CUANDO RONRONEABAN LAS "MOTORES" DE LA SERENA

Calle Zorrilla de noche, allí donde estaban los lupanares.
Coordenadas: 29°54'0.31"S 71°14'53.55"W (primera dirección, aprox.) / 29°54'4.97"S 71°14'41.67"W (última dirección)
Nota: artículo redactado y publicado en 2013. Trasladado hasta acá sin actualizaciones, en 2022.
Creo que era la temporada de Fiestas Patrias de 1997 o unos pocos años antes: estábamos en el Mercado de La Recova de La Serena, hacia el lado de calle Rengifo, y aparece ante nosotros una extraña chiquilla vestida y maquillada de mantera "picante" -para hablar claro- intentando exacerbar su sensualidad y exagerar sus abultados atributos. Iba cargada al delineador de ojos, de pelo teñido "rucio" y con sus ancas metidas a la fuerza en un estrecho pantalón de mezclilla con esos desgarros que introdujeron a la moda los metaleros. Paseaba entre los puestos buscando algún misterioso artículo, totalmente ajena a la mirada curiosa de todos los hombres y la inquisitiva de la demás mujeres.
Mis amigas de allá en la región, Carmen y la Chica Xime, comienzan a decirse algo al oído, cuchicheando y riéndose en complicidad. Alguien de nuestro grupo de viajeros santiaguinos nota el gesto les pide explicar de qué se ríen, sabiendo que tiene algo que ver con la extravagante muchacha.
- Es una de "Las Motores" -responde Carmen, provocándonos más confusión- ¿O no saben qué eran "Las Motores"?
A coro respondemos que no y noto de inmediato cierta incomodidad en ambas muchachas. Vuelven a secretearse en voz baja antes de revelarnos el misterio:
- El "Motores" era el prostíbulo más famoso de La Serena, y queda para allá -responde Xime, señalando la calle Vicente Zorrilla que desemboca sobre los estacionamientos de La Recova-, como media cuadra más adentro.
Efectivamente, "Las Motores", con sus esbeltas o curvilíneas chicas apodadas con el mismo mote del local, era uno de los más famosos y antiguos burdeles de la edad dorada de la bohemia en la ciudad de La Serena, que en esos precisos días en que supimos de su existencia, se encontraba ya en sus últimos momentos, sus estertores agónicos, viviendo en el fuego de la colilla de lo que le quedaba a su historia y quizás hasta con otro nombre distinto del real, que muchos consideran extinto desde hacía muchos años antes.

Este longevo burdel se remontaba a principios de siglo, según se recuerda, cuando muchas de las calles serenenses estaban aún sin asfalto y pasaban los huasos a caballo por ellas, a veces por afuera de la propia casona del prostíbulo.
En un reciente reportaje del diario "El Día" del 28 de julio de 2013, titulado "Sexo y erotismo en la ciudad colonial", se afirma que "Las Motores" ya era bien conocido en los años veinte, y que fue "la primera casa de remolienda en la capital regional", aunque ciertos testimonios orales me hacen dudar un poco de esta última afirmación:
Un refugio que sus más asiduos clientes -continúa Juan Carlos Pizarro en el mismo texto- procuraron guardar en secreto hasta que más no pudieron. Y es que por esos años tomaba forma lo que para algunos fue por largo tiempo el sino de la identidad serenense: Guardar las apariencias en la medida de lo posible, para luego, bajo el fuero del anonimato, transformase. "Somos de día beatos y de noche gatos", escribió una vez el sociólogo y académico Julián González.
Existe una leyenda contando que hasta el futuro presidente Gabriel González Videla venía a cachetearse a estas salas empapeladas, hacia esos años que coinciden con los de su entrada en la Juventud Radical y mientras trabajaba como abogado en la ciudad.
El reportaje señalado declara la dirección del antiguo local de "Las Motores", anterior a la de Zorrilla: calle O'Higgins "frente a la fábrica de Cervezas Floto", opinión que es confirmada por el historiador y académico Gonzalo Ampuero. Esta industria, llamada en realidad Fábrica de Cerveza y de Hielo de La Serena, era propietada por don Alberto Floto en aquellos años, y fue de enorme importancia en la ciudad, como veremos.
Tramo donde estaba "Las Motores" en Zorrilla, ya en ruinas.
El historiador Ampuero tiene una interesante explicación para el extraño nombre de este sitio, donde iban desde la plebe hasta los señoritos de la provincia:
...le pusieron ese nombre por los motores de la Cervecería Floto, que llegó a traer la luz eléctrica a la ciudad en una época en que no había electricidad, entonces todo se iluminaba y los caballeros les decían a sus esposas "oye, voy a ir a ver los motores", y se iban a la casa de remolienda.
La mencionada compañía tenía sus cuarteles en calle Balmaceda 280, ocupando la cuadra entre Brasil y Colón hasta el lado de Libertador Bernardo O'Higgins, frente al viejo burdel. Y para abundar en lo señalado por Ampuero, cabe señalar que la firma convirtió sus ruidosos equipos de autoabastecimiento eléctrico en lo que sería después la Empresa Eléctrica de Adolfo Floto, proveedora de esta energía no sólo a La Serena, sino también a varios pueblos vecinos.
Los famosos motores reales de la planta y que legaron su nombre al burdel, eran dos Wolff a vapor y tres Diesel, a los que se agregaron hacia 1929 tres generadores hidroeléctricos.
Sin embargo, hay una versión oral que señala el nombre de "Las Motores" como una alusión a las capacidades de trabajo de las "niñas": talentosas para poder "remoler como máquinas", decían. El dato cierto es, no obstante, que el nombre más popular del prostíbulo había sido "Las Motores", usándose también "El Motores" y "Los Motores" en forma secundaria, denominaciones que se mantuvieron cuando las "niñas" se cambiaron a la calle Zorrilla.
Paradero de colectivos frente al ex "Las Motores". La fachada de atrás sería del ex "Savoy".
"Las Motores" ha inspirado incluso a algunos creadores y hombres de letras. En "Las hermanas González", por ejemplo, anota René Peri Fagerstrom en 1968 que éste era "el mejor prostíbulo de la ciudad, con mayor razón si tiene algunos tragos en la cabeza y un fantasma libidinoso alborotándole las gónadas", mencionado a la célebre tía Chira como la regenta del entonces elegante local, con mujeres finamente vestidas ya que el público tendía a ser un tanto selecto. Según tengo entendido, esta patrona fue muy conocida en su tiempo, aunque se habla también de una tal tía Cuto, de quien no tengo más referencias por ahora.
El burdel apareció mencionado por Hugo Pineda en "El intruso del Sur" y por José Miguel Varas en su crónica "La novela de Galvarino y Elena". De acuerdo a la descripción de este último, se deduce que en los años cuarenta era un típico puterío folclórico pero elegantón de la época más pintoresca que tuvieron estos establecimientos, aunque fue adaptado a petición de los comensales en aquella ocasión, para que el lugar se viese más recatado y moral, y así no ofender a un religioso visitante que iba con ellos:
Cuando llegamos, todo marchó de maravilla. La salita que había arreglado la dueña de casa era de lo más respetable. Hasta había colocado un gran Corazón de Jesús enmarcado, que al parecer ella tenía en su dormitorio. Las niñas, cuatro o cinco, andaban bien vestidas, sin escotes ni mangas cortas y se comportaban como colegialas unidas, sin levantar la vista. Al rato entramos en confianza, se sirvieron unas copitas de mistela, unos dulcecitos y hasta cantó una de las niñas, un vals romántico, acompañándose en guitarra. Cierto que un poco desafinada. La jefa de "Las Motores" parecía una gran dama y se persignaba a cada rato. Un poco demasiado.
De acuerdo a los demás datos que manejo, el "Motores" era un lupanar clásico con ponchera de vino, más tarde reemplazadas por cervezas. Su cocina era de prestigio, además de su bar y el propio ambiente, pues se hicieron celebraciones importantes en él y fue una especie de centro de reuniones sociales para caballeros de su época. Tenía grandes y elegantes espejos, cuadros polvorientos en las paredes, finos muebles con tapices de brocato y terciopelo, y esa regenta famosa entre los clientes. En la calle, frente al local, a veces se producían los clásicos cuadros de mujeres de distintas edades y contexturas asomándose con las polillas entre la luz nocturna, en una cuadra con varios boliches y cantinas para los nocherniegos, además.
Como sucedía con muchos prostíbulos antiguos, los clientes de este rincón no llegaban necesariamente buscando servicios sexuales: algunos sólo iban a tomarse un traguito, comer de los abundanes platos y hasta bailar un rato con algunas de las "niñas", descritas como muy bellas en su mejor época.
Entrada al ex "Savoy" según identifican los taxistas, frente a las ruinas de "Las Motores".
La casita de "Las Motores" no estaba sola allí, casi a mitad de la cuadra de Vicente Zorrilla entre Rengifo e Infante: justo al frente, se encontraba el quizás segundo o tercer burdel más famoso de La Serena y competencia directa de éste, llamado pomposamente "El Savoy", alguna vez célebre centro de recreación en una casa de estilo art decó que tenía también ciertas características de taberna. Tal cual sucedía con otras casitas de huifa de mismo barrio, como una apodada "La Casa del Chico Fabricio" por el lado de Rengifo, cuentan que más de una vez se intercambiaron las "niñas" que trabajaban en uno y otro sitio, aunque parece que la convivencia de estos competidores era bastante más cordial de lo que pudiera creerse.
Aunque pocos serenenses admiten hoy haber pasado por las colorinches y antiguas habitaciones de las casonas que ocuparon los burdeles de esta cuadra, me parece que quienes sí tienen buenos recuerdos de aquella epopeya son los taxistas más veteranos de la ciudad. Coincidentemente, justo en este tramo de la calle frente a las ruinas del último hogar de "Las Motores", se colocan ahora los colectivos que salen repartiendo ciudadanos por todo el resto de La Serena, así que aproveché de actualizarme allí un poco en la historia de sus lugares de recreación sombría.
A través de los colectiveros, entonces, me entero que la casona de "Las Motores", cuyo establecimiento había ido adquiriendo más características de cabaret que el del viejo burdel al comenzar la debacle nocturna en los años militares, terminó sus días convertida en una especie de penosa y lúgubre hostería, en la que sólo se quedaban borrachos terminales y mendigos como moradores. Hubo, acaso, un par de intentos por reabrir la casita de huifa, pero no prosperaron. De un momento a otro, la casona fue abandonada en forma definitiva y comenzó a deteriorarse a velocidad vertiginosa. Dicen que problemas de su última regenta con la justicia, por explotación de menores de edad, puso encima la bota al negocio. El olvido de su tiempo también cundió con cada grieta y desmoronamiento en el viejo inmueble, por supuesto.
Un trágico accidente ocurrido afuera del legendario recinto, hacia el año 2000, ha dejado allí una animita: la de Eledén Gordillo, a la que ya he dedicado una entrada en este blog. Historias sórdidas hablan, sin embargo, de crímenes y otros hechos sangrientos vinculados a la historia de éste y otros prostíbulos que hubo en la calle, pero no tengo más antecedentes para confirmar si fueron hechos ciertos o sólo parte del nutrido legendario urbano que circula en La Serena, con relación al pasado más pecaminoso y nocturno.
Como sucede con varias viejas residencias de este sector a espaldas del Mercado de La Recova, la casona fue comprada por una comercial y ahora, al momento de escribir estas líneas, se espera por su inminente demolición, llevándose esa parte de la historia de las ciudades que rara vez se escribe en serio y que, con frecuencia, va a parar como una vergüenza bajo la alfombra de las crónicas urbanas.

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