HOTEL MÓNACO: DEL ESPLENDOR A LA AGONÍA EN QUINTERO

 

Coordenadas:  32°46'54.51"S 71°31'39.38"W

Nota: este artículo lo publiqué originalmente en el sitio URBATORIVM en octubre de 2018. El edificio, felizmente, ya ha sido restaurado y ojalá pueda conseguir una nueva etapa de buena vida en el balneario de Quintero. 

El balneario de Quintero en la Región de Valparaíso, está dando noticias poco gratas en estos días, consecuencia acumulada en más de cinco décadas de desidia de las autoridades por el destino de la llamada zona de sacrificio del litoral central, rodeada del cordón industrial y acosada por la polución ambiental. Daños que ya parecen comenzar a ser controlados, es verdad, pero que se visualizan cada vez más difícil de revertir por completo, acaso imposible.
Hubo un tiempo en que Quintero daba tema de sobremesa por otras razones mucho más alentadoras y plausibles, cuando era uno de los principales atractivos de los viajeros y vacacionistas en la región, con sus prístinos paisajes y playas de color turquesa. El edificio del Hotel Mónaco, en calle 21 de Mayo número 1390, esquina con Gregorio Arrieta, constituye quizás el símbolo en decadencia de aquellos prósperos y esplendorosos días para el turismo local.
Me parece recordar el haber estado en el Mónaco hace mucho tiempo, quizás en algunas vacaciones familiares de mi temprana niñez. Espero no estar confundido: el recuerdo es vago, muy difuso, aunque me permiten reconocer el edificio y saber cómo era parte de sus interiores. Me parece incluso que mi abuela materna fue pasajera del mismo en varias ocasiones, pues era una amante de la localidad de Quintero.
De cara a la bahía, a las playas de Loncura-Ventanas y a los puertos, cercano a la Parroquia Santa Filomena y la Plaza de Armas, este singular inmueble hotelero hoy está en un estado penoso, que no augura mucho tiempo más de existencia esperando esa nunca llegada restauración. El alguna vez más importante hotel de la ciudad, a cuyo bar, restaurante y sala orquestada iban políticos, artistas e intelectuales, atrajo tradicionalmente a los pasajeros del tren de la Estación Quintero, en el muy próximo Parque Ignacio Carrera Pinto, edificio de estilo británico inconfundible y hoy usado por oficinas de cultura y turismo.
Los orígenes del hotel se relacionan con la explosión comercial y turística que se imprimió a Quintero con la creación del puerto y las inversiones que hizo allá don Luis Cousiño Squella, a partir de 1871, obra continuada a su muerte por su hijo Luis Cousiño Goyenechea, fundando la Sociedad Ferrocarril, Puerto y Balneario de Quintero en 1913, encargada de implementar las infraestructuras necesarias, especialmente las requeridas tras el terremoto de 1906.
Aunque las obras portuarias y ferroviarias quedaron operativas en 1924, la Sociedad cesó actividades en 1931, pues se declaró en quiebra (afectada por la Gran Depresión mundial) y así las instalaciones pasaron a manos del Estado. Este tránsito de tiempo coincidía, pues, con la época en que Quintero se había levantado como un lugar de enorme atractivo para las clases más acomodadas del país, principalmente de vecinos de unas 20 familias del Barrio Dieciocho en Santiago, liderados por los Cousiño, abriéndose después otros estratos sociales. El Hotel Mónaco fue una consecuencia de este período y de las necesidades de hospedaje que llegaron al balneario, entonces.
El hotel en 1932, con su flamante arquitectura ecléctica y sus frondosos jardincitos de ventanales. Fuente imagen: Documentales de Bolsillo: Hotel Mónaco de Quintero.
El hotel en 1946, en imagen de la revista "En Viaje".
El Hotel Mónaco en 2010, entrando hacia su último lustro de funcionamiento. Fuente imagen: Quinteroenimagenes.blogspot.com.
Imágenes de los interiores del inmueble del exhotel, en sus últimos años de funcionamiento. Fuente imagen: Quinteroenimagenes.blogspot.com.
En el verano de 1946, un inserto con aires publicitarios de la revista "En Viaje" de la Empresa de Ferrocarriles de Chile, decía sobre el hotel en el contexto de los atractivos de Quintero:
La circunstancia de hallarse este balneario en un sitio muy pintoresco, con alrededores muy hermosos, justifica el interés del público por visitarlo en el período veraniego (...)
Para llegar a Quintero desde la estación de San Pedro, en la línea entre Valparaíso y Santiago, se toman los autocarriles que tienen capacidad para 30 personas y que llegan hasta el mismo balneario. El viaje es corto y agradable.
Otra forma de llegar a este balneario es haciendo el viaje desde Viña del Mar, pasando por Concón.
Como puede apreciarse, es Quintero un sitio sumamente agradable para pasar un buen veraneo. Dispone de fácil locomoción y de un hotel de la importancia del Mónaco, que reúne, como ya hemos dicho, las máximas condiciones de confort a que puede aspirar el más exigente turista.
En efecto, Quintero contaba con varios hoteles a la sazón, siendo el Mónaco el más importante y quizá el de ubicación más cómoda y encantadora para el viajero. Elegante, con altos estándares en el rubro y una cocina que era felicitada por la crítica, sus escalas interiores, pasadizos y espacios escondidos eran el sueño de un niño que quisiera jugar a perderse por algo parecido a un castillo de cuentos.
El edificio fue obra del arquitecto Ítalo Cosmelli, según informan autores como el historiador Cristián Gazmuri Riveros en un artículo para la revista "Historia", volumen 32, de 1999, del Instituto de Historia de la Pontificia Universidad Católica de Chile, titulado "La Compañía del Ferrocarril, Puerto y Balneario de Quintero (una empresa fracasada)". El mismo autor observa que los demás edificios históricos y patrimoniales de la ciudad en los tiempos de la Sociedad Ferrocarril, Puerto y Balneario de Quintero, pertenecen al arquitecto Juan Rau, por lo que el hotel es allí una de las pocas obras de Cosmelli, junto con la casa en Quintero de doña Luisa Sebiré, la esposa francesa del señor Cousiño Goyenechea.
Construido en 1926, fue el tercero de los grandes y entonces exclusivos hoteles de esta localidad, después del Yachting y el Quintero, aparecidos con relación al período de inversiones de la misma Sociedad en el puerto y la inauguración de estación del ferrocarril, sólo un par de años antes.
Se trata de un inmueble palaciego de tres pisos, con estructuras sólidas de concreto, visibles especialmente en el zócalo, y maderas en paneles y balcones. En su estilo europeo con eclécticos rasgos neocoloniales y alpinos, destacan las falsas mansardas, los aleros, los techos de tejuela, los antepechos de balaustras, más balcones de cajón y semicerrados. Su terreno alcanza los 1.070 metros cuadrados en aquella esquina.
Propietado en su mejor época por la Sucesión S. Vercelli (familia de don Segundo Vercelli, fundador que dio nombre a un pasaje de la comuna), el hotel tenía 33 habitaciones y una capacidad para 90 pasajeros. Los dormitorios tenían la comentada vista al mar y contaban con servicios propios de agua fría y caliente. Su comedor era de grandes proporciones, de perfil más bien familiar, y tocaba permanentemente en el salón una orquesta que ponía música a los almuerzos y cenas de los clientes.
En su mejor época, cuando la demanda abundaba de manera tal que parecía nunca cambiaría la bonanza, los viajeros que saldrían desde destinos más lejanos hacia la ciudad, escribían cartas a la administración, en la Casilla 14 de Quintero, para reservar o consultar disponibilidad de habitaciones.
El ya referido texto de "En Viaje", se explaya describiendo el hotel de esmerada buena atención al público:
La clientela del Hotel "Mónaco" es selecta y distinguida y sus propietarios, que atienden personalmente este establecimiento, para mayor comodidad de sus huéspedes, tienen autos y lanchas para efectuar paseos a los puntos más pintorescos de la región.
Debe observarse que, en los años sesenta, Quintero ya era para muchos el balneario más hermoso de la Zona Central de Chile. Aunque su movimiento turístico no se limitaba al intenso período estival, pues la proximidad con Santiago aseguraba pasajeros los fines de semana y minivacaciones con feriados, los 9.000 habitantes que tenía Quintero hacia 1962-1963, aumentaban a 45.000 o más en el verano, trayendo la consecuente prosperidad al negocio de la hotelería.
Sin embargo, para entonces ya cambiaba mucho el perfil del pasajero de los servicios de hoteles en en balneario: las clases aristocráticas de ayer fueron cediendo terreno a las más populares, especialmente clase media. Y desde la década anterior, habían comenzado a llegar las plantas industriales a la bahía, además.
Así las cosas, el Hotel Mónaco se fue volviendo uno de los principales lugares de acogida para el nuevo público durante aquellos años y especialmente en los setenta, cuando Quintero era, además, una suerte de sede del hippismo juvenil de andar criollo, que llegó con bastante retraso cronológico al país.
A la sazón, además del Mónaco, el Yachting y el Quintero, los otros grandes hoteles disponibles en la localidad eran los llamados Principal, Isla de Capri, California, Morocco, Refugio, María Isabel, Alonso de Quintero y Brignardello, junto con las residenciales Francesa, Palma, Sarmiento, Bahía, Santiaguina, Quillota, El Sauce, Central, Brasil y La Moderna, entre otras. De los restaurantes más conocidos, destacaba "El Cabildo", mientras que en la Playa El Durazno estaba el casino. Las dos salas de cine de Quintero se ubicaban en el Teatro Prat y en la Base Aérea.
El Hotel Mónaco destacaba, además de su proximidad con el centro comercial y la estación, por poseer una concurrida boite con bailables en sus bajos, llamada "Kelly", según comenta David Ponce en "Prueba de sonido: primeras historias del rock en Chile (1956-1984)", además de los siempre útiles servicios de recorridos por el puerto y los lugares más atractivos en la península. En la sala de arcos y pilares del "Kelly", tocaron importantes artistas nacionales y extranjeros, ya que Quintero atraía con cierto aire bohemio a músicos y hombres de escenario.
La tendencia traída por la modernidad de los transportes y el propio desarrollo de la sociedad chilena, sin embargo, se reflejó también en la caída del servicio de trenes, lo que llevó al cierre de la Estación Quintero en 1978. Era ya la época de los buses y las carreteras con autopista; un anuncio de mal presagio para el Mónaco, con nubes del crepúsculo que ya comenzaban a pasar por encima del antiguo inmueble.
El edificio logró sobrevivir al terremoto del 3 de marzo de 1985, cosa que no sucedió, por ejemplo, con el pobre Hotel Quintero, metido en la orilla misma del mar con sus largas piernas tipo palafitos y que quedó arruinado con el cataclismo. Sin embargo, su situación era claramente negativa a esas alturas. Gazmuri Riveros lo describe en los noventa como "una grande y bella edificación, pero muy venida a menos".
Poco después, se había vuelto ya una suerte de residencial económica, bastante lejos de la riqueza y el glamour del pasado. Por esta razón, la guía de viajes "Chile: including Easter Island", de Wayne Bernhardson, lo describirá hacia su última década en funciones como un lugar "en un estado de avanzada pero aparentemente detenido decadencia". En esos años finales de servicio, los alojamientos en él eran de US$9 por habitación de baño compartido y de US$23 con baño propio.
El terremoto del 27 de febrero de 2010 dejó nuevos daños en el hotel, aunque no cesaba aún funciones. Fue rematado al año siguiente, vendido a una nueva sociedad. De inmediato se comentó en Quintero que estos nuevos dueños querían demolerlo para un proyecto inmobiliario de cinco pisos, aunque permaneció unos años más operando como alicaído hotel, antes de cerrar sus puertas para siempre y dar por concluida toda una época para la historia del balneario y sus habitantes, que llena de nostalgias a muchos de los que la vivieron, sin duda.
A pesar de todo, con la pesada sombra de la destrucción encima, desde el año 2015 ha permanecido silente y en venta otra vez, acumulando más heridas para su aspecto vetusto y su fachada ya en el ocaso. Su muerte se había perpetuado de manera cruel y burlona, entonces, como extendiendo tanto como sea posible la quizá ya falsa esperanza de una redención y un retorno, pero nuevos planes dan luces de una posible recuperación del lugar como casa de cultura. El tiempo dirá si se produce un anunciado rescate o sólo se extiende el olvido. Mientras tanto, habitarán allí sus muchos y tradicionales fantasmas, como aquel que emite espeluznantes llantos de bebé, supuestamente entre las habitaciones y pasillos del piso superior.
Agradezco las fotografías del edificio hotelero ya clausurado que acá incluyo, gentileza de mi querida amiga Bárbara Alfaro (residente por temporadas en Quintero), ya que con ellas me permito mostrar el aspecto exacto que tiene el edificio hotelero en estos precisos momentos, tal vez los finales de su existencia.

Comentarios

  1. Comentarios recuperados desde el primer lugar de publicación de este artículo, en el sitio URBATORIVM:

    marcos24 de octubre de 2018, 12:54

    Gracias por compartir estas historias del hotel que conocí por fuera, en mis tres veces que fui de vacaciones hace ya varios años y que pude ver el estado lamentable que ya estaba. Saludos y ojala Quintero pueda levantarse.
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    Unknown23 de diciembre de 2018, 11:51

    Gracias por plasmar y transportarme aquellos años.
    ResponderBorrar

    Unknown4 de marzo de 2019, 22:00

    Hotel que debería ser declarado Monumento Nacional.
    ResponderBorrar

    Eugenia Gaete Pellissa14 de junio de 2021, 13:41

    el hotel esta completamente restaurado y renovado, si desea puedo enviar foto actual año 2021
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