EL KIOSCO CÍVICO: POESÍA DE HIERRO EN LA PLAZA DE ARMAS DE CURICÓ

Coordenadas: 34°59'7.27"S 71°14'19.82"W
La Plaza de Armas de Curicó, en la Región del Maule, es -para mi gusto y el de muchos más- una de las más bellas de Chile. Su hermosa vegetación  colmada de árboles, palmeras, arbustos, fuentes con peces y césped siempre reluciente recuerda un poco al aspecto antiguo de la Plaza de Armas de Santiago (antes de ser desmantelada) y su forma octogonal visible desde la ubicación aérea demuestra que tienen también sus secretos y arcanos.
Las piezas ornamentales más antiguas de la plaza curicana datan del período 1865-1870 y fueron traídas desde Francia, destacando las fuentes de aguas; otras son esculturas de autores nacionales. Creo que esto me dará para un tema completo para publicar a futuro.
Lamentablemente, por varias razones que no viene al caso repasar acá, no había podido tomar fotografías de una joya de la arquitectura metálica en Chile ubicada allí en la misma plaza, sino hasta ahora (diciembre de 2021): el llamado Kiosco Cívico, Kiosco de Hierro o Glorieta de la Plaza de Curicó, del que tengo reunidos varios datos.
Esta maravillosa y elegante obra de base en ensamblado modular de piezas metálicas tan identificado con la tendencia arquitectónica Eiffel, es también uno de los escasos referentes de la escuela estilística New Orleans en Chile, para mi opinión presentando cierto parecido también en su ornamentación, cenefas y motivos artísticos con el kiosco de la Plaza de Maipú, en la capital chilena. Algunos le ven influencias del art nouveau y arabesco en sus filigranas de mucha simetría y detalle.
El kiosco en la plaza, en sus primeros años. Fuente imagen: culturacurico.cl.
Imagen del kiosco en 2016. Gentileza de Cristián Núñez G.
El kiosco fue instalado tras una campaña iniciada en 1905, durante la intendencia de don Arturo Balmaceda Fontecilla, quien aportó parte de los dineros para su construcción, además de irlo reuniendo desde las arcas municipales y colaboraciones de la propia población curicana y de empresas vía colectas, dato confirmado en la ficha del Consejo de Monumentos Nacionales sobre esta pieza. De acuerdo a lo informado en "Curicó, 250 años de historia" por Oscar Ramírez Merino y ‎Pedro Pablo Zegers, de 1993, Balmaceda Fontecilla se inspiró en un tabladillo que existía en la Alameda de las Delicias de Santiago, frente al Portal Edwards. Su intención era hacer un proscenio para las presentaciones públicas que elegían la Plaza de Armas de la localidad como escenario, especialmente las bandas de guerra.
El valor de la obra era de $7.000 pesos de la época, bastante oneroso por entonces, $3.000 de los cuales fueron cubiertos por un préstamo del Banco de Curicó por solicitud del propio Balmaceda Fontecilla y otros solicitados por la municipalidad, al hacerse evidente que la erogación popular no alcanzaría para cubrir la totalidad de los costos, aunque con algunas pequeñas controversias de por medio derivadas de la obstinación de la ilustre autoridad por sacar adelante su proyecto.
De acuerdo a la información difundida por Corporación Cultural de Curicó, la compañía encargada de construir el kiosco fue la Fundición Rivaro y Yogna (o Iogna, en otras fuentes), de Santiago. El contrato con al compañía está firmado en octubre de 1905, y la prensa lo comunicó el 21 de ese mes. El montaje y armado de la obra en la plaza quedó en manos de la empresa contratista Alquímides-Salas de Curicó.

 
 
Como muchos cenadores y glorietas de plazas públicas chilenas, este fue concebido especialmente para la presentación de retretas y bandas de bronces en celebraciones o actos públicos, en el segundo piso, y para ser usado también como podium de discursos. En su ceremonia de inauguración, el 21 de septiembre de 1906, tocó un repertorio en él la banda de guerra del Regimiento "Dragones" de Curicó, que volvió a usar varias veces más en su tarima todos los domingos, los martes y los jueves, según comentaba Hernán San Martín Ferrari en "Nosotros los chilenos: (tres ensayos antropológicos de interpretación)", de 1970.
Ubicado hacia el costado de calle Carmen, el kiosco o glorieta suele ser comparado con una lujosa pajarera por su característico diseño. Su nivel del piso está conformado sólo por las diez columnas que descasan su peso sobre plintos o poyos, y que sostienen el segundo nivel a dos metros y medio de altura, donde se concentran los barandales artísticos y el techado curvado cubierto con fierro acerado y con cúpula central y aguja (su chapitel o pináculo redondo), todo hecho de hierro fundido y hierro forjado. La carpintería del suelo del segundo nivel es una tarima que reposa sobre vigas de doble "T" y huinchas metálicas.
Dominaba en toda su estructura una coloración blanca en sus primeros años, juzgando las imágenes de la época. Se ascendía por una escalerilla vertical metálica que, según recuerdo, en los años noventa todavía estaba abierta, pero en mi última pasada por Curicó se mantenía celosamente cerrada al público general.

 
 
Hay también historias de músicos que quedaban atrapados en la estrecha entrada del segundo nivel al final de esta escalera, tanto por su propia corpulencia como por el peso y volumen extra que significaban algunos de sus instrumentos, como los tubas y los bombos. Lo mismo le habría sucedido al presidente Carlos Ibáñez del Campo en su segundo gobierno, cuando hallándose de visita en la ciudad, en agosto de 1952, llegó extenuado al segundo nivel para dar uno de sus célebres y concurridos discursos públicos. Hay otras leyendas populares sobre autoridades que cayeron o estuvieron cerca de pegarse un porrazo mientras subían al mismo sitio.
Y como no podían faltar los mitómanos, hace años comenzó a correr el chisme de que el kiosco sería un supuesto "trofeo de guerra" secuestrado por la soldadesca chilena y traído desde Lima en la Guerra del Pacífico (siempre desde la capital peruana, como si no hubiese nada en el resto del territorio peruano ocupado entonces), además de las estatuas de la piscina de aguas y la fontana francesa de las Tres Gracias que se encuentran en la misma plaza. Afortunadamente, no existían la necedad de las redes sociales de internet en esos años para fabricar "verdades", así la burda fábula no llegó a convertirse en mitología urbana "inducida" o fakelore.
Por Decreto Supremo N° 789 del 27 de julio de 1978, el Kiosco Cívico de Curicó fue declarado Monumento Histórico Nacional "debido a los méritos arquitectónicos-artísticos de esta pieza, única en su género en todo el país", según reza el texto. Una placa con lámina color de bronce recuerda a los observadores allí mismo: 
CONSTRUIDO EN 1905
SIENDO INTENDENTE
DON ARTURO BALMACEDA F.
DECLARADO MONUMENTO HISTÓRICO
EL 18 DE AGOSTO DE 1978.
CURICÓ, 9-10-83.
Posteriormente, la Plaza de Armas de Curicó fue declarada completa como Zona Típica por Decreto Supremo N° 1156 del 14 de noviembre de 1986, complaciendo al clamor ciudadano local.

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