EL SANTUARIO DE SANTA ROSA DE PELEQUÉN: LA IGLESIA DE LA CÚPULA PERDIDA

Coordenadas: 34°27'57.2"S 70°53'46.3"W

El Santuario de Santa Rosa de Pelequén está en el sector de calles Santa Rosa y Gallegos, con su iglesia de buenas proporciones dando la espalda a la autopista de la Ruta 5 Sur en la hermosa localidad de Pelequén, comuna de Malloa. "Mucha iglesia para poco pueblo" oí alguna vez, pero las dimensiones de este templo se justifican en razón de la imagen religiosa que allí se venera y resguarda: Santa Rosa de Lima. También sería la razón de que sus muros exteriores se luzcan en color rosa, precisamente.

Muchos de los que viajamos al sur del país en décadas recientes nos acostumbramos a ver la gran cúpula bulbosa de cobre que coronó por años el campanario de esta iglesia, cual agradecimiento a los cielos por parte del rubro minero cuprífero de gran presencia en la región. Era la señal inequívoca del camino anunciando que nos aproximábamos a la cuenca del río Tinguiririca. Sus formas casi sensuales, dignas de "Las Mil y Una Noches" o de la Rusia zarista, le daban un aire realmente arabesco o del Asia Media a la torre. Tan intrigante que, según se contaba, en una ocasión una autoridad extranjera proveniente de aquellas tierras y de visita en Chile hizo parar a su comitiva para pasar a la iglesia, ignorante de que era cristiana.

Aquella cúpula con aguja donada por CODELCO había sido colocada tras el terremoto del 3 de marzo 1985, durante las reparaciones del edificio y también como parte de los preparativos depara la visita del papa Juan Pablo II concretada dos años después, según se dijo. La pesada y voluminosa pieza se instaló a petición del obispo de Rancagua, Jorge Medina Estévez, pero otro terremoto se encargaría de echarla abajo tras 25 años de lucimiento junto a la carretera: el del 27 de febrero de 2010, que obligó a reparar también los graves daños provocados en el edificio.

Las restauraciones y reconstrucciones se realizaron afanosamente con recursos del Programa de Apoyo al Material del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes más algunas importantes colaboraciones de privados. Entregado al uso otra vez durante el año siguiente, el buen aspecto que conserva hoy el templo es, básicamente, el que quedó después de aquellas necesarias intervenciones. Sin embargo, la desaparición de la cúpula cobriza quitó al mismo un icono generacional de su arquitectura, permaneciendo algún tiempo más sus partes destrozadas en exhibición para el público en el mismo santuario.

Iglesia Santa Rosa de Pelequén con su cúpula de cobre, antes de desplomarse. Imagen publicada en "La Tercera", 2011 (tomada del portal Plataforma Urbana).

Destrucción al interior del templo, como consecuencia del terremoto de 2010 que derrumbó la torre del campanario y parte de los techos. Imagen exhibida dentro del mismo santuario.

Más registros de la destrucción del templo, en imagen fotográfica mostrada dentro del propio santuario.

Otras visitas de los cuantiosos daños en el edificio.

Algunas grietas y daños que aún pueden observarse dentro del santuario, debidos al terremoto de 2010.

Imagen de Santa Rosa de Lima en su altar, sobre el presbiterio. Es sacada en andas durante sus fiestas hacia fines de agosto.

Nunca antes había entrado a este lugar, sino hasta las últimas semanas de 2021, en pleno viaje montando mi bicicleta. Confirmo que sigue siendo una arquitectura formidable la que alza a un lado de la ruta, pero también se extraña ese detalle de la cúpula, aunque admito que muchos fieles y residentes de la zona la despreciaban al punto de aplaudir su desaparición, curiosamente. Incluso la llamaron "la Cebolla", por su singular forma.

Precedido por jardines y vecina a patios y antiguas dependencias conventuales, el recinto religioso soporta también un buen rato de caminata por entre sus árboles y flores sin aburrir al visitante, pues se ofrece casi como un pequeño parque, aunque las marcas del último terremoto aún se pueden observar en algunas de las murallas de adobe de este conjunto. Hay algunos oratorios al aire libre, incluido uno de la santa patrona con enjambres de placas con agradecimientos.

El origen del templo y el culto correspondiente es un tema lindante en el legendario, algo tratado por el website de la Iglesia de Chile. Dice esta historia que, tras la Guerra contra la Confederación Perú-Boliviana de 1836-1839, un oficial chileno retornó desde el norte acompañado de un cholito peruano que servía como su criado. Cesado el conflicto, ambos viajaban al lugar de residencia del chileno en 1840, hacia las cercanías de la localidad de Nancagua al surponiente de Pelequén, pero se vieron obligados a parar en este último pueblo que, a la sazón, no era más que un caserío o aldehuela dispersa, pues el muchacho peruano estaba muy enfermo por haber contraído la temida fiebre tifoidea.

Compadecida, una vecina llamada María Terán ayudó a los hombres y alojó en su casa al debilitado cholito. Fue entonces que, por solicitud de doña María, el muchacho abrió un antiguo baúl u arcón en donde estaba oculta una hermosa imagen de Santa Rosa de Lima, venerada figura con gran fama de milagrosa. Se emocionó mucho al ver a la famosa santa de su país allí y de inmediato ambos comenzaron a orar por la salud del viajero. El favor fue concedido y así, en la mañana siguiente, el chico despertó totalmente sano y recuperado, haciéndose conocida la noticia de la intervención de la santa y llegando muchos vecinos a solicitar sus propios favores a partir de aquel momento. En agradecimiento al milagro y viendo cómo llegaba la gente a venerar la imagen, el cholito no se fue de allí sin antes construir una sencilla gruta para la misma, en donde los peregrinos y feligreses podían solicitar favores, pagar mandas y hacer ofrendas.

Años después, enterado de que las limosnas que se ofrendaban a Santa Rosa de Lima en Pelequén no siempre tenían destinos altruistas ni benéficos, además de que tampoco había un templo disponible, el  arzobispo de Santiago, monseñor Rafael Valentín Valdivieso, ordenó que la imagen fuera trasladada hasta la Parroquia de Malloa. Este destino era urbanística y poblacionalmente más importante que Pelequén, además de sede del curato correspondiente. Empero, de acuerdo a la leyenda y el folclore locales la figura reapareció en Pelequén durante todos los intentos que se hicieron por llevársela, gracias a alguna fuerza sobrenatural. Resignadas las autoridades eclesiásticas ante tamaña señal, optaron por dejarla allí y construirle un lugar de veneración apropiado, santuario en cuyo entorno comenzó a crecer el nuevo pueblo de Santa Rosa de Pelequén, mientras que el área más antigua del mismo pasó a ser Pelequén Viejo, ubicado hasta hoy al norponiente del actual y en el camino a Malloa.

Hay otras versiones menos populares sobre la historia de cómo llegó allí la imagen de Santa Rosa de Lima, sin embargo: mientras ciertas creencias hablan de una donación al pueblo en agradecimiento a algún favor concedido, otras aseguran que se cayó desde una carreta que iba desde el puerto de Valparaíso hasta algún lugar en Colchagua. Los modestos habitantes de Pelequén Viejo, trabajadores del campo, las canteras y la madera, la encontraron y así comenzaron a venerarla de inmediato, construyéndose después su santuario.

En rangos más históricos, se sabe que mientras la imagen permaneció en una capilla al interior de la iglesia parroquial de Malloa por disposición del Arzobispado de Santiago, se estuvo construyendo en Pelequén un templo adecuado a la veneración de Santa Rosa de Lima sobre un terreno que había sido donado por don José Santiago Gallegos en 1871. Diez años después la obra estaba concluida, siendo inaugurada el 6 de agosto de 1881, por lo que Valdivieso no alcanzó a verla finalizada. Cuatro días más tarde se creó la Viceparroquia de Pelequén y, durante los últimos días de aquel mes, se realizó el traslado formal de la imagen con una gran celebración popular.

Visitado masivamente y con procesiones cada 30 de agosto, en el día de la santa en el culto antiguo o vetus ordo, aquel primer templo que se construyó en el lugar era de madera y probablemente de aspecto muy rústico, ni la sombra de lo que puede encontrarse ahora allí. A pesar de esto, era tal la devoción despertada en el público que, el 8 de febrero de 1897, el entonces arzobispo de Santiago, monseñor Mariano Casanova, estableció la Parroquia de Santa Rosa de Pelequén, elevándola así de rango.

No han sido piadosos los terremotos con el culto ni sus sedes, sin embargo: el descrito viejo templo terminó desparramado por el suelo con el nefasto terremoto del 16 de marzo de 1906, aunque la imagen logró salvarse de la violencia telúrica. Comenzó a construirse así un nuevo edificio eclesiástico de líneas neoclásicas, pero también fue azotado por un terremoto el 1 de diciembre de 1928, quedando con grandes daños que obligaron a trazar otro plan de restauraciones y reconstrucciones.

Ante las circunstancias, entonces, se decidió remodelar completamente el lugar con un proyecto de líneas estilísticas neorománicas y neogóticas salido de los tableros del arquitecto Eugenio Joannon Crozier, resultando de ello el cuerpo principal de ladrillos y refuerzos de hormigón en la iglesia de tres naves y cielo de altura que hoy vemos allí, inaugurada el 29 de agosto de 1929. Esto era justo por los días de la reincorporación de la Provincia de Tacna a Perú, poniendo fin a un diferendo territorial que mantuvo en tensión largo tiempo las relaciones chileno-peruanas después de la Guerra del Pacífico.

Posteriormente, en 1953, se agregaron al edificio las torres. Más de 30 años después, vino la singular corona de cobre macizo, ya desaparecida. La brutalidad del terremoto de 2010 obligó también a hacer grandes modificaciones interiores tras el desplome de la cúpula y el campanario, en desmedro de lo que eran los rasgos originales de su diseño arquitectónico. Fue reinaugurado con su nuevo aspecto y cierre de cielo el 18 de julio de 2011. La imagen de Santa Rosa de Lima aún se luce en un altar propio dentro del templo y es sacada en andas en su gran fiesta del 28 al 30 de agosto de cada año. Y además de estar pintada de rosa esta iglesia, curiosamente la localidad es conocida por sus canteras de roca rosada, en una coincidencia que quizá no sea tan casual con el culto allí vigente, especulo.

El Santuario de Santa Rosa de Pelequén ha sido, además, una de las grandes concentraciones del folclore religioso y popular dentro de la provincia, con mucha cueca, fonda y aire huaso. Tanto fue así que, en los años setenta, su sentido profano y parecido al de las celebraciones dieciocheras en plenas fiestas de la santa patrona, molestaron a ciertos grupos más conservadores exigiendo cambios o restricciones en la misma.

Una gruesa cruz de cobre remata hoy la torre, también reconstruida en sus niveles más altos tras el terremoto de 2010. Ya no más cúpulas allí, por lo tanto. Y en otra significativa coincidencia, los encargados de aquellas restauraciones fueron el nieto del arquitecto original, Eugenio Joannon, y sus hijos también arquitectos, Nicolás y Eugenio.

Aunque el espíritu navideño se había reducido a una inocente feria en la Plaza de Pelequén un poco más al norte durante mi visita, en 2021, esperamos que cuando estos tiempos oscuros y llenos de temores se disipen al fin, pueda volver allí el espíritu alegre del folclore religioso asociado a la misma santa.

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