históricos hasta computadores de las oficinas en la casa parroquial y los salones. El daño habría sido peor si los numerosos voluntarios de varias compañías del Cuerpo de Bomberos de Combarbalá llegados al siniestro, no hubiesen logrado controlar las llamas a tiempo y tras arduos esfuerzos.
La peor parte de todo es que el fuego, producido por una falla eléctrica, alcanzó a tocar al edificio de la iglesia y destruyó parte de la misma... La buena, es que fue sólo en el sector de la sacristía, acabando totalmente quemada, pero logrando ser detenidas las llamas por el accionar de bomberos antes que llegaran a devorar con su vesania al resto del histórico templo de Combarbalá.

Comentarios

  1. Mensaje recuperado desde el primer lugar de publicación de este artículo, en el sitio URBATORIVM:

    WALTER FORAL LIEBSCH8 de junio de 2018, 03:54

    EXCELENTE... SALUDOS
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