EL OBELISCO DE SOCOS: UN MONUMENTO DEL OLVIDADO COMBATE DE SALALA Y AL CAPITÁN ZEBALLOS

Coordenadas: 30°43'14.28"S 71°29'58.77"W
Un monolito en forma de obelisco se encuentra en en el Kilómetro 370 de la autopista de la Ruta 5 Norte, pasado el parque de molinos de energía eólica a la altura de Talinay y llegando al camino hacia las Termas de Socos y a la entrada Sur hacia la ciudad de Ovalle, Región de Coquimbo. Este año, el monumento cumple 60 años de existencia.
Quienes se detienen allí a observarlo, quizás se enteran leyendo sus placas conmemorativas de la lid libertadora que tuvo lugar en esta zona y que conmemora el monumento: el Combate de Salala, conocido también como la Batalla de Socos, que en el próximo verano cumplirá 200 años justos, además.
Es un misterio el porqué este combate librado el 11 de febrero de 1817, sólo un día antes de la victoria patriota en Chacabuco, ha pasado inadvertido y casi menospreciado en la historiografía oficial, siendo que fue parte de la misma campaña en que se dio el triunfo de las fuerzas libertadoras al mando de José de San Martín contra el ejército realista de Rafael Maroto Yserns. Y es que, a pesar de la impecable blancura del monumento, parece haber una sombra sobre el rescate de tal episodio en la historia militar chilena. Tanto es el desconocimiento, de hecho, que sitios culturales o educativos de internet informan erradamente que la batalla fue el 12 de febrero.
Hay mucho de la historia de las Guerras de la Independencia de Chile que ha quedado en planos nebulosos, contaminados también con interpretaciones viciadas de cierta inclinación a sentar determinados discursos; cuando no, a expiar responsabilidades y cubrir con mantos piadosos ciertos detalles del mismo proceso. La moda actual empujada por algunas propuestas literarias para repasar la historia con una lectura "popular", ha permitido poner cierto grado de luz sobre algunas tinieblas pero tanto como también ha facilitado el compromiso de cada narración un discurso particular, a veces con pretensiones de revisionismo y de revelación que no llegan a ser tales, realmente.
En el caso del Combate de Salala, por largo tiempo fue sólo el relato histórico de Benjamín Vicuña Mackenna y de Diego Barros Arana lo que mantuvo a flote el recuerdo de aquella batalla sobre el mar del olvido, al ambos de los pocos autores que le concedieron importancia y valor en el proceso final de la Independencia de Chile. Barros Arana comenta, también, que el parte del comandante Juan Manuel Cabot escrito en Sotaquí el 12 de febrero (lo que ha causado quizás las comentadas confusiones con respecto al día de la batalla) y publicado en la "Gaceta de Buenos Aires" el día 27, resultaba tan confuso y enredado que costaba seguir el hilo de los acontecimientos, debiendo valerse de testimonios de contemporáneos para confirmar y reconstruir partes del relato de lo ocurrido aquella jornada, como comenta en nota a pie de página en su "Historia general de Chile".
Reunión chileno-argentina con intercambio de estandartes, en febrero de 2000, al llegar a Socos una expedición de viajeros desde Calingasta. Fuente imagen: diario "El Ovallino".
 
Actos conmemorativos en el monolito en 2010. Fuente imagen: diario "El Ovallino".
Levantado el campamento de El Plumerillo durante el cruce del Ejército de los Andes por la cordillera, una columna de patriotas partió con 60 hombres al mando del muy joven Teniente Coronel argentino Juan Manuel Cabot, del 9 al 10 de enero de 1817. A diferencia de la creencia que algunos publicistas han difundido sobre la presencia exclusiva o mayoritaria de argentinos en el Ejército de los Andes, las fuerzas patriotas se vieron reforzadas constantemente con elementos chilenos que, al paso, engrosaban las filas de los que ya estaban presentes allí, en este caso con un grupo de más de 80 milicianos que se unieron en la Provincia San Juan, muchos de ellos chilenos exiliados. Otros locales se le sumarían ya en territorio de Chile.
La gran cantidad de voluntarios provenientes de la actual Región de Coquimbo, se explica por la ferocidad que había tenido allí la arremetida de los españoles en la Reconquista, tras la derrota de los patriotas en Rancagua. El comerciante francés Julian Mellet testimonió algunos de estos abusos en La Serena, donde 33 extranjeros (entre los que había incluso frailes americanos y españoles) y más de 600 personas notables de la ciudad fueron trasladadas a Valparaíso y hechas prisioneras bajo sospechas de colaborar con el adversario, algunas siendo relegadas al cautiverio en el archipiélago de Juan Fernández. Los partidarios de la Independencia huyeron hacia el interior, llegando muchos a territorio argentino para reclutarse en la causa libertadora.
Las fuerzas de Cabot iban rumbo a la ciudad de La Serena, donde debían tomar los puertos tras pasar por San Juan y luego Pismanta el 25, acampando por dos días más. Era la razón por la que es conocida como Columna de Pismanta. Desde allí partieron hacia el cruce del Valle de Los Patos, capturando pocos días después en la cañada del mismo nombre una pequeña guardia realista, el 6 de febrero. Acamparon por unos días más en Calingasta recibiendo en el trayecto al Capitán chileno Patricio Zeballos y Egaña en la espera, agricultor y hombre de armas ovallino que figuraba entre los fundadores de la heroica Legión Patriótica de voluntarios chilenos, con quienes se incorporó a la columna, acompañado de José Joaquín Vicuña, natural de La Serena que sería a futuro alcalde y diputado, además de fundador de la ciudad que lleva su apellido en el Valle de Elqui.
El día 1o avanzaron hacia Sotaquí y el camino al Sur de La Serena, aprensando a los informantes y agentes realistas. Los jefes hispanos de Coquimbo se enteraron de arribo patriota por el comerciante español José Antonio Godomar, que había huido de sus persecutores en Limarí. Así, los realistas partieron con 100 hombres en dirección a Santiago ese mismo día, al mando del coronel Manuel Santa María y Yáñez, concientes de que el territorio estaba siendo invadido y que su ciudadanía les era hostil. Por desgracia para él, ya se había despachado un centenar de almas al mando de Eugenio Hidalgo y de Zeballos para emboscarlos en el camino.
Las fuerzas del Ejército Unido Patriota se encontraron hacia el día 10 y 11 en el pueblo de Barraza, en las márgenes del río Limarí, iniciándose de inmediato un tiroteo con la guardia. Su caída fue importante, pues era por entonces uno de los poblados más importantes de la región después de La Serena.
Patricio Zeballos, que era de Coquimbo y conocía la zona, decidió partir tras el enemigo con sus compatriotas de la Legión Patriótica, a los que se sumaron varios valientes habitantes de aquellas aldeas ovallinas. Puso marcha tras verificar que Cabot, extrañamente, no tenía intenciones de salir a darles caza luego de acampar en Monte Patria, a pesar de haberle ofrecido a sus legionarios para tal operación. Fue sólo uno de varios comportamientos inexplicables que tuvo el jefe argentino.
En su arriesgada decisión, Zeballos levantó el campamento y marchó al poniente luego de enviar unos observadores y sin esperar que se les uniera el resto de la división, pues consideraba urgente atacar a los realistas ese mismo día en que se hallaban a la altura de los llanos de Salala, tres leguas al Sur del pueblo de Salala y cerca de la Quebrada de Socos, unos 100 kilómetros al Sur de La Serena.
Los españoles y los voluntarios realistas sumados a la fuerza de dragones, se encontraban en un descanso y desayunando al momento en que llegaron los chilenos. Los habían observado ya en horas de la madrugada del día 11, según parece, pero atacándolos desde muy corta distancia en la mañana. La rápida emboscada los sorprendió totalmente distraídos y aunque intentaron hacer un esfuerzo enorme para presentar defensa, el resultado final de la batalla quedó decidido con velocidad, obligando a Santa María a rendirse al ver las cargas de fuego prácticamente encima de sus hombres. 40 hombres se entregaron, y cerca de 20 ó 30 alcanzaron a huir hacia los cerros de la costa, abandonando armas y cargas en el camino. Sólo un muerto y dos heridos habría tenido el bando patriota, según Barros Arana, mientras que los realistas sumaban cerca de 43 entre muertos y heridos.
Zeballos regresó victorioso hasta Barraza, cargado de los pertrechos y armas arrebatadas al enemigo, además de los prisioneros, entre los que estaba el propio Coronel Santa María y su hijo Francisco Javier. Dos piezas de artillería, 80 fusiles, 16 cajas de municiones, 6 espadas, dos barriles de pólvora, cuatro fardos de vestuario y 30 cargas de equipaje conformaban el valioso botín descrito por Barros Arana, que crecería al ocupar La Serena y adicionar más material. Vicuña Mackenna agrega que las cargas de equipaje sumaban 150. Los dos cañones y los estandartes y banderas capturados en Salala hoy están en el Museo Histórico Militar de Santiago. Sin embargo, ciertas leyendas comentadas por el investigador y escritor ovallino Lincoyán Rojas, hablaban de baúles y cofres que quedaron ocultos en la zona, cargados de riquezas de la gente adinerada que venía con los soldados españoles, provocando que algunos cazadores de tesoros salgan tras la huella del mítico entierro sin haberlo hallado jamás.
Los realistas intentaron vengar la victoria patriota de Salala emprendiéndolas contra la población del Limarí simpatizante de la causa, pero Cabot envió desde Sotaquí al Sargento Mayor chileno Diego Guzmán con 25 hombres, haciéndole frente a los restos del enemigo allí apostado. Todos fueron recibidos con júbilo y festejos en La Serena, el día 15, aunque veremos que la conducta de Cabot resultó avergonzante en los días que siguieron.
Zeballos partió después a hostilizar a los realistas en Huasco, ocupando Vallenar. Fue designado Comandante de Armas por Decreto Supremo de O'Higgins, en reconocimiento a sus méritos y desempeños.
Horas después del Combate de Salala, entonces, tiene lugar el decisivo enfrentamiento en que las fuerzas patriotas de San Martín derrotan a los realistas en Chacabuco. Ésta es, quizás, la razón por la que lo sucedido en Socos de la mano de Zeballos y sus legionarios, se ha visto tan dramáticamente eclipsado, al preferirse encausar el discurso heroico de la Independencia concentrándolo en la justa chacabucana y los protagonismos de los generales José de San Martín y Bernardo O'Higgins. Como se recordará, además, la arremetida de este último y su 2ª División al final del combate, puso en conflicto al chileno con el general mendocino, pues San Martín sintió que prácticamente le había arrebatado de las manos el derecho a los laureles de gloria por el triunfo en Chacabuco, aunque este malestar no lo reflejó en los partes que envía al Director Supremo argentino Juan Martín de Pueyrredón tras el combate.
La victoria de Chacabuco parecía ser decisiva para la Independencia de Chile hasta que sobrevino el desastroso episodio de Cancha Rayada, esta vez por un error garrafal de San Martín, ocasión en la que la sagacidad de su compatriota Juan Gregorio de Las Heras prácticamente salvó a las fuerzas independentistas de ser destruidas bajo el ataque español, permitiendo que la cruzada patriota volviese a tener una oportunidad definitiva en Maipú, ese mismo año de 1818.
La epopeya, como se observa, no está descontextualizada con relación al episodio ocurrido en la mañana de 11 de febrero de 1817, con la destrucción de las fuerzas realistas de La Serena por el Capitán Zeballos, además de otras acciones militares como la del Capitán Francisco Zelada en Copiapó, quien al partir desde La Rioja con 12 soldados de línea y cerca de 200 voluntarios dirigidos por el comandante miliciano Nicolás Dávila (prácticamente todos ellos chilenos y muy mal apertrechados, guiados por su compatriota Mateo Larraona) logra apoderarse del Valle de Copiapó también casi en esos mismos momentos del triunfo de Chacabuco. Si bien no fue decisiva para lo sucedido al día siguiente, Salala forma parte de la misma obra y es un punto anotado en la misma y exacta causa patriota de aquellas jornadas.
¿Cuál es, entonces, la razón por la que quedó prácticamente en el olvido la Batalla de Salala, siendo que fue parte del mismo esfuerzo de liberación y más allá de la eclipsante grandeza de Chacabuco?
Hay algún par de teorías que se han ofrecido para explicar la ignominia de los historiadores tradicionales con lo ocurrido en Socos. Una de ellas es el centralismo a veces enfermizo de la atención cronística de nuestro país, incluso para recordar hechos de corte bélico. Sin embargo, una de las más controversiales supone que la batalla tuvo también mucho de masacre, no perdonando ni a heridos ni a civiles, por lo que habían sido más bien una mácula sangrienta en la lista de acciones militares del Ejército Unido de Chile que los primeros historiadores de la República buscaron guardar en detalles, mencionándola sólo a la pasada.
Parecida a la explicación anterior es la que supone que Salala se vio salpicada por los excesos y las escandalosas irregularidades cometidas poco después por el Teniente Coronel Cabot al llegar a La Serena, y que le valieron ser denunciado por apropiaciones de bienes de la ciudad y por robos a la población, al remitir objetos arrebatados a la ciudadanía como propios enviándolos a San Juan. En su desparpajo, Cabot llegó a enviar el bastón de jefatura de Santa María como obsequio personal para el gobernador de San Juan, don Ignacio La Rosa. Las protestas de la comunidad provocaron que O'Higgins debiese solicitar al Gobernador de Cuyo, el 7 de abril, la devolución "de gruesos cargamentos de varias especies que con escándalo y deslustre de las armas argentinas ha saqueado de la provincia de Coquimbo el comandante Juan Manuel Cabot".
Estas tropelías, finalmente, costaron el mando  Cabot, siendo enviado de regreso a Mendoza por San Martín al ceder a los reclamos y las presiones que ya venían cuestionando el actuar del codicioso Cabot desde hacía tiempo, partiendo por su negativa a apoyar la acción de los chilenos voluntarios en Salala, a pesar de que biógrafos e historiadores argentinos hoy suelen concederle dadivosamente la victoria de esa batalla en desmedro de Zeballos, su verdadero protagonista. Además, polémicos ascensos que había otorgado por su cuenta a sus oficiales amigos en Sotaquí, no fueron reconocidos por Chile ni por Buenos Aires. Desconcertado y algo errático, tras participar en Maipú al año siguiente, Cabot comenzó a reducir su compromiso militar hasta abandonar por completo el Ejército de las Provincias Unidas, por cédula de retiro del 3 de mayo de 1819, tras lo cual se dedicó al comercio en Santiago de Chile donde murió casi dos décadas después.
Otra idea es comentada por Lincoyán Rojas, quien considera que todo el desdén se debe al interés por resaltar las figuras de San Martín y O'Higgins por sobre cualquier otra en el proceso de la Independencia de Chile, observación a la que agregaríamos el visible interés de algunos historiadores por hacer aparecer las últimas batallas como un logro exclusivo de la intervención argentina sobre las victorias militares. La escasa mención de Zeballos y de los legionarios voluntarios parece apoyar esta teoría. La Batalla de Salala, en tal caso, venía a ser una amenaza a la estabilidad de este discurso, al revelar el contexto nacional que tuvo Chacabuco con batallas paralelas que permitieron liberar no sólo Santiago del yugo hispánico. Levantar la figura de Patricio Zeballos y Egaña a su correspondiente lugar, entonces, complica el duopolio de heroísmo que se ha procurado en el relato para los liderazgos de la lucha independentista. De ahí que este obelisco junto a la carretera sea su único monumento importante a la vista.
El historiador Julio Alemparte Robles fue más allá con esta última teoría, en su libro "Carrera y Freire: fundadores de la República". Allí, interpretando estudios de su colega Luis de Amesti, propone la polémica idea de que la Batalla de Chacabuco pudo haber sido casi una puesta en escena que ya tenía previamente decidido el triunfo de los patriotas, dadas las afinidades ideológicas entre San Martín y el jefe español Rafael Maroto, contrarias al absolutismo de Fernando VII. El general argentino era en esencia un político, como lo demostró después al "negociar" secretamente la liberación del Perú asegurándose reconocimientos por encima de Lord Thomas Cochrane, que prácticamente hizo todo lo relativo a movimientos militares y desoyendo a su pasivo superior.
Los documentos estudiados por De Amesti sugerían que hubo un acuerdo previo entre San Martín y Maroto para asegurarse pocos daños en Chacabuco y librar una batalla de la que existen grandes vacíos y mala documentación. Una cita que Francisco Frías hiciera en su "Historia de Chile. La República" del general Francisco Díaz, parece arrojar las mismas incertidumbres y sospechas: "la documentación sobre Chacabuco adolece de defectos capitales y hace pensar que alrededor de la batalla hay compromisos y componendas que han obligado a algunos de sus actores a ocultar la verdad".
Si acaso esto es como lo señala esta audaz interpretación de Chacabuco, es decir, un evento "convenido" para acuñar a fuego el episodio de una batalla que asegurara la Independencia, entonces esto acabaría ocultando en la memoria histórica una batalla de menor envergadura y no concebida para exaltar los heroísmos, como fue Salala.
Zeballos fue elegido Alcalde de La Serena en 1818, constituyéndose en una figura casi de caudillo local, de gran importancia para historia de la región. Por esta razón, hacia los días del Primer Centenario, autoridades municipales de Ovalle acordaron erigirle un monumento en su honor, llegando a colocar la primera piedra de la que en las buenas intenciones iba a ser la obra conmemorativa, con presencia de su nieto Pedro León Zeballos, quien, siguiendo el peso de la sangre, había sido veterano y héroe de la Guerra del Pacífico como Capitán del 2° de Línea, sobreviviente de la infausta Batalla de Tarapacá de 1879.
No tenemos noticias de qué sucedió finalmente con el frustrado proyecto, que fue siendo olvidado y descartado en años posteirores. El caso es que nunca se concretó la construcción del monumento. En su lugar, sólo se le colocó el nombre de Patricio Ceballos y de Socos a dos calles de la ciudad, la primera en la zona alta de Ovalle y la segunda hacia el centro cerca de la Plaza de Armas, mientras que La Serena bautizó una de sus vías del sector El Olivar como Alcalde Patricio Zeballos, recordando ese otro aspecto de la vida civil que también hizo grande al personaje.
A pesar de todo, la memoria colectiva nunca se perdió y el pueblo local siguió recordando su gesta heroica en Socos, con o sin monumentos a la vista. El investigador Hugo González, por ejemplo, logró recopilar algunos antiguos versos populares de Barraza que le dio a conocer el cultor Manuel García, hacia sus últimos años de vida:
La Patria de Monte Rey
la trasnochada salió
en Limarí no almorzó
por el aviso del juez
le dijeron vamos pues
en nombre de Dios
Moratón con su vara
Somarriba con corona
la vieja se fugó
por haber certar
le erró.
Los apellidos de Moratón y Somarriba se referían, respectivamente, al Regidor del Municipio de La Serena en 1815, don Francisco Moratón, y al alcalde de la misma ciudad y año, don Juan de Somarriba.
En 1924, por fin se erigió el primer monolito en recuerdo de la Batalla de Salala: era un sencillo hito levantado en el sector de la Quebrada de Socos. No obstante, su ubicación aislada lo hacía poco conocido y menos visitado, así que seguía pendiente la instalación de un monumento a la altura de los hechos recordados.
Pasaron varios años para que, en 1956 (aproximándose el aniversario 140° de la batalla), el Rotary Club de Ovalle concluyera una campaña de recolección de fondos y construyera un monolito en forma de obelisco inaugurado ese mismo año, ubicado a un costado de la Ruta 5 Norte, frente a las Termas de Socos. Desde aquel momento, este monumento sería el lugar de realización de todas las celebraciones conmemorando la batalla del 11 de febrero, además de ser el mismo sitio y día en que el Instituto O'Higginiano realiza un homenaje a Patricio Zeballos. Cada año se ejecuta allí el solemne encuentro con presencia de autoridades civiles y militares, con colocación de ofrendas florales y en las astas las banderas de Chile, Argentina y la Patria Vieja.
No tengo precisiones de este dato pero, según algunas versiones, el monolito rodeado por postes bajos con cadenas y su gran sillar con escaleras se encontraría hoy en una ubicación unos metros más al poniente de donde estuvo originalmente, por los ensanchamientos de la autopista realizados hacia el último cambio de siglo. El Rotary Club ha participado también de labores de mantenimiento y restauración del conjunto, además. Actualmente está contorneado su perímetro por un cerco, a un costado de un kiosco que es una conocida parada de viajeros para comprar productos de la zona y provisiones. Dice, una de sus placas (la original del obelisco):
EN MEMORIA DE LOS SOLDADOS QUE LUCHARON Y MURIERON EN EL COMBATE DE SALALA EN ESTE MISMO SITIO EL 11 DE FEBRERO DE 1817. COMANDABA LAS TROPAS PATRIOTAS EL COMANDANTE DON PATRICIO CEBALLOS.
La referencia de "este mismo sitio" es un poco engañosa, sin embargo. Se refiere sólo en forma general al lugar, porque la batalla no se desplegó exactamente aquí, sino que debió tener lugar en alguna zona de los llanos junto al sector de la quebrada. El monolito no está en el punto preciso en que ocurrió aquello, dicho de otro modo.
Otra placa fue colocada por la Municipalidad de Ovalle para los visitantes, pero también induciendo a errores pues se refiere al año de su última restauración y no al de la inauguración, como podría creerse. Además, esta placa comparte "generosamente" los méritos de Zeballos con sus superiores de la Logia Lautaro, haciendo vista gorda a las tropelías de Cabot contra los bienes ciudadanos y a su resistencia a haber apoyado esta acción bélica en particular:
SAN MARTÍN, O'HIGGINS, CABOT Y CEBALLOS, CHILENOS Y ARGENTINOS HERMANOS PARA SIEMPRE POR LA PAZ Y LA LIBERTAD.
OVALLE, FEBRERO 2000.
A mayor abundamiento, esta placa se colocó como celebración de una expedición "sanmartiniana" hecha ese mismo verano de 2000 desde Calingasta hasta Socos por un grupo de 13 viajeros que recreaban el Cruce de los Andes, por una iniciativa de una periodista argentina para conmemorar la travesía. Al llegar al monolito, los expedicionarios y las autoridades presentes de Chile y Argentina realizaron un simbólico intercambio de los estandartes que llevaban los ejércitos patriotas al cruzar la cordillera.

Comentarios

  1. Comentarios recuperados desde el primer lugar de publicación de este artículo, en el sitio URBATORIVM:

    Unknown7 de octubre de 2016, 12:04

    Interesantísima publicación sobre todo a pocos meses de cumplirse los 200 años de la gesta. Me gustaría contactarme con ustedes dado que estamos trabajando en la conmemoración de este acontecimiento y sería muy enriquecedor saber las fuentes de su información (BArros Arana, Vicuña Mackenna ..y otros?) para tener mayor cantidad de información para cotejar.SALUDOS (victor.sepulveda.espinosa@gmail.com)
    ResponderBorrar

    Macota27 de octubre de 2017, 19:54

    Excelente artículo Criss: Descriptivo, revelador y audaz, en el sentido que busca reinterpretar nuestra gesta emancipadora y rescatar los verdaderos heroes, cuya memoria ha sido injustamente relegada en pos de íconos artificiales. Hace algunos años atrás publiqué un libro sobre la guerra durante la Patria Vieja, donde se encuentran infinidad de sacrificios y gestas individuales que los historiadores olvidad, prefiriendo centrarse en la lucha Carrera-O'Higgins. Hombres con indudable patriotismo, valor y compromiso por la causa, pero que como comandantes de jefe del ejército independentista fueron responsables de innumerables muertes innecesarias.
    ResponderBorrar

    Unknown10 de agosto de 2018, 11:26

    Soy descendiente directo de Diego Guzmán Ibáñez, me siento muy orgulloso saber que mi antepasado participo en esta acción que ayudo a la independencia de Chile.
    Un gran abrazo a todos.
    atte., Rodrigo Guzmán Cruz desde Arica.

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