EL EDIFICIO QUE ALBERGÓ AL HOSPITAL INGLÉS Y AL COLEGIO DE ANTOFAGASTA

 

Coordenadas: 23°38'17.4"S 70°23'37.7"W

Un antiguo edificio de madera se encuentra muy visible en la esquina de avenida Iquique con José Ignacio Zenteno en Antofagasta, junto a los históricos rieles del vecindario ferroviario y en las lindes del Barrio Bellavista. Su estado es lamentable en muchos sentidos, sin embargo: abandonado, deteriorado y ocupado frecuentemente por vagos, drogadictos y delincuentes que, casi por divina providencia, aún no lo han terminado de destruir a fuego. Paradójicamente, en el año 2006 fue reconocido como Patrimonio Cultural de Antofagasta.

No es fácil adivinar a qué clase de inmueble corresponde, pero claramente no es una residencia particular ni un palacio corriente. Después de muchas visitas a Antofagasta desde tiempos jóvenes, vine a enterarme recién hacia fines de 2018 a qué correspondía y cuál era su silente historia. Su proximidad a los ferrocarriles, además, sugiere alguna relación con la actividad de los trenes, pero el detalle del resbalín que baja desde el balcón del segundo piso hacia el nivel inferior por el costado que da a la avenida, marea y desalienta cualquier esfuerzo deductivo.

Su estilo tiene algo de historicismo georgiano y victoriano, con la tradicional fábrica nortina de pino Oregón, en este caso madera de origen inglés, sobre un armazón de tipo balloon frame. Semeja bastante a la arquitectura histórica de otros casos en la ciudad, como la Estación del Ferrocarril, el Museo Regional o la Casa de Huéspedes, aunque un poco más retirado del núcleo urbano principal.

Las escalas posteriores y frontales se elevan a un segundo piso con pasillos de balcones laterales a ambos lados del inmueble y también al frente, sostenidos por postes formando un porche y con alero en su parte más elevada, en donde pueden observarse también bellos balconetes cerrados tipo bow windows. El nivel más alto cuenta con un ático de ventanales propios. El acceso principal estaba al centro del primer piso hacia calle Iquique, con un zaguán cerrado como recibidor, aunque con sus puertas hoy cerradas.

El edificio en 1938. Fuente imagen: Timeline.cl.

 Atención de pacientes en Hospital Inglés. Fuente imagen: Timeline.cl.

El Dr. Antonio Rendić Ivanović, apodado "el médico de los pobres", fue uno de los ilustres facultativos que trabajaron en el Hospital Inglés de Antofagasta. Fuente imagen: "El Mercurio de Antofagasta".

El origen de este edificio se remonta a enero de 1904, cuando se autoriza e inicia su construcción para albergar al Servicio Médico del Ferrocarril de Antofagasta-Bolivia (FCAB), en la esquina de la Calle de las Carretas, hoy calle Iquique, terrenos que pertenecían a la firma. Esto aparece señalado en un plano del mismo proyecto del edificio que forma parte de los archivos del Museo del Ferrocarril del Centro Cultural Estación Antofagasta. El documento, titulado "ABRC, Staff Hospital erected since january 1904 in Antofagasta", está firmado por R. Anderson, de la Oficina de Ingenieros del FCAB y está fechado en 1907.

Entregadas las obras en 1906 y concluidas en 1907, durante la gestión del Administrador General Sr. Harry Usher en el FCAB, su servicio médico iba dirigido inicialmente a los funcionarios de la compañía ferrocarrilera, siendo el primer hospital "moderno" con el que contó la ciudad, a partir de ese momento. Fue conocido en aquel entonces como el Hospital Inglés de Antofagasta, por la propiedad de capitales británicos de la compañía ferroviaria, y sus reglamentos internos se definieron el 11 de octubre de 1906, normando los horarios de comidas, el aseo e higiene y la relación entre pacientes, empleados y médicos.

Lo anterior explica su proximidad con el barrio ferroviario y las maestranzas del Patio Antofagasta, en medio de un sector industrial que, visto desde hoy con un ojo más crítico, parecería poco apropiado para un sanatorio. El terreno del hospital tenía forma de triángulo y se encontraba en la esquina Nororiente del que ocupaba la Compañía de Salitres de Antofagasta, cerca de la Fundición Templeman, más tarde ocupada por la planta cervecera de los Hermanos Mitrovich Puljezevic y su campamento de trabajadores.

El área médica y de atención de salud del edificio estaban en el primer piso del mismo, mientras que el sector de hospitalización se hallaba en el segundo. La botica o droguería se encontraba en una dependencia adjunta del primer nivel.

No era de grandes dimensiones ni de mucha implementación, incluso para la época, pero su servicio localizado en funcionarios ferrocarrileros seguramente se cubría perfectamente con las capacidades que contaba. De este modo, a pesar de la mejor ubicación y calidad desde ser inaugurado el Hospital del Salvador en 1913, más al Sur de la ciudad, el Hospital Inglés no cesó funciones y se mantuvo activo, recibiendo a súbditos de la colonia inglesa con servicios sanitarios, atención de accidentados y cirugías menores. Además de los familiares de los empleados, comenzó a cubrir después a pacientes chilenos. Las atenciones incluían también salidas de los médicos a los lugares de emergencias o accidentes, de forma ambulante.

Se recuerda que algunos de sus funcionarios de salud de origen británico, médicos y enfermeras contratadas en Londres, debieron partir a prestar servicios a Europa durante la Primera Guerra Mundial. Por éstas y otras razones, la administración debió allanarse a incorporar personal de origen chileno y otras nacionalidades, especialmente entre los facultativos, postergando su inclinación a valerse casi esencialmente de médicos ingleses en sus salas y oficinas.

Entre otros ilustres, pasó por este servicio del Hospital Inglés el conocido Dr. Antonio Rendić Ivanović, quien había sido también alumno del antiguo primer colegio inglés de la ciudad poco después de llegar a vivir a Chile.

Sus servicios como asilo hospitalario continuaron en el primer piso después que, en 1926, los niveles superiores fueron reacondicionados y convertidos en las dependencias educativas del Antofagasta British School, el célebre Colegio Inglés de la ciudad, disponiendo sus salas para las aulas a las que asistían los hijos de los ejecutivos de la Compañía de Ferrocarriles y algunos más de la colonia británica en la ciudad. Su primer rector fue el entonces capellán anglicano de Antofagasta, reverendo Canon E. Jones

En los años cuarenta, los educandos de este colegio se sentaban en esos viejos pupitres con un agujero calado en la cubierta para colocar el tintero, de acuerdo a lo que recuerda una columna de opinión de "El Mercurio de Antofagasta" del 12 de junio de 2005. Destacaba especialmente por entonces la docente Nellie Owen, esposa de un alto funcionario del FCAB y quien se dedicó a optimizar el rendimiento del colegio, armando cursos pequeños por cada sala y mejorando los métodos. Ella había asumido la rectoría del establecimiento en 1932, cortándose así la tradición de que fuesen los capellanes anglicanos quienes tomaban el cargo. Se mantuvo como rectora hasta 1950.

En aquellos años, el uniforme que debían utilizar los alumnos se componía de un blazer azul marino bordeado con cinta dorada cambiada a roja hacia inicios de los sesenta, más falda tableada en las niñas, blusa blanca y zapatos negros sobre calcetas blancas.

Servicios menores del centro de salud del primer piso, en tanto, habrían continuado funcionando hasta 1973, según informan varias fuentes, como el portal Timeline Antofagasta, de Patricio Figueroa y Jorge Ortiz. Había sido reducido a un dispensario, ya al final de servicio. Por nuestra parte sabemos, sin embargo, que el hall del primer piso, utilizado como centro de reuniones y ceremonias del colegio, ya estaba desocupado por el antiguo hospital hacia mediados del siglo XX.

El edificio, de ese modo, había quedado enteramente disponible para el Colegio Inglés y así permaneció brevemente en funciones hasta que este desocupó el lugar en 1981, convirtiéndose a partir del año siguiente en el Colegio de Antofagasta cuando asume allí su primer director, don José Riveros Muñoz, como se consigna en "El Mercurio de Antofagasta" del 30 de mayo de 2006 (artículo "La desconocida historia del inmueble del Colegio Antofagasta"). Poco tiempo después, por un decreto de abril de 1983, la institución educativa fue reconocida como cooperador a la función educacional del Estado.

El Colegio Inglés, en tanto, se mudó e inició una nueva vida en 1982, ahora en  calle Pedro León Gallo, hacia el sector Sur de Antofagasta, en las actuales dependencias que ocupa gozando también de gran prestigio en la tradición educacional de la ciudad.

Justo en aquel período, por Decreto N° 1.170 del 31 de diciembre de 1985, se estableció la Zona Típica del Centro Histórico de la ciudad de Antofagasta, abarcando fundamentalmente los principales terrenos de los ferrocarriles y del eje de calle Bolívar, por lo que el edificio quedó dentro de la misma declaratoria.

El nuevo establecimiento educativo llegaría a ser uno de los más importantes que ha tenido Antofagasta. Los chiquillos de ambos sexos que allí recibían clases, se divertían en los recreos y ratos libres lanzándose por el extraño tobogán del costado del edificio, ese que se suponía era para las emergencias, no para juegos. También corrían por su pasillos de madera, persiguiéndose por las escaleras o tratando de entrar a las dependencias subterráneas del inmueble, en donde se decía había estado la morgue del hospital. Además de cocina y baños, contaban con el teatro al interior para pequeñas presentaciones artísticas.

Por entonces, el patio y los jardines del colegio tenían un tímido pero acogedor verdor muy contrastante con la aridez del terreno en nuestros días. De aquel pequeño paisaje sólo quedan algunas palmeras y arbolitos bajos, intentando dar sombra.

En el centenario del edificio, éste fue declarado Patrimonio de Antofagasta, aunque sólo duró en plenas funciones educacionales un año más, comenzando a cesar este servicio en 2007 ó 2008 para trasladarse a sus mejores y modernas dependencias en calle Ascotán Sur en el Sector La Chimba, más al Norte de la ciudad, hasta donde llega el colegio completo en 2009.

Desde aquel momento, sin embargo, el edificio sólo ha acumulado olvido y desdén, invadido constantemente por personajes conflictivos y destructivos que sólo han acelerado el deterioro acumulado del inmueble.

A pesar de estar protegido también en la zona de conservación histórica del Plan Regulador de Antofagasta, todo esto sucede ante la nostalgia y la pena de los antofagastinos que estudiaron allí, viendo cómo se pierde poco a poco un edificio que podría ser un espacio de excelencia para actividades culturales o incluso un estupendo hotel, sólo por proponer posibles ideas.

LA PRIMERA GUERRA DEL HOSPITAL INGLES

(Pequeña historia sobre el Hospital Inglés, difundida por el Centro Cultural Estación Antofagasta, en sus redes sociales)

Amanece en Antofagasta, una suave brisa de invierno recorre la calle Bellavista y las casas de madera comienzan su cantar. La señora Ramos, recoge a su primogénito en los brazos y parte rumbo al Hospital Inglés, ubicado en la esquina de calle Zenteno con Iquique. Es el año de 1915 y la Primera Guerra Mundial bombardea los titulares y las bobinas de las radios, las cuales gritan "London Calling".

La señora Ramos o mejor conocida por sus amigas como "Juanita la rellenita", llega justo en el horario de desayuno del recinto de salud ferroviario a eso de las 7 am. La enfermera Minie Ascombe, conocida por sus ojos claros, saluda alegremente a Juanita y la lleva con el doctor Reginald Williams, quien deja en observación al lactante por su elevada temperatura. Ascombe no puede de dejar de pensar en la posibilidad de que ella nunca llegue a ser madre dada su pronta partida a la guerra. Para tranquilizar a la angustiada mujer, la enfermera Ascombe, establece una amena conversación con Juanita y le dice que no se preocupe, ya que a los niños a veces les sube la temperatura, pero es algo que se puede controlar. La señora Ramos, sin saberlo hallaba una paz en la profundidad de los ojos azules de la enfermera inglesa.

En la botica ubicada a un costado del Hospital Inglés, un joven médico de nombre Gerald W. Young, piensa en el futuro incierto que le espera en la guerra, pero se siente decidido a defender al país que lo vio nacer. Sin embargo, el olor rubio del pelo de su mujer lo hace dudar, acongojando su pecho. Las voces de la botica lo hacen volver a la sana realidad antofagastina.

Al ingresar por el pasillo principal el doctor Gerald W. Young, atisbó a su joven esposa, hablando con una mujer robusta que parecía angustiada por algún motivo. A medida que se acercaba a ellas, sentía el olor único del lugar, visualizando como un déjà vu las futuras conversaciones que tendría con sus compatriotas.

Minnie Ascombe, veía como la señora Ramos recuperaba su ánimo, detrás de ella apareció el doctor Reginald Williams, quien traía en sus brazos al niño de la señora Ramos. "Juanita la rellenita" salía del hospital con una vida en pleno crecimiento y atrás quedaban tres personas que perderían la suya en el primer gran hecho bélico del siglo XX.

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