CÓMO ALOJAR EN UNA CASONA HISTÓRICA: EL HOSTAL SANTA CECILIA DE PAIHUANO

 

Coordenadas: 30°01'47.1"S 70°30'57.4"W

Si sienten un gusto casi aventurero por la experiencia de alojarse en casas antiguas, de esas con estilo patronal y patios aún sombreados por árboles frutales, cuando estén en Paihuano, Valle de Elqui, recomiendo visitar el Hostal Santa Cecilia, ubicado a sólo pasos de la Plaza de Armas, un poco más al Sur por la central Avenida Balmaceda (Ruta D-485) en el número 193, metros antes de la bifurcación con Rinconada.

El recinto ha sido ampliado e intervenido con dependencias nuevas en etapas anteriores de su vida, es verdad, así como otras modificaciones parecen haber hecho desaparecer parte de lo que fue la antigua casona, haciéndole perder el aspecto más solariego y campestre que alguna vez pudo tener. Sin embargo, el lugar mantiene elementos que eran propios de la antigua arquitectura rural del valle, especialmente la de los hacendados, decorada también con pircas de piedras, maceteros en cubetas antiguas y ruedas de campo como adornos.

El ambiente campesino sigue siendo fuerte en el Valle de Elqui, por cierto, así que este sitio se presenta como un vestigio del origen de la cultura imperante en sus viñas y quebradas. Sin ir más lejos, la primera celebración de preparativos para las Fiestas Patrias las encontramos tempranamente acá en Paihuano, con el festival costumbrista del Día del Huaso Paihuanino, cuya tercera versión tuvo lugar el pasado 31 de agosto.

El hostal se presenta con un largo nombre al público: "Santa Cecilia Hospedaje Comida de Casa", pues tiene también un gran comedor que funciona como restaurante en el día. Su logotipo reserva a la vista una representación de las antiguas ventanas con postigos y balconete de enrejado artístico que se observan en la fachada del caserón, por el exterior de este edificio de típico estilo campesino, con influencias coloniales y pretensiones neoclásicas en algunos de sus detalles. Una sillería escondida en sus cimientos permite sortear el desnivel del terreno que haya en este lugar, visible en la calle adoquinada.

El acceso es lateral por el zócalo se hace entre los muros de quincha, madera y adobe mantenidos en buen estado, según parece. Conserva la altura que era necesaria para el paso de las carretas de antaño bajo el segundo de sus dos pisos, ingresando al primer patio del recinto, que es el más pintoresco. El de atrás, en cambio, es el mayor y abundante en vegetación, destacando los paltos que entregan sus suculentos frutos verdes.

Los pasillos y escalas que comunican ambos niveles del segmento más antiguo en el hostal, son de costado abierto, con contornos abalaustrados sobre el primer patio. El piso de la balconería es de madera y cruje como todo un siglo de penas cuando alguien camina sobre él. Sorprenden las alturas de las puertas y cielos en este nivel. Más atrás, en cambio, se encuentran las habitaciones más nuevas, conectadas con el edificio antiguo por el nivel de los pasillos superiores.

Actualmente, el hostal es propietado por doña Gladys Inés Pineda viuda de Espejo, una querida vecina del sector. Oficia como representante don Humberto Espejo, también muy conocido y popular personaje de la comuna. Esta administración del hotel existe desde los años setenta, cuando el turismo en el Elqui era sólo una tierna brisa de lo que es ahora, no obstante que estaba en tales funciones desde antes.

Humberto se encarga de la mayor parte de los quehaceres, pero prefiere ser llamado por su apodo el Caszely, ya que aborrece la publicidad, las fotografías y la exposición en todas sus formas. Él asume como una especie de asistente de su "mami", verificando el aseo, sirviendo desayuno a los pasajeros y también abriendo gestos de relaciones públicas, en caso de ser requeridos.

La familia Espejo Pineda tiene un mérito especial en el valle, además: era una de las pocas que continuaban desarrollando la tradicional "pela de duraznos" de cada mes de marzo, dedicada a sacar las cáscaras de estas frutas antes de secarlas y convertirlas en huesillos, que han sido otra importante actividad económica en la provincia. Doña Gladys heredó esta tradición de su madre y abuela, realizándola en el patio de la misma casona del hotel y llegando a quitar la piel a 60 kilos de duraznos recolectados de huerto familiares en cada mañana de aquella temporada. Se coloca dicha cantidad distribuida en cuatro canastos, y cada uno será llevado dentro de un tambo de metal con un tarro con brasas ardientes abajo. Se les aplican dos cucharadas de azufre para evitar la oxidación durante cuatro horas, razón por la que este procedimiento se llama azufrado del durazno, con la finalidad de evitar la oxidación de la fruta. En la mañana siguiente, son retirados y terminados de secar al Sol, ya sea enteros para que se conviertan en huesillos o lo que se llama también "charqui de durazno" cuando están descarozados. El hotel ofrece mote con huesillos producidos allí mismo.

Algo han investigado acá sobre la historia del edificio, por cierto. Dice el Caszely que la casa debe ser del siglo XIX y que era la propiedad familiar de un fundo, residencia de los propietarios, cuando todos estos territorios eran campos agrícolas de una subdelegación dependiente de Vicuña, hoy comuna aparte de Paihuano. Habría pertenecido a un señor de apellido Alba, de los más acaudalados del valle en la época, aunque no fue su primer propietario.

La primera vez en que la residencia fue ocupada como hostal sucedió hacia mediados del siglo XX o un poco antes, cuando comenzó a funcionar en ella una especie de posada, junto al camino hacia Pisco Elqui que, desde un par de décadas antes, era la cabecera del distrito del mismo nombre. La actividad generada por las viñas y las destilerías ya era de vital importancia para los productores y trabajadores de la zona.

Por aquel período, agrega nuestro entrevistado, la residencia habría pertenecido a un señor Peralta Rosales, vinculado a una familiar de mucha importancia en la zona por sus actividades ligadas a la agricultura, la industria pisquera y la política. Este dato habría sido encontrado en antiguas escrituras de la casa, según nos señala.

Sin embargo, al Caszely no le interesa andar "vendiendo" las atracciones del Valle de Elqui para atraer gente al Hostal Santa Cecilia. Asegura que no cambian en nada la situación de su hostería pues se sabe que es una de las mejores de la provincia y siempre tendrá clientes, incluidas visitas de equipos de televisión que a veces llegan al valle. Por lo tanto, no titubea en declarar que le da lo mismo si la zona merece producir pisco ante la los reclamos peruanos, pone en duda toda la fama mística de estos rincones del Elqui y hasta se muestra muy indiferente a si fue real o no el célebre caso del estrellamiento de un OVNI, en octubre de 1998, en el Cerro Las Mollacas, que está ubicado justo enfrente del hostal.

"Aquí no necesitamos nada de eso, pues ya tenemos los atractivos necesarios", me comenta categórico y con atrevimiento, mientras invita a ver algo que sí valora: un viejo fragmento muro en la propiedad ubicada justo al lado del hotel, por calle Balmaceda y que también perteneció al antiguo fundo de la casa, adosado a ésta, que tiene empotrado entre sus piedras canteadas una roca con un petroglifo trazado en ella, probablemente de la cultura molle. Se distingue un personaje danzante con un penacho de rayos, muy parecido a otros que se observan en el arte del mundo andino, como el Gigante del Cerro Unita o los grabados precolombinos en Yerbas Buenas y en el Valle del Encanto, este último más cercano al Elqui.

La extraña y misteriosa figura arqueológica allí, de ser auténtica, no es la única reliquia al alcance del tacto en estas manzanas paihuaninas: por la misma avenida, encontramos unos pretiles de jardines y un monolito con fósiles incrustados en ellos, a la altura de la comisaría, además de los que están en la fuente de aguas de la plaza. Pertenecen a obras de otros tiempos, sin duda, cuando el robo y el vandalismo eran sólo posibilidades y no certezas, como en nuestra época.

El Hostal Santa Cecilia suele aparecer mencionado como uno de los hoteles y residenciales más recomendables de la zona. La experiencia es grata, sin duda, y vale la pena. Un reciente proyecto municipal de mejoramiento de la pintura de las fachadas en estas cuadras ha ido dando una cara más uniforme y lucida al barrio del mismo, además.

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