EL PEQUEÑO PARAÍSO POPULAR DE LA PLAYA CHIGUALOCO
Chigualoco y sus improvisados campings populares, en el verano de 1996.
Coordenadas: 31°45'13.38"S 71°30'47.94"W
La
playa y la caleta de Chigualoco se ubican en el Kilómetro 245 de la
Panamericana, en la rada de Chigualoco entre las llamadas Punta Muía
Muerta y Punta Rinconada, en la Provincia del Choapa. Corresponde a una
amplio terreno litoral situado justo bajo la desembocadura de un estero
también llamado Chigualoco, donde se forma un precioso humedal de flora y
fauna que pasa bajo la carretera, en el sector del puente del mismo
nombre que está junto al promontorio con el pequeño bosque costero de
este tramo en de la autopista.
Pasando
esta desembocadura y siguiendo un camino de tierra que bordea el
promontorio, también está la caleta de pescadores de Chigualoco
instalada hacia 1983, destacando no sólo por sus botes y campamento,
sino también por el molo de rocas y un pequeño faro desafiando las
ventiscas. El lugar concentra buena parte de la actividad de pesca
artesanal del sector y algunas leyendas románticas que han pasado a
veces por la literatura. Ambienta allí el relato de "El tesoro de
Chigualoco", de Saúl Schkolnik, y el autor Ignacio Balcells mencionó a
la localidad en su libro de recuerdos "La Mar".
Pasé
por Chigualoco por primera vez en los noventa, volviendo a ver su
desordenada acumulación de carpas y tiendas más bien pobres en varios
veranos más, desde entonces, con esos campamentos ya desaparecidos pero
que, en su momento, llamaban la atención tanto o más que el nombre del
mismo sitio. Llega a ser dramático el cambio que sufrió este lugar de
tanto valor histórico y natural en épocas más recientes, quedando con su
actual aspecto un tanto triste para quien la recuerda bien.
El
estero y el camino interior conectan Chigualoco con las localidades de
Los Azules, el Gauchal y Casuto, al Norte del Santuario de la Naturaleza
de la Laguna Conchalí. Esta zona, donde se han hecho interesantes
hallazgos arqueológicos, comenzó a ser ocupada establemente hacia el
siglo XVI por trabajadores relacionados con cierta actividad de
extracción de oro en la región, según se entiende de los estudios de
Mónica A. Barrera Calderón publicados en "La ocupación histórica del
Valle de Chigualoco-Casuto. 1579-1936 d. C." (III Congreso Chileno de
Antropología - Colegio de Antropólogos de Chile A. G, Temuco, 1998).
Fue
específicamente en 1579 que se establece una colonia indígena de
mineros de la Zona Central en Chigualoco, pertenecientes a la encomienda
de don Juan de Cuevas, de Santiago. Tras fallecer en 1591, su actividad
de lavaderos fue decayendo en rentabilidad hasta desaparecer a inicios
del siglo XVII, según parece, pues su hijo y sucesor Luis de Cuevas
trasladó a estos habitantes hasta Melipilla y Pomaire, quedando así
abandonado Chigualoco.
Después
de esta primera época, el lugar fue variando a concesiones de tierras y
ganadería, extendiéndose hacia el interior del mismo territorio. La
minería permaneció con cierta presencia en la provincia, sin embargo.
Una de las primeras ocupaciones de terrenos le había sido concedida en
1579 a don Pedro Bustamante por el Gobernador Rodrigo de Quiroga, hacia
el sector del Estero Conchalí en Los Vilos, posesión que el Gobernador
García Ramón traspasará al maestre de campo Francisco Fernández Ortiz a
inicios del siglo siguiente, quien los traslada a su vez a don Juan de
Ahumada. Tras un pleito judicial, Bustamante logró recuperar parte de
los mismos.
La
actividad aurífera del Choapa se extendió hasta el siglo XVIII,
apareciendo varios de los poblados interiores que hoy enseñorean la
Región de Coquimbo. Empero, a partir de este período hay un vacío sobre
las propiedades y posesiones de tierra en todo este sector entre el
Estero Conchalí y la localidad de Mincha, incluyendo la costa de
Chigualoco. Para el 1800, la estancia con este nombre aparece como
propiedad de don Santiago Iñiguez y su esposa María del Carmen Landa,
unida a la de Huentelauquén y bajo la jurisdicción administrativa de
Illapel.
A
la sazón, sin embargo, el valle de Chigualoco desde la playa homónima
hasta Casuto, parece haber quedado prácticamente abandonado por el
agotamiento de las fuentes locales de oro y el desplazamiento de los
habitantes, aunque se vieron lavaderos en esta última localidad todavía
en el siglo XIX, por viajeros como el naturalista Lorenzo Sundt, pues
hubo un redescubrimiento del material hacia 1830, que duró por cerca de
una década. Al volver a acabarse, el lavado de oro quedó reducido sólo a
una pequeña actividad artesanal, que perduró hasta más o menos 1940 o
1950.
Con
relación a los pescadores, hay registros de la existencia de la caleta
ya a inicios del siglo XX cuanto menos, pudiendo tener antecedentes
anteriores aún. A pesar de su importancia en el lugar, sin embargo,
recién en septiembre de 1990 se constituyó el Sindicato de Pescadores
Artesanales y Buzos Mariscadores Extractores de Productos del Mar de
Caleta Chigualoco, que los agrupa y representa.
Chigualoco
es una playa de aproximadamente un kilómetro y medio, con forma
medialuna estrecha, de arenas claras y barreras de rocas bajas a su
espalda. Más atrás, pequeñas dunas se mezclan con el paisaje de
suculentas docas y matorrales pequeños, donde descansan o planean
parvadas de gaviotas y jotes de cabeza negra. Es uno de los pocos
lugares costeros con estas características por este sector, y su
ubicación en la rada permite que se formen trenes de olas que son
aprovechados por jóvenes practicantes del surf y del bodyboard, que llegan periódicamente a este lugar.
El
estero Chigualoco cruza cerca de una planicie ripiosa y suele tener sus
aguas bajas en el período de mayor afluencia de visitantes, sin llegar a
tocar el mar hasta la próxima crecida. Su humedal abarca unas 6
hectáreas. Varias aves anidan o pescan pequeños pejerreyes por allí,
como patos silvestres, pitotois grandes y chicos, patos yecos, garzas
blancas, taguas, gaviotines elegantes, gaviotas Franklin, rayadores,
queltehues y zarapitos. Se las puede ver con frecuencia a todas juntas y
casi revueltas en algunos tramos de la orilla, como si fuesen un
muestrario ornitológico vivo. A veces, aparecen coipos también en el
sector, poniendo una presencia mamífera más reputada que la de ratones o perros vagabundos.
Cruzando
el estero por sus partes secas en la desembocadura y caminando hacia la
punta, se llega a la pintoresca caleta de pescadores. Las principales
especies marinas de extracción para estos hombres son peces como la
corvina, la cabinza, el lenguado, el congrio colorado, pejerrey y
sierra. Los buzos y mariscadores, en cambio, recolectan locos, lapas,
chitones y erizos rojos. Muchas conchas de moluscos están por los bordes
de la playa, como prueba de esta diversidad biológica.
Se
encuentran allí los botes para la pesca, la sede del sindicato local,
la explanada donde están las pocas residencias y los secados de huiros,
actividad frecuente de hallar en el territorio costero de la región. Un
conocido recolector de estas algas allí es un señor llamado Tito. Un
altar a San Pedro, clásicamente conocido como el Santo Patrono de los
pescadores y hombres de mar en general, custodia las naves y es
escenario de fiestas devocionales y bailes religiosos para el Apóstol en
su día, cada año.
El
sector del molo y del muelle en la caleta es habitado también por
algunos chungungos, que de vez en cuando asoman sus nerviosas pero
tiernas figuras entre la marea. Penosamente, algunos de estos animalitos
han sido atacados alguna vez por los perros abandonados
que merodean el sector, según nos informan los propios pescadores. En
nuestra última visita, además, encontramos también el cadáver de un lobo
marino que llegó varado en su orilla.
Lo
que más se recuerda de este curioso balneario cuyos habitantes estables
no deben superar las 20 ó 30 almas, es la cantidad abismante de
campamentos informales de veraneantes que se instalaban en el sector
Sur, especialmente dentro del triángulo formado por la orilla de playa,
la línea de la Ruta 5 Norte y las huellas del estero y del camino hacia
la caleta de pescadores. Era un colorido y denso caos de toda clase de
carpas, tendales, cobertizos improvisados con frazadas o mallas, tipis
de plásticos, chozas y pequeñas tiendas que llenaban cada metro
cuadrado de este lugar, a veces hasta desbordando el área del triángulo
mencionado en las épocas de vacaciones, con una enorme aglomeración de
gente de estratos populares que sólo he visto también en el sector de
las playas cerca de Coronel y Lota, en el Bío Bío.
La
mayoría de los llegados cada temporada a este sitio eran residentes de
los alrededores, como Los Vilos, Illapel, Punitaqui, Combarbalá u
Ovalle, pero era frecuente que arribaran allí también vacacionistas de
Santiago, Valparaíso, Talagante, La Serena y ciudades aún más distantes.
Tampoco faltaban los andariegos, sin localidad conocida y dedicados a
ir estableciéndose temporalmente en cada lugar de su perpetua vida
viajera sin raíces.
El
auge de estos campamentos populares de Chigualoco estuvo entre los años
ochenta y noventa, aunque sería más antiguo para la atracción de
campistas informales, según nos cuentan en la zona: quizás desde la
segunda mitad de los años setenta, cuando estuvieron de moda en Chile
las comunidades hippies y juveniles tomándose provisoriamente
algunas playas con esta misma característica informal. Hacia fines del
pasado siglo, no había mochilero del Norte Chico que no hubiese conocido
este lugar aunque fuese durante una jornada de estadía o un asado a la
parrilla, por lo mismo.
La
declaración de playa no apta para baño, por su situación de marejadas y
resacas que han enlutado ya a algunas familias con el sino de la
tragedia, no siempre es respetada: ni por bañistas, ni deportistas, ni
por pescadores de caña que llegan hasta el lugar. Menos se respetaba la
restricción al camping que imperó por muchos años, no pudiendo obligarse
a acatarla ni con partes, ni con amenazas.
El
aspecto negativo de todo esto, sumado a la falta de buenos servicios
higiénicos e implementación básica para un camping de tales
proporciones, era sin duda la cantidad de basura que dejaban los
visitantes, algo que alcanzó matices de cuasi pesadilla para las
ofuscadas autoridades municipales de Los Vilos que veían con cada vez
menos encanto la llegada permanente de turistas económicos a Chigualoco.
Recién
hacia el año 2010 se instalaron buenos contenedores de basuras y
abastecimientos de agua potable, por petición e insistencia de los
mismos campistas. Hasta entonces sólo había agua de noria disponible
allí. A la larga, sin embargo, la acumulación de estas y otras
necesidades serían una de las razones o excusas para correrlos de allí,
como veremos.
Por
largo tiempo, el nombre de Chigualoco ha sido objeto mofas y risas
entre los chilenos que van o vienen por el sector al Norte de Los Vilos.
Ya es casi un cliché fotografiarse junto al cartel que anuncia su lugar
en la autopista, haciendo un gesto "flaite" con los dedos en la boca o en una pose desafiante típica de los representantes del mundo del hampa.
La
creencia popular dice, pues, que el nombre de la caleta y de la playa
se deben precisamente a la presencia masiva en el pasado de esos
visitantes de sector sociocultural más modesto de preferencia, donde
existe la alguna vez conocida expresión multiuso "¡Chi-huá, loco!", traducible a algo como "¡Qué pasa, loco!",
y que según la entonación e inflexión de voz sirve desde para saludo
hasta como desafío a duelo. Proviene quizás de una deformación en el
habla carcelaria de la pregunta o exclamación "¡Qué hueá!" ("¡Qué huevada!", "¡Qué cosa!") convertida en "¡Qui guá!" y "¡Chi guá!", expresión que aparece también en la letra de la llamada "Cueca pulenta" del grupo folclórico Altamar, cuya letra fue hecha precisamente tras una investigación del leguaje coa de los presidiarios por parte de sus autores.
Sin
embargo, toda esta asociación del nombre de la localidad con la
presencia de campistas y veraneantes de origen muy humilde y formas de
hablar donde se usaría más esta misma expresión, es sólo un mito
sostenido de tan extraña coincidencia fonética: se puede observar en
planos antiguos de Chile, como los de Luis Risopatrón hechos en 1910
para la Oficina de Mesuras de Tierras, y en guías turísticas de los años
sesenta que la playa y el estero ya eran llamados perfectamente como
Caleta Chigualoco en aquellos años, por lo que el origen toponímico es
otro. La rada o bahía aparece llamada así también en documentos del
siglo XVIII cuanto menos. Una restinga roqueña del sector, además, es
denominada desde antaño como los Bajos de Chigualoco, por los navegantes
y marinos.
Es factible que el nombre de Chigualoco provenga en realidad del mapudungún Chiway-Lafko o Chiway-Lafken, que se traducen como Espuma Marina o Neblina de Mar. Suele ser la teoría más defendida en las fuentes, diríamos, aunque el Dr. Juan Grau sostenía en "Voces indígenas de uso común en Chile" que provenía del quechua Ch'iuwa Lonq'o, que se traduce como Jaula Redonda, o alternativamente del mapudungún Chiwa Loko, que se traduciría como Neblina Marisco o Locos de la Neblina,
aludiendo al cotizado molusco llamado loco o caracol de mar. Otras
interpretaciones sugieren incluso una combinación o hibridismo en el
origen del nombre, como Herman Carvajal Lazo en su artículo "Los
topónimos indígenas de la Provincia del Choapa", donde señala que puede
provenir del quechua Chigua y mapudungún Loco, traduciéndose juntos como Cesto de Locos en alusión al mismo molusco.
No obstante, en los archivos coloniales Chigualoco aparece tempranamente llamado Chúaloco,
partiendo por el propio río o estero donde estaba la colonia indígena
de don Juan de Cuevas. Este nombre se mantiene intacto hasta parte del
siglo XVII, apareciendo en 1675 el registro de una Hacienda Chigualoco
propietada por el tesorero Pedro Pizarro, perteneciente
administrativamente al Corregimiento de Quillota. Por esto, Mónica
Barrera deduce que el nombre original era el de Chúaloco y que tendría alguna relación con la palabra chúa,
usada entonces para referirse a un tipo de batea pequeña que se
empleaba en los lavaderos de oro como el que tenía precisamente la
mencionada encomienda del siglo XVI.
Dicen
que ha ocurrido más de una tragedia en estas aguas de engañosa y
tramposa ensoñación, pero una sucedida en el verano de 1999 está
particularmente bien recordada allí, gracias a una animita de concreto y
baldosas con techo a dos aguas y una cruz, ubicada hacia el sector Sur
del camping actual, cerca del acceso lateral para los vehículos. Es el
homenaje póstumo a un ahogado y desaparecido entre estas mismas
marejadas.
La
animita corresponde al fallecido llamado Fernando Rodrigo Salas
González. Según hemos averiguado, era un santiaguino de 28 años tragado
por el mar junto a otros dos bañistas entre las olas de esta playa, el
14 de febrero de aquel año. Fue un caso con cierta repercusión en la
prensa, aunque sólo uno más de los ahogamientos que hubo en Chile
durante aquel período.
La
intensa búsqueda de efectivos de la Armada de Chile y de voluntarios
del Cuerpo de Rescate Marítimo, apoyados por la Torpedera Guacolda y un
helicóptero naval, permitió encontrar después los cadáveres de Carlos
Patricio Piña Campos, de 25 años residente en Santiago, y de Freddy
Morales Viera, de 26 años residente Combarbalá. Sin embargo, el tercer
cuerpo, el de Salas González, jamás apareció, quedando sólo su animita
allí junto a las arenas, como su simbólica tumba con una placa de mármol
en su interior recordándolo:
FERNANDO RODRIGO SALAS GONZÁLEZ
+ 14 . 2. 1999
EL MAR ES TU TUMBA, EL CIELO TU CASA Y MI CORAZÓN TU REFUGIO.
TU MAMÁ E HIJITA
Sin
embargo, una placa de mármol colocada en el exterior de la misma
animita tiene un doloroso y desconsolado mensaje un poco desconcertante
para quien no esté al tanto de los detalles de esta historia, pues se
dirige a una mujer llamada Gladys (¿otra fallecida en estas aguas?),
acompañada de un grabado con el rostro sufriente de Cristo:
Gladys. Esposa, el amor que siento por ti es tan grande que nadie llenará el vacío que has dejado en mi corazón.
Gladys. Te quiero.
Sin ti ya no puedo vivir, sólo vivo con la esperanza que nos dejó nuestro bendito Jesús.
Gladys, mi amor, te quiero.
La
animita está decorada con muchas figuras de loza y cerámica en su
interior, como ángeles, cruces y santitos. Afuera, le han colocado
algunas conchas marinas y caracolas, como reafirmando la relación de
este homenaje con la infinidad del océano que revienta y arroja espumas a
pocos metros de ella. Mar hipnótico, seductor y traicionero, a
perpetuidad en todos los casos.
Lamentablemente,
la triste animita tampoco ha servido de advertencia para los bañistas
imprudentes, produciéndose varias nuevas situaciones peligrosas
posteriores, como una que obligó al rescate de dos niños que se ahogaban
en estas mismas aguas a fines de enero de 2013, con arriesgadas
maniobras de un helicóptero de la Armada.
Nunca
hubo una solución inteligente al problema de la cantidad de visitantes
que colmaban las capacidades de espacio y hasta los contenedores de
basura en Chigualoco, a pesar de las propuestas de los usuarios por
mejorar la situación. En honor a la verdad, a veces los restos de
fogatas para asado, desperdicios, huesos de pollos, cáscaras y envases
quedaban como reporte visible de las correrías familiares o recreativas
en los tiempos de mayor acogida de personas. La Municipalidad de Los
Vilos se esforzaba por mantenerla limpia, sin embargo, pero jamás
dispuso de los baños químicos por tanto tiempo pedidos para esta playa.
Pasado
el cambio de siglo, la situación de Chigualoco comenzó a cambiar
drásticamente y la propiedad de los terrenos centrales fueron siendo
reconvertidos en un camping formal, perteneciente a la sociedad Los
Quebrachos Ltda., que construyó un amplio campo cercado, con sectores
subdivididos y servicios básicos para establecerse allí por una suma de
dinero diaria. La resistencia a estos y otros cambios la trató de llevar
adelante la llamada Agrupación Social, Cultural y Recreativa Chigualoco
Sur, que reunía a muchos de los usuarios que por más de tres décadas
habían acampado en este sitio. Empero, la cruzada resultó de corta
duración y con magros resultados.
Con
los mejoramientos de la autopista cambió también el acceso vehicular al
sector de la playa, con un desvío especial y más seguro que la salida
de costado de otras épocas. Su fama ha crecido notoriamente entre los
surfistas desde entonces, con algunos eventos importantes. También se
ejecutaron recientes programas para mejorar la infraestructura y la
administración de los pescadores del sector de la caleta, y Chigualoco
hasta ha sido sede de competencias de caza y pesca submarina.
Con
estas y otras modificaciones introducidas allí, una nueva etapa de vida
más pensada para el turismo establecido había llegado a estas playas de
brumas y oleajes constantes... Etapa no exenta de polémicas, sin
embargo, como sucedió con las acusaciones de la mencionada Agrupación y
algunos parlamentarios sobre el cierre de accesos a la playa del sector
Sur en 2011, en la propiedad del clan familiar Matte Larraín, dueños del
antiguo Fundo Agua Amarilla.
Así,
aunque el evangelio y el orden se suponen llegados a la popular
Chigualoco, desapareció de ella la pintoresca época de los tendales
colorinches con rucos, toldos y carpas en ordenamiento caótico, salvo
por uno que otro temerario nostálgico de aquellos días, que insista en
colocar su tiendita en algún sitio entre estas arenas y conchuelas,
alrededor del recuerdo... Recuerdos arrumbados en el pasado de las
aventuras de los sectores más modestos del pueblo buscando playas,
descanso y diversiones.
Comentarios recuperados desde el primer lugar de publicación de este artículo, en el sitio URBATORIVM:
ResponderEliminarPox31 de marzo de 2017, 15:35
pregunta, si voy a la parte sur de la playa solo por el dia y con familia, se puede encender fuego?
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val6 de diciembre de 2017, 10:57
Wow!!!! gran trabajo. Este verano, me prometi al menos bajarme del auto y conocer esta playa. En mis ultimos viajes a la IV y III region, me quedaba pegada a la ventana mirando hacia Chigualoco y me muero por conocerlo. Gracias por toda la informacion.
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Unknown30 de abril de 2019, 22:30
Quiero conocer los antiguos lavderos de Casito y los azules con quién puedo hablar..
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Unknown10 de enero de 2021, 18:35
Quisiera saber si hay arriendos
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Respuestas
MARIA ANGELICA MALDONADO6 de noviembre de 2021, 02:31
Sólo camping
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