"EL QUINCHO DE MANOLO", LA NECESARIA PARADA ANGOLINA

Entrada a estacionamientos del restaurante, cuando éste aún era "El Quincho de Angol" (hasta 2015). Fuente imagen: Turismovirtual.cl.
Coordenadas: 37°47'43.8"S 72°42'26.5"W
No suelo dar acá mucho espacio a bares, restaurantes y picadas relativamente jóvenes, principalmente por el miedo a que no sobrevivan demasiado como para llegar a ser populares y consagrados en la oferta recreativa y culinaria de cada ciudad. La experiencia me susurra al oído que una gran cantidad de estos clubes y quintas no suele llegar a los diez años de vida, por las dificultades de los mercados actuales, el comportamiento de los consumidores frente a los factores ambientales y las duras demandas que enfrenta la administración de esta clase de establecimientos.
Sin embargo, el caso de "El Quincho de Manolo" me parece toda una excepción y me obliga a romper mi propia norma, pues se trata de una auténtica picada que, en poco menos de cinco años reunidos en el año 2018, se ha ganado la notoriedad y la categoría de uno de los más importantes centros de comidas típicas chilenas de la pintoresca ciudad de Angol, capital de la Provincia del Malleco en la Región de la Araucanía.
El folclórico boliche estaba en la mayoría de nuestras paradas de almuerzo y cena, en el programa de premiación del concurso del Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio titulado "Escrituras de la Memoria", donde obtuve una mención por mi trabajo inédito "Santiago noches de plata: recuerdos de la bella época de las candilejas", junto al escritor Julio Ignacio Gálvez por su trabajo "Luis Enrique Délano, profesional de las distancias". La obra inédita ganadora fue "Oh Humanidad (memorias de un cantor)" de Gabriel Pablo Gallardo Andonie y el maestro Luis Alberto Martínez, sobre la vida de este último, eximio y veterano bolerista de Valparaíso.
Todos los premiados fuimos a Angol, entre el 7 y 10 de noviembre del año señalado, a recibir nuestros reconocimientos en el marco de la Feria de las Artes de Wallmapu, organizada por la Seremi de las Culturas timoneada por doña Mariela Silva. Esto, porque desde hace un par de años este certamen literario se concreta en la Región de la Araucanía, en un esfuerzo de descentralización a través de los eventos culturales. La organización del programa estuvo a cargo de la Frontera Sur Producciones -con excelentes resultados que merecen ser agradecidos- y el lugar escogido para la hora de las comilonas (porque en realidad lo eran, en abundancia y agasajos) fue "El Quincho de Manolo"... Así fue como llegamos hasta allá.
Un recuerdo de sus orígenes y primer nombre, pintado en la fachada.
Entrada actual y jardincito con un Don Quijote metálico.
Acceso de clientes al local.
Pasillo del acceso vehicular. Quincho y colección de ollas antiguas.
Comedores del patio trasero, también con decoración.
La mascota del lugar, en la sala principal.
Sala lateral, delantera, sector bar.
Colecciones en el sector del hall de ingreso al local.
Pasillo lateral, colmado de antigüedades. Sector baños y acceso lateral.
El curioso restaurante, perteneciente a una estirpe ya cada vez menos frecuente de clubes de este tipo (a pesar de sus pocos años funcionando, recordemos), está ubicado en calle Julio Sepúlveda 645, entre Manuel Jarpa y Colipí. Fueron sólo unos días sentados en sus mesas y sillas de madera, es verdad, pero resultaron muy intensos: suficientes para conocerlo bien y llegar a admirarlo.
Desde su origen, pues, este quincho ha querido ser un centro de reunión de "sabores, música, historia, tradición", según señala una inscripción en su fachada remontada a sus orígenes. El haber obtenido el tercer lugar del concurso "Que no se note pobreza 2015", de la Dirección Regional en la Araucanía del Servicio Nacional de Turismo, "por su importante aporte al rescate de las tradiciones gastronómicas de nuestra región", no sólo asegura que aquel desafío de fusiones se ha cumplido, sino que garantizan también la larga vida que le desearía cualquiera este incomparable sitio. No es por nada, además, que el restaurante ha participado de algunas versiones del Día del Patrimonio, con comidas típicas disponibles para la comunidad angolina.
Nacido como "El Quincho de Angol" hacia inicios de 2013, este local fue fundado en lo que habían sido las dependencias de una antigua escuela, lugar modificado y reconvertido en un centro de comidas con mesas, barra y un pequeño escenario. La mayor inversión parece estar en la decoración típica y folclórica, sin embargo, con colecciones completas de piezas como instrumentos musicales, artesanías, cerámicas, relojes viejos, barricas, letreros de locomoción colectiva, ollas, discos gramofónicos, cámaras fotográficas clásicas, textiles, teléfonos de auriculares, cueros de animales, fotografías de época, botellas de anticuario, figuras del tradicional "indio pícaro", entre otras curiosidades.
El cuartel de criollismo pertenece a Patricia Lagos Meyer, dona Paty, queridísima mujer que anda en todas las jornadas, de lunes de a domingo, cumpliendo alguna de las varias tareas dentro del local y sin detenerse, siempre junto a sus camareras, según pude ver en estos tres días seguidos. El nombre que le dio al boliche a partir de noviembre de 2015 y tras recibir el premio, "El Quincho de Manolo", es un homenaje a su leal compañero y esposo, y desde aquel cambio es que ella cuenta oficialmente los aniversarios de su restaurante, celebrando recientemente el tercero.
Vitrina con colecciones de relojes antiguos.
Carreta estilo colono, en el pasillo atravesado tras el hall, sector cocinas.
Pasillo atravesado, sector cocinas, con pequeño puesto de venta de recuerdos.
Un charrango (instrumento campesino), sector pasillo lateral.
Pasillo lateral y acceso a la sala principal.
"Indios Pícaros", artesanía popular de la zona, en uno de los accesos al sector bar.
Bar y mesón de la sala.
Por las noches, el locutor, animador y cantante, hombre más bien joven y enérgico (también hace imitaciones), ameniza el ambiente del local con un surtido de canciones de la cultura popular y algunos clásicos, acompañado por las pistas musicales de su computador. Un amplio repertorio, según parece, con un escenario de carátulas de discos históricos a su espalda. Una adorable gatita de colores blanco y negro pasea entre su mesa musical y las sillas de los clientes, echándose a dormir cada cierto rato totalmente indiferente al bullicio, las risas y el jolgorio.
Los comedores del quincho se dividen en salas y espacios, cada uno con sus respectivas decoraciones de recargadas reliquias que dan el aspecto de museo inconfundible a este estilo de establecimientos criollos. La sala principal tiene grandes pinturas con las imágenes de Lautaro, Neruda, Violeta Parra, Víctor Jara, etc. Afuera, un surrealista don Quijote hecho a soldadura y galleta con restos mecánicos, saluda a los visitantes desde su rigidez, enfrente del acceso. Los vehículos entran por un pasillo lateral y estacionan como pueden en el pequeño patio, justo atrás del inmueble y sus extensiones.
Entrando ya en la carta, las mesas de la abundante comida se acompañan con empanadas fritas (nos tocó queso y queso-camarón) y con sopaipillas de receta propia, muy crujientes y gruesas, con ají pebre para la clásica "espera". Los platos habituales acá son el costillar y las chuletas de cerdo, las tablas, el salmón a la mantequilla, la cazuela (de cerdo, pollo o pavo), el pescado frito, el asado a la olla, la parrillada, el brasero de carne, el ajiaco, el lomo a lo pobre, las itálicas lasañas y espaguetis a la boloñesa o con albóndigas, más las infaltables chorrillanas. Hay unas variedades de bandejas de pollo con champiñones entre estas últimas, con papas fritas y queso, dispuestas casi a modo de cocktail para los consumidores en una largo platón. También se acompañan las carnes de longanizas y prietas de la zona. Las ensaladas vienen incluidas.
Destacaría de la carta, sin embargo, una sabrosura llamada la pollona, correspondiente a una cocción de presas de pollo con algunos cortes de cerdo y embutidos dentro de una olla de greda, dejando la carne muy blanda y abundante en jugo o caldo. También hay un solicitado pernil a la chilena, preparado con una combinación de la receta campesina con toques propios de esta cocinería, y cierto banquete marino llamado machas a la crema.
Otras delicadezas de la carta, dependiendo del día, son el vacuno arvejado, las uñitas (patitas de cerdo) a la chilena, los zapallos italianos rellenos, la merluza escabechada, el cerdo al jugo, el pastel de papas, la carbonada, el budín de zapallo italiano, el osobuco escabechado, los garbanzos y lentejas, el charquicán con huevo, la pulpa de cerdo al horno y los porotos con riendas. Hay días en que incluso se ofrece el oriental chapsuí de pollo.
La misma sala del bar.
Once de sándwiches y torta rústica.
Brasero con la especialidad de las parrilladas.
Don Luis Alberto Martínez, invitado a cantar sus boleros.
La sala principal, en noche muy concurrida.
La sala principal en la hora de "Los Años Dorados".
Mesa llena de público femenino llegado a la reunión de "Los Años Dorados".
Asistentes a la tarde-noche de "Los Años Dorados".
Los postres son tradicionales, también: leche asada, leche nevada, sémola con salsa de vino y torta rústica con helado. "Postres de la abuelita", les llaman en una pizarra informativa. La compañía etílica, en tanto, pasa por cervezas, vinos y tragos preparados en la coctelera del bar.
El corazón de doña Paty es tan grande como su generosidad y cordialidad de trato: cada primer miércoles del mes, organiza lo que se ha denominado "Los Años Dorados", encuentro en donde atiende gratuitamente con una once a las mujeres adultas mayores que llegan masivamente a ocupar sus mesas y comedores, con ayuda de algunos colaboradores para tal desprendimiento. El buen trato y la atención se hace proverbial acá, por cierto, manifiestos también en todos los miembros de la cocina y los empleados, según pude constatar. Positiva combinación del espíritu de doña Paty con las conocidas virtudes que hacen célebres a los chilenos del Sur del país.
Coincidió también que el día de nuestro arribo aquel 7 de noviembre, se celebraban 11 meses de la noche de "Los Años Dorados", por lo que el artista de nuestro grupo, don Luis, espontáneamente fue invitado a cantar con su aún hermosa voz varias de sus mejores piezas de boleros que mantuvieron al veterano público complacido, coreando las letras y rindiéndole un pequeño tributo al final. El micrófono fue tomado después por la también cantante María Teresa Airam, pareja del maestro bolerista y que forma parte de la delegación.
Feliz casualidad la de aquella noche, que permitió a don Luis y a María Teresa repetir su presentación dos días después, con otra pequeña ovación del público presente en el quincho, en medio de una sesión de karaoke. El entusiasmo fue tal que incluso nuestra grata acompañante en esta aventura, Carolina Munita Naim, Productora de los Premios Literarios del Ministerio, se animó a tomar el desafío de aquel micrófono.
Por todo lo descrito, entonces, nuestra despedida en la última noche allí en "El Quincho de Manolo" fue de mutuo agradecimiento entre personal y clientes, con la promesa cierta de volver. Era lo esperable en este pequeño paraisito gastronómico, enclavado entre las calles cercanas al centro de Angol.

Comentarios

  1. Comentario recuperado desde el primer lugar de publicación de este artículo, en el sitio URBATORIVM:

    Unknown18 de noviembre de 2018, 22:44

    No pudo haber descrito mejor este lugar, recomendado 100%.

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