EL PUENTE DEL INCA: HISTORIA Y LEGENDARIO DE UNA MARAVILLA A LA SOMBRA DEL ACONCAGUA
Antigua postal del puente, cuando sus termas eran intensamente explotadas.
Coordenadas: 32°49'35.71"S 69°54'39.01"W
Nota: artículo redactado y publicado en enero de 2015 en mi sitio URBATORIVM, trasladado hasta acá sin actualizaciones en 2022.
Este
artículo me lo debo a mí mismo desde hace mucho tiempo, y quisiera
terminarlo y dejarlo publicado aprovechando de comentar algunas cosas
relativas al tema y corregir otras, de paso, sobre este sitio encantado
de la Cordillera de los Andes al que le visualizo un enorme futuro como
centro de atractivo cultural e histórico para los amantes del turismo
inteligente, potencial por ahora contenido quizás en las represas de
cierta apatía por parte de las autoridades correspondientes.
Antaño,
la localidad de Puente del Inca con su extraña formación geológica
dándole el nombre, fue un gran centro turístico y una estación de enorme
importancia para el ferrocarril transandino, con un caserío crecido
junto a la carretera, refugios, posadas y un complejo militar. Aún
quedan las ruinas de sus salas termales y sus escalinatas, al costado
Sur-poniente del puente, donde brotan de fuentes cálidas de aguas muy
cercanas a la temperatura corporal.
Si
no fuera por su aislamiento, quizás el Puente del Inca del Río las
Cuevas hoy sería mucho más famoso y visitado internacionalmente, como lo
fue alguna vez. De hecho, por su aspecto no tiene nada que envidiar a
otros famosos y espectaculares puentes naturales del continente, como el
de río Sumapaz en la región colombiana de Icononzo, o el llamado Puente del Diablo de
Jujuy. Las estalactitas y estalagmitas cálcicas y calcáreas del
conjunto son un valor adicional a su belleza, aunque el acceso se
dificulta a veces en las temporadas más frías.
Conocí
este sitio hará unos ocho años, gracias a mi amiga Claudia, mendocina
residente en Chile que se había visto imposibilidad de regresar por esa
ruta porque los fluidos de su vehículo se congelaron en allá en el
refugio, durante una fría noche de nieve, necesitando compañía para ir a
buscarlo. Pasé así un par de días en este singular sitio de casas de
piedra con estufas de leña y salamandras metálicas, en la posada de su
madre y la pareja de ésta, el señor y verdadero gentleman cuyano don Roque, que se encontraba allí dándonos una cálida atención.
Con cerca de 100 habitantes (quizás menos), recuerdo a otros residentes del
pequeño caserío, como la dueña de un restaurante vecino, y al Tucu,
personaje del lugar tucumano de origen y vinícola de destino, que se
ganaba algunas monedas cuidado vehículos y simpatizando con los
viajeros. Supe de varias agencias de viajes que realizan visitas a este
sector junto al gigante del Aconcagua, haciendo circuitos con otros
lugares como Punta de Vacas, Las Cuevas, el Cementerio de Andinistas o
el Monumento del Cristo Redentor.
Desde
entonces, fui guardando pequeñas anotaciones que he ido encontrando en
documentos, libros y crónicas sobre Puente del Inca y que he querido
reunir ahora en esta entrada, para que muchos compatriotas que pasarán
hacia Mendoza durante este verano y apenas mirando este sitio al lado
derecho de la ruta, sepan de qué se pierden por no hacer una detención
allí, mal aconsejados por la ansiedad de llegar pronto a destino.
El cartel que recibe a los viajeros...
Vista actual del puente. Fuente imagen: Taringa.
Situado
en el Departamento de Las Heras, el Puente del Inca es una
extraordinaria formación natural correspondiente a un enorme arco que
pasa encima del Río Las Cuevas, afluente del Mendoza, un poco más al
Este del control fronterizo en la Ruta 7 de Los Andes-Mendoza y cerca de
uno de los vetustos túneles del tren transandino. Está entre los montes
Banderita Norte y Banderita Sur, en el Valle de las Cuevas cerca de
Uspallata, unos 180 kilómetros al Oeste de la ciudad de Mendoza.
El
puente mide 48 metros de largo, 28 de ancho y de 6 a 8 de grosor,
contorneados hoy por un sencillo pretil. Alcanza los 27 metros de
altura, y se encuentra a unos 2.700 metros sobre el nivel del mar. Por
la textura y forma de la roca combinada con las acumulaciones calcáreas
de las aguas del río y de las termas, ha sido comparado con el mucho
más pequeño puente-gruta de Saint Alyre en Clermont, Francia.
Éste
es un sitio de imponente paisaje cordillerano y con gran actividad
sísmica, donde el valle mantiene un ancho de 600 a 800 metros entre la
base de una ladera y otra. Hay sectores en el entorno donde es posible
encontrar conchas petrificadas de moluscos bivalvos y amonites similares
a los que acá en Chile aparecen por el camino del Volcán San José, por
ejemplo, confirmando que estos terrenos alguna vez estuvieron en el
lecho marino prehistórico. El lugar se despeja naturalmente en los
veranos y se cubre de albor por completo en los inviernos, bajando a
gélidas temperaturas en algunas temporadas, según se recuerda. Llaman la
atención también los colores vertidos por escurrimientos termales
continuos sobre las rocas, ricos en hierro y sales, que pasean entre
tonos blanquecinos, amarillentos, ocres, anaranjados y rojos cobrizos.
Charles
Darwin sugería que el Puente del Inca simplemente fue excavado por la
fuerzas del río haciendo un canal y socavando el terreno de depósitos
calcáreos. El paso natural, a su vez, dejó encima "una costra de
guijarros estratificados cimentados por los depósitos de las fuentes de
agua caliente que surgen en las vecindades". Ha sido la teoría de mayor aceptación sobre su origen, al parecer, aunque con algunas variaciones.
Empero, otros autores ya en el siglo XX, como Wenceslao Díaz, creían que el puente se formó "por
varias corrientes de lavas que salieron por entre las estratas calizas
del lías y formaron las capas que constituyen el arco del puente".
Explicaciones más nuevas, como la del académico Víctor A. Ramos,
proponen que pudo deberse a la acumulación de material del terreno de
las laderas y de las termas sobre un cúmulo de nieve de avalancha o un
relleno glaciar después desaparecido, quedando así la estructura
compactada y "suspendida" sobre el río. Otros, más audaces -los menos-
han creído que puede tratarse de una construcción artificial
efectivamente relacionada con antiguas rutas incas, y que pudieron
hacerla de mimbre y madera hasta que quedó cubierta por una costra de
sedimentación del río, gravas y material del propio terreno.
Puente del Inca en la litografía de Aglio, 1824.
Las
explicaciones en la leyenda, por su parte, se relacionan con el propio
nombre dado al puente: dicen que fue construido por los súbditos incas y
que formaba parte de una ruta ancestral relacionada con el célebre Camino de Inca
en tramos cordilleranos. Puede que esta idea sea una combinación de
historia y confusiones, pues no ha sido el único caso de un Puente del Inca conocido
en estas latitudes, resultando particularmente interesante el caso del
así llamado en Rumichaca, en la frontera entre Ecuador y Colombia, que
es una combinación de estructuras naturales con intervenciones y
mejoramientos ordenados por el Inca Huayna Cápac en su época, según se
sabe.
Otro
mito sugiere que un joven príncipe (o princesa, en otras versiones)
hijo del emperador incásico, afectado por extrañas dolencias y síntomas
de parálisis o depresión, fue por recomendación de los sabios hasta
esta localidad y se curó en tiempos prehispánicos en sus milagrosas
aguas termales, que brotan desde la roca. Ya sano, volvió a pasar
campante de regreso por el puente de piedra, siendo llamado así Puente del Inca por
su caravana imperial y creándose una ruta a la que iban los soberanos y
hombres prominentes desde el Cuzco hasta estas aguas curadoras, cada
vez que lo requerían. Por esto las termas eran llamadas también Aguas del Inca.
Una
variante de este mito dice que el joven inca enfermo no podía pasar al
otro lado del río, donde estaban las termas curadoras, y sus súbditos le
hicieron un puente humano, tomándose de manos y pies, y permitiéndole
al convaleciente príncipe que pasara pisando sus espaldas. Cuando llegó
al otro lado y se volteó, sus hombres se habían convertido en roca
sólida, naciendo así el Puente del Inca.
También
se cuenta en otra leyenda, que el propio dios Inti llegó a construir el
puente para que el muchacho alcanzara su curación, pero esta variación
tiene, a su vez, otras dos versiones respecto del cómo sucedió eso: una
dice que la deidad provocó un cataclismo haciendo derrumbar grandes
rocas desde los cerros que cayeron con estrépito dando forma al puente, y
otra señala todo lo contrario, al asegurar que lo hizo discretamente y
en silencio, durante la noche, por lo que los miembros de la caravana
sólo encontraron hecho el puente al despertar y luego de la frustración
de haber dado por fracasado su viaje al no encontrar forma de pasar al
otro lado.
Ilustración del puente hecha por Bauzá, en la Expedición Malaspina.
Como
se recordará, el territorio argentino de la Provincia de Cuyo donde
está Mendoza, Uspallata y el Puente del Inca, se encontraba dentro de la
jurisdicción territorial de la Capitanía de Chile hasta 1776, cuando
fue enajenado para la creación del Virreinato de Buenos Aires, futura
República Argentina. Ya en el siglo XVI, entonces, debió haber líneas de
conexión entre ambos lados de la cordillera, especialmente para asuntos
administrativos, correos y comercio, además de los viajeros que iban
desde Mendoza (fundada en 1561) hasta Santiago o Valparaíso, y
viceversa, por lo que el Puente del Inca debió ser conocido desde
temprano al hallarse en aquellas rutas transandinas.
Invariablemente,
libros históricos y guías turísticas argentinas aseguran -incluso en el
propio lugar, con un panel de información- que el primer cronista que
menciona al puente sería Alonso de Ovalle, en 1646. Sin embargo, puede
que en la observación de las crónicas coloniales exista un error o bien
una confusión nominal originaria, pues si se revisa un documento muy
anterior, como es la crónica de Fray Reginaldo de Lizárraga,
"Descripción breve de toda la tierra del Perú, Tucumán, Río de la Plata y
Chile", vemos que en el Capítulo LXXII titulado "Del camino de Mendoza a
Santiago de Chile", alude también a un Puente del Inca cuando comenta, hacia 1595:
De
unos ojos de agua que están a dos leguas o tres encumbrada la
cordillera, nace el río del valle de Quillota, por la ribera del cual
vamos prosiguiendo nuestro camino, pasándolo por poca agua, después de
estos ojos de agua, el cual desde su nacimiento corre por muchos
peñascos, y como va bajando se va haciendo mayor y aumentando con otros
arroyos que se le llegan, de suerte que al Camarico no se puede vadear,
no tanto por el agua que en este tiempo lleva, cuanto por las piedra
grandes; vadéanle los caballos descargados, y con riesgo de se quebrar
las piernas; este río ya grande a cuatro leguas más abajo, o poco menos,
del Camarico, se angosta mucho entre dos cerros, que no debe ser la
angostura de cuatro varas en ancho, por donde todo él pasa acanalado. En
esta angostura hizo el Inga una puente, que hoy vivo con este nombre,
la Puente del Inga, pero para pasar por ella es necesario ir el hombre
confesado; para bajar ha de ser por una peña tajada, y para subir lo
mismo, tan tajada que se pasa de esta manera: a pie con alpargates,
porque no se deslice el pasajero, atadas a la cintura unas sogas, una
adelante, otra atrás; la trasera tienen los que quedan atrás, y vanla
largando poco a poco, porque el que pasa no resbale y dé consigo en el
cárcabo del río, y en pasando arrojan la soga delantera a los que están
de la otra parte; estos indios pasan más liberalmente que nosotros, sin
estas sogas, porque parecen tienen diamantes en las plantas de los pies,
y así le alzan arriba, de suerte que el pasajero lleva dos sogas atadas
a la cintura: una delante para subir, otra detrás para descender, y por
aquí pasan y han pasado mujeres y ninguna se ha despeñado; yo no pasé
por esta puente, sino por otra de madera que se había hecho poco más
arriba, mas desde a breve tiempo la mandó el Gobernador quemar, porque
no se le huyesen los soldados a la provincia de Cuyo, permaneciendo
aquella puente.
Si
acaso se refiere al mismo Puente del Inca que nos interesa, por
entonces y además de las dificultades que genera la nieve, quizás tenía
alguna clase de acumulación de material de suelo y sedimento encima, que
lo hizo peligroso para el cruce al reducir o perturbar el área
transitable en su ancho. Es lo que especulo por lo descrito como forma
de pasarlo y pensando en lo que sucedió, por ejemplo, con el puente colonial del Canal San Carlos acá en Chile, cuyo tránsito quedó casi imposibilitado por acumulación de tierra y piedras sobre el mismo.
De
ser el mismo, entonces, quizás el error de apreciación o, cuanto menos,
la falta de cotejo en las crónicas pasando por alto a Lizárraga y su
posible descripción del Puente del Inca, podría deberse a que su libro
debió ser redescubierto y publicado recién a principios del siglo XX, ya
que no pudo meterlo en imprenta mientras vivió.
Ilustración del puente hecha por Brambila, otro miembro de la Expedición Malaspina.
Pasando
ahora al Capítulo VII de la famosa crónica "Histórica relación del
Reyno de Chile y de las misiones y ministerios que ejercita en él la
Compañía de Jesús", del sacerdote Alonso de Ovalle y publicada en Roma
en 1646, comenta allí algo interesante sobre el Puente del Inca y que ha
sido tomado como la primera reseña que se hace del lugar en las
crónicas coloniales, como vimos:
Otro
puente se ve en esta otra banda, que llaman del Inga, o porque lo
fabricó este rey o, lo que es más probable, porque sus capitanes fueron
los primeros que la descubrieron y pasaron por ella, porque no es
posible que hubiese poder humano que a tanto se atreviese, como lo que
allí obró el autor de la naturaleza. Ésta se forma de una altísima y
profundísima peña, abierta por medio de alto a bajo como si la hubieran
aserrado artificiosamente hasta lo más profundo por donde da paso al
río, que con ser tan rápido y caudaloso no se da a sentir en lo alto más
que si fuera un pequeño arroyuelo, que es fuerte argumento de la gran
distancia que hay del suelo hasta lo alto, pues no siendo esta abertura
más de seis u ocho pies de ancho, porque se puede pasar de un salto a la
otra parte, es fuerza que pasando por ella todo junto un río tan
caudaloso, y de tanto ímpetu y corriente, haga muy grande ruido al pasar
por aquella estrechura de donde se sigue que el no salir arriba el
ruido de tanta agua, es por estar sumamente distante. Yo he llegado al
bordo de esta puente y mirando para abajo (aunque con gran pavor, porque
pone grima tan inmensa altura y no he visto jamás despeñadero más
formidable) no sólo no oí rumor ninguno, pero pareció de allí todo el
río un pequeño arroyo, que apenas de divisaba con la vista.
En
la misma crónica, se habla de la leyenda de un tesoro oculto en las
lagunas cordilleranas cuyanas por orden del Emperador Inca (la Laguna
del Inca) y sus huestes durante la conquista de Perú, por lo que cabe
preguntarse si quizás este relato folklórico también está relacionado
con el origen del nombre dado al Puente del Inca, como parte de la ruta
de la mítica caravana.
Estas
observaciones de Ovalle fueron reproducidas o señaladas con frecuencia
en sitios webs y folletos impresos, con otra curiosa pero comprensible
errata con el nombre del jesuita como Alfonso de Ovalle, y así se
ha repetido incluso en un panel informativo turístico que existía en la
propia localidad y el caserío donde está el puente. Afortunadamente, el
error ha ido siendo corregido en publicaciones más recientes.
Litografía
color de Puente del Inca hecha por Brambila, publicada en Madrid en
1798. Las imágenes como ésta, hechas en la expedición de Alejandro
Malaspina, pueden ser las primeras que se han producido retratando el
lugar.
La llamada "Casa de la Cumbre", también en litografía de Brambila, cerca de allí.
Dentro
de las descripciones coloniales, también son importantes las acuarelas,
dibujos y grabados litográficos del Puente del Inca, pero
particularmente aquellos que parecen ser los primeros: los realizados
por Felipe Bauzá y Fernando Brambila, ambos miembros de la famosa
expedición de 1788-1794 del navegante italiano de servicio para la
Corona Española, Alessandro Malaspina, que los trajo hasta estas
tierras.
Publicado
en Madrid en 1798, el grabado de Brambila muestra al Puente del Inca en
un paisaje muy distinto al más bien erosionado y estéril de hoy, pues
se observa con más matorrales y algunos arbustos formando parte del
lugar. El dibujo de Bauzá, en cambio, parece más bien un boceto de
apunte. Algunas de estas ilustraciones del puente hechas por ambos
hombres, además, se pueden observar en la obra "Los pintores de la
expedición de Alejandro Malaspina" de la autora española Carmen Sotos
Serrano, publicado por la Real Academia de la Historia en 1982. Allí se
informa que en España volvieron a hacerse ampliaciones de tales dibujos y
que Brambila usó el mencionado boceto de Bauzá para elaborar sus
grabados a color, incluyendo uno donde se ven arrieros cruzando el
puente y cuya plancha original está en el Museo Naval de Madrid.
A
pesar de la existencia de estas ilustraciones de fines del siglo XVIII,
he encontrado algunas anotaciones y referencias indicando que las
primeras representaciones gráficas del Puente del Inca son muy
posteriores, casi de los tiempos en que Darwin pasó por ahí.
Investigadores argentinos como Víctor A. Ramos, además, destacan algunas
más: en su interesante artículo titulado "Darwin at Puente del Inca:
observations on the formation of the Inca's bridge and mountain
building" publicado en la "Revista de la Asociación Geológica Argentina"
de Buenos Aires en abril de 2009, señala la del litógrafo A. Aglio en
1824, curiosamente hecha sin haberlo visto jamás, pues el imprentero la
elaboró para la descripción que hace Peter Schmidtmeyer en su "Travels
into Chile over the Andes in the years 1820 and 1821".
Siguiendo
con estas viejas representaciones del puente, encontramos otra
ilustración publicada con las observaciones de John Miers en 1826, que
también he visto publicada en el "Viaje pintoresco a las dos Américas,
Asia y África" de Alcides d'Orbigny, en 1842. Al parecer habría otras de
este período, pero el caso concreto es que no serían éstas las primeras
representaciones conocidas del Puente del Inca, sino las hechas durante
la Expedición Malaspina.
Postal fotográfica del Río Las Cuevas llegando al Puente del Inca.
El alguna vez célebre Hotel Puente del Inca, hacia 1910, en postal fotográfica.
La
importancia de las termas del Puente del Inca ya eran tema relevante
para la comunidad científica de fines del coloniaje. Hay varios informes
tempranos sobre análisis de las composición química de sus aguas
termales aunque, curiosamente, no todos coinciden exactamente en
resultados. En 1807, por ejemplo, el profesor Pedro Arata publicó un
estudio de estas aguas estableciendo relaciones de comparación con las
de Bad Kissinguen de Alemania. Se creía, ya entonces, que tenían
especiales capacidades de mejorar enfermedades como el reumatismo, la
artritis o el estrés, y de hecho aún se las recomienda para éstas y
otras dolencias.
La
ubicación del Puente del Inca como hito y referencia en el tránsito del
camino internacional Mendoza-Santiago, además de convertirse en refugio
de dicha ruta, lo hizo importante también en los movimientos de los
ejércitos patriotas a partir del exilio en la Provincia de Cuyo tras los
desastrosos resultados del atrincheramiento en Rancagua, en 1814. En el
resto de la guerra independentista, los jefes militares y las fuerzas
de la Expedición Libertadora pasaron reiteradamente por allí desde la
campaña de 1817 en adelante, como lo recuerda la placa de un monolito
conmemorativo dispuesto en el mirador, desde el primer centenario de
aquel hecho histórico:
CENTENARIO
DEL EJÉRCITO DE LOS ANDES. POR AQUÍ CRUZARON LA DIVISIÓN DEL CORONEL
LAS HERAS Y LA MAESTRANZA A CARGO DEL CAPITÁN FRAY LUIS BELTRÁN. FEBRERO
DE 1817.
Cabe
comentar que, durante la Guerra Grande argentina, Puente del Inca
volvió a verse involucrado en los vientos bélicos, hacia septiembre de
1841, cuando alojó allí lo que quedaba del Ejército al mando del General
Gregorio Aráoz de La Madrid recién derrotado por los federalistas, en
su camino al exilio en Chile asistido desde acá por Domingo Faustino
Sarmiento. Muchos otros personajes históricos argentinos refugiados en
nuestro país en aquellos aciagos días, debieron haber pasado por el
lugar.
La
Expedición Libertadora, en su cruce de la Cordillera de los Andes,
también pasó por Puente del Inca con una columna dirigida por don Juan
Gregorio de Las Heras.
En
el diario base para las memorias de Charles Darwin, su conocido "Viaje
de un naturalista alrededor del mundo", en tanto, se menciona algunas
veces y sin demasiado detalle al Puente del Inca pues, tras acampar allí
el 4 de abril de 1835, el inglés consideró ese día y por alguna razón,
que no tenía valor ni atractivo:
Media
jornada de marcha hay del río de Las Vacas al puente de los Incas. En
este punto hicimos rancho porque hay pastos para los mulos y porque es
muy interesante la geología de esta región. Cuando se oye hablar de un
puente natural, se imagina una quebrada profunda y estrecha a través de
la cual ha venido a caer una roca inmensa, o una gran bóveda tallada
como la entrada de una caverna. En lugar de esto, el puente de los Incas
consiste en una costra de guijarros estratificados, cimentados por los
depósitos de manantiales de agua caliente que brotaban en las
inmediaciones. Parece que el torrente se hubiese tallado un canal hacia
un lado, dejando detrás de si una parte que se desplomaba, parte que han
unido al borde opuesto las tierras y las piedras en su constante
desplome. Sin esfuerzo se distingue en este puente una unión oblicua tal
como debe producirse en el caso citado. En resumen, el puente de los
Incas no es en modo alguno digno de los grandes monarcas cuyo nombre
lleva.
Así,
pues, sin extenderse demasiado en describir el puente salvo para
señalarlo sólo como referencia geográfica de sus rutas, anotaba también
el ilustre padre del evolucionismo al referirse a los tambillos
cordilleranos que vio por este camino:
Se
han descubierto restos de casas indias en otros muchos sitios donde no
parece probable que sirvieran de simple lugar de descanso; sin embargo,
los terrenos circundantes son tan impropios para toda clase de cultivo
como lo son cerca de Tambillos, o en el Puente del Inca, o en el paso
del Portillo, lugares donde también he visto ruinas.
Empero,
unos años después en su "Diario de viaje por la América del Sud.
1856-1866", el pintor de origen francés Léon Pallière escribiría una
impresión radicalmente diferente, tras alojar allí en Puente del Inca
acompañado del duque Guillermo de Macklembourg Schwérin y su ayudante de
campo el barón Jorge de Brackenhein, en marzo de 1858:
Antes
de anochecer tomo mi cartón y me voy con el duque a ver el Puente del
Inca, maravilla de la naturaleza, como la Gruta Azul de Capri, una de
esas cosas que pertenecen a la naturaleza y no se pueden traducir sino
débilmente en pintura. Sin embargo, ejecuto rápidamente un apunte (...)
El duque me deja y llegar el barón con su robe de chambre
y una toalla en la mano. Encuentra el sendero para descender bajo el
puente, y yo le sigo. La temperatura es caliente y húmeda. Son baños de
agua tibia que cae espumosa en dos bañaderas naturales bajo el puente,
que está cubierto de estalactitas a la mitad de su altura total. Debajo
corre el agua helada; 30 ó 40 pies más alto se encuentra el agua tibia,
hallándose el puente ocho pies más arriba".
Nada
puede reflejar mejor la subjetividad de la apreciación estética,
entonces, que la comparación entre los testimonios de Darwin y de
Pallière sobre este mismo Puente del Inca.
Vista del hotel y su majestuoso entorno, en postal de 1920.
Una de las muchas viejas postales turísticas que hay del puente.
Hacia 1880, aparece constituida una Sociedad Termal y Minera del Puente del Inca,
dedicada a la explotación comercial del lugar. No obstante, a pesar del
crecimiento de una aldea, de estar en el paso hacia el inmenso
Aconcagua y de la construcción de la estación de ferrocarriles en el
lugar, aún faltaba mucho para potenciarlo y darle verdadero sentido de
refugio y de hospicio, como se desprende de las palabras del ex diputado
y diplomático chileno Abraham König, en "A través de la República
Argentina: diario de viaje", de 1890:
A
las tres llegamos al Puente del Inca, fatigados con la marcha a pie y a
caballo, sudorosos y sofocados con el calor. El vestido de lana pesaba
como si fuera de plomo. La posada es pobrísima, y aunque esta estación
es visitada por gran número de enfermos que llegan de ambas repúblicas,
estaba casi desprovista de recursos. Un pedazo de carne negra y dura y
unos huevos mal fritos era todo lo que había de pronto y de provecho. Me
olvido del queso, que ése sí valía la pena, porque era sabroso y con
trazas de haber sido fabricado en alguna de nuestras provincias del
sur.
A
pesar de los sorprendentes paisajes y de su ubicación privilegiada en
las rutas transcordilleranas, el principal atractivo explotado del
Puente del Inca siguió siendo su agua termal, a la que se le siguió
atribuyendo siempre condiciones casi sobrenaturales de sanación de
enfermedades por tratarse de un completo caldo de cloruro de sodio,
bicarbonatos, alcalinos, sales arsenicales, cálcicas y sulfurosas. De
hecho, sus cinco fuentes fueron bautizadas Venus, Marte, Saturno, Mercurio y Champagne,
me parece que en el caso de esta última porque brotaba más espumosa que
el resto. También se ha explotado la extracción de sal doméstica
corriente en la zona.
Así pues, en 1903 la obra "Ciudades, pueblos y colonias de la República Argentina" de Javier Marrazzo, explicaba:
Esta
propiedad característica de las aguas minerales del Puente del Inca,
forman de ellas un verdadero tesoro de la salud, pues enfermedades que
no han cedido con el uso de las aguas de Vichy, en pocos meses han
desaparecido completamente con las de con las de Mendoza.
Por
esos mismos años, además, entraba en funcionamiento el primer gran
hotel que se construyó en este lugar y que fue creciendo en distintas
etapas con el correr del tiempo y la prosperidad.
El hotel en sus buenos años, en postal fotográfica.
Hacia
1904 y 1905, se destinaron fondos para la construcción de refugios en
este camino y algunas mejoras de la ruta, aunque por esos mismos años la
localidad y la estación fueron asaltadas en algún par de ocasiones por
bandoleros montañeses y pandillas de cuatreros, debiendo ser defendida
por sus propios residentes a falta de una vigilancia policial estable en
el lugar. El tema era tan delicado que incluso llegó al Senado de la
República Argentina en 1906.
Con
el mejoramiento de los caminos, la incorporación del ferrocarril
eléctrico pasado el Primer Centenario de las Repúblicas, el
florecimiento de nuevos hostales y refugios para los días de cierre del
paso internacional, además del gran movimiento permanente de personas
hacia ambos lados de la cordillera, comenzaron a hacerse mejores
inversiones privadas y la riqueza cundió en la zona. Fotografías y
postales cercanas al Primer Centenario muestran el esplendor y buen
tamaño que ya tenía entonces el Hotel del Puente del Inca, conocido también como el Balneario o los Baños del Puente del Inca.
Por él pasaron muchos viajeros, diplomáticos, artistas y héroes
montañistas de las conquistas del Aconcagua, el monte más alto de
América; pero quizás también algunos mártires de tan audaz desafío.
Los
proyectos fueron creciendo: se habían construido las instalaciones de
piedras sobre las termas, empotradas al costado del puente, para uso de
los miles de visitantes. Y así, por 1925, se ejecuta la más importante
ampliación para desarrollo turístico, en el elegante complejo del Hotel Puente del Inca
ubicado atrás de la formación rocosa que da nombre al sitio y a un
costado de la pequeña Capilla de Nuestra Señora de las Nieves, obra de
crucero y muros de piedra que sobrevive en ese terreno, reconstruida a
partir del templito colonial que era antes, según cuentan allí. Por
algún error, sin embargo, en algunos casos se asegura que la gran
hotelería aparece en Puente del Inca sólo en esta fecha, cuando en
realidad se remonta a inicios del siglo.
Lugar
de bellos salones, pistas de juegos, toboganes, grande y cómodo
comedor, patio-solar propio, habitaciones con tina termal en cada una y
ciertos cuartos de lujo que fueron visitados por importantes
personalidades internacionales, el Hotel Puente del Inca parecía
una promesa de éxito y prestigio inagotable, propietado y administrado
por la Compañía de Hoteles Sud Americanos con cerca de 80 a 100 personas
trabajando allí según la temporada, como empleados, botones, camareros,
mucamas, mecánicos, mozos, cocineros, panaderos, estilistas, aseadores,
electricistas, etc. Contaba incluso con un túnel hacia el sector de las
fuentes termales del puente, para que los visitantes no tuvieran que
salir al aire libre cuando quisieran ir hasta ellas.
En
este período de gran desarrollo hotelero y turístico, además, se
instalaría el Refugio Militar General San Martín de Uspallata, en 1943,
dando origen a la Compañía de Esquiadores de Alta Montaña Escuela que
comienza a entrar en operaciones cinco años después y que, en 1955, pasó
a ser la Compañía de Esquiadores de Alta Montaña “Teniente 1° Ibáñez”,
con cuartel cruzando la carretera en el mismo sitio de nuestro interés.
Desde 1986, está rebautizada como Compañía de Cazadores de Montaña N° 8.
Vista
desde el cuartel militar de Cazadores de Montaña 8, en primer plano.
Atrás se ven las instalaciones del hotel y, al fondo, la Iglesia de
Nuestra Señora de las Nieves, hacia los años cincuenta. Fuente imagen:
Gabitos / Culturademontana.com.ar.
Sello postal argentino con el Puente del Inca.
Creo
discutible lo positivo o no que haya sido -a la larga- la intervención y
el atractivo turístico de la gran hotelería sobre la conservación del
puente natural. Además, los buses, colectivos y vehículos familiares en
que llegaban muchos turistas, con frecuencia pasaban directamente sobre
el mismo, algo que hoy sería impensable. Existen fotografías y postales
que confirman que algunos visitantes, de hecho, detenían sus vehículos
sobre el puente, para tomar fotografías o para usarlo de mirador.
El
hotel y sus termas, de este modo, eran de enorme atractivo para quienes
llegaban al lugar, a pesar de cierto deterioro en la infraestructura
que ya se comentaba en los años cincuenta. Se practicaban actividades de
esquí, andinismo, hockey de hielo y deportes de invierno. En verano se
realizaban grandes cabalgatas y excursiones. Lo relacionado con
requerimientos de salud, comercio mayorista, correos y otros servicios
se podía conseguir también en el cercano poblado ferroviario de Las
Cuevas, que a la sazón había sido inaugurado como Villa Eva Perón, más
al poniente.
Sin
embargo, aludes de tierra y avalanchas de nieve comenzaron a acosar las
instalaciones, de la misma manera que fueron arruinando el tren
transandino, efecto que intentó ser reducido con los techados a modo de
túneles que aún existen allí. Al deterioro de las instalaciones se
sumaron advertencias nunca atendidas, formuladas por la Dirección
Nacional de Arquitectura de la República Argentina, advirtiendo de los
peligros frente a posibles deslizamientos o aludes.
Así, la desgracia inclemente de la Cordillera de los Andes alcanzó al gran Hotel Puente del Inca
el 15 de agosto de 1965, hacia las 14 horas, cuando le cayó encima un
formidable alud desde el cerro Banderita Sur, en cuya falda se halla,
luego de varios días de nevazón incesante. La avalancha de nieve, rocas y
lodo lo tapó y destruyó en su mayor parte, perdonando casi intacto sólo
al viejo y rústico templito de Nuestra Señora de las Nieves que aún
permanece allí casi siempre cerrado y solitario, aunque el folklore
asegura que embestida le abrió sus puertas y arrancó su cruz. Según la
misma tradición oral de los residentes de la zona, sólo entre 10 y 20
personas se salvaron de la muerte en el hotel.
Los
súbitos aludes se repitieron en todo el sector, sepultando también la
villa de Las Cuevas con una avalancha iniciada en el Cerro Santa Elena,
no dando tiempo a sus habitantes para escapar. Al final, un total de 40
vidas se llevó en su ferocidad aquel día, y los sobrevivientes de la
tragedia fueron albergados en la mencionada iglesia del Puente del Inca,
mientras llegaban los rescatistas. Este templo se conserva hoy tal cual
y es mantenido por personal militar del cuartel local.
Hermosa
vista del Puente del Inca y de las ruinas del antiguo complejo termal,
tal cual se observan en nuestros días. Fuente imagen: Taringa.
Cerámica con la costra salina que se consigue en las aguas de Las Cuevas.
Un
atractivo adicional para Puente del Inca, además, ha sido cierta fama
de lugar misterioso y enigmático, e incluso circula cierta historia
relacionando la tragedia de los años sesenta con supuestos avistamientos
de ovnis que tendrían lugar allí entre los cerros, en este caso con una
bola de fuego que fue vista desplazándose por el valle en dirección
hacia Chile el día de los aludes. También se rumoreó de teorías de
meteoritos y que los miembros de Gendarmería Nacional habrían cerrado
todo el lugar en esos días.
No menos oídas han sido leyendas de pequeños seres parecidos a gnomos o duendes,
que se aparecen por el río y el puente en algunas ocasiones, o de almas
en pena como suele contarse de todos los sitios que han sido lugares de
muertes.
En
esta misma línea, existe un caso bastante curioso de Puente del Inca y
en su momento muy comentado, sobre un supuesto registro fotográfico de
seres extraterrestres, o al menos así se lo definió por entonces. El
asunto, difundido por el ufólogo argentino Victorio Corradi, surge de
una fotografía tomada en febrero de 1979 por don Juan Nobital a su
familia (esposa, hijos y sobrinos), mientras se hallaban en el Puente
del Inca luego de una visita veraniega al Cristo Redentor de los Andes.
Cuando reveló la fotografía de su pequeña cámara análoga Kodak,
descubrió que en la imagen aparecía, junto al grupo de personas, una
figurita antropomorfa y estilizada de pequeño tamaño -un "humanoide"
como gustan algunos de llamarlo- con color de fuego y en una actitud de
levantar una mano como saludando, mientras que más atrás, se
distinguían otras pequeñas imágenes del mismo color con una especie de
formación o ronda.
Al
principio, Nobital no le dio importancia a la imagen y la guardó, según
confesaría; pero más tarde se enteraron los medios de su existencia y
cundió el interés atrayendo también a investigadores internacionales a
ponerle la lupa a la controvertida fotografía.
La
imagen del Dr. Nobital -que incluso fue invitado a la televisión y
entrevistado en más de una ocasión- fue todo un suceso para los
mendocinos y los amantes de lo paranormal en esos años, aunque en
nuestra época más acostumbrada a imágenes espectaculares, poco efecto de
impacto podría tener y hasta provoque quizás algo de burla. Como
apodaron al pretendido ser como "Marcianito", un periódico de Mendoza tituló incluso "Enanitos verdes en Puente del Inca"
o algo parecido. Y aunque el asunto claramente podría haberse tratado
de un mero defecto casual en el registro del rollo de película
(posibilidad negada por Corradi y otros ufólogos), la leyenda cuenta que
incluso fue investigada por la NASA.
Como
sea, esta historia que reafirmó la fama de misterioso de este lugar
cordillerano, tuvo una consecuencia inesperada en la cultura popular: en
esos años, una banda mendocina recién se iniciaba en el pop liderada
por Marciano Cantero, quienes siguiendo un consejo de un amigo
periodista y haciendo una broma del nombre de su vocalista, se apodaron
con el título del diario que daba aviso de la noticia de Puente del
Inca... Nacía así el grupo Los Enanitos Verdes.
La fotografía Nobital con los supuestos "marcianitos" del Puente del Inca.
La
Iglesia de Nuestra Señora de las Nieves, que sobrevivió a la tragedia
de 1965 a pesar de encontrarse más cerca de la ladera del Cerro
Banderita Sur, desde donde cayó el alud destruyendo el antiguo hotel.
Las
ruinas del gran hotel se fueron deteriorando y desapareciendo,
olvidadas por la historia humana. Hoy resulta casi incomprensible
observar en el lugar cómo algunas penosas ruinas y trazos geométricos
sobre el terreno son todo lo que queda de lo que alguna vez fuera aquel
enorme complejo hotelero. El gran pasado turístico de Puente del Inca
había comenzó a desaparecer, así, como el blanco de las nieves de su
entorno en cada período estival.
Los
regímenes militares de los años 70 y hasta principios de los 80,
también hicieron flaco favor al conocimiento y la atracción de público
en el Puente del Inca, más aún considerando su condición de paso
internacional con Chile en años de irritadas controversias limítrofes y
de la propia militarización de la zona.
Pero a pesar de la tragedia del hotel y de la baja en el período señalado, el lugar siguió siendo visitado por hombres y "marcianos",
y generando actividades de hostería y alojo, existiendo hasta ahora la
idea de rehabilitar y repotenciar el ferrocarril transandino. En 1989,
también se trasladó hasta allá una hermosa imagen de la Virgen de las
Nieves, considerada la Patrona y Protectora de las Actividades de Montaña
como las que tienen lugar allí. No faltan los intereses de empresarios
turísticos por recuperar y repotenciar este lugar, con grandes proyectos
de hotelería enrollados bajo el brazo, por supuesto.
Otra
característica singular del lugar que atrae a los visitantes y genera
comercio, es que la alta mineralización de las aguas permite que
cualquier objeto sumergido allí, en alrededor de 15 días a un mes y
medio, quede totalmente cubierto de una costra de sal azufrada y
peróxido de hierro en tonos blanquecinos y ocres, dándole un aspecto y
textura únicos, que los locales aprovechan para mineralizar figuras de
cerámica y ofrecerlos en exposiciones o en ventas a los viajeros. Hay
quienes inmortalizan objetos o recuerdos personales con esta cobertura
salina, sólida como el concreto.
Por
todo el valor histórico y natural descrito, al que agregaría también el
cultural y legendario (mitos antiguos y mitos modernos), el Monumento
Natural del Puente del Inca ha sido declarado Área Natural Protegida del
Gobierno Provincial. Este propicio enfoque de revalorización del lugar,
sin embargo, ha provocado conflictos con proyectos turísticos que han
interesado a algunos inversionistas deseosos de recuperar el esplendor
que tuvieron complejos como el del Hotel Puente del Inca.
Conservar este tesoro fue la misma razón por la que se cerró el paso del
puente por Resolución N° 1.119 del 15 de julio de 2005, ante el posible
peligro de deterioro y de futuro derrumbe luego de confirmados
desmoronamientos, fisuras y filtraciones en su estructura.
Comentarios recuperados desde el primer lugar de publicación de este artículo:
ResponderEliminarComentarios rescatados de la segunda parte de este artículo, antes de ser fusionado como uno, en este:
Francisco Larrain27 de mayo de 2016 a las 23:35
Muy bueno el reportaje.
Gracias.
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edwin sanchez20 de mayo de 2018 a las 23:50
La fecha de la creación de este puente sería más útil pero buen reporte de verdad
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cristian corso5 de marzo de 2019 a las 20:05
que buen documento saludos mendoza
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VL6 de octubre de 2021, 21:41
Hermoso paisaje. Gracias por acercar con palabras e imágenes este paraje a quienes nunca lo habíamos escuchado siquiera mencionar