EL SANTUARIO DE LOS MISTERIOS Y LAS CERTEZAS JESUITAS EN CALERA DE TANGO

 

Coordenadas:  33°38'15.55"S 70°48'11.58"W
Tantos años existiendo a poca distancia de Santiago, cerca de 21 kilómetros, han colmado este sitio de un abultado historial y legendario propio, aún en desarrollo: los orígenes de la localidad, su influencia en la toponimia local, historias de túneles subterráneos que la conectarían con el sector de San Bernardo y El Barrancón, alineaciones cósmicas de su arquitectura, criptosímbolos relacionados con órdenes perdidas en el tiempo, tesoros y piezas de inmenso valor ocultas dentro del convento, etc.
Lamentablemente, en septiembre de 2016 la Iglesia Jesuita de Calera de Tango hizo noticia por un hecho estrictamente policial: el robo de tres valiosas figuras que podrían remontarse al siglo XVIII y que corresponden a la Virgen de la Purísima, en un altar propio al costado del presbiterio, San Luis de Gonzaga (o San Estanislao de Kostka, tengo ambas versiones en apuntes) en el Altar Mayor, y San Ignacio de Loyola, en el vano de una sala lateral. La sustracción quedó al descubierto durante las inspecciones del pasado domingo, previas a la realización de la misa matinal.
Mientras escribo esto, aún no hay novedades sobre los autores de delito, aunque podría tratarse de otro caso de robos patrimoniales por encargo, como lo cree también el director del templo, Padre Renato Poblete Ilharreborde. Recuérdese el reciente caso del robo de la Espada Conmemorativa del General Manuel Bulnes, desde el Museo Histórico Nacional.
El conjunto de edificios de Calera de Tango se halla en el Camino El Sauce frente al Fundo San Pedro, a poca distancia del Camino Lonquén Sur, en históricos territorios agrícolas de la Región Metropolitana que podrían haber participado del nombre de la localidad de Calera de Tango, según una de las teorías, pues tango habría sido el título dado a la fiesta de las cosechas que realizaban los esclavos negros adquiridos en la Colonia por los jesuitas.
La historia de este complejo conventual comienza con la primeras edificaciones del mismo, levantadas para dar acogida a los representantes de la Compañía de Jesús llegados la zona, que para tales efectos adquirieron la enorme Hacienda de la Calera de Tango en 1685, comprándola a los mercedarios que, hasta entonces, la mantenían en actividades ganaderas y trigueras poco importantes. Las primeras etapas del templo y del convento de los sacerdotes bávaros ya habían comenzado en esos mismos años, con algunas habitaciones de adobe sumadas a las que ya había tenido allí los mercedarios.
El desarrollo de las actividades en la propiedad experimentó un cambio asombroso a partir de entonces, sembrándose una gran viña hacia fines del siglo XVII, que fue importante en la producción de vinos. Este viñedo en las faldas de los cerros, fue ampliado durante la centuria siguiente.
Un nuevo grupo de sacerdotes jesuitas llega hasta la hacienda en 1724, y al parecer también en 1748, debiendo ampliarse las dependencias y talleres del convento. Mucho de lo que será su trazado y distribución se define en esta época: sus líneas rectas de casas solares con 11 patios de diferentes tamaños, algunos provistos de arboledas, cruces, norias, fontanas, arcadas laterales, accesos a los claustros y otras antiguas dependencias que aún se conservan, en algunos casos. Los grandes campos de la hacienda seguían siendo explotados para agricultura, regados por eficientes sistemas hídricos introducidos por los propios monjes germanos.
La antigua iglesia, casa y escuela jesuita de Calera de Tango, hacia fines del siglo XIX. Detalle de un óleo de la colección del señor Sergio Ruiz Tagle, descendiente de los propietarios de la hacienda entre la expulsión de los jesuitas y su devolución.
Imagen del templo hacia 1910, con su antiguo campanario y el anterior edificio del colegio, a su lado (de dos pisos). Se observa una faena de trilla, en primer plano. Imagen de las colecciones de la Universidad de los Andes.
La iglesia en 1941, en imagen publicada por C. Benavides.
Los residentes del convento tenían un talento reconocido como orfebres, herreros, talladores, escultores, relojeros, forjadores de metal, tejedores y fabricantes de alhajas, actividades distribuidas en distintos talleres. De hecho, fue con ellos que pudo entrar en el país el trabajo de la metalurgia en fierro y acero, hasta entonces inexistente en Chile, por restricciones reales a esta actividad. La casa conventual, así, fue el primer centro industrial chileno de estas características, además de explotar las minas de cal de la zona dando origen al primer nombre Calera para el lugar, además.
La implementación de los principales talleres de artesanías e industrias de esta clase, coincide con la próspera época en que el sacerdote Karl von Haimbhausen ha llegado desde Munich a Chile con el grupo de bávaros del siglo XVIII, colaborando también en la terminación de la Iglesia de San Miguel de la Compañía en Santiago y asumiendo como rector del Colegio Máximo. Haimbhausen, amigo y confesor del Gobernador Antonio de Guill y Gonzaga, falleció muy poco antes de la expulsión general de la orden, siendo sepultado en una cripta bajo el templo.
La maestría de los sacerdotes bávaros era extraordinaria, colmando de piezas de singular belleza y atractivo varios templos chilenos. Al interior de la Catedral de Santiago, por ejemplo, había en el mismo siglo de su arribo un gran reloj fabricado en los talleres de Calera de Tango y cuyo mecanismo era capaz de indicar horas, minutos, segundos, días contextualizados en semana y mes, movimientos de la bóveda celeste, fases lunares, movimientos del Sol y los planetas, y hasta los desplazamientos de las casas del zodiaco y el pronóstico de eclipses. Este taller de relojería era dirigido por el hermano Pedro Ruetz, oriundo de Oberammergau.
Hay ciertos temas de controversia y debate con relación al templo. Este edificio se termina de construir por el año 1753, según se desprendería de cierta información del propio archivo de los jesuitas. Sin embargo, la fachada lleva por inscripción una fecha diferente, en caracteres que también marean: 1760, cuando se suponía que el edificio ya estaba concluido si la fecha anterior es correcta. Puede que se trate de sólo una conclusión de terminaciones.
Sobre lo anterior, el ingeniero e investigador chileno Rodolfo Novakovic, que ha dedicado parte de su indagación a la historia menos conocida de la casa jesuita de Calera de Tango, intrigado por los caracteres estilizados señalando la fecha del templo, consultó con expertos del Centro de Estudios Hebreos de Santiago por dichos grafemas, donde se le sugirió la posibilidad de que se trataran no de números, sino ideogramas basados en el antiguo fenicio, alefato que a su vez es base del alfabeto hebreo. De acuerdo a esta interpretación, entonces, para el investigador los signos equivalentes a los falsos números de la fachada podrían tener la siguiente interpretación:
  • 1 = "Compañía" (o "Legión")
  • 7 = "Ictus" (pez, símbolo paleocristiano de Cristo)
  • 6 = "Poder" (parece representar un látigo)
  • 0 = "Ojo" (de la Divina Providencia)
Dentro de su ambigüedad y las varias formas en que podría tomarse este mensaje echando mano a la imaginación, está la posibilidad de leerlo como "Compañía de Jesús, látigo (poder, azote) de Dios". La Iglesia Jesuita de Calera de Tango, entonces, podría estarse anunciando como un símbolo relacionado con las influencias templarias y masónicas que algunos creen ver en la congregación, y muy especialmente en estos de origen germano.
Por otro lado, cierta creencia popular asocia esta iglesia también a la presencia documentada de túneles en el subsuelo de la Comuna de San Bernardo, conectando desde el siglo XVIII puntos tan distantes como el ex Colegio de El Barrancón con la vega del río Maipo y el sector de minas de cal de Cerro de la Calera en Santa Elena, en una gruta donde los patriotas habrían celebrado con una gran borrachera después del triunfo de Maipú, según la leyenda. Lejos de ser un mito equivalente al caso del mítico Subterráneo de los Jesuitas de Santiago, este tiene su propia historia y su propio legendario, con muchos puntos de realidad en ciertos casos, además de los testimonios.
Vista lateral del campanario y la casa adyacente. El pequeño vano que se ve sobre el techo en la torre, fue el espacio por el cual ingresaron los ladrones que robaron tres figuras coloniales, el 3 de septiembre de 2016.
Las inscripciones de la fachada, con año de 1760.
Presbiterio, altar y sagrario en plena ejecución de misa.
El templo de Calera de Tango habría sido uno de los lugares de esta misteriosa red, según los habitantes de estas localidades, pues antiguas propiedades que se creen pertenecieron a los jesuitas en la zona y que hoy están en manos particulares, también tienen extrañas entradas a estas galerías subterráneas con ladrillos y techos en arco.
No hay información, sin embargo, sobre dónde se encontraban las supuestas entradas en la iglesia o el convento, aunque sí es sabido que los jesuitas -entre todos sus talentos ingenieriles- también fueron diestros constructores de esta clase de obras, siendo ellos los autores del primer túnel que, para efectos de regadío, hicieron en la misma hacienda en 1753, según datos reportados por el cronista de la misma congregación Padre Walter Hanisch en Historia de la "Compañía de Jesús en Chile (1593-1955)".
La construcción de la mayor parte del que sería el complejo definitivo de la congregación en este sitio, comenzó tras el terremoto de 1730, unos diez años después para ser más precisos. Gran parte de la obra habría quedado en la responsabilidad del hermano coadjutor Pedro Vogl y también en la de Haimbhausen, según algunas fuentes. Predominó en la iglesia el murallón ancho de adobe con grandes postes interiores que vemos ahora. En 1759, además, ya se estaban terminado los muros y techos de tejas.
Eugenio Pereira Salas nos describe el aspecto del complejo resultante, en su "Historia del arte en el Reino de Chile":
Se ha conservado el plano de la distribución interior de La Calera de Tango y una descripción circunstanciada de su distribución. Contaba de siete patios, el primero con corredor de tejas y pilares de espino, estaba destinado a la herrería; el segundo de adobe y tejas servía de vivienda a los padres; alrededor de este patio se alineaban los cuartos de la relojería y platería; en el cuarto patio el batán y el obraje de paños; los otro más interiores albergaban a la población esclava, las recogidas, y las instalaciones de cocina y hornos de amasijo.
Sin embargo, tras dos décadas de trabajo y sólo cinco o seis habitándolas con la comodidad que tanto buscaron, en 1767 se produce la expulsión de la Compañía de Jesús debiendo hacer abandono de su querido campo e iglesia, y todas sus demás pertenencias. De esta rápida salida, surgen las leyendas sobre supuestos tesoros que habrían dejado ocultos en la mítica red subterránea ya mencionada, además, tras una perdida puerta de metal, tipo bóveda, en el sector de las ex caleras.
En el inventario realizado ese mismo año de la expulsión, se describe la iglesia como "toda fabricada de adobe y tosca, bien enmaderada y entablada por dentro". Sin embargo, veremos que sufriría varias modificaciones en tiempos posteriores.
El fundo de los sacerdotes fue arrendado y, luego de constatarse el deterioro en que cayó durante este período, sometido a remate en 1783. Así quedó en manos de la familia Ruiz-Tagle, que por más de un siglo lo trabajó prósperamente en actividades agrícolas.
Recién en 1848 pudieron comenzar a volver a Chile los jesuitas, instalando la primera piedra del Convento de San Ignacio en Santiago en 1854, distantes en espacio y en tiempo de sus casas de Calera de Tango y muy limitados todavía por la vigencia en los hechos del decreto de expulsión, ante el fundado temor de que los religiosos comenzaran a exigir de vuelta sus antiguas propiedades, como era el caso de la propiedad de nuestra atención.
Muchos cambios y modificaciones se han hecho al lugar, especialmente en el siglo XIX y parte del XX, como el aumento de la altura de sus viejos muros y edificios (en un metro), además de adicionarse la capilla lateral del templo y otros espacios en torno al mismo edificio. Se calcula que la mitad de sus construcciones del siglo XVIII se han perdido, de hecho. Por ejemplo, la torre con las tres campanas que habían sido fundidas en la sección a cargo del bávaro Juan Bautista Félix, fue modificada hacia 1890, reemplazada por una forrada en fierro anclado sobre estructura de roble, más alta que la actual. Y el edificio de dos pisos con fachada hacia la calle, que aparece en fotografías del Centenario, hoy está reemplazado por los niveles de un solo piso en donde está el colegio.
Cuando parecía que la hacienda se había apartado para siempre de los jesuitas, el último en la sucesión familiar de la propiedad de Calera de Tango, don  Joaquín Ruiz-Tagle Larraín, decidió regresarles la propiedad en 1912, sólo con la condición de que mantuviese una escuela básica: el Colegio San Ignacio. Los Ruiz-Tagle siguen siendo propietarios de la Hacienda San Pedro, ubicada al frente del templo y antecedida por la plaza con la Cruz del Calvario, de gran devoción popular local.
A partir de 1936, se habían reparado también los arcos de medio punto del altar mayor y los dos laterales, mientras que el cielo envigado fue reemplazado por otro similar. Los altares fueron mejorados usando elementos originales, de los antiguos, aunque cambió mucho su aspecto. También se enyesaron los muros y el antiguo patio de ladrillo fue reemplazado por uno de baldosas rojas. Además, se reconstruyó el coro usando como diseño base el comulgatorio original de siglo XVIII.
Nave única del templo. Se observa el envigado, puertas laterales con vano de arco de refuerzo, y un pequeño púlpito en el muro, al que se accede por un pasillo adjunto.
Lámparas de forja, colgando desde el cielo de vigas.
Imágenes y decoración del Presbiterio y del Altar.
Sala de la Capilla del Sagrado Corazón.
Recuerda Luis Alberto Cárdenas en "Padre Hurtado. Libro de sus misterios", además, que tras el terremoto de Chillán de 1939, el Noviciado de la congregación debió funcionar por un año en estas dependencias. Además, sucedió que el colegio primario debió cerrar por un tiempo, pero volvió a operaciones tras una gestión iniciada por el futuro santo chileno el Padre Alberto Hurtado, recibiendo su reconocimiento oficial en 1953, sólo un año después de morir el fundador del Hogar de Cristo.
La habitación del santo aún se conserva dentro de la casona del convento, detrás de una pequeña puerta en el Patio de San José, junto a un viejo parrón, donde está también la silla de madera en la que solía sentarse a meditar. Allí, San Alberto Hurtado había escrito su ensayo "Humanismo Social", entre 1945 y 1947. También pasó en este sitio el último verano de su vida, leyendo y paseando por el parque, en 1952, ya sintiéndose débil poco antes de enterarse de que padecía el cáncer que lo llevaría a la tumba.
Por decreto del 6 de octubre de 1971, se declaró Monumento Histórico Nacional a "la casa de los religiosos de Calera de Tango, con su iglesia y dependencias contiguas, de propiedad del Colegio Jesuita de San Ignacio", alcanzando también cien metros alrededor de todo sus contornos "desde los muros perimetrales extremos del cuerpo y de las construcciones señaladas". Cinco años después, se intervino el frente del edificio exterior para recuperar su aspecto original del reciente Monumento Nacional, perturbado por los dos siglos de intervenciones.
Volviendo a los tesoros producidos en sus talleres, hacia el año 1982, desapareció el pesado y enorme cáliz de Calera de Tango, conocido como el Cáliz de los Jesuitas, pieza valiosísima recubierta en plata y oro con inscripciones y escenas grabadas sobre la misma, de inmenso valor histórico, que fue robada misteriosamente en horas nocturnas desde la Sacristía y Museo Arzobispal de la Catedral de Santiago, hasta donde había sido destinado como muchos otros objetos fabricados por los bávaros de la hacienda. Este cáliz había salido del templo de nuestro interés apareciendo en la Catedral ya en un inventario de 1806, y se lo consideraba una de las expresiones de arte religioso más importantes de la Compañía de Jesús a nivel continental. Pereira Salas le dedica varias líneas a su descripción e historia.
Con relación al cáliz perdido, investigaciones realizadas por solicitud de Novakovic sobre una roca presuntamente meteorítica y apodada popularmente la Piedra Feliz, en un barrio de San Joaquín del Gran Santiago y estudiada desde hace cerca de diez años, proponen la posibilidad de que el desaparecido cáliz de Calera de Tango haya sido fabricado con material de este bloque de fierro de alta pureza, pues además proceder de los antiguos terrenos jesuitas que tenían su planta metalúrgica en la capital chilena, la Chacra de la Ollería, en su parte central la pieza de varias toneladas tiene una cavidad rectangular de unos 22 centímetros, que parece removida artificialmente con procedimientos desconocidos y podría coincidir con el volumen y peso de la pieza extraviada. Supone, además, que la influencia del Padre Haimhausen, a cargo de los procedimientos metalúrgicos de la Ollería, participó de esta operación.
Algún día quizás avancemos un poco más en estas teorías, abordadas y divulgadas por nuestro multifacético amigo el también investigador David Dorado, en su serie de documentales independientes "Sello Dorado", donde entrevista a Novakovic para el capítulo "Los jesuitas en Chile, el cáliz de Calera de Tango y Veas-01" (noviembre de 2013). Por ahora, cabe sólo recordar que muchos de los elementos más curiosos y de connotación misteriosa que pueden observarse en la Catedral de Santiago (desde curiosos artículos con simbología críptica resguardados en la Sacristía hasta las propias puertas con figuras labradas formando cruces y rosas, posible alusión a la sociedad Rosacruz), provienen de las escuelas de los jesuitas bávaros de Calera de Tango, justamente.
La historia del conjunto jesuita continuaría sentando episodios memorables, a todo esto. En 1990, el Arzobispo Juan Francisco Fresno convocó y realizó en este sitio la reunión que gestó el célebre Acuerdo Nacional, en los días más complejos de la transición a la democracia.
La última gran restauración del convento y la iglesia duró casi una década, siendo financiada por la misma familia Ruiz-Tagle, aún residentes locales, asistidos por el Padre Fernando Montes. El terremoto de 2010 causó algunos daños en el templo y en el colegio, pero en general su estado es bastante bueno para la cantidad de años que ha reunido este singular santuario. Los trabajos de restauración que siguieron al cataclismo, fueron dirigidos por el propio Padre Renato Poblete, sobrino del fallecido sacerdote del mismo nombre que estuvo a la cabeza del Hogar de Cristo.
Altar de la Virgen de la Purísima, al costado derecho de la nave, con la más valiosa de las tres figuras coloniales sustraídas en septiembre de 2016.
Imagen de San Luis de Gonzaga (a veces señalado como San Estanislao de Kostka), en el altar a un costado del sagrario, que también resultó robada con otras dos figuras.
La tercera figura de las sustraídas desde el templo. Corresponde a San Ignacio de Loyola y estaba en la Capilla del Sagrado Corazón.
El aspecto colonial del conjunto y la influencia barroca en el exterior del templo se han mantenido, alcanzando para las dependencias destinadas al Colegio San Ignacio. No obstante, las líneas del templo han cambiado varias veces, si bien manteniendo su gran acceso de portón de madera en arco, y su fachada con pórtico barroco colonial con influencias germánicas.
Otro hecho de interpretación casi esotérica para el edificio, es el que la cruz de su actual campanario de notable forja artística, con una pequeña línea horizontal cerca de su base (la cruz del monograma IHS), estaría supuestamente alineada con el desplazamiento de la constelación de la Cruz del Sur, de tal manera que, en algún momento de la noche, quedan superpuestas formando el símbolo denominado Cruz de Caravaca (o quizás la Cruz de Salem, diríamos).
Para la curiosidad del visitante, además, hoy existe frente al templo y cruzando la calzada, una plaza altar de la Crucifixión de Cristo, alineada a su vez con la fachada y las puertas de la iglesia. Esta imagen del Calvario está junto al acceso al Fundo San Pedro, y es un lugar de peticiones y rogativas popualres.
Las puertas del templo se abren los domingos y festivos. Al traspasarlas, interiormente se enfrenta una nave única con envigado de maderos cruzados en el techo, con vanos pequeños para la iluminación, grandes puertas con dinteles de madera y un púlpito al que se accede por una habitación lateral. Su sacristía guarda importantes tesoros y objetos valiosos, y hay reliquias de etapa anteriores del templo distribuidas dentro del recinto.
Antes de llegar al presbiterio, está en el muro del lado derecho un altar de columnas salomónicas hecho para albergar una hermosa imagen tallada y policromada de la Virgen María Purísima, de un metro y 70 centímetros de altura. Infelizmente, ésta es la más valiosa de las figuras religiosas que han sido robadas hacia la noche del viernes 2 a sábado 3 de septiembre, por un grupo de ladrones que entraron al templo por los techos a través del pequeño vano lateral del campanario, desde donde ingresaron rompiendo cerrojos y candados por el sector del coro.
Esta imagen mariana, tallada en una sola pieza de palo de rosa, había sido restaurada hacía no mucho tiempo por el Centro de Conservación Crea. Además de su inmenso valor, tiene una historia muy particular, para aumentar el ya abundante legendario del lugar: tras la expulsión de los jesuitas, había sido dejada oculta dentro de su nicho en un muro, que fue cerrado con una pared de ladrillo. Posteriormente, cuando regresaron al conjunto estos sacerdotes, habrían reabierto la gruta en el murallón y allí seguía su amada imagen, esperándolos desde hacía un siglo y medio.
Frente al mencionado altar, al otro lado de la nave, se abre una sala que fue adicionada al templo con conexiones hacia los patios, y donde está la Capilla del Cristo del Sagrado Corazón, imagen de yeso que se cree de fines del siglo XIX. En esta habitación, además, se encontraba en un vano que da hacia el Patio de los Naranjos, con la noria de pozo y adoquines, la figura de San Ignacio de Loyola en túnica blanca, otra de las figuras sustraídas en el descrito robo.
Finalmente, el Altar Mayor del templo está consagrado a la figura de Nuestra Señora del Rosario con peana propia en un nicho en lo alto del sagrario, con una efigie de la crucifixión, antecedida por las imágenes de San Juan y de la Virgen Dolorosa, y custodiada por San Ignacio y San Luis de Gonzaga (o San Estanislao de Kostka) abajo, siendo este último la tercera de las imágenes que acaban de ser secuestradas. Lamentablemente, no hay buenas noticias sobre el destino que pudo haber tenido esta figura, pues se encontró en una acequia frente al templo, lo que parecería ser una oreja de la misma imagen, aunque también podría pertenecer a la de San Ignacio de Loyola, según opinan algunos.
Más al interior del conjunto, la casona de hospedaje de los sacerdotes está atrás del colegio, con un gran patio. Como en la iglesia, sus techos son de roble, ciprés y espino, cubiertos por tejuela cerámica rústica. Por seis meses cada año llegan los jesuitas de distintas provincias del país a someterse a la tercera probación, además de realizar ejercicios espirituales, retiros y encuentros de fe.
GALERÍA DE IMÁGENES:
Accesos al Fundo San Pedro, ubicado frente al templo y perteneciente a los antiguos propietarios de la hacienda jesuita.
Plaza con la Cruz del Calvario, frente al Fundo San Pedro.
Vista del altar popular del Cristo Crucificado, en la plaza del Fundo San Pedro.
Ofrendas, ornamentos florales e inscripciones en el plinto del Cristo crucificado.
Edificio de la iglesia mirado desde la placita de la Cruz del Calvario.
Vista lateral del edificio del templo, desde la explanada del frente.
Marco y portal del acceso, con la misteriosa inscripción de 1760 sobre la puerta.
Vista de la torre y la casa lateral, desde el exterior.
Observación de la torre del campanario.
Nivel superior del campanario con su curiosa y artística cruz.
Nivel superior del Campanario, con su cruz y campanas producidas por los propios sacerdotes, visto desde el frente.
Vista de la fachada, el portal y sus puertas de madera.
Arco y portón del acceso al templo.
Acceso del templo, mampara y puertas.
Embaldosado y diseños del acceso al templo.
Acceso al templo, mirado desde el interior. Al fondo, la Cruz del Calvario del Fundo San Pedro.
Vista del interior de la nave única del templo.
Nave única y cielo de envigados, con lámparas colgantes.
Vista desde el sector del Presbiterio hacia el Coro y la entrada al templo.
Vista del costado derecho, con acceso al sector lateral de patios y vanos de luz. Al fondo, junto al altar mayor, el altar de la Virgen Purísima.
Confesionario, bajo el Coro.
Puertas laterales y arcos reforzados.
Acercamiento al Altar Mayor, con imágenes de la Virgen del Rosario, San Ignacio de Loyola y San Luis de Gonzaga (o Estanislao de Kostka en otras versiones). Figuras sacras de escuela artística hispano-americana del siglo XVII.
Figuras religiosas del sector del Presbiterio, frente al Altar. Imagen de la Virgen Dolorosa de autor guatemalteco anónimo, inicios del siglo XIX.
Figuras religiosas del sector del Presbiterio, frente al Altar. Imagen de San Juan, autor anónimo guatemalteco de inicios del siglo XIX. Atrás se distingue cuadro de la Sagrada Familia.
Altar lateral de la Virgen de la Purísima.
Vista general de la sala-capilla del Sagrado Corazón, donde se resguardan otros objetos históricos.
Figura del Sagrado Corazón de Jesús. Se observan restos de la antigua columna y, sobre la peana, un viejo crisol de los talleres metalúrgicos.
Sala de la capilla del Sagrado Corazón. Se observa la Virgen de la Purísima al fondo, tras el acceso.
Vista de la Capilla del Sagrado Corazón, al costado del templo. Se observa la figura de San Ignacio de Loyola.
Patio de los Naranjos y la antigua noria del pozo.
Noria del Patio de los Naranjos, a un costado de la Capilla del Sagrado Corazón.
Pasillos laterales, con escaleras de acceso al púlpito.
Patio de la Cruz, atrio y pasillos con alero.
Vista desde el Patio de la Cruz, con la torre, el acceso a la casa lateral y al templo.
Vista del Patio de la Cruz desde el pasillo o porche.
Antigua batea de piedra partida, en el Patio de la Cruz.
Aspecto interior de la casa lateral, a un costado del patio de la Cruz.
Vanos y acceso exteriores a las habitaciones adyacentes al templo, con escaños antiguos.
Vano y acceso exterior a las habitaciones adyacentes al templo.
Ventanas de antiguos marcos en el sector exterior.
Vano con vieja reja de forja hecha por los propios sacerdotes.
Sector exterior de las casas y sus escaños.
Pórtico y murallones del Colegio San Ignacio, junto al templo.
Arco y acceso al Colegio San Ignacio, junto al templo.

Comentarios

  1. Comentarios recuperados desde el primer lugar de publicación de este artículo, en el sitio URBATORIVM:

    Francisco Larrain Fernandez6 de septiembre de 2016, 22:23

    EStupendo reporje de los Jesuitas y la familia Ruiz-Tagle
    ResponderBorrar

    Andrés19 de abril de 2017, 23:01

    Gracias por tu artículo; me pareció muy informativo e interesante.
    Quería saber si me podrías recomendar algún libro u otra fuente con más información sobre los relojes que fabricaron los jesuitas en Chile. Siempre me ha interesado el tema pero no he encontrado ningún texto que lo aborde en detalle.
    Saludos,
    Andrés
    ResponderBorrar

    Unknown17 de diciembre de 2018, 16:55

    visite la iglesia hace unos dias, por mera curiosidad, en camino de paso hacia otro lugar, quedando intrigada en querer saber mas de tan hermoso y tranquilo lugar.
    ResponderBorrar

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