EL MUSEO DE SITIO COLON 10: LA "CASA DE LAS MOMIAS" JUNTO AL MORRO DE ARICA
Coordenadas: 18°28'50.33"S 70°19'17.95"W
Colón
10, a un costado del Morro de Arica y en la pendiente hacia el
Santuario de la Virgen del Carmen que allí existe, es uno de los sitios
de mayor valor arqueológico y antropológico en Chile, por tratarse de la
casa donde se encontró, en el año 2004, un impresionante cementerio
precolombino que regresa a la luz del conocimiento parte de la historia
más antigua y ancestral de la ciudad.
La
casa del actual museo de sitio está construida en un sector que podría
remontarse a los tiempos cercanos a la Guerra del Pacífico hasta el
período del cambio de centuria, aunque ésta en particular parece
corresponder a fines del siglo XIX. Es una típica vivienda de madera e
influencia inglesa de transición entre el estilo georgiano y el
victoriano, con fachada sencilla y abalaustrada, en este caso adaptando
la planta y los levantamientos a la inclinación claramente ascendente
del terreno. Ya en sí misma, esta propiedad era una antigüedad
interesante para la urbe.
A
pesar de todo, nadie se hubiese esperado que allí, tan cerca del Morro,
la casa hubiese estado levantada en realidad sobre un ancestral
cementerio indígena de unos 4 mil años, calidad que obligó a convertir
el recinto en museo de sitio actualmente administrado por la Universidad
de Tarapaca. El personal del recinto supone, además, que el
enterramiento total abarca el subsuelo de las casas vecinas y
probablemente de todo este costado del peñón, pero el museo permanece
reducido, por ahora, sólo a esta propiedad. No es un dato menor, además,
el descubrimiento de otros enterramientos en terrenos del "Hotel
Savona" (marzo de 2005) a poco más de una cuadra de aquí, en calle
Yungay.
Hace
tiempo quería comenzar a abordar algo sobre la cultura chinchorro en
este blog, y el Museo de Sitio Colón 10 me da la oportunidad perfecta.
Trabajos de recuperación del lugar (imágenes de la exposición).
Fachada actual del museo de sitio.
Antiguo murallón de adobe que se conservó del recinto.
A
mal traer y muy deteriorada, la propiedad fue comprada hacia el año
2004 por el arquitecto santiaguino proveniente de Valparaíso don
Fernando Antequera, dueño del ahora célebre restaurante ariqueño "Tierra
Amata", y quien se estableció definitivamente en la ciudad para dar
curso a estos emprendimientos. Su intención era remodelar y ampliar la
vetusta casona con un cómodo hogar familiar a la vez que hotel tipo
residencial turística, de hasta tres pisos en planes. Contaba para estos
propósitos con el permiso de la Dirección de Obras Municipales, pero
inconciente de que este proyecto iba a tener un gran giro y lo iba a
convertir en un defensor de la cultura y el patrimonio histórico
ariqueño.
Cerca
del inicio de los trabajos, cuando se realizaban estudios de mecánica
de suelo ese mismo año, salieron desde el subsuelo restos de cuerpos y
huesos humanos, además de artículos con claro interés arqueológico, por
lo que las operaciones se detuvieron y -en un acto que me consta no
siempre ha sucedido-, el empresario dio inmediato aviso a las
autoridades, consciente de la importancia de lo que estaba asomándose a
la luz allí en su terreno.
El
plan de cuidadosas excavaciones y la investigación profesional que
seguirían, permitieron precisar que se trataba de un enterramiento de
momias relacionadas con la cultura chinchorro, verdadero tesoro
arqueológico que llamó la atención de la comunidad científica y
académica nacional y motivó la visita de varios expertos, trazando un
plan de rescate que contó inmediatamente con la buena disposición y
cooperación del propio Antequera, a diferencia de lo que se ha conocido
en otros casos parecidos, sobre puntos de valor histórico en recintos
privados. Poco tiempo después, a mediados del año 2006, la
casa-habitación fue adquirida por la Universidad de Tarapacá para
conservar el descubrimiento, ya que los restos del cementerio indígena
no podían ser trasladados a causa de su gran fragilidad.
Desde entonces, esta vieja casona de pino Oregón y paredes de adobe es llamada popularmente la "Casa de las Momias" o la "Casa del Cementerio".
El recinto fue restaurado y recuperado con aportes obtenidos el año
2007 del Fondo Nacional de Desarrollo Regional, gracias a la iniciativa
del Departamento de Antropología y la Vicerrectoría de la Universidad de
Tarapacá, siendo convertido así en el Museo de Sitio Colón 10. Cerca de
$170.000.000 se consiguieron por este fondo, más unos $62.500.000
aportados por la propia casa universitaria y $30.000.000 por el Consejo
de Defensa del Estado.
Antequera,
en tanto, cambió la orientación de sus energías emprendedoras y fundó
el mencionado restaurante "Terra Amata" en otro sector del mismo casco
histórico de Arica, bastante cerca de la plaza y sobre unos terrenos que
adquirió especialmente para este proyecto. Y, como el hallazgo de calle
Colón reveló que todo el faldeo de este lado del Morro de Arica puede
ser un gran centro funerario indígena, el empresario tuvo la precaución
de montar su restaurante, fundado en diciembre de 2005, sobre una gran
plataforma que no involucró basamentos en el subsuelo y que no
perturbaría futuras investigaciones en terreno para posibles
reconocimientos o estudios de momias chinchorros que allí permanecen
ocultas.
Por
una módica suma de dinero se puede entrar a la casa-museo de Colón 10,
inaugurada el 18 de diciembre de 2009 y hasta ahora bajo administración
de la Dirección del Departamento de Antropología y Museo de la
Universidad de Tarapacá. El lugar, visitado por estudiantes, científicos
y turistas, es presentado como un ejemplo del proceso de "puesta en
valor" de un sitio histórico, además de ser un gran aliciente para la
postulación de los vestigios de la Cultura Chinchorro a la Lista de
Patrimonio Mundial de la UNESCO, por iniciativa de la Universidad de
Tarapacá.
En
la casona se trataron de conservar los aspectos de su fábrica de fines
del siglo XIX, incluido el aspecto de arquitectura británica, el
abundante uso de pino Oregón y hasta detalles como un viejísimo muro de
adobes que divide la residencia de la vecina y que puede admirarse unos
metros más allá del acceso, con sus bloques de barro y paja molida a la
vista. La remodelación se diseñó de tal manera que no interviniese en el
subsuelo.
El
primer piso cuenta, tras la entrada, con una sala de paneles
expositivos manipulables en donde se sintetiza el rescate de la casona y
su hallazgo de momias, más datos relativos a la cultura chinchorro y al
período que pertenecen. Y donde antes estaba el patio principal de la
casona, lugar preciso del hallazgo ahora cubierto por un toldo y con
grandes lienzos de información, están visibles parte de los 48 cuerpos
distribuidos en tres sectores numerados dentro del mismo conjunto
funerario, bajo una gruesa plataforma de vidrio. Otros están cubiertos y
aún sometidos a trabajos de rescate.
Los
enterramientos corresponden a una prolongada secuencia de uso y
ocupación del terreno alcanzando al menos tres niveles, el más profundo y
viejo de ellos aproximadamente de 1 metro 80 centímetros y que aún no
ha podido ser excavado ni explorando, aunque se sabe que habrían allí
ejemplos de las clásicas momias chinchorros, famosas por ser las más
antiguas de todo el mundo con sus 8.000 años. Pertenecientes a adultos,
jóvenes y niños, en algunos sujetos de este grupo funerario se han
detectado rastros de severo desgaste de dientes y hasta abscesos
alveolares.
En
el Sector N° 1 del conjunto, los restos se observan en posición
original decúbito dorsal, todos alineados con la cabeza hacia el Sur y
extendidos uno al lado del otro en secuencia. Están cubiertos de esteras
de fibras vegetales y pieles de aves marinas, en algunos casos con
pequeñas ofrendas. Si bien la mayoría de estos cuerpos se momificaron
por causas naturales vinculadas a las características del terreno y el
medio ambiente, hay algunos de niños muy pequeños y lactantes allí
sepultados que fueron sometidos a procesos de momificación artificial,
particularmente en tres cuerpecitos que lucen máscaras de barro negro
pintado rojo, aunque sus restos se observan muy deteriorados ya.
Los
sectores N° 2 y N° 3 ya no conservan el orden prolijo de los
enterramientos visibles en el N° 1, sino más bien un patrón disperso de
colocación de cuerpos, además de orientaciones diferentes y posiciones
casi arbitrarias. En estos grupos se ha precisado la presencia de
erosión por exposición al medio ambiente y al Sol, probablemente por
alteraciones del terreno en los miles de años transcurridos, además de
cuerpos que están incompletos.
Dos
escaleras llevan desde el primer piso hasta el segundo, que es un
recinto abierto, muy bien ventilado, cubierto sólo por la toldería y
habilitado para albergar material complementario como copias de
cartografía histórica y grabados antiguos de la ciudad de Arica. Por la
altura del terreno en que está este mirador, se tiene una muy buena
vista de la ciudad y del propio Morro desde este sitio, además de una
proporción de lo alto que se encuentra con respecto a la planta general
de la metrópoli.
La
cultura chinchorro fue de hábiles tejedores de redes, canastillos,
cestos, cordeles, mantas y artículos en general con fibras de origen
vegetal. Usaban cierto tipo de bolsas de mallas canastadas de esta
característica también para la pesca de orilla. El nombre de chinchorro,
de hecho, alude al tipo de redes que así se llaman en algunos países de
la costa Pacífica de América, y todavía se denomina "chinchorreros" en
ciertas partes de Chile a trabajadores que se valen de redes tejidas
para extraer carbón, peces o mariscos desde las playas.
Las
momias del recinto de Colón 10, particularmente, pertenecen a la última
fase cultural chinchorro, que abarca los 4.200 a 3.800 años atrás. La
distribución geográfica de esta cultura involucra un amplio sector
costero entre Chile y Perú, con epicentro en la zona de Camarones, desde
donde se distribuyen hacia el Sur y hacia el Norte sus técnicas
milenarias de momificación (año 5.000 antes de Cristo) con hallazgos en
los puertos de Ilo, Arica e Iquique, abarcando más de 3.000 años de
práctica.
Estas
famosas momias, como es sabido, eran realizadas interviniendo el cuerpo
del fallecido con arcillas, maderas, rellenos de material vegetal y
pigmentos naturales, destacando el delineamiento que se hacía del rostro
para darle el aspecto de seguir con vida. Las había en dos técnicas
principales:
- Las momias negras, fabricadas entre los años 5.000 a 3.000 antes de Cristo, aproximadamente. Eran aquellas donde se removían músculos y vísceras del cuerpo abierto, para reforzar el esqueleto del cadáver con un armazón interior de madera y tejidos vegetales, recubriéndolo y moldeándolo con arcilla gris oscura, a veces forrándolo con la propia piel del muerto o de algún animal como lobos marinos. La cabeza era cubierta con una peluca corta de pelo humano y se le hacía una máscara de arcilla para volver a adosarla al resto del cuerpo. La momia completa era terminada con una pintura de óxido de manganeso, que le daba el característico color azulino muy oscuro pero reluciente.
- Las momias rojas, fabricadas entre los años 2.500 a 2.000 antes de Cristo, aproximadamente. Correspondían al procedimiento de retirar vísceras, músculos y cerebro del muerto a través de incisiones en el cuerpo (principalmente estómago, hombros, ingle y tobillos) e introducirle maderos para reforzamiento del esqueleto, procediendo a rellenar las cavidades con materiales como plumas, arcilla y tierra, para luego cerrar los cortes. Con óxido de manganeso, le era pegada a la cabeza una peluca de pelo largo negro, mismo color de la cara, mientras el resto del cuerpo era pintado rojo con óxido férrico que le daba el color rojo característico.
Los
puntos del sector urbano o de la proximidad de Arica donde han
aparecido momias chinchorros y vestigios de asentamientos de esta
cultura, corresponden al Hipódromo y el Sitio Macarena al Norte de la
ciudad, la Terraza Chinchorro frente a la bahía del mismo nombre, los
vecinos sectores de la Maestranza y las instalaciones de Maderas Enco,
el Cerro de Acha, la Playa Miller y el sector de Quiani hacia el Sur.
Entre todos ellos, en los faldeos septentrionales del Morro de Arica
está un sector conocido como el Sitio Morro, al que pertenecen los
hallazgos de Colón 10 y el mencionado del "Hotel Savona". Se sabe
también que los chinchorros establecidos en lo que hoy es Arica, se
proveían de agua dulce desde los ríos Lluta y San José, además de
recolectar totora y junquillo para sus mencionados tejidos y para
combustible de hogueras.
Hay
evidencia de que la relación de la cultura chinchorro con su entorno,
se extendía con los valles interiores a pesar de su inclinación a
permanecer siempre cerca del mar. Si bien carecían de conocimientos en
alfarería, cerámica o metalúrgica que sólo aparecen hacia el final del
período chinchorro, como se trataba de un pueblo costero y pescador
muchos de sus utensilios y herramientas tenían que ver con el desconche
de moluscos (chopes, hechos con costillas de animales), además de
arpones de pesca, armas para caza de fauna costera, estólicas para
aumentar la fuerza de lanzamiento de dardos o lanzas y anzuelos
fabricados con espinas o trozos de conchas. Algunos artefactos de este
tipo aparecieron también en el enterramiento de Colón 1o, además de
conchas marinas que acompañaban a los cuerpos.
El
Museo de Sitio Colón 10 es un excelente lugar para acercarse al
conocimiento sobre esta cultura, entonces, aunque mi modesta
recomendación sería destacar más en su fachada su función, ya que la
falta de indicaciones claras desorienta a algunos visitantes y
especialmente a turistas extranjeros tentados con la idea de conocer
este singular centro de atracción cultural y patrimonial de Arica,
ubicado precisamente en el camino del acceso peatonal al Morro.
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