EL ARBOLITO "DAME AGUA": UN PEQUEÑO TRIUNFO DE LA VIDA ENTRE LA SEQUEDAD ABSOLUTA

Mi amigo Pablo B., regando al Dame Agua en febrero de 1997, mientras regresábamos desde San Pedro de Atacama hacia Calama.

Coordenadas: 22°40'7.77"S 68°30'59.98"W

Un proverbio popular antiguo, decía: "Nadie sabe de la sed con la que bebe el otro".

Este dato es bien conocido por los visitantes frecuentes de la localidad de San Pedro de Atacama: la existencia de un pequeño y solitario arbolito a costado Norte de la Ruta 23 en la Provincia del Loa de la Región de Antofagasta, hacia el kilómetro 46. Se lo encuentra cerca de unas instalaciones mineras ubicadas hacia el interior, antes de llegar a la Cuesta Barros Arana que atraviesa el cordón cordillerano del mismo nombre. Recuerda mucho a casos internacionales de flora aislada totalmente en el paisaje, como el Árbol de Teneré, famosa y solitaria acacia del desierto del Sahara que acabó destruida en 1973 por un camionero imprudente.

La carretera cruza el Desierto de Atacama uniendo la ciudad de Calama con el turístico poblado de San Pedro de Atacama, por lo que, a la vista, es insólita la existencia de este arbusto tan verde y vivo en este durísimo paisaje. El árbol es la única excusa para una parada habitual en todo este camino, además, salvo por las muchas animitas que tienden a concentrarse en las curvas más peligrosas del mismo, varias de ellas de residentes de la provincia.

Poco ha crecido este árbol siempre sediento desde que lo vi por primera vez, en 1996, sin embargo. No pudimos darle un aporte de agua en aquella ocasión, como pide el protocolo de los viajeros en la zona, pues regresamos a Calama en horas nocturnas, además de vivir una curiosa situación de corte casi ufológico con mis acompañantes en aquel vehículo, que quizá algún día me animaré a contar acá. Fue una experiencia más interesante y distractora en aquel momento, que la de andar buscando al arbolito en la oscuridad.

Un arbolito "Dame Agua" en el desierto, en imagen de un documental de principios de los años setenta que no hemos podido identificar. No sabemos si sea el mismo del camino a San Pedro de Atacama.

Vehículo estacionado junto al arbolito.

Un viajero acaba de dar atención al Dame Agua.

Aspecto actual del raquítico pero resistente arbolito Dame Agua.

Desde entonces, el árbol parece conservarse siempre pequeño y raquítico, sobreviviendo sólo de las raciones de agua que los viajeros le dejan, como ciclistas, conductores y choferes de camiones. Todos los relacionados de un modo u otro con esta zona del país, lo adoran como si se tratara de una mascota comunitaria. De alguna manera, con sus penetrantes raíces ha logrado afirmarse en ese suelo yermo y árido que presumo poco nutritivo, pues sólo plantitas bajas que alimentan guanacos y colonias de minúsculos y tupidos cactos logran conquistar estos parajes extremos, a ambos lados del camino.

No estoy seguro de si el arbolito corresponde a un pimiento (Schinus molle) o un tamarugal (Prosopis tamarugo), flora tan simbólica y alguna vez abundante en el Desierto de Atacama, especialmente en Tarapacá, más al Norte. Sí sabemos que es apodado cariñosamente el Dame Agua, por un tosco cartel blanco pintado a mano con letras azules, que lo acompañó durante varios años: "DAME AGUA POR FAVOR. GRACIAS". Ese cartel desapareció, tal vez consumido por la corrosión, pero aún lo recuerdan en el apodo del árbol.

El caso no es tan excepcional en el paisaje árido de Chile, por cierto: hay muchos árboles de carreteras con carteles como "Dame agua y mañana te daré sombra" o "Dame agua, necesito seguir creciendo". También se observan algunos con bidones a un lado, para que manos generosas los rieguen regularmente. Son esfuerzos humanos por traer y mantener la flora en la agresividad del paisaje árido. Sin embargo, en el caso del Dame Agua, sorprende su ubicación tan central en el mismo desierto, ya que no aparecen esta clase de arbolitos de vera de caminos sino hasta ya cerca de los extremos de la misma carretera, llegando a Calama o a San Pedro de Atacama.

Nadie entre los lugareños que pude consultar, sabe exactamente cuándo y cómo apareció este árbol acá en medio del desierto. Pareciendo improbable que haya crecido solo, se teoriza que algún vecino de San Pedro de Atacama o de Calama lo trasplantó en este lugar. Sólo se sabe con seguridad que ya estaba allí a inicios de los años noventa.

El árido paisaje de la misma carretera.

Otros arbolitos en la carretera, pero mucho más cercanos a áreas urbanas.

Varios árboles reciben atenciones para paliar el duro clima desértico, como este ya en el acceso a Calama.

El volcán Licancabur, visto desde la carretera.

En febrero de 1997, de regreso por esas tierras y en grupo de mayor número de amigos, recién pudimos detenernos a darle agua y cumplir con la tradición que, según cuentan también por acá, trae suerte o asegura el regreso a San Pedro de Atacama para quien tenga la generosidad de compartir con el árbol el vital elemento. Para muchos, es un requisito casi inevitable en el viaje por aquella comarca.

En aquellos años, además, el Dame Agua estaba rodeado en su pequeña lomilla por una rústica y desmoronada pirca de piedras, que el tiempo, los vientos, movimientos de suelos y posiblemente también manos humanas durante las mejoras del mismo camino y sus bermas, se han encargado de dejar sepultado bajo ese mismo terreno, tan ardiente de día y gélido en las noches.

Alguien intentó actualizar el cartel del árbol con otros más ad hoc a la importancia turística que tiene actualmente San Pedro de Atacama, como uno que rezaba: "Give me water please", aunque tampoco se encuentra ahí ya. También se le colocó una sencilla señalización reflectante para identificar su ubicación en la noche, y todavía mantiene a un costado un gran tarro basurero, destinado contener a las miles de botellas y frascos en las que le llevan el agua que le permite el sustento.

El Dame Agua, curioso ejemplo del triunfo de la vida sobre territorios muertos, sigue suplicando saciar su sed en el camino, mientras los cumplidores viajeros complacen su petición con sagrada observancia. Y quizá, algún día, el manchón verde que ahora pide agua, también les de sombra.

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